El sobrenatural camino cristiano
1 Pedro 2
La Piedra, cabeza del ángulo, acompañada por piedras vivas
1. Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones,
2. desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación,
3. si es que habéis gustado la benignidad del Señor.
4. Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa,
5. vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.
6. Por lo cual también contiene la Escritura: He aquí, pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; y el que creyere en él, no será avergonzado.
7. Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, la piedra que los edificadores desecharon ha venido a ser la cabeza del ángulo;
8. y Piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados.
9. Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;
10. vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.
Algunos presentan el evangelio a los incrédulos como si Cristo fuera un
suplemento para su vida. Su invitación sería algo como: “Ven a Jesús para que
te ayude a realizar todos tus planes y deseos”. Sin embargo, el propósito del
evangelio no es añadirle a la vida natural y pecaminosa en la que se encuentra
la persona. En este capítulo, en el versículo 1, habla de desechar antes
de poder agregar cualquier cosa nueva a la vida. Pablo confirma este principio
en Efesios 4:22, 24: “Despojaos del viejo hombre,
que está viciado
conforme a los deseos engañosos… y vestíos del nuevo hombre”. Colosenses también lo
enseña: “Habiéndoos despojado del viejo hombre con sus
hechos, y revestido del nuevo…” (Col.
3:9-10).
En Romanos, Pablo enseña que el principio se lleva a cabo identificándose con Cristo en Su sepultura y en Su resurrección: “Somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos… así también nosotros andemos en vida nueva” (Ro.6:4). Dos versículos después identifica al cristiano con Su crucifixión: “Nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él…”, después, en el versículo 8, con Su resurrección: “Si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él”. Como ves, la doctrina de despojarse para después caminar en una vida nueva, abunda en el Nuevo Testamento.
Pedro habla más detalladamente y dice que nos despojemos de la malicia, que es la depravación o, sencillamente, de la maldad. Todos entendemos bien la palabra engaño, pero para definirla mejor sería bueno considerar sus sinónimos: carnada, truco o cebo. Seguidamente añade hipocresía a la lista. Es una palabra que creo conveniente presentarla en su forma literal: actuación de drama. La palabra viene del teatro griego, y no debe existir en el cristianismo. No vemos ningún drama en la vida de Cristo ni en los Evangelios, ni tampoco en la vida de los discípulos en los Hechos.
Sigue la envidia en forma de celos con mala voluntad contra otra persona. La última palabra en la lista del versículo 1 en LBLA es la difamación. Incluye cualquier forma de hablar degradando la personalidad de otro. La palabra todo se adjunta a cada una de estas características del antiguo hombre, y deben ser eliminadas de la práctica cristiana (v.1).
¡Todas estas características son despojadas para ser reemplazadas con un deseo por la palabra de Dios! Me gustó cómo lo expresó un matrimonio después de recibir a Cristo y bautizarse en los estudios bíblicos que hacíamos en nuestra casa: “¡Leímos la Biblia vorazmente!” Eran como recién nacidos deseando “la leche espiritual no adulterada”. Me acuerdo de un hombre, en la costa de Méjico, que se rompió una pierna justo después de recibir a Cristo. Después de dos semanas en cama recuperándose, había leído el Nuevo Testamento unas tres veces, si recuerdo bien.
A menudo hablo de mi difunto amigo navajo, Herman, quien por haber estado muy enfermo en su niñez no pudo asistir a la escuela, por eso no aprendió inglés. Hasta que tuvo más de 20 años solo hablaba su lenguaje nativo. Tampoco sabía leer ni escribir. El día de su conversión alguien le dio una Biblia, la puso sobre su cama y lloró porque no podía leerla. Fue la Biblia lo que le motivó para aprender a leer, para poder saber más de su Padre Celestial y del Señor Jesucristo. Un nativo mixteco en Oaxaca tuvo la misma motivación después de rendirse a Cristo. Había estudiado en el colegio durante tres años, pero fue motivado a mejorar su capacidad de leer para poder estudiar la Biblia. Llego a ser un buen maestro de la Palabra. Todos estos testimonios demuestran la reacción normal de una persona que ha nacido de nuevo genuinamente del Espíritu Santo.
