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Lowell Brueckner

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¡Fíjate de nuevo en tu Biblia!

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Otra mirada hacia Jesús en los Evangelios

Booth, profetizando de los siglos 20 y 21. ¿Ha pasado?
Para la persona que puede pensar que los pecadores en el tiempo de los Evangelios se sentían cómodos con Jesús, le invito fijarse de nuevo en tu Biblia. Acuérdate que antes que Jesús se sentó a comer con los publicanos y pecadores, ellos habían estado con Juan el Bautista. Jesús nos dijo que los mismos que venían a Él, habían estado siguiendo a Juan, buscando desesperados la verdad y la salvación (Mt.21:32). Juan les llamaba al arrepentimiento y Jesús hacía igual. Los únicos pecadores que se sentían cómodos con Jesús y con quienes Jesús estaba cómodo eran los pecadores arrepentidos.

 Aun siendo así, los pecadores tenía que vencer su temor de enfrentar a la luz de la verdad para poder acercarse a Jesús. Mira a Pedro postrado a los pies de Jesús, clamando, “¡Apártate de mí Señor, que soy hombre pecador! (Lc.5:8). Escucha el centurión decir, “No soy digno de que entres bajo mi techo” (Mt.8:8). “Si no hubiera venido y les hubiera hablado, no tendrían pecado,” dijo Jesús, “pero ahora no tienen excusa por su pecado” (Jn.15:22). ¿Piensas tú que la gente se sentían cómoda cuando Jesús extendía la mano y les quitaba el manto de su alma, descubriendo aun las cosas más escondidas de que nadie se daba cuenta? Sí, fue amigo de los pecadores, un verdadero amigo, igual que él que es comendado en el libro de Proverbios… “Leales son los golpes del amigo, pero hipócritas los besos del que odia” (Prov.27:6).


Otra mirada sobre lo que la Biblia dice de la homosexualidad

Ya que el asunto del homosexualismo está delante de nosotros de nuevo, es un buen tiempo decirte algo que me molesta mucho. Estoy escuchando repetidas veces de algunas buenas personas, dirigiéndose hacia el homosexual y la lesbiana: “Soy un pecador como tú; el adulterio y la fornicación es igual pecado como es la homosexualidad.” Es otro intento mal informado de acomodar al homosexual. No están dando la homosexualidad su propio lugar en la luz de las Escrituras.

Vamos a ver de nuevo lo que enseña la Biblia. Al hacerlo, no estoy quitando nada del pecado del adulterio o de la fornicación, porque es la verdad que el adúltero y el fornicario irán al mismo infierno que el homosexual, pero estoy intentando darlos el mismo énfasis a cada uno según los da la Escritura.  

Cuando Dios envió ángeles para destruir a Sodoma y Gomorra, la historia no dice nada sobre el adulterio y la fornicación que seguramente existían allí. No leemos de los robos y el homicidio. El fama de estas ciudades históricamente fue sobre la profundidad de la degradación moral que existía allí: “Pero la gente de Sodoma era mala y pecadora en gran manera contra Jehová” (Gé.13:13). Entonces el Autor de las Escrituras, el Espíritu Santo, nos envía con los ángeles a Sodoma para que nosotros mismos viéramos exactamente lo que estaba pasando allí y como era la gente.

Después de leer de ellos, ningún ser humano decente culparía a Dios por cambiar la ciudad en ceniza y toda la población con ella.  El pecado que ilustra el estado apestoso de aquella gente, jóvenes y ancianos de toda parte de la ciudad, era la homosexualidad: “¿Dónde están los varones que han venido a ti esta noche? ¡Sácalos para que los conozcamos!” (Gé.19:5). En la Biblia desde este punto en adelante, un homosexual fue llamado un sodomita. Con esta ilustración gráfica, no puede haber una duda sobre la forma de pecado que encendió la ira de Dios en aquel lugar.

Mensaje sobre el rico y Lázaro,
evangelismo en India. 
Entonces volvemos al apóstol Pablo en el primer capítulo de Romanos. Está describiendo la caída de la raza humana en una rebelión y un motín contra el Creador. Ellos… no, vamos a decir nosotros, todos los miembros de la raza… nosotros no le glorificamos como Dios, fuimos ingratos, ilógicos, irrazonables con corazones entenebrecidos. Voluntariamente le ignoramos e hicimos dioses de animales, hombres, aves, y aún reptiles, y por eso la ira de Dios se encendió contra el hombre caído.  Esta era la causa, sea al dar la espalda a Dios, y lo que sigue son las consecuencias. 

Las consecuencias potencialmente de alejarnos de Dios terminan siendo pasiones vergonzosas, lascivias antinaturales y la perversión. Cuando los hombres y las mujeres caen hasta este extremo, según la verdad del Nuevo Testamento, son abandonados por Dios y son dejados en el estado peor de la auto-deshonra y auto-vergüenza. Están lejísimos del Dios viviente, pero como enseña el capítulo, vuelven a la idolatría… fabrican dioses de su propia imaginación. El pecado que Pablo, bajo la inspiración del Espíritu Santo, da para denominar este estado, es la homosexualidad o el lesbianismo. En Su ira, Dios ha abandonado el homosexual. Entonces Pablo escribe de los que complacen con los que practican tales cosas y dice que igual son dignos de muerte. Estos son los gobernantes, los primeros ministros y presidentes, los partidos políticos, y la población en general que les eligen. 

Estamos hablando de la perversión sexual. Perversión quiere decir una mentalidad antinatural y el mal uso de la creación de Dios, torciendo las cosas para que funcionen de una manera que Dios nunca quisiera. Puede pasar en todas las áreas de la vida, incluso la música y el arte, la arquitectura, los estilos y vestidura, etc., etc. Las posibilidades de pervertir son sin límites y sencillamente expresan la condición lamentable del corazón y la mente del hombre contra Su Dios.

Hoy en día, si tenemos 13 años de edad (probablemente mucho menos) tenemos una buena idea sobre lo que es la anatomía del macho y la hembra. Teniendo este conocimiento, fácilmente llegamos a la conclusión que uno fue hecho para la otra y viceversa, obviamente de forma física, pero también espiritualmente. Leemos de las intenciones de Dios para ellos desde el comienzo del tiempo: “Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán una sola carne” (Gé.2:24). Cuando esto pasa, si tienen buena salud, la reproducción toma lugar y una nueva vida es producida.

Junta a dos hombres o a dos mujeres y no pasa nada… nunca. Ellos no fueron creados para eso… La perversión es algo sencillo en verdad. El sexo entre dos machos o dos hembras sencillamente no funciona ni tiene propósito práctico. Es como el  garabato no es escribir. Sonidos distorsionados no hacen música. Una manera de escribir incoherente no puede ser poesía. Gastar energía sin sentido no es trabajar. Estilos exagerados e imprácticos, maquillaje, penados y joyería excesivos, tatuaje… todos demuestran la perversión. Lo más que tú entregas a tales cosas, la más evidente es la distancia que hay entre tú y tu Creador. Los pervertidos han sido abandonados por Dios.

Otra mirada hacia el evangelismo bíblico

¿Qué remedio hay? ¿Qué podemos hacer? Entiende una cosa: Dios no nos debe absolutamente nada. Él es totalmente justo, aun cuando no salva a nadie. Por supuesto, tenemos familia y parientes que son pervertidos, por eso no estamos contentos que la justicia sea ejecutada contra ellos. Queremos la misericordia y es un anhelo legítimo. “¡Que Dios tenga misericordia!” es un clamor legítimo… ¡pues, entonces clama!

Allí es donde empiece la parte que nos corresponde. Hay que alejarte de todo el falso consuelo ofrecido por la gente de buenas intenciones, pero dirigida de forma equivocada. Toma tu Biblia para que te demuestre como se hace el evangelismo. Deja de justificar y excusar el pecado y el pecador. ¡Enfrenta la verdad! Entonces clama a Dios que tenga misericordia. 

Mi abuelo con una pierna. Espera en el cielo la
resurrección del cuerpo cuando tendrá dos otra vez.
Cuando mi padre encontró el Señor, sabía que mi abuelo estaba en el camino de la destrucción. ¿Le diría que Jesús le amaba; intentaría tener una relación más cómoda con él (“demostrándole amor”, diría la gente cristiana hoy en día)? Ni le entró en la cabeza. Él le acostó hasta que el abuelo le dijo, enfadado, “¡Fuera de mi casa!” Mi tío y padre oraban, “Dios, haz lo que sea, pero salva a nuestro padre.” Creo con seguridad que como resultado a esa oración, mi abuelo perdió su pierna. La gangrena formó en ella y tuvo que ser amputada, pero 29 años después, mi abuelo murió con una sonrisa en el rostro y fue al cielo. La Biblia dice que es mejor así que por tener dos piernas y ser echado en el fuego que no se apaga.

 “El temor de Dios es el principio de la sabiduría.” Normalmente hay una secuencia u orden: ira, temor, convicción del pecado, humildad, arrepentimiento, fe y gozo. Raras veces puede completarse esta secuencia en los 15 minutos que dedicamos en hablar a una persona del evangelio. Quisiéramos evitar el ingrediente del enfado, pero en mi experiencia, toma lugar al empezar abrirse los ojos y esforzadamente la persona tiene que enfrentarse con su condición espiritual delante de Dios.  La ira no es una manifestación sabia; es una tontería, pero tiene que ocupar su lugar, antes que sabiamente entra el temor. Lo vemos en la Biblia y lo vemos en las historias de los grandes evangelistas de la iglesia.

Una persona enfadada porque entra la luz en su pueblo.
Es doloroso cuando la luz entra un corazón entenebrecido. Si el Espíritu Santo te usa como un instrumento para abrir los ojos de una persona, probablemente se enfadará contigo. ¡No seas cobarde! Bañándote en la oración, entra en la situación donde Dios te dirige estar con valor. Habla la verdad en amor (esto no quiere decir hablar suavemente como un majo, sino fielmente hablar del corazón). Haz lo que tienes que hacer, di lo que tienes que decir y de la manera que tienes que decirlo, por el bienestar eterno del pecador. Ama suficiente para hacerlo así.

Coopera con el Espíritu Santo, mientras Él claramente convence el incrédulo que es un pecador culpable e incapaz de salvarse y que, sin demorar, tiene que arrepentirse. Entonces, al final de la historia, que tengas la misma satisfacción que tuvieron mi tío y padre, al oír a mi abuelo decir, “El diablo llevó a mi pierna, pero Jesús tiene mi corazón.”
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Por favor, escucha este mensaje de John MacArthus sobre la homosexualidad. Tiene subtítulos en español. Me conmovió, especialmente cuando contó la historia del joven moribundo con SIDA, a quien MacArthur pudo dirigir al Señor en el hospital. También vi interesante como explicaba lo que es un “discurso de amor” y un “discurso de odio”.



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