Por despreciar al Mesías
Quiero recordaros, de nuevo, que con la Biblia a mano,
veáis cada versículo que se cita. Así funciona un estudio bíblico…
Y pesaron por mi paga
treinta piezas de plata…
¡Valioso precio con que me
han preciado! Zacarías 11:12-13
Un estudio expositivo de Zacarías, capítulo 11.
El Líbano es una nación localizada al norte de Israel. Se extiende desde el
Mar Mediterráneo, tierra adentro, hasta una región montañosa, donde algunas
cimas permanecen cubiertas de nieve casi todo el año. Sus campos, incluso hoy
en día, siempre se han visto amenazados por el fuego. Antiguamente el Líbano
tenía grandes bosques de cedros y, hasta hoy, el cedro es el símbolo nacional
del país. Salomón trajo cedros del Líbano para construir su templo, y Esdras
también los utilizó para edificar el segundo templo. (Esd.3:7). El nombre Líbano quiere decir blanco.
Según todos los comentaristas que tengo, lo que Zacarías pone delante de
nosotros, en los primeros tres versículos, es una alegoría. En el capítulo 10,
profetiza acerca de la segunda venida del Mesías, cuando las casas de Judá y
José “serán como si no las hubiera
rechazado” (10:6). Después, en el capítulo 11, retrocede
a la primera venida, cuando el Mesías fue rechazado. La alegoría registra los
resultados de ese rechazo. Las puertas del Líbano, al norte, no pudieron evitar
la invasión a Israel por Tito en el año 70 d.C., ni las puertas del templo en
Jerusalén pudieron prevalecer cuando llegaron los romanos a la ciudad (v.1).
Los cedros del Líbano simbolizan el templo, construido adentro por los cedros, y afuera blanco, sobre el monte, por el mármol blanco.
Hay dos incidentes interesantes en cuanto a estas puertas: Flavio Josefo
relata como “la puerta oriental del
templo interior está hecha de bronce, muy firme (regularmente 20 hombres la
cierran con dificultad); además tiene barras fortalecidas con hierro y cerrojos
que se meten profundamente en el umbral, cuya base es una sola roca. En la
Pascua, a las seis de la tarde, se observó que esta puerta se abría sola. Los
guardias del templo corrieron a contárselo al oficial, y juntos la cerraron con
dificultad. Los que no habían sido instruidos lo vieron como una señal
favorable de que Dios les había abierto la puerta de todos los bienes”. Un rabí,
Johanan ben Zaccai les reprendió: ¡Oh
templo! ¿por qué estás asustado? Yo sé que tu fin es la destrucción y de esto
profetizó Zacarías, ‘¡Abre tus puertas, Oh Líbano, y consuma el fuego tus
cedros!´” Josefo dijo que este evento sobrenatural ocurrió en la Pascua, y existe
una tradición que dice que ocurrió 40 años antes de la destrucción del templo… es
decir, cuando Cristo fue crucificado.
El otro acontecimiento lo hallamos en el libro de los Hechos 21:30: “Así que, toda la ciudad se alborotó, y se
agolpó el pueblo; y prendiendo a Pablo, lo arrastraron fuera del templo, y cerraron inmediatamente las puertas”. Barnes
piensa que posiblemente las puertas se cerraron solas: “El cerrar de las puertas del templo parece milagroso y significante. Por
haber rechazado violentamente la predicación del evangelio y echado fuera a
Pablo, ellos también quedaron fuera, significando que la entrada para ellos quedó
prohibida” (aunque en la traducción española falta el reflexivo “se”).
El hecho de que a los árboles se les atribuyen sentimientos humanos, indica
que son símbolos representando a ciertas gentes. El cedro es el más distinguido
entre los árboles (como hemos dicho, es el orgullo y símbolo nacional del
Líbano), y representa el templo mismo; otros árboles inferiores, como el ciprés
y el roble, representan sacerdotes y príncipes. Si los cedros fueron
destruidos, ¡ay de lo demás! (v.2).
(v.3) Los pastores y leoncillos, es decir, los líderes del pueblo, han
perdido sus posiciones y sus riquezas personales, pero también han perdido su
gloria, que es el templo. (v.4) Aunque la profecía apuntaba hacia el Mesías,
como Zacarías tenía el Espíritu de Cristo, él recibe el mandamiento en el
nombre de Cristo. Cristo es quien apacentó el rebaño, del cual, 2.600.000 fueron
matados por los romanos por no haber escuchado a su Pastor. (v.5) Los
compradores, los romanos y los pastores, sus propios líderes, no sintieron ninguna
culpabilidad ni compasión por ellos. (v.6) Dios lo permite y no viene a
socorrerles; Su justo juicio está cayendo sobre ellos.