Pedro dice que un cristiano nacido de nuevo, que ha gustado la benignidad del Señor, crecerá espiritualmente por la Palabra (v.2). Esto es lo que experimentaron las personas que he mencionado tras encontrar a Cristo Jesús personalmente. Inmediatamente recibieron hambre para conocerle mejor por medio de Su palabra. No importó cómo y qué habían vivido individualmente, en cada situación tuvieron una manifestación de Su benignidad. Herman testificó de una paz que borró sus temores. Otros experimentaron una sumisión a Su voluntad que les quitó toda frustración y lucha interior. Otros hallaron un propósito en la vida que llenó su vacío interior. En cada caso, el perdón de los pecados les libró de una condenación horrible. El Señor fue benigno con ellos y… ¡fueron muy conscientes de ello! (v.3)
En la conversión, la persona se acerca a Cristo. Pablo, en Efesios 2:12, explica muy bien la tragedia de nuestra vida inconversa en el pasado. Lo más trágico es que estábamos “sin Cristo… sin esperanza y sin Dios en el mundo”. Pero en el siguiente versículo, declara: “Ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo”. De esto escribe Pedro en el versículo 4, y la doctrina de los dos apóstoles es la explicación de lo que un cristiano experimenta en su vida directamente.
Los caminos de Dios siempre son opuestos a los del hombre; sus hechos acontecieron en su estado caído, siendo enemigos de Dios. Por eso, con mucho cuidado, la Biblia nos presenta las verdaderas cosas celestiales como obras de Dios y no del hombre. Un buen ejemplo está en Hebreos 8:2. Dice que Cristo, nuestro Sumo Sacerdote es “ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre”.
El hombre, debido a su enemistad, rechaza los caminos de Dios. Sus caminos son infinitamente superiores a los del hombre, y también son diametralmente opuestos. Como aprendimos en el último capítulo, son corruptos (1:23).
Pedro define a Dios como un Arquitecto, y Su plan eterno como un edificio. Empieza con Cristo, tipificado como una Piedra Viva. El hombre rechaza esta Piedra hermosa y preciosa que Dios ha elegido. Dios nunca usa algo (en este caso Alguien) que sea menos que lo mejor (v.4). El pueblo que ha venido a Cristo es atraído por el Padre. Dijo Jesús: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere” (Jn.6:44).
Estuve observando cómo nuestro yerno, Lance, construyó con piedras varios bordes y pequeños muros en su propiedad. Se cuidó de escoger las piedras adecuadas para rellenar espacios y que todo quedara nivelado. Fue un magnífico esfuerzo que requería mucha paciencia. La gente que pasaba por la propiedad hablaba de su hermosura, y lo vio como una obra de arte.
Hay un estudio bíblico, bastante interesante, que compara las piedras con los ladrillos. La torre de Babel, por ejemplo, fue una estructura de ladrillos (Gé.11:3). Los israelitas, cuando eran esclavos en Egipto, elaboraban ladrillos y barro para Faraón (Ex.1:14). Los hombres prefieren la uniformidad del ladrillo e incluso, en el día de hoy, el hormigón para construir sus edificios. Dios, al contrario, mandó que Sus altares fueran construidos con piedras no trabajadas con herramientas. Si el hombre metía su mano, lo corrompería.
La construcción que Pedro describe es la iglesia. Vemos que hay una Piedra Viva, que es la Piedra del ángulo, única en el edificio, pero el resto es hecho de muchas piedras vivas. Jesús dijo: “Sobre esta roca edificaré mi iglesia” (Mt.16:18), y la roca era la confesión de Pedro de que Jesús era “el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mt.16:16) y no Pedro mismo. El apóstol reconoce en este pasaje que Cristo es la Piedra del ángulo (v.6). Ya lo había declarado frente al concilio en Jerusalén: “Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo” (Hch.4:11). Además, solo Él es el Arquitecto, y un salmo gradual lo confirma: “Si Jehová no edificare la casa, En vano trabajan los que la edifican” (Sal.127:1).
