Utilizando la Ley de Dios
Valores familiares y
morales conservadores
No recuerdo haber recomendado jamás una
película cristiana de ficción a nadie pero, por el valor de la verdad que
contiene El que cambia los tiempos, siento la libertad de
recomendarla. Es una película en la cual, según creo yo, los productores
trataron un tema apologético y formaron una historia a su alrededor. Quisiera
persuadirte para que la vieras.
Su tema, ‘valores morales sin Cristo’,
debería ser, en principio, un tema inofensivo para la gente evangélica y no
causar controversia. La gran mayoría de nosotros creemos que, sin Cristo, nunca
podremos tener una verdadera moral, sin embargo, muchas veces nos contradecimos
cuando las “convicciones” que tenemos, en términos generales, se ven desafiadas
por una situación en la que nuestras convicciones son puestas a prueba.
En los Estados Unidos, en la última
campaña electoral, el candidato republicano para presidente, Mitt Romney, era
un mormón, pero muchos cristianos argumentaron que tenía “valores familiares y
morales conservadores”. Sin embargo, el mormonismo es una secta falsa que cree
que Dios no era Dios eternamente, sino que llegó a ser Dios a través de un
proceso. Entonces, mucho menos cree que Cristo es Dios eterno. ¿Puede un
miembro de una secta falsa tener verdaderos “valores familiares y morales
conservadores”, si su autoridad no es el Dios eterno de la Biblia?
El punto principal de la película Él
que cambia los tiempos es, exactamente, sobre el asunto de presentar
“valores morales conservadores” sin reconocer la autoridad de Cristo como el
autor de la verdadera moral. En la historia, un profesor cristiano
escribió que, si un individuo o la sociedad rechazaban a Cristo, al menos
deberían enseñarse los principios morales. Después, el hombre fue transportado
(claro, de forma ficticia) cien años al futuro para observar el fruto de su filosofía
en una sociedad desprovista de moralidad y a una iglesia en la cual, entre
otras muchas cosas, la mayoría de los matrimonios terminaron en divorcio. Sin
embargo, la gente se divertía mucho jugando al cristianismo. La película
demostró que la moralidad y la familia degeneran rápidamente cuando la
Autoridad tras ellos, es decir, el Cristo de la Biblia, ya no es esencial. El
resultado final es un pseudo cristianismo y una sociedad que vuelve a un
paganismo crudo.
La Ley de Dios en el
evangelismo
Dejando atrás la política americana
llegamos a un punto mucho más importante pero, a la vez, muy relacionado con lo
que hasta ahora he intentado demostrar. Quisiera apuntar a la necesidad de
presentar la Ley de Dios en el evangelismo. Es algo casi totalmente ignorado en
tiempos modernos.
Hace muy poco escuché a un misionero
decir que había empezado a trabajar con toxicómanos porque no es necesario
decirles que son pecadores, ya lo saben. Personalmente, no lo creo así. ¿Sabe
verdaderamente el toxicómano que es un pecador? ¿Sabe que ha ofendido a Dios?
Es posible que el toxicómano reconozca que ha pecado contra sí mismo y que ha
tomado el camino de la auto-destrucción. Podrá incluso reconocer que ha pecado
contra otros, incluidos sus seres amados… familia y amigos. Podrá entender que
lo que hace no es aceptable en la sociedad, pero… ¿cómo podrá saber que ha
pecado contra Dios si no sabe lo que demanda Su Ley?
Estoy dispuesto a admitir que, por su
pobre condición, los oídos del toxicómano quizá estén más abiertos a escuchar
de la Ley, como sucedió con las prostitutas y publicanos en el día de Juan
Bautista y Jesús. Puede que le sea más fácil aceptar la verdad declarada en la
Ley de que es un ofensor, más de lo que lo es para
la persona que se conduce de una manera más de acuerdo a las normas de la
sociedad. Sin embargo, no estará preparado para recibir el evangelio hasta que
pueda decir con el compositor del himno: “Por la Palabra de Dios por
fin conocí mi pecado; entonces temblé por haber despreciado Su Ley”.
