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Lowell Brueckner

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Una llamada individual

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“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo, si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.”                                               Apocalipsis 3:20


La identidad de Laodicea

Lo que vamos a considerar en este estudio es la llamada de Cristo desde afuera de la iglesia de Laodicea. Desde el comienzo de esta lección, me gustaría resaltar dos palabras o sustantivos griegos. Uno es apostasion y el otro, que es su forma femenina, es apostasía. El primero es definido como divorcio y el segundo como apostasía, igual que en español. Obviamente están muy relacionados en cuanto a su significado. Una definición común a ambos sería separación. Cuando Pablo habla de la apostasía, en 2 Tesalonicenses 2:3, está prediciendo la condición de la iglesia en los últimos tiempos, que se puede interpretar como un divorcio de Cristo… una novia que ha elegido ser independiente.

¿No parece describir la situación de Laodicea? Cristo está afuera queriendo entrar. La iglesia está dentro, funcionando sin la presencia y la dirección del Señor. Una de las evidencias de este divorcio es cuando la mentalidad de la iglesia es diferente a la mente de Cristo, incluso opuesta. La iglesia dice: “Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad”, pero Jesús dice: “Tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo”. Hace poco, un creyente recién salido de cierto grupo, me dijo: “Yo pensaba que sabía todo”. Después empezó a estudiar un buen curso bíblico y, muy humildemente, confesó: “Encontré que no sabía nada”. ¡Qué dolorosa es la luz de la verdad a los ojos espirituales cuando nos aclara nuestra verdadera condición!

El Señor ofrece a esta iglesia medidas disciplinarias (“Yo reprendo y castigo a todos los que amo”) que cambiarán su pobreza en oro, su desnudez en vestiduras de justicia, y su ceguera, curada con un colirio, en sabiduría y conocimiento espirituales. Sin embargo, si no se arrepiente y no se somete a Él, entonces, como Él no está en ellos, ellos no estarán en Él… les vomitará de Su boca.

Ahora notarás que, al terminar el mensaje a todo el cuerpo de Laodicea, Jesús dirije Su atención al individuo: “He aquí, estoy a la puerta y llamo; si alguno…” Si te fijas bien, en cada mensaje pronunciado a las siete iglesias, siempre hay una llamada personal e individual en cada una: Al que venciere…” (2:7; 11; 17; 23; 26-28 y 3:5; 12; 20-21). Volveré después para escribir más acerca del individuo.

Enseñanza desequilibrada e incorrecta

He notado cómo, a través de los años, se va incrementando el énfasis sobre la importancia de ser parte de un cuerpo de creyentes. Por supuesto, no discuto algo que es tan bíblico y necesario, siempre y cuando esta enseñanza esté equilibrada con la enseñanza sobre la relación personal con el Señor. La verdad se convierte en un error cuando falta equilibrio, y la enseñanza sobre la dirección personal y la dependencia en Dios, tristemente, es muy escasa y hace mucha falta hoy en día. No podrás tener un cuerpo funcionando efectivamente, si no tienes individuos con una relación fuerte con el Señor, funcionando en el poder sobrenatural del Espíritu Santo.

Normalmente, un mensaje que anima hacia un esfuerzo unido, o el ministerio de un cuerpo trabajando unido, es dirigido a un grupo, a la iglesia local de creyentes. Pero tal mensaje no será efectivo, de hecho, será hipócrita, si no hay un aprecio y un reconocimiento por el “cuerpo entero” de Cristo, acompañado con un buen entendimiento de lo que es el cuerpo y en qué consiste. Hoy en día, a muchos, les falta tener un entendimiento correcto de estas cosas.