A veces intento ilustrar el esfuerzo tan inútil que resultaría al intentar construir algo con piedras vivas: Al hombre le gustaría ayudar a Cristo en la obra que Él dijo que haría… quiero decir, al edificar Su iglesia. El problema es que el material que Él utiliza es piedra viva. Edificar con piedras, en primer lugar, es más complicado que hacerlo con ladrillos. Tienes que hallar exactamente la piedra correcta para que encaje bien con las otras y quede ajustada en su lugar. Más complicado aún es el hecho de que las piedras en Su iglesia son vivas. Así que, el albañil humano encuentra una y la pone donde lo cree conveniente. Va en busca de otra y vuelve al lugar donde puso la primera, pero ya no está. Como vive, se ha movido a otro lugar. Pronto se frustra con este trabajo, ¡intentando hacer la obra de Dios con su propia sabiduría y esfuerzo!
Pedro presenta la iglesia como piedras vivas en sentido espiritual y, seguidamente, dice que es un sacerdocio santo. En el capítulo 1, versículos 15 y 16, aprendimos que la santidad significa ser apartado. Ahora se refiere a un pueblo apartado para el sacerdocio. Como el Sumo Sacerdote cristiano es del orden de Melquisedec (He.7:17), es razonable que todo el sacerdocio sea del mismo orden, y cada miembro de la iglesia sea un sacerdote.
Vamos a ver cómo, en el Antiguo Testamento, se profetiza de Cristo como Sumo Sacerdote, y de los Suyos también como sacerdotes. Fíjate en el sumo sacerdote, Josué, y los que le acompañan en Zacarías 3:8: “Escucha ahora, Josué, sumo sacerdote, tú y tus compañeros que se sientan ante ti, que son hombres de presagio”. Cito la LBLA, porque su traducción aquí es más correcta, según el hebreo original. Josué y sus compañeros sacerdotes son símbolos del sacerdocio del Nuevo Testamento, son hombres de presagio.
Veamos como el diccionario hebreo Strongs define presagio, que en hebreo es mofet: Sustantivo masculino que significa maravilla, señal, augurio, obsequio. Muchas veces es un fenómeno que muestra el poder de Dios. Nuestro Sumo Sacerdote es Jesús, y el nombre Jesús, en el Nuevo Testamento, es exactamente el mismo que Josué en el Antiguo Testamento. El significado del nombre es salvador. Así el ángel instruye a José en Mateo 1:21: “Llamarás su nombre JESÚS (Salvador) porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt.1:21).
Los cristianos son una nación de sacerdotes, compañeros del Sumo Sacerdote, y deben causar asombro en la sociedad, no importa donde residan. La gente debe estar inquiriendo: “¿Qué personas son estas, tan diferentes?”. La única respuesta es que Cristo es su Compañero y vive en ellos. Como fue dicho sobre Pedro y Juan… ¡Han estado con Jesús! (Hch. 4:13).
Isaías 8:18 también es una profecía mesiánica, y dice lo mismo que en Zacarías: “He aquí, yo y los hijos que me dio Jehová somos por señales y presagios”. Zacarías e Isaías hablan de compañeros, y Hebreos 2:13 cita de Isaías: “He aquí, yo y los hijos que Dios me dio”. El contenido de Hebreos 2:9-18 deja claro que está hablando de un compañerismo con Jesús (como hermanos). Miles y miles de individuos han sido perdonados y vestidos de nuevo con ropa de gala (Zac.3:4); son hechos sacerdotes y reyes para Dios.
Zacarías fue un profeta apoderado por el Espíritu de Cristo. Nos lleva más allá de los eventos de su día para testificar de Aquel que es incomparable. Cristo es la Piedra del ángulo como fundamento de Su templo, que es Su cuerpo. Él es la Piedra preciosa, una Piedra viva, hermosa para los ojos del creyente, pero rechazada por el mundo (vs.6-7). La Piedra tiene una escultura: “He aquí yo grabaré su escultura, dice Jehová de los ejércitos”. Los clavos de la cruz y la lanza del soldado han esculpido profundamente esta Piedra con este grabado: “Quitaré el pecado de la tierra en un día” (Zac.3:9). La revelación en Zacarías es del Sumo Sacerdote y los sacerdotes compañeros, representando una realidad futura.
