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Lowell Brueckner

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Una alegoría... sexta parte

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MATERIALES Y MÉTODOS CORRECTOS E INCORRECTOS


… Antes de ir a descansar esa noche, un hombre experimentado nos dio algo para meditar. “Existe una manera correcta y otra incorrecta”, dijo. “La manera correcta es la del Rey y la incorrecta es la nuestra. Es así de sencillo. No debemos creer que cualquier cosa que entra en nuestra cabeza está bien, sólo por el hecho de hacerla para el Rey. En una ocasión, el Rey mismo dijo a una mujer que tenía que adorar en Espíritu y en verdad. Hemos estado muy conscientes de que tenemos que trabajar unidos al Río del Espíritu del Rey. También tenemos que saber que todo tiene que ser hecho de acuerdo con la verdad. El Rey dijo: ‘Yo soy la Verdad’, y cuando abandonamos la verdad, también le abandonamos a Él”.

Esto fue como ingerir una gran cantidad de comida antes de ir a la cama, y a consecuencia de ello no pude dormir. Dos versículos del Libro de Su Majestad daban vueltas en mi mente: “De tus mandamientos he adquirido inteligencia; por tanto, he aborrecido todo camino de mentira”, y “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino”. Me acordé de cómo al andar en las tinieblas, la palabra fue alumbrada por su propia luz interior y pude leer en la oscuridad. Ella me dirigía cuando mis ojos naturales no podían ver la vereda. Aprendí a amar esa palabra verdadera; y amar la verdad es aborrecer las mentiras,  todo camino de mentira.

Enseñábamos a los niños mientras íbamos de un lugar a otro. Yo enseñaba la matemática sencilla, y todos estaban aprendiendo la tabla de multiplicar. Al presentar un problema, por ejemplo: “¿Cuántos son ocho por siete?”, rápidamente señalaba a un estudiante, demandando una respuesta inmediata. Después de dos o tres respuestas correctas, un estudiante se equivocó en dos números. “¡Incorrecto!”, exclamé, y el niño se ofendió. “¿Quién dice que es incorrecto?”, respondió enfadado. “Sólo porque un intelectual dijo hace muchos años que así tenía que ser, ¿quiere decir que no hay otras respuestas igual de correctas?” Esto me hizo pensar sobre un pequeño incidente en una residencia de la tercera edad, donde vivía mi abuelo. Algunas tardes la gente se sentaba alrededor de una mesa para jugar al Bingo. Uno día mi hermano observaba el juego detrás de mi abuelo. “¡B diecinueve!”, gritó el que cantaba los números. Mi hermano vio que el abuelo había puesto la ficha sobre el B dieciocho. “¡Eh, abuelo!”, exclamó mi hermano, “no dijeron B 18, sino B 19”. “¡Ah!”, contestó mi abuelo, “¡está demasiado cerca!”. Un gran escritor del Rey declaró que “el atleta no es coronado si no lucha legítimamente”.

A la mañana siguiente, mientras tomábamos el café, todos estábamos muy pensativos y quietos. De nuevo, nos pusimos a empaquetar las cosas para continuar nuestra jornada. Ya de camino, oímos unos tiros en frente de nosotros, y después no los volvimos a oír más. Más adelante, a bastantes metros, vimos un cartel que anunciaba un campo de tiro para cazadores a nuestra derecha. Tras el campo de tiro, 50 metros más allá, vimos a unos hombres acurrucados sobre un cuerpo tendido en el suelo. La curiosidad nos hizo acercarnos. Uno de los cazadores, arrodillado junto al cuerpo sin vida de un anciano con barba, decía llorando: “¡Le avisamos! ¡Le dijimos que estaríamos tirando a las diez! ¿Por qué no nos hizo caso?”

Otro cazador, con voz baja y temblorosa, nos dijo: “El anciano es un ermitaño que tiene una choza a unos dos kilómetros de aquí. De vez en cuando camina por el bosque para ir a la cabaña de su hijo, a tres kilómetros al otro lado del campo de tiro. Son los únicos residentes en este lugar. Les conocemos y siempre les avisábamos de la hora a la que íbamos a estar tirando. El mismo había sido cazador, así es que siempre respetaba el campo y nunca había habido problemas. Supuestamente hoy tenía algo urgente que comunicar a su hijo, por lo que cruzó justo a la hora en que abrimos fuego, sin darnos tiempo a ser conscientes de su presencia. Incluso hoy, habíamos empezado con 10 minutos de retraso, para estar seguros”. El anciano había caído tras el blanco del hombre que ahora lloraba arrodillado. Él fue quien descubrió el viejo reloj de bolsillo enredado en sus dedos; estaba 14 minutos retrasado. Esta tragedia terrible nos ilustró lo importante que es estar “a punto” con los asuntos del Rey porque, de no ser así, las consecuencias serán mucho más severas que lo que acabamos de atestiguar.