En primer lugar, ninguna denominación u organización puede decir: “Nosotros somos la iglesia”, considerándose ellos, exclusivamente, como tal. Normalmente, todos los grupos entienden que no son los únicos cristianos, con la excepción de las sectas, que excluyen a todos los demás, considerándose ellos la única fuente de la salvación. Si una persona les abandona, entonces su alma está en peligro. En segundo lugar, menos personas entienden que estas entidades ¡no deben considerarse ni siquiera una parte de la iglesia! ¿Por qué? Porque la iglesia es orgánica y viva; la iglesia es gente, llamada a apartarse del mundo y a separarse para Dios. Una denominación u organización probablemente tenga este tipo de gente entre sus miembros, pero hay que entender que la iglesia consiste en personas y que todo lo demás que les rodee y que sea temporal, físico u organizacional, no es parte de la iglesia.  

Antes de seguir adelante quiero interponer algo aquí, que es una distinción importante entre los grupos verdaderos y las denominaciones que son liberales en la doctrina y en la práctica. Los que me conocen saben que aborrezco el ecumenismo. ¿Por qué lo aborrezco? Pues porque es un intento falso y puramente humano de juntar cosas que no son de la misma naturaleza o fuente espiritual y, de hecho, el diablo se mete en tales esfuerzos. Es un especie de sincretismo que se define como un intento de unir y armonizar sin unidad lógica o examinar el asunto críticamente. Pablo enseña, por ejemplo, que la carne y el espíritu se oponen entre sí (Ga.5:17) y que los que no han nacido del Espíritu no pueden andar en el Espíritu. No podemos esperar que los que han nacido dos veces se unan con los que solamente han nacido una vez.

En tercer lugar, habiendo aclarado que no todo lo que se llama cristiano es la iglesia, sin embargo, tiene que haber un aprecio y reconocimiento para el cuerpo completo de Cristo. ¿Qué es este cuerpo, esta iglesia? Una respuesta buena y clara nos es dada en Hebreos 12:22-23 y, para ser breve, solamente trataré lo que nos atañe en este artículo, que es el elemento estrictamente humano en la iglesia: “Os habéis acercado… a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos… a los espíritus de los justos hechos perfectos…”  La congregación, la iglesia, son todos los que en todos lugares son apartados para Dios (como los primogénitos en Israel), cuyos nombres están inscritos en el Libro de la Vida del Cordero. La iglesia también consiste en los que ya se han ido al cielo (espíritus justos hechos perfectos), que a veces son llamados la iglesia victoriosa. Este es el cuerpo, en la tierra y en el cielo, del que habla Pablo en Romanos 12:5, 1 Corintios 10:17, 12:12-31, Efesios 2:15-22, 4:3-6, 11-16, y Colosenses 3:15.

Tenemos que reconocer y apreciar a cada santo nacido de nuevo, lavado en la sangre del Cordero, no importando sus lazos denominacionales o la falta de ellos. El tal es un hermano, nacido del mismo Padre Dios, y forma parte de nuestra familia. Tenemos que orar por él cuando sufre y regocijarnos con él cuando es bendecido. Siempre que sea posible debemos intentar conocerle, interesarnos en sus labores e involucrarnos en su vida. Nosotros le necesitamos a él y él nos necesita a nosotros. Judas habla de los que “causan divisiones” (v.19), que son personas sectarias. Creo que este versículo se puede aplicar a los que se concentran solamente en cierto grupo o iglesia y no tienen una visión del cuerpo completo de Cristo. Si somos así, todas nuestras charlas sobre la unidad y cooperación dentro de nuestro movimiento particular o cuerpo local, ¡es hipocresía! En el tiempo de los apóstoles no había divisiones formando distintos grupos, como los tenemos hoy, pero sí, ya había personas con este espíritu de división entre los creyentes. En días pasados, se escuchaba más del peligro de dividir el cuerpo de Cristo, y había esperanza que, antes de que Él regresara, la verdadera iglesia se uniría otra vez. Sin embargo, creo que esto es una obra espiritual que ocurre en los corazones de los cristianos.

