Jessica y Dylan
En dos ocasiones me acuerdo oír hablar de alguna
persona, en los dos casos mujeres, desconocida para las personas que me lo
dijeron, que la encontraron en un lugar público. Les llamó la atención porque
“parecían ser cristianas”, me dijeron, por tener el cabello y un vestido muy
largos. Tampoco tenían puestos aretes y ningún maquillaje… cosas que en verdad,
personalmente, prefiero ver de una mujer cristiana. Sin embargo pensé que si el
cristiano es conocido solamente por cosas superficiales, no necesita el
Espíritu Santo para dar testimonio de Jesús, ni tampoco los que le reconocen de
esta forma necesitan el Espíritu Santo para discernir su estado espiritual. El
Espíritu Santo da testimonio invisible del carácter de Dios y Cristo recibe más
gloria de personas que demuestran lo que tienen desde adentro para fuera que
los que pueden demostrar señas superficiales y costumbres aprendidas de cierto
grupo o personas religiosos. Jesús reprendió a los que eran “Hipócritas…dejastéis lo que es lo más
grave de la ley, es el saber, el juicio y la misericordia y la fe… Guías
ciegos, que coláis el mosquito, mas tragáis el camello!... Limpia primero lo de adentro
del vaso y del plato, para que también lo de fuera se haga limpio”. Tenemos que saber claramente cuales son las prioridades. Dijo el apóstol, “El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo por el Espíritu Santo”. Lo que yo busco primeramente son evidencias más concretas de la vida de Cristo en la vida de un cristiano.
Entonces el doctor nos
dirigió una pregunta que nos dejó sorprendidos: “¿Por qué será que al contar a
Raquel que nunca podría andar el resto de su vida, me dio una sonrisa?” Le
contesté, “Doctor, es que nuestra hija tiene a Dios.” “Ah,” respondió el
doctor, “entonces ella tiene que ser una verdadera cristiana.” Le afirmé que
así era el caso. Y su marido testifica que hasta el día de hoy, no ha sufrido
depresión.
Dylan y Jessica pidieron a
nuestro hijo menor, Mike, que diera un mensaje que habían escuchado de él en
una reunión en la casa de los Ehmer, “Nuestro
Dios está en los cielos: todo lo que quiso ha hecho” (Salmo 115:3). Siguió
hablando a los asistentes de la boda, unas 350 personas de muchos creyentes,
pero algunos que no eran, de que Dios quiso ser misericordioso con la raza
humana, y sacrificó a Su Hijo para salvar a los que creyeran.
del vaso y del plato, para que también lo de fuera se haga limpio”. Tenemos que saber claramente cuales son las prioridades. Dijo el apóstol, “El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo por el Espíritu Santo”. Lo que yo busco primeramente son evidencias más concretas de la vida de Cristo en la vida de un cristiano.
Hay muchas historias que podemos contar
sobre la gracia y el poder de Dios en nuestra familia. Una de las que más
cuento tiene que ver con el accidente de tráfico que experimentó en 1995 nuestra
hija, Raquel, su marido, Tom, y la pequeña hija de solo siete meses, Jessica.
Después del tremendo choque, que dejó muerto el
chofer del otro vehículo, Tom pudo salir del coche y encontró a Raquel tirado
en el suelo fuera del coche. Al preguntarla de su estado, ella respondió:
“Tengo fuerte dolor, pero… estamos en las manos de Dios.” Días después al salir
del servicio intensivo, el doctor quiso hablar con Tom y conmigo sobre el
futuro de Raquel. Dijo: “Tu hija jamás caminará” y siguió contándonos las otras
consecuencias que podría sufrir en el futuro. Entre ellos fue la probabilidad
de que pasaría días de fuerte depresión.
Lo que me enseña la Biblia y lo que he aprendido de las experiencias de nuestra jornada cristiana es que lo que importa más que todo a nuestro Padre celestial no es que cuidemos mucho de los peligros que nos rodean, ni mucho menos que tengamos temor de ellos. Muy al contrario, el Señor Jesús nos avisó que el que quiere salvar su vida, la perderá. Habló del siervo infiel que no quiso arriesgar el talento que su amo le dio, sino que lo escondió en la tierra. El quiere que tengamos una plena confianza en su cuidado fiel sobre nuestras vidas. Lo que nos enseña por todo lo que pasemos en la vida y en todas las condiciones que nos rodea es que nosotros aprendamos más y más entregarnos confiadamente a Él. Fue lo mismo que las dos personas más cercas de Su corazón, Abraham y David, pudieron lograr.
Jessica entregó toda su confianza en Jesús para su
salvación cuando tenía cinco años de edad. Siendo tan pequeña pudo experimentar
una fuerte convicción de pecado y temores grandes sobre su estado delante de
Dios. Aún en una tiendo, haciendo compras con sus padres, lloró diciendo, “¡Es
por mi pecado!”Sin embargo esa condición la hizo huir a Jesús y un día salió de
su habitación sonriendo.
Cuando fuimos a Dakota Norte para la boda de
Jessica, Raquel nos contó algo que no hace mucho había pasado. Jessica tuvo que
entrar rápidamente en una tienda y al llegar a la caja, el cajero musulmán,
comentó, “Te veo muy alegré”. Jessica contestó, “Es que Cristo vive en mí.” El
cajero dijo, “Bueno, yo creo en Alá, pero esto no hace nada para mí.” Jessica
afirmó, “Si tuvieras a Jesús, ¡Él cambiaría todo!”
Fue un placer estar en esa boda. El novio, Dylan
Murphy, es un cristiano firme, que tiene muchos deseos seguir a Cristo. Fue un
gozo también conocer a sus padres, relativamente nuevos, pero ya muy bien
arraigados, en la vida cristiana. Diferentes personas dieron testimonio de la
impresión causada en ellos por la vida de los Murphy, como de los Ehmer.
Yo tuve el privilegio de oficiar a la ceremonia y
así presentar el nuevo matrimonio. Un amigo, que había predicado en la boda de
Tom y Raquel hace 22 años, estuvo presente desde Irlanda para leer unos
versículos de 1 Corintios 13. Mi hermano y su esposa llegaron desde California.
Nuestro hijo Steve, que apenas bajó de Alaska pudo asistir con su familia. Los
gemelos, David y Daniel, también asistieron, David como fotógrafo, Daniel para
hacer el video de la boda. ¡Que tiempo más alegre para todos nosotros gozar de
unos días juntos! Fue una ocasión inolvidable y bendecida.
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