En esta época del Nuevo Testamento hay sacrificios del orden de Melquisedec que no son físicos, sino espirituales, y tienen más significado que los que ocurrieron bajo el Antiguo Testamento (v.5). Jesús dijo que “los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad” (Jn.4:23). Estos son los que pueden ofrecer sacrificios espirituales, y el Padre busca tales. El amor de Dios es la inspiración y la motivación sobre todos los sacrificios espirituales. Cristo nos dio ejemplo de ello, según dijo Pablo a la iglesia en Éfeso: “Andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante” (Ef.5:2). Cada miembro de la iglesia es espiritual; su espíritu es el centro de su ser y gobierna sobre su alma y su cuerpo. ¡Él es una creación sobrenatural!
Jesús es una Piedra de tropiezo y una Roca de escándalo para los del mundo. Ellos tienen la culpa por su estado de incredulidad, porque son desobedientes al evangelio (v.8). “El que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Jn.3:18). Jesús es quien nos ha compartido este principio, pero es un principio que siempre existió y siempre existirá en Dios. La condenación es para los incrédulos, la bendición es sólo para los creyentes.
El versículo 9 requiere un poco más de explicación que el sacerdocio y las piedras vivas. Habla de un linaje escogido pero, para ser más específico, la palabra griega es genos, de la cual se derivan las palabras genes y genealogía. El linaje procede de genes espirituales que nos hacen pensar otra vez en la nueva creación con ‘genes’ aparte de los de Adán y Eva. Juan 1:13 demuestra que esta raza no tiene que ver con algo humano; es elegido por Dios y procede de Él. “Los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de varón, sino de Dios”. Reitero lo que he dicho antes de que la Biblia nos hace saber, cuidadosamente, que lo que tiene que ver con el evangelio es celestial y procede cien por cien de Dios.
Anteriormente, al comentar sobre Isaías 8:18, mencioné que somos sacerdotes y reyes. Melquisedec fue rey y sacerdote, y Jesús fue Sacerdote del mismo sacerdocio, y también fue Rey. Igual que los judíos son una nación física, la iglesia es una nación santa y espiritual, separada de las otras naciones del mundo para Dios. Recuerda siempre que lo que es espiritual existió antes que lo material, y por eso es superior. El pueblo adquirido por Dios consiste en lo que hemos hablado… recuerda la definición del diccionario griego: ¡Un fenómeno que muestra el poder de Dios!
Nuestro propósito en la tierra es anunciar las virtudes de Jesucristo, Quien nos llamó fuera de las tinieblas, porque Él es digno: “Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra” (Ap.5:9-10)
Pedro proclama otra vez nuestra maravillosa transformación…“que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia”. Pablo declara lo mismo en Efesios 2:12: “En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo”.
Como Israel, nosotros somos el pueblo de Dios y participantes de Su rica misericordia: “Como vosotros también en otro tiempo erais desobedientes a Dios, pero ahora habéis alcanzado misericordia por la desobediencia de ellos (los judíos), así también éstos ahora han sido desobedientes, para que por la misericordia concedida a vosotros, ellos también alcancen misericordia. Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos”. La maravillosa obra que llevó al judío y al gentil a descansar bajo las alas eternas de Su cuidado, es lo que hizo cantar al corazón del apóstol: “¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” (Ro.11:33).
Venciendo los deseos carnales y las injusticias
11. Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma,
12. manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras.
13. Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior,
14. ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien.
15. Porque ésta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos;
16. como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios.
17. Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey.
18. Criados, estad sujetos con todo respeto a vuestros amos; no solamente a los buenos y afables, sino también a los difíciles de soportar.
19. Porque esto merece aprobación, si alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente.
20. Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios.
Pedro continúa escribiendo a extranjeros y peregrinos. Los que son leales ciudadanos del mundo están demasiado atados a sus deseos como para poder recibir consejos sobre abstenerse de ellos. Los cristianos tienen que defender sus almas y luchar contra sus propios deseos (v.11).