Entre diferentes personas y sociedades
existen diferentes principios y valores. Las opiniones y las leyes cambian de
un lugar a otro. La autoridad que está tras las leyes en unos lugares es
débil, en otros fuerte. La ley de una comunidad autónoma es más fuerte que la
de una ciudad y la ley del estado de una nación está por encima de todas. Sin
embargo, todas estas leyes solamente han sido puestas por seres humanos y sus
asambleas legislativas.
Doy gracias a Dios porque Ray Comfort
está incomodando a la gente evangélica al hacerla ver su negligencia a la hora
de enfrentar a los pecadores con la Ley, aunque debemos saber que,
presentar la Ley antes de anunciar el evangelio, no es un invento de Ray
Comfort. Esta verdad se encuentra en el mismo centro de los cuatro evangelios y
llevada a cabo por Juan, el que bautizaba para arrepentimiento. Si he sido
influido por hombres en este asunto, ha sido por predicadores como Martin
Lutero, los puritanos, John Bunyan, John Wesley, George Whitefield, Charles G.
Finney, C. H. Spurgeon y, en tiempos más recientes, Martyn Lloyd-Jones y un
predicador escocés llamado Duncan Campbell.
De hecho, todos los grandes ganadores de
almas sabían el valor que tenía la Ley para preparar a los pecadores para
recibir el evangelio. Los hombres mencionados no inventaron un método que
podrían utilizar para tener resultados favorables después de sus predicaciones.
Eran hombres de la Palabra que entendían que las Escrituras enseñan que el
evangelio no puede ser aceptado a menos que los pecadores sean firmemente
enfrentados con la Ley de Dios. Ni fue aceptado en su día, ni tampoco
puede serlo hoy.
Enseñanza bíblica
Lo que los predicadores aprendieron del Nuevo Testamento es lo que enseñó
el apóstol Pablo: “La ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a
fin de que fuésemos justificados por la fe” (Gá.3:24). Empieza a ser
presentado en el primer Evangelio, escrito por Mateo, el publicano. Refiriéndose
a su propio testimonio, Mateo cita las palabras que oyó a Jesús decir a los
fariseos en un banquete que él mismo había preparado para Jesús y muchos de sus
colegas publicanos. Jesús estableció: “No tienen necesidad de médico
los sanos, sino los enfermos… No vine a llamar a justos sino a pecadores” (Mt.9:12-13), y
Lucas añade que llamó a los pecadores al arrepentimiento. En los 2.000 años que
el evangelio ha sido predicado, ni un solo justo ha sido llamado y ni un solo
justo ha sido salvado. Por eso, la única esperanza para los justos es poder
verse como pecadores.
Fue también Mateo quien oyó decir a su
Maestro: “Si vuestra justicia no fuera mayor que la de los escribas y
fariseos, de ningún modo entraréis en el reino de los cielos”(Mt.5:20).
Después, Jesús empezó a enseñar sobre la Ley más allá de la ley escrita en el
Antiguo Testamento, para demostrar así la vileza que hay en cada corazón
humano: “Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás… pero yo os
digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio…
Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio, pero yo os digo que cualquiera
que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón” (v.21,
22, 27, 28).
Y así siguió adelante, hablando sobre la
Ley para que, por medio de ella, todos quedaran culpables delante de Dios.
¿Quién podría declararse justo frente a este torrente de acusaciones,
procedentes directamente de la boca del Hijo de Dios? Jesús dijo: “Si
yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero
ahora no tienen excusa por su pecado” (Jn.15:22). El
apóstol Pablo entendió bien las intenciones de Jesús al hablar de la Ley: “Sabemos
que cuantas cosas dice la ley, las dice a los que están en la ley, para que
toda boca sea cerrada, y todo el mundo quede expuesto al juicio de Dios; porque
por las obras de la ley ninguna carne será justificada delante de Él, porque
por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (Ro.3:19-20).
