El milenio, segunda parte
13. Un estudio expositivo de Isaías,
capítulo 11
Ya hemos visto varias profecías mesiánicas en el libro de Isaías. Sería
difícil hacer cualquier referencia al Mesías venidero ignorando Su segunda
venida y Su reino milenario. Los profetas, generalmente, escribieron acerca de
todos los aspectos de la vida de Cristo juntos… Su primera venida, Su segunda
venida y el Milenio… y las futuras generaciones tendrán que decidir si cada
detalle está relacionado con su primera venida y Su reinado en los corazones, o
si pertenece a la segunda venida o su reino literal (Milenio). Por eso, creo
que la interpretación de la profecía es el elemento singular de la Escritura
que mejora y se aclara más y más a medida que se acerca su cumplimiento.
Sin embargo, en el capítulo 11, la profecía está dirigida directamente al
reino de mil años del Mesías, llamado el Milenio. En el capítulo 2, estudiamos
la primera profecía de Isaías acerca de ello, aunque, como ya hemos mencionado,
también sabemos acerca del reino terrenal por otras profecías mesiánicas.
Veremos más sobre el Milenio más adelante. Éste es un tema alegre y animador
para los cristianos que vivimos en medio de esta generación, tan perversa y
depravada. Ciertamente, también fue una alegría para el remanente de judíos
oprimidos que vivían en la época del Antiguo Testamento.
Más de los atributos de Cristo
El apóstol Juan escuchó las palabras de Jesucristo y las escribió entre los
últimos seis versículos en la Biblia: “Yo soy la raíz y el linaje de David…” (Ap.22:16).
Esto nos da una doctrina importante acerca del Dios/Hombre, que Jesús puso
delante de los fariseos en forma de pregunta: “¿Qué pensáis del Mesías? ¿De
quién es hijo?” Para poder entender Su persona ésta es una pregunta vital que
tiene que ser contestada correctamente. Ellos contestaron: “De David”.
Aunque era una media verdad, fue una contestación incompleta e insuficiente
para poder conocer bien a Aquel que obtuvo la salvación eterna para la raza
humana. Por eso Jesús tuvo que desafiarles: “¿Pues cómo David en el Espíritu lo
llama Señor, diciendo: ‘Dijo el Señor a mi Señor; Siéntate a mi diestra, hasta
que ponga a tus enemigos debajo de tus pies? Pues si David lo llama, Señor,
¿cómo es su Hijo?” (Mt.22:42-46). Nadie pudo darle una respuesta, a pesar de
que Isaías ya les había dado la respuesta en los versículos 1 y 10 del capítulo
que estamos estudiando. Muy distinto al rey David y al apóstol Juan, los
fariseos no estaban en el Espíritu, por
lo cual eran incapaces de interpretar sus propias Escrituras.
Pablo también nos da la respuesta correcta en los primeros versículos de su
carta a los romanos (1:3-4): “Acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, del
linaje de David según la carne (Su humanidad), que fue designado Hijo de Dios
con poder, conforme al Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los
muertos”. Él es el Hijo de David, pero también Él tiene que ser conocido como
el Hijo de Dios. Pablo nos dice que fue Su poderosa resurrección lo que dio
testimonio absoluto de Su divinidad. Nació como el Hijo de David, pero fue
designado (no fue hecho, porque no es creado) el Hijo de Dios.
Isaías nos lleva a otra generación atrás, llamando a Cristo una vara del
tronco de Isaí (v.1), el padre de David.
Sin embargo, Mateo siguió la pista de Su genealogía hasta Abraham, y Lucas más
atrás todavía, a Adán y Eva. Es llamado en Génesis la simiente de la mujer (Gn.3:15). También da la misma idea de un renuevo que retoña (4:2); la misma
idea que tenían Jeremías y Zacarías. Quiere decir que Él dará una esperanza
nueva a una nación que perdió su soberanía muchos años antes de que Él viniera
al mundo por primera vez.
Entonces, Isaías nos enseña las cualidades de Su persona y Su ministerio.
El Espíritu del Señor vino sobre Él desde el comienzo de Sus tres años y medio
de servicio. También Cristo dijo: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (Jn.7:17),
y por eso Su trabajo era la obra de la trinidad. El Espíritu Santo es
indispensable para todo lo que tiene que ver con Dios, desde la creación, hasta
e incluyendo toda la edad de la iglesia. Ya hemos mencionado la necesidad de
estar en el Espíritu para poder interpretar correctamente la Escritura. Todo lo
que es verdadero y duradero es hecho por el Espíritu Santo.
Si alguien es “sin letras y del vulgo”, al convertirse en cristiano, ya nunca
más será así. Cristo en él tiene el espíritu de sabiduría y de inteligencia. Él
sabe exactamente cómo tratar cada asunto y tiene perfecto entendimiento de las
cosas espirituales. En el capítulo 9, aprendimos que Él es el Consejero y aquí,
en el versículo 2, dice que el Espíritu de consejo y de poder reposa sobre Él. Siendo
así, da a Sus discípulos una dirección clara en el camino en que deben andar, y
les da también el poder sobrenatural para llevar a cabo Sus consejos. Nada le
toma por sorpresa; Él conoce todas las cosas y suministra al creyente todo lo
que necesita saber; entonces, con ese conocimiento viene el temor del Señor,
para que todo sea hecho para reverenciar Su nombre (v.2). Estas cualidades, así
como las vemos demostradas tan maravillosamente en los cuatro Evangelios, serán
demostradas también en el Milenio. El mundo estará bajo estas influencias y se
someterá al reinado de Cristo.
Ya hemos aprendido en este libro que el temor del Señor, como sucede con
todos los atributos de Dios, es muy diferente del temor esclavizador del hombre
del mundo. El temor de Dios es compatible con el amor y el gozo, o como aquí lo
expresa, “se deleitará en el temor de
Jehová” (v.3, BTX). El discípulo de Cristo que teme a Dios seguirá a su Maestro
en el juzgar. Dios nos enseñó a traer los asuntos a juicio en esta manera: “No
juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio” (Jn.7:24). Nos
enseñó a juzgar en el temor del Señor, sin temer a los hombres, y no según las
apariencias o por lo que uno oye a los hombres decir. “El espiritual”, dijo
Pablo, “juzga todas las cosas” (1Co.2:15). Israel había rechazado el justo juicio
y tuvo que dar cuentas por no defender a los pobres, al huérfano y a la viuda, como
vimos en el capítulo 10.
No todos los que vivan durante el período del Milenio serán justos, pero
todos tendrán que someterse a la justicia de Cristo. El salmista pudo ver el
reino milenario venidero: “Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como
posesión tuya los confines de la tierra. Los quebrantarás con vara de hierro…” (Sal.2:8-9).
El apóstol Juan, en su revelación, vio a la iglesia reinando con