Ellos no se adaptan, viven entre gentiles que tienen otras costumbres y lenguajes, y son adoradores de dioses falsos. Los nativos no entienden los caminos cristianos y, por supuesto, los critican. Pedro anima a sus lectores a vivir la vida honorable de Cristo entre ellos. Están observando constantemente a los creyentes y, al final, traerá éxito al evangelio.
El poder de la conducta cristiana se debe a la vida de Cristo en ellos, aun siendo seres humanos. Jesús expresó la voluntad divina en su oración, como nos enseña Juan 17:21: “Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste”. Lee este versículo de nuevo, con mucha atención, y verás la condición en los creyentes que atraerán a los incrédulos a la fe. Quizá los paganos no entenderán, pero observarán que lo que tienen frente a sus ojos son cristianos viviendo en el Padre y el Hijo.
Después, en Juan 17:23, Jesús explica un poco más: “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado”. Otra vez, estudia la petición con cuidado y verás al Padre manifestándose en el Hijo; también verás al Hijo morando en los creyentes, uniéndoles con la divinidad. La gente a su alrededor verá un fenómeno que jamás han conocido. Es la realidad de Cristo, el Hijo de Dios, viviendo en carne y sangre humanas. Este es el testimonio que el mundo tiene que ver y, al verlo, muchos reconocerán la verdad del evangelio y creerán.
Un día de visitación es lo que muchos de nosotros estamos anhelando vivir. Isaías nos dio la promesa de Dios: “Yo derramaré aguas sobre el sequedal, y ríos sobre la tierra árida; mi Espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos” (Is.44:3). Lee el capítulo 64 y verás el apasionado ruego del profeta por una visitación divina, empezando en los versículos del 1 al 3: “¡Oh, si rompieses los cielos, y descendieras!... ¡para que hicieras notorio tu nombre a tus enemigos, y las naciones temblasen a tu presencia! Cuando, haciendo cosas terribles cuales nunca esperábamos, descendiste…”. Los isleños de las Hébridas unieron estas dos porciones de Isaías en una oración poderosa, pidiendo que el cielo fuese derramado sobre la tierra.
Duncan Campbell, que dio testimonio de la respuesta a su oración, relató del avivamiento que hubo sobre la iglesia, que en seguida atrajo a la gente del mundo. No pudieron resistir al ver la mano de Dios sobre Su pueblo. Los jóvenes abandonaban los bailes y otros lugares de pecado. Se cerraron las tabernas y las multitudes, no solamente inundaron las iglesias, sino que cientos de personas se reunieron, sin una invitación en el campo y en las calles de los pueblos, atraídos por el Espíritu Santo. Esta es la visitación de la que habla Pedro (v.12). Lo predicó cuando Dios se movió fuertemente sobre Jerusalén después del día de Pentecostés, cuando tres mil personas fueron convertidas, y poco después cinco mil más. En Hechos 3:19, habló de “que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio”.
Pedro llamó a la iglesia a dar testimonio público también, sometiéndose a la autoridad humana. Dijo: “Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey… ya a los gobernadores”. De esta manera, “haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos” (vs.13-15). Pablo enseñó lo mismo en Romanos 13, cuando Roma fue la autoridad superior de aquel tiempo.
Warren Wiersbe comentó: “Dios ha establecido tres instituciones: El hogar, el gobierno y la iglesia”. En general, el gobierno es una autoridad necesaria en la sociedad, la otra alternativa es la anarquía. Sin embargo, quisiera aclarar que Dios no exigirá que Su pueblo obedezca a un gobierno por encima de la palabra de Él, comprometiendo principios cristianos. De todos modos, mira cómo Jeremías se ganó el respeto de Nabucodonosor y el Imperio Babilónico. José recibió alto honor en la corte de Faraón, y también Daniel en ambos, Babilonia y Persia.