También estamos unidos con todos los que han pavimentado el camino por nosotros, muchos de los cuales han sido torturados. Han sacrificado sus vidas para darnos la Biblia en nuestra lengua nativa, han peleado contra mentiras y herejías para darnos buena doctrina, han traído vida continua por medio de avivamientos y nos han dado literatura e himnos para nuestra bendición y aprendizaje. Ellos son una parte de la “única iglesia”, como cualquier persona que vive ahora, y debemos familiarizarnos, como nos sea posible, con sus vidas y enseñanzas. Debemos leer sus libros y cantar sus canciones. La mayor parte del problema de Laodicea era que tenían una arrogancia tremenda, relacionada con una auto-suficiencia… “de ninguna cosa tengo necesidad”.

Sólo Cristo puede edificar Su iglesia


Cristo dijo: “Yo edificaré Mi iglesia”, y sólo Él puede edificarla. Solamente Él puede unir todo lo que ha sido piadoso en la iglesia, a través de los siglos, con la obra que está haciendo por Su iglesia hoy. Todos son “piedras vivas” a las cuales ningún hombre puede dar vida, controlar u organizar. El plan continuará en el futuro para que, finalmente, sea contestada la oración que Jesús nos enseñó a orar: “Venga tu reino, hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. Como dice en Efesios 4, solamente Él puede dar los ministerios necesarios para perfeccionar (madurar) a los santos y edificar el cuerpo de Cristo. Solamente el Señor es capaz para esta obra y solamente Él tiene el derecho de colocar los ministerios cómo y donde Él quiere, e incluso, moverlos de una parte a otra. Posiblemente ningún hombre es consciente de lo que Él hace, pero cuando Él controla, los diferentes ministerios se unirán perfectamente y se edificarán (fíjate en la anotación al final).

Daré un principio más sobre este asunto de reconocer y apreciar a la iglesia entera y verdadera. Estamos hablando de una iglesia sobrenatural con un ministerio sobrenatural, creada para propósitos eternos. Fíjate en los nueve dones que aparecen en 1 Corintios 12-14. Todos son sobrenaturales, y la fuerza que los motiva es un amor sobrenatural que solamente puede venir del cielo. Solamente ágape nos capacita para alimentar la grey de Dios. Mi opinión sobre los dones mencionados en Romanos 12:6-8, es que también son sobrenaturales. Aunque parece que son más naturales que los de 1 de Corintios, son dados directamente de Dios, “según la gracia que nos es dado… conforme a la medida de la fe”.

Estos dones no tienen nada humanamente natural. Los apóstoles, Pedro y Pablo, en sus cartas, no están animando a los miembros del cuerpo de Cristo a ser fieles en funcionar según las maneras humanas o carnales. La iglesia de Laodicea tomó esa dirección, creyéndose rica, habiéndose enriquecido y sin ninguna necesidad de tener ninguna cosa. Esta manera de funcionar producirá madera, paja y hojarasca. Pedro toma dones semejantes a los de Romanos… la hospitalidad, el hablar y ministrar o servir, pero nota: Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios” (mejor traducido, según los oráculos de Dios). Lo que Pedro está mandando es que los que comparten la palabra reciban directamente del Señor lo que van a compartir y que no sea palabra de ellos. “Si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da(1P.4:9-11). Cuando una persona está ministrando o sirviendo a la iglesia según sus talentos y capacidades naturales, él recibirá la gloria por lo que ha hecho… y es correcto que la reciba, porque él es quien lo ha hecho. Pero si lo hace en el poder del Espíritu Santo, como Pedro manda, solamente de esta manera “en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos, amén”.

El llamamiento individual al ministerio

Aunque Jesús envió a Sus discípulos de dos en dos, y aunque ésta pueda ser la manera normal de moverse en el ministerio cristiano, ¡no hagas de ello una ley estricta, sin excepciones! Pablo recibió su ministerio para los gentiles de forma personal, Dios habló con él cuando estaba solo. Ananías fue llamado, individualmente, para ir a Pablo. Aparentemente, Pedro viajó solo desde Jerusalén hasta Jope, y desde allí, discípulos judíos le acompañaron a Cesarea. Esteban predicó solo y murió solo. Felipe fue a Samaria y la Biblia no nos da ninguna evidencia de que tuviera algún compañero. Seguidamente fue solo desde Samaria hasta Jerusalén y, más adelante, a Gaza. Después, el Espíritu del Señor le arrebató, estando solo, y lo llevó a otra parte.