EL PRINCIPIO DE PEDIR PRESTADO

Llevábamos varios años de peregrinaje, y algunos ya estaban cansados de vivir en tiendas. Los que eran padres, especialmente los que no habían tenido muchas ventajas en su niñez, querían ver a sus hijos establecidos en un buen lugar, asentados en el sistema de este mundo. Querían vivir en una ciudad permanente y aprovecharse de las ofertas que están al alcance de todos los ciudadanos. Algunos querían hacer uso de las herencias que habían recibido de sus padres y otros parientes.

Había quienes pensaban que necesitábamos más habilidades y delicadeza para ganar el respeto de los que estaban fuera, y así poder estar más integrados en la sociedad. Como he mencionado anteriormente, también estaban los que decían que ciertamente necesitábamos más tecnología y equipaje para poder proclamar el mensaje del Rey.

Una tarde, después de un largo día de viaje, aquellos que tenían estas opiniones las expresaban enfáticamente. Oímos quejas acerca de las dificultades a las que siempre nos enfrentábamos, y de la falta de seguridad y estabilidad para el futuro, por lo menos desde un punto de vista terrenal. Llegado el momento adecuado, nos reunimos para tratar el asunto.

Como siempre, abrimos el Manual del Rey, reconocido como la autoridad absoluta, y nos apoyamos en el Río, sumergiéndonos en él, para poder ser influidos por los principios de la ciudad de la cual fluía, y así poder ver más allá de este mundo que nos rodea. Varios de nosotros hablamos de la superioridad de la tierra de nuestra ciudadanía; del abismo existente entre nuestra naturaleza y la de los ciudadanos de este mundo, y de la provisión maravillosa que continuamente recibíamos para todas nuestras necesidades. También mencionamos lo corto y rápido que pasa el tiempo en este viaje terrenal, y lo pronto que iríamos a nuestro verdadero hogar para estar allí eternamente.

Hicimos referencia al poder y a la capacidad del Río, que son más que suficientes  para impresionar a quienes íbamos a anunciar el mensaje del Rey. Intentamos expresar la necesidad de, no solamente atraer a los de afuera, sino de que fueran atraídos por la presencia del Río y la persona del Rey en nuestras vidas.

Al recordar estas cosas, los que tenían su corazón como santuario para el Rey, respondieron positivamente, reconociendo que casi sucumben a la seducción de la mentalidad del enemigo. Otros, sin embargo, estaban más convencidos que nunca de seguir con sus anhelos terrenales y llevarlos a cabo. Con el tiempo nos abandonaron, amando más este mundo presente. Se afincaron en las ciudades “Provisión Terrenal” y “Seguridad Mundana”. Tenían que llegar a este punto, porque el Rey no permite que Sus ciudadanos tengan corazones divididos.

Después de esta separación nos parecía que el poder del Río era más evidente que nunca. Todo lo que pedíamos, y aún más, venía flotando sobre Él. Fue increíble; nos proveyó más gozo y satisfacción sólo por experimentar la realidad de las cosas que creíamos, que por cualquier cosa que pudiéramos recibir de este mundo. Aún los jóvenes que tenían mucho por delante en esta vida, supieron por su propia experiencia, que no hay nada mejor que estar con el Rey, servirle y ver Sus atributos obrando en sus vidas. Algunos de ellos fueron lejos para llevar el mensaje del Rey a otras tierras. Les decíamos adiós con los ojos humedecidos pero con el corazón lleno de agradecimiento, por verles involucrados en cosas que jamás envejecen ni se descomponen ni pierden su lustre. A pesar del desánimo de los que se habían separado, nosotros habíamos decidido firmemente seguir en el “Camino de Fe”, y el Rey había apoyado nuestra decisión derramando Su bendición…



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