Hemos visto también que los gobiernos se han opuesto grandemente contra el cristianismo, y han torturado y matado a cristianos a lo largo de toda la historia. Pilato fue culpable de condenar a Cristo, pero la misma ley que le condenó, también encarceló a Barrabás. La ley que crucificó a Jesús, también crucificó a dos ladrones. Pablo fue rescatado por un capitán romano, quien le protegió de los judíos con doscientos soldados.
Mientras caminemos por este mundo encontraremos muchas cosas que Dios quiso que fueran para el bien de la humanidad, pero son mal utilizadas y se levantan contra Él. Pedro, en el versículo 16, menciona la voluntad de Dios en cuanto a la libertad del hombre, pero dice que si una persona no se sujeta a la servidumbre de Dios puede cambiarla en un pretexto para hacer lo malo.
Un cristiano debe respetar a cada ser humano por una razón. A. W. Tozer dijo que cada uno es digno de respeto, sencillamente porque fue creado a la imagen de Dios. No importa cuán lejos llegue en su pecado o se aleje de Dios, no pierde el hecho de que lleva Su semejanza. No es un animal, sino un miembro de la más alta creación de Dios. Su estilo de vida y sus hechos no lo pueden borrar.
El vínculo de la hermandad en la familia de Dios es el amor, y no es un amor común como el que existe entre las familias terrenales. El amor de Dios es único y perfecto, el mismo amor que reina en la deidad y que siempre ha reinado desde el amanecer del tiempo. Es la más alta forma de motivación en el caminar cristiano, atrayendo al creyente a la obediencia a Dios, y gobernando sobre su relación con otros creyentes. Es un don y privilegio que enriquece nuestros años sobre la tierra, por encima de cualquier cosa vivida por el hijo común de Adán (v.17). También menciona el temor de Dios, que no es contrario a Su amor. El temor de Dios nos protege de muchas trampas mientras caminamos en el mundo.
Empezando en el versículo 17, Pedro da una lista de autoridades, primeramente el honor debido a un rey. En el versículo 18, hay un temor piadoso que los siervos de casa deben guardar hacia sus amos. La palabra griega para amos aquí es despotes y, en la siguiente frase, Pedro dice que ellos pueden ser difíciles o afables (v.18).
La virtud cristiana es la que tiene que manifestarse en este asunto, y no las características humanas. Solamente el siervo nacido de nuevo puede someterse de esta forma. Muchas veces la Escritura aconseja al cristiano a reaccionar positivamente cuando es maltratado. Dios le capacita con una habilidad sobrenatural por medio de Cristo que vive en él. En los versículos 19 y 20, Pedro da instrucciones claras a favor de esta virtud. Jesús enseñó de ella en los Evangelios, y quisiera poner Lucas 6:32-36 delante de nosotros: “Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto. Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos. Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso”.
No es un mérito para la naturaleza cristiana hacer lo que los pecadores pueden hacer. Está dentro de la esfera de las capacidades humanas amar, hacer bien y prestar a los amigos, quienes felizmente devuelven ese amor, buenos actos y las cosas que se les han prestado. Sin embargo, observa como el nuevo nacimiento de Dios está involucrado en este mandato a Sus hijos: “Seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y malos” (Lc.6:35). Es la naturaleza de Cristo la que manifiesta estas virtudes en los seres humanos. Tenemos aquí una enseñanza maravillosa de la naturaleza sobrenatural y celestial en un cristiano que no pide reciprocidad de los hombres.
Una conciencia buena delante de Dios es extremamente sensible, reacciona a las normas de una vida piadosa, que alcanza mucho más allá de simples requisitos humanos. La conciencia de un cristiano responde, como Dios requiere, al maltrato y a la injusticia, incluso aceptando con dignidad los golpes físicos. Esto está dentro de la esfera de nuestro llamamiento en Cristo, Quien fue un ejemplo perfecto para nosotros. Con este fin Pablo testificó: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil.4:13).
Cristo, nuestro salvador y ejemplo
21. Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas;
22. el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca;
23. quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente;
24. quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.
25. Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.