Pablo sabía que esta doctrina tenía que
ser preservada para la siguiente generación, así que ensenó a su joven
discípulo, Timoteo: “Sabemos que la ley es buena, si uno la usa
legítimamente; conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para
los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los
irreverentes y profanos…” (1Ti.1:8-9). La
Ley es para el pecador, enseñaba Pablo, y usarla legítimamente es poder
llevarla a la conciencia del pecador, destruir su auto-justicia y demostrarle
poderosamente que tiene grandes problemas con el Dios que nos dio Su Ley.
En los días del rey Josías, el Libro de
la Ley fue hallado entre los deshechos en el templo y, tras ser leído ante el
rey, él “rasgó sus vestidos” y dijo: “Grande es la ira
del Señor que se ha encendido contra nosotros” (2R.22:10-20). Después
envió un mensaje a una profetisa para saber si había esperanza para él y su
pueblo. La profetisa vio en él un quebrantamiento de corazón y un verdadero
arrepentimiento: “Por cuanto oíste las palabras del libro, y tu corazón
se enterneció, y te humillaste delante del Señor… yo te he oído, dice el Señor”.
La declaración de la Ley es
absolutamente necesaria para poder obtener los resultados deseados; enfrentar
al pecador con su pecado y llevarle a un arrepentimiento verdadero. Entonces,
cuando él se da cuenta de la esperanza de la cruz, huye a ella y la abraza. El
escritor del himno había sido correcta y bíblicamente evangelizado, porque
escribió:
“Estuve humildemente
de rodillas delante la cruz
Temiendo solamente el
ceño fruncido de un Dios airado”.
Solamente la Ley de Dios puede motivar
al pecador a mirar la inmutabilidad de esa Ley y a la Autoridad absoluta tras
ella, que es a quien él ha ofendido…entonces, él puede ver ese horrible ceño
fruncido. En la misión de evangelizar a los pecadores, A. W. Tozer vio la
necesidad de presentar a un Dios temible y majestuoso y, en su libro, El
conocimiento del Dios santo, presenta el primer y más grande
mandamiento de la Ley de Dios:
“El hombre que llega a unas creencias
correctas con respecto a Dios queda aliviado de mil problemas
temporales, porque ve de una vez que éstos tienen que ver con cuestiones que, a
lo sumo, no le pueden preocupar por largo tiempo; pero aun si se le pudieran
quitar las numerosas cargas DEL TIEMPO, la poderosa carga de LA ETERNIDAD
comienza a pesar sobre él con un peso más aplastante que todos los sufrimientos
del mundo amontonados uno sobre otro. Esa poderosa carga es su obligación con
DIOS. Comprende un acuciante deber de amar a Dios durante toda la vida con
todas las fuerzas de la mente y del alma, de obedecerle de manera
perfecta y de adorarle de manera aceptable. Cuando la angustiada
conciencia del hombre le dice que no ha hecho ninguna de estas
cosas, sino que desde la niñez ha sido culpable de una necia rebelión contra la
MAJESTAD DEL CIELO, la presión interna se podría volver difícil de soportar.
El evangelio puede quitar esta carga
destructora de la mente, dar gloria en lugar de ceniza, y manto de alegría en
lugar de luto. Con todo, A MENOS QUE SE SIENTA EL PESO DE ESA CARGA, EL
EVANGELIO NO PODRÁ SIGNIFICAR NADA PARA EL HOMBRE; Y HASTA QUE NO TENGA UNA
VISIÓN DE UN DIOS EXALTADO POR ENCIMA DE TODO, NO HABRÁ TEMOR NI CARGA ALGUNA. EL
BAJO CONCEPTO DE DIOS DESTRUYE EL EVANGELIO PARA TODO EL QUE LO TENGA.”
Precisamente por esta razón estamos
obligados a enfrentar al pecador con la Ley de Dios, para que vea que es
culpable delante de esa Ley. Como consecuencia él tiene un problema
sobresaliente, y ese problema es que ha ofendido al Dios augusto y temible.
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