Versículos 7-12 El cayado Gracia
quebrado
Un verdadero profeta no solamente usaba su boca para hablar. Muchas veces profetizaba
con su propia vida y no solamente con palabras. Por ello el eunuco no sabía si
Isaías hablaba de sí mismo o de otro hombre. David también se identificó con
los sufrimientos de Cristo (Sal.22). Ezequiel se acostó por un lado y después
por el otro (Ez.4:4-9), representando a todo Israel. Estos profetas “comieron”
sus profecías (como lo hizo Ezequiel-Ez.3:2) y fue como un símbolo de que la
palabra de Dios era parte de sus vidas (Ez.3:2), por el valor y la autoridad
que tenía para ellos. Aquí Zacarías representa al Mesías venidero (v.7).
Hay diferentes opiniones sobre los tres pastores, aunque una cosa es segura,
y es que no existe evidencia alguna de que esto hubiera acontecido en el tiempo
de Zacarías. Seguramente fueron los romanos quienes aniquilaron por completo
todo el orden de liderazgo en Israel, incluso a las sectas religiosas, los
Fariseos, los Saduceos y los Herodianos (v.8). Por haber rechazado al que les
hubiera salvado (v.9), Dios les abandonó a la más grave maldición; quitó Su
mano y les dejó perecer solos.
Romper su cayado, Gracia,
significa el fin de Su pacto con ellos… “el
reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los
frutos de él” (Mt.21:43). Un remanente entre el pueblo sí le reconoció. “Una gran multitud lo escuchaba con gusto” (Mr.12:37).
Eran los pobres en espíritu, un “remanente
escogido por gracia” (Ro.11:5), los judíos que creyeron en Cristo en Su
primera venida y que por Él recibieron la Palabra de Dios.
“Dadme lo que os parece bien. ¿Cómo me valoran?” (v.12). Treinta piezas de
plata fue el pago por todo su cuidado, desde que les libró de Egipto hasta el
tiempo en que el Verbo fue hecho hombre… por el amor de Dios, que ha dado a Su
Hijo Unigénito. El precio que Él quiso cobrar fue el amor de ellos. Jesús, como
Jacob, que había sido defraudado por el salario de Labán, lo dejó en las manos
de Dios. Este era el precio de un esclavo; un hombre libre valía dos veces más.
(Ex.21:32; Mt.26:15).
Versículos 13-17. La maldición del campo del alfarero
“¡Échalo al tesoro para el alfarero!” (v.13) era un proverbio, igual que
decir: “¡Échalo a los perros!” En Mateo 27:3-10, vemos el cumplimiento de esta
profecía. Judas echó las monedas en el templo. Normalmente se las hubieran
entregado al tesorero, pero en el caso de Cristo no era legal, ya que era
precio de sangre. Compraron el campo del alfarero. Como Jeremías era el primer libro en el Libro de los Profetas, Mateo le da
crédito, aunque esta profecía fue precisamente de Zacarías. Sin embargo,
algunas profecías de Jeremías están relacionadas con esta, razón de más para darle
crédito (Jer.19:2-11; 7:31). Jeremías habla de la puerta oriental que se llama La Puerta del Alfarero, que conduce al
valle de Ben-Hinom o Tófet, donde los alfareros formaron sus vasijas para usarlas
en el templo, que estaba cerca. Fue también allí donde los antiguos quemaron a sus
hijos, ofreciéndoles a Baal. Fue llamado Valle
de la Matanza, y Jesús lo llamó Gehena,
el Fuego del Infierno (Mt.5:22). En
Su tiempo, quemaban allí toda la basura y animales muertos que tiraban fuera de
los muros de Jerusalén.
El cayado, Vínculo, que significa
Unión, fue quebrado (v.14). Cuando el
contacto con Dios se rompe, también es quebrada la unión entre los hermanos. El
verdadero pacificador, en primer lugar, reconcilia al hombre con su Dios, antes de
que éste pueda tener paz con los hermanos. Mientras los romanos amenazaban las
puertas de Jerusalén, las diferentes facciones de judíos estaban peleando
adentro. Desde entonces, las doce tribus se han dispersado, han quedado y
quedarán separadas hasta la reunión que Pablo menciona (Ro.11:15).
Ahora la profecía se refiere a otro pastor malvado, con cayados, un pacto y
una unión, falsos, que es totalmente inútil para cualquier obra beneficiosa
para el pueblo (v.15-16). Es nada menos que el anticristo, levantado por el
Señor como “un poder engañoso, para que
crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la
verdad, sino que se complacieron en la injusticia” (2 Ts.2:11-12). Sus
intenciones son totalmente egoístas, y todo su reino solamente servirá a sus
propias ambiciones. “Se sienta en el
santuario de Dios, proclamando que él mismo es Dios… a quien el Señor matará
con el soplo de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida” (v.17,
2 Ts.2:4,8).
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