La porción final de este capítulo apunta al lector directamente a Cristo, para ver en Él su ejemplo perfecto. El consejo de Pedro a sus lectores es que sigan Sus pasos (v.21). Enfatizo de nuevo que solamente es posible por medio del nuevo nacimiento, en el cual la vida resucitada de Jesús, por la fe, se hace nuestra. Es una vida sobrenatural creada en Cristo Jesús. Somos llamados, en primer lugar, a seguirle en Sus sufrimientos.En Filipenses 3:7, Pablo estimó todos los beneficios que había ganado en el pasado como perdidos… “Cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo.” En el siguiente versículo, usa un término más fuerte, llamándolo estiércol… “Ciertamente aun considero todas las cosas como pérdida por la superioridad del conocimiento de Jesús el Mesías, mi Señor, por el cual perdí todas las cosas, y las tengo por estiércol” (BTX). Yo creo que esta es la mejor traducción del griego, porque sugiere que algo tiene que salir de una vida antes de poder ser reemplazado con el conocimiento personal de Cristo.
Para Pablo, el valor de conocer a Cristo eclipsó totalmente todo lo demás. Moisés, de igual manera, eligió el vituperio de Cristo sobre las riquezas del palacio de Egipto (He.11:26). Y el lector que le ha conocido puede apreciar la evaluación de Pablo y Moisés. ¡Absolutamente nada puede compararse con Jesús!
Su vida fue sin pecado y, cuando Él vive en el interior, nos “guiará por sendas de justicia por amor de su nombre”. La santidad será la meta para cada cristiano. Su camino es el camino de la verdad, y no hay manera de venir a Él y caminar con Él, sin amar a la verdad. “El que practica la verdad viene a la luz” (Jn.3:21), dijo Jesús, y también dijo a Pilato: “Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz” (Jn.18:37). El engaño es un extraño para Él y para todo lo que tiene que ver con Su reino (v.22).
Su confianza en el Padre elimina cualquier necesidad de defender tanto Su reputación como simplemente Su vida física. Sabía que confiar en el Padre era confiar en Su justicia perfecta, que no podía fracasar. Todo el abuso verbal de Sus enemigos no alcanzó Su pureza interior. Es decir, tanto en la compañía del sanedrín, como en la presencia del gobernador Pilato, o colgado en la cruz, Él estuvo perfectamente en control de la situación y no reaccionó de forma indecorosa. (v.23).
Se enfocó en Su misión y abrazó la cruz bajo el peso de nuestros pecados. S. M. Lockridge sabía, tanto como cualquier otro, cómo Jesús reaccionó ante el ladrón que le provocó diciendo que se salvara a Él mismo y bajara de la cruz. Lockridge imaginó que el Señor dijo dentro de sí: “No, hoy todavía es viernes… pero tú, ¡espera hasta el domingo por la mañana!” Añadió el predicador: “¡Es mejor levantarse de los muertos que bajarse de la cruz! La tumba no pudo detenerle, y se levantó para vivir una eternidad de justicia. Y mientras Sus heridas sanarán totalmente nuestro pecado y enfermedad (v.24).
Cada cristiano tiene que estar muy dispuesto a confesar que se ha
descarriado, alejándose siempre más de su Creador, porque fue conducido por su
propio ego. Su amor inició nuestro regreso. No nos persiguió, sino que Su
corazón nos siguió, sin importar hasta donde hubiéramos llegado. Sin estar
conscientes de Su presencia invisible, incluso Él se involucró en nuestro
fracaso y pérdida, llevándonos a un vergonzoso ambiente, como entre una manada
de cerdos, y creó una insistente hambre interior. Fue Él Quien nos hizo pensar
en nuestro Padre y hogar, y su bondad nos condujo al arrepentimiento. Volvimos,
quebrantados, al Pastor y Obispo de nuestras almas (v.25). Y ahora…
Me guía a mí, ¡qué pensamiento bendecido!
¡Oh, qué palabras llenas de consuelo celestial!
Lo que sea que haga, dondequiera que esté
Es la mano de Dios que me guía a mí.
Señor, pondré mi mano en la Tuya,
Y no murmuraré ni me quejaré;
Contento cual sea mi destino,
Ya que es mi Dios quien me guía a mí.
Joseph H. Gilmore, 1862
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