Derramó Su alma
Tomado del capítulo tres del libro Tenemos un altar.... EL SUPREMO SUFRIMIENTO DE CRISTO
Derramó Su alma hasta la muerte
Libro sobre la cruz de Cristo |
El Viernes Santo fue
un día en el que los demonios disfrutaron, provocando a los hombres a que hiciesen
lo peor que podían hacer para castigar y causar todo el daño posible al Hijo de
Dios. Seguramente los demonios estuvieron presentes en el mundo invisible,
alrededor de la cruz. En su profecía, inspirada por el Espíritu Santo, David
escribió: “Me han rodeado muchos toros;
fuertes toros de Basán me han cercado” (Sal.22:12) y “perros me han rodeado” (v.16). Unos versículos más abajo habla del
“poder (hebreo: pata) del perro… la boca del león… los cuernos
de los búfalos…”. No está refiriéndose literalmente a animales, sino a
bestias espirituales que atacaron Su alma. Además del sufrimiento físico tuvo
lugar esta furiosa y diabólica batalla. Jesús peleó en contra de ellos en el
espíritu y triunfó en la cruz. Él mismo lo había predicho: “Ahora el príncipe de este mundo será echado fuera” (Jn.12:31).
Mira lo que declaró Pablo (citado de la versión amplificada): “{Dios} despojó a los principados y a las potestades que nos eran contrarios y
los exhibió públicamente y audazmente, triunfando sobre ellos en Él y en ella
{sea la cruz}” (Col. 2:15).
Permíteme incluir un comentario, ya que creo que
vale la pena tener una confirmación y algunas excelentes observaciones de
varios comentaristas muy respetados. Warren Wiersbe escribe: “La
muerte de Cristo en la cruz pareció ser al principio una victoria para Satanás,
pero resultó en una gran derrota de la que Satanás nunca podrá recuperarse… Él
‘desarmó a los poderes y autoridades’”. Albert Barnes:
“No hay duda, pienso, que el apóstol está
refiriéndose a los rangos de malos espíritus caídos que habían usurpado un
dominio sobre el mundo… Satanás, con sus legiones, había invadido la tierra y
llevado a sus habitantes al cautiverio, sujetándoles a su reinado maligno.
Cristo, por Su muerte, sometió a los invasores y tomó de nuevo a los que habían
sido capturados… Pablo dice que fue ganado públicamente – lo que quiere decir,
que lo hizo en la presencia de todo el universo – una gran victoria; un triunfo
glorioso sobre todos los poderes del infierno.” Matthew Henry: “El Redentor conquistó por su muerte… El
reino del diablo jamás sufrió un golpe mortal como el que le fue dado por el
Señor Jesús… Y John Wesley: “Y
despojando a los principados y a las potestades – los ángeles malignos, de su
dominio usurpado. Él… Dios Padre les exhibió públicamente – ante todas las
huestes del cielo y del infierno. Triunfando en o por Él – por Cristo”.
La cruz produjo
tormentos mucho más terribles todavía en la profundidad del ser de Cristo, y
nosotros, si es que alguna vez vamos a poder entender algo de su verdadero
significado, sobre todas las cosas tenemos que concentrarnos en ella. Estamos
ante el corazón de la obra sustitutoria del sacrificio del Cordero de
Dios.
Él no tenía pecado y,
aunque durante treinta y tres años, conoció el poder de la tentación en un
cuerpo humano, ni una sola vez se rindió a ella. Tenemos que entender también
que no solamente durante su vida terrenal, sino por toda la eternidad, nunca
fue manchado por el pecado. Desde la eternidad, jamás sintió sobre Él la pena interior
de la inmundicia por cometer algún tipo de hecho injusto, engañoso o sucio. No
pudo saber lo que era sentirse culpable por haber desobedecido a Dios o por
haber hecho daño a algún ser humano.
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“Llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el
madero…” (1P.2:24). Todos los pecados traídos de todas partes de
la tierra y de cada periodo de la historia, fueron arrastrados y amontonados
sobre Él; desde campos de concentración, familias abusivas, guaridas de
asesinos, palacios de los opresores… ¿Lo has pensado alguna vez? Los hechos más vergonzosos, más sucios, más
crueles… Él sintió el peso de cada uno de ellos. La tortura, el odio, la
codicia y el abuso fueron puestos sobre el Cordero sin mancha, que no solamente
cargó los hechos malignos, sino también los pensamientos y motivaciones que no
han llegado a consumarse. No escatimó nada, lo dio todo – Dios “no escatimó ni a su propio Hijo” (Ro.8:32)
–. Más allá de la tortura física esto es lo que sufrió.
Pero no solamente cargó nuestros pecados sino que, como
declara el apostol: “Al que no conoció
pecado, por nosotros lo hizo pecado…”
(2Co.5:21). Él no sólo es santo, sino que además es el Autor de toda
santidad que jamás se haya manifestado o haya sido experimentada en el cielo o
sobre la tierra, por hombres o por ángeles. Él, que fue la fuente eterna de la
santidad, fue hecho pecado. Éste es
uno de los misterios más impresionantes de la cruz, y por ello nunca hallaremos
una explicación satisfactoria a este hecho. La encarnación de la santidad y la
pureza en un vaso humano, no sólo llevó nuestros pecados sobre Sí mismo, sino
que el pecado llegó a ser Su estado de ser. Repito, ¡Jesucristo se hizo pecado
sobre aquella cruz! Éste fue el dolor más profundo que llegó al corazón de Su
ser.