El arquitecto celestial tiene el plan, y nosotros tenemos que darle libertad para que lo cumpla en nuestras vidas. En estos días escribí acerca de un héroe rumano, Nicolae Moldoveanu, que fue torturado durante cinco años en una prisión comunista por su fe. En ese tiempo compuso en su cabeza 361 canciones y las memorizó. En total, escribió más de seis mil canciones y todos los cristianos en Rumania, sin importar su denominación, las cantan. Él dijo: “No quiero ser parte de un grupo, porque ellos me controlarían… me esclavizarían. Pero en el Señor Jesús, quien es la Verdad, hay libertad. La verdad os libertará. ¿Quién lo podrá entender si no pertenece a Jesús? Todo lo que viene en la vida cristiana es un plan de Dios. Tú caminas y el Espíritu Santo te guía. Yo soy humano; yo puedo errar (con tanta humildad lo dijo). Yo pido que no le detenga yo en desarrollar Su plan”. Este hombre pertenecía a toda la iglesia, no a un grupo. Cristianos, con buenas intenciones, fácilmente podrían detener el desarrollo de Su plan y llegar a ser el estorbo que la prisión comunista no podía ser. Aunque le quitaron su lápiz y cuaderno, el Espíritu Santo le dio una memoria sobrenatural. Él quiso seguir recibiendo su ministerio directamente del Señor según el plan y la capacidad de Dios, asegurándose así de que toda la gloria sea para Él.

Hay un llamamiento individual en el Reino de Dios, desde Abraham hasta Pablo, y cada uno dará cuentas, individualmente, por su llamamiento: “De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de si(Ro.14:12). “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Co.5:10).

No pediré disculpas por meterme en apologética hasta este punto. Es muy necesario hoy en día, ya que la mentalidad de Laodicea da gloria a los hombres y a sus capacidades, y están totalmente engañados pensando que están haciendo una gran obra para Dios. Se jactan con el rey Saúl: “Yo he cumplido la palabra de Jehová” (1 S.15:13), hablando de sus éxitos y lo que han logrado “para el Señor”, pero el balido de las ovejas ahogan sus voces. El balido de las ovejas avisó de que la obra no había sido terminada como el Señor ordenó. El impulso que motivó fue egoísta. El rey fue influido por los deseos de sus soldados, guardando lo mejor para si mismos, y dejando con vida el rey enemigo que debería haber sido eliminado. Escuchando a los hombres, no se cumple la palabra del Señor… ¡Que los que están en la iglesia de Laodicea, que siguen existiendo hoy, se despierten a esta condición! Él que tiene oídos, que oiga.

Comunión personal con Jesús

Ahora, sigamos adelante, al gozo y la carne de este estudio. Quizás, después de haber limpiado el aire del ambiente y el estado tibio que está en Laodicea, podamos respirar y beber más libremente del Espíritu Santo. Cristianos sabios nos hablan de avivamientos “de la puerta trasera”, de donde salen los estorbos, antes de que Dios abra las ventanas del cielo para derramar sobre su pueblo los torrentes de la bendición. Los odres viejos y los vestidos de los tiempos anteriores, con su auto-justicia, tienen que salir fuera de la asamblea antes de que el vino nuevo pueda saciar la sed, y el santo lino blanco de vestiduras frescas pueda cubrir las almas de aquellos que han estado orando y esperando la bendición.

En estudios anteriores contemplábamos el amor eterno, perfecto y extremo del Señor para Sus discípulos, presentes y pasados. Meditábamos sobre Su deseo intenso de unirse a comer con ellos. Ahora le vemos con un corazón triste por un pueblo engañado, auto-satisfecho y auto-suficiente, que le ha dejado a un lado, que se ha enriquecido solo y que tiene todo lo que quiere.

Entonces, Jesús va a la puerta, toca y habla claramente: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo, si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. “¿Habrá quien me oiga, quien todavía reconozca Mi voz?” Hace un año, un pastor me dijo: “Estamos predicando el evangelio a nuestra congregación, ellos necesitan ser salvados”. Estaba hablando de la gente evangélica y ahora, su iglesia, está respondiendo al evangelio.

El primer paso a la fe es el oír. Él ya lo ha dicho seis veces… “El que tiene oídos que oiga”. Se lo dijo a las multitudes después de sus parábolas y sólo algunos que sí podían oír, fueron a Él cuando estaba solo. Él les hablaba los secretos del Reino de Dios. En estos días hay personas hambrientas y sedientas que quieren escuchar Su Palabra. No están fijándose en sus relojes… tienen tiempo para Él. Cuando la gente tiene oídos para las cosas de Dios, la fe sigue justo detrás. Ellos abren la puerta por fe.

Estoy convencido de que la situación de Laodicea es la situación que tenemos en la iglesia evangélica de nuestros días, pero de esa condición triste viene una respuesta brillante y viva que supera cualquier cosa que haya visto en mis 50 años de ministerio. Oigo a personas decir: “¡Sí, escuchamos Su voz, y anhelamos conocerle a Él más que a cualquier persona o cosa! No estamos buscando que nos dé algo; ¡solamente le queremos a Él!”

Así que, en estos días de prueba, en medio de una sociedad perversa y una iglesia casi apóstata, Cristo está a la puerta, con un amor extremo y un deseo intenso, queriendo tener comunión y preparar la mesa para personas hambrientas, con más hambre aún por la oscuridad y el engaño que les rodea.

De parte de Dios no ha cambiado nada; Jesucristo es el mismo ayer, hoy y para siempre. Él es el instigador, quien nos hace querer y hacer Su buena voluntad. Él es quien toca y llama, y si en respuesta la puerta se abre, es porque Él también está haciendo una obra en la persona que responde. Entonces, ¿qué hay para estas personas? Pues ya nos lo ha dicho, y es una promesa: “Entraré”. Esta entrada del Señor en la vida y la comunión con Él, es lo que el individuo está buscando. Aunque en cada caso es un llamamiento individual, miles de personas en todo el mundo lo están oyendo y respondiendo.

No están contentos en el Laodicea de hoy, y no se gozan ni se jactan por todos los maravillosos éxitos que Laodicea está viviendo. No ven la riqueza en las propiedades, incluso en los estadios que está comprando. No están satisfechos con el hermoso santuario situado en una buena zona residencial, ni con el esparcimiento y crecimiento de “la obra”. Seguramente, no están diciendo como me dijo un misionero hace un par de años: “Estamos viendo pasar más cosas positivas en estos días que jamás en la historia”. Ese hombre no oye ningún toque o voz; su mesa ya está preparada en los comedores de la iglesia o centros sociales; la gente está gozándose maravillosamente allí.

Pero entre ellos están estas almas secas y sedientas que anhelan el Manantial de Vida. Ellos están solos y, aunque están dentro de una compañía o grupo, pocos, quizás ninguno, les entiendan. “Ven, Señor Jesús” claman “Tú eres todo lo que quiero; nada más y nada menos”.

Cristo es suficiente para mí, Cristo es suficiente para mí;
Todo lo que necesito está en Ti, todo lo que necesito.

Él lo ha prometido y lo cumplirá con deseos intensos: “Entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”.


ANOTACIÓN: Doy una enseñanza más completa sobre la iglesia orgánica y varios ejemplos de cómo se funciona prácticamente, en mi libro, Dios hizo el campo, capítulo 16. 


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