Recuerdo haber leído
hace mucho tiempo Corre, Nicky, Corre, el
testimonio de Nicky Cruz. La parte más triste toma lugar apenas comienza el
libro. Los padres de Nicky estaban profundamente involucrados en la brujería.
En una ocasión, para castigar al pequeño niño, su padre le abandonó, lleno de
pánico, en una habitación oscura. Fue un hecho diabólico que solamente fue
superado por otro de su madre. Seguramente, bajo el control de un espíritu
maligno, ella arremetió contra él. “¡Te odio! ¡No eres mi hijo! ¡Nunca te he
amado como a un hijo!”, le dijo. Nicky había sido herido muchas veces durante
las peleas en las calles de New York. Una vez, mientras estaba postrado en el
suelo, sus enemigos le patearon hasta hacerle perder la conciencia, e incluso
así, continuaron pateándole. Pero ningún dolor corporal igualó jamás la
crueldad de aquellas palabras de su madre, que dejaron su alma partida en
pedazos.
Sé que es un ejemplo
humano y pobre, pero quizá nos ayude de manera finita y pequeña a entender lo
que sigue. Hemos llegado a la cima del dolor de Jesús. En el primer capítulo
nos enfrentábamos a la gran cuestión de la verdad bíblica que nos enseña que
Dios en Cristo fue a la muerte. La misma persona que había dicho: “Yo soy la vida”, murió. ¡La vida murió! Acabamos de hacer un
intento de enseñar la complejidad de que Cristo pudo ser hecho pecado, siendo
Él mismo el origen de la santidad. Ahora vamos a contemplar otro gran misterio
de la cruz… Parece que allí, el amor eterno y la comunión perfecta, se
rompieron.
Nunca, durante toda
la historia del universo y antes de la historia, desde la eternidad, jamás
existió la menor fricción entre la deidad; Padre, Hijo y Espíritu Santo siempre
gozaban de la comunión más dulce. El amor entre ellos fue profundísimo, más allá
de cualquier comparación y comprensión humanas. Cualquier fracaso sería
inconcebible porque “el amor nunca deja
de ser” (1Co.13:8). Cuando Juan Bautista dudó, cuando Sus discípulos no le
entendieron, cuando los judíos, que eran Su pueblo, le rechazaron, y los
romanos le maltrataron, Jesús siempre contaba con el amor de Su Padre. El Padre
mismo declaró de Él, en Su bautismo y sobre el Monte de la Transfiguración, que
en Él tenía complacencia.
Cuando Dios miró la
cruz, desde el cielo, vio allí una cantidad infinita de pecados putrefactos
amontonados sobre ella. En el momento de la transacción, cuando Cristo tomó el
pecado y se hizo a Sí mismo sacrificio por él, toda la furia de la ira de Dios
cayó sin medida sobre Su Hijo, a quien tuvo que dar la espalda. Los ojos santos
del Padre no pudieron contemplar aquella escena. En medio del día, la tierra se
cubrió de oscuridad. Durante tres largas y agonizantes horas, Jesús guardó
silencio, pero cuando Su dolor alcanzó la cúspide más alta, sin poder contener
más su tristeza, su voz pronunció el clamor más terrible que jamás fue, es y
será pronunciado: “Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has desamparado?” (Mc.15:34). Fue el momento más horrible en el
tiempo y en la eternidad.
En ese momento la
justicia perfecta quedó satisfecha, cumpliendo así su propósito completo. El
Señor Jesús, quien no merecía estar allí porque no tenía pecado, fue el Cordero
sin mancha ni arruga. ¿Por qué entonces cayó todo este castigo sobre Él? La
única respuesta que existe todavía está resonando a través de los pasillos del
tiempo para la persona que quiera escuchar. Aún en este siglo, infectado por un
humanismo secular y un materialismo condenador, no ha perdido nada de su
asombro. ¿Qué hizo a este Hombre estar colgado en la cruz? ¿Por qué sufrió
tanto? …“Porque de tal manera amó Dios
al mundo, que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn.3:16).
El Padre le puso allí
por amor a nosotros, y el Hijo fue colgado allí como un sustituto por ti y por
mí, ofreciéndose por medio del Espíritu eterno en amor. Era la obra del Dios
trino. Es un amor que sobrepasa todo entendimiento, es intachable y sin mezcla
en su pureza, sin límites en su alcance. No hay un amor igual sobre la tierra.
Ninguna madre conoce tal amor al amar a su bebé; ningún hombre lo iguala en su
afecto para su novia. Es un amor intenso y apasionado que no para hasta tomar a
los enemigos en sus brazos. Dejemos que Pablo nos ayude a describir lo
indescriptible: “Cristo, cuando aún
éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.
Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que
alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor (un único e incomparable amor) para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros… Porque siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios
por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por
su vida” (Ro.5:6-10). Éste es nuestro altar, adornado por el amor de Dios,
que rompe el corazón...
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4 de agosto de 2020, 10:47
Hola soy Carlos,de Cordoba
Argentina,escucho por youtube la emision de la radio fm.Luz a las naciones y sigo sus estudios..realmente comparto con uds que en estos días se a tomado con mucha liviandad la Santa Palabra del Señor y las iglesias van decayendo de a poco inundandosé de una doctrina mas novelesca que realista a la Biblia.
Dejando de lado la realidad de una vida cristiana por una vida cristiana acomodada a la conveniencia de cada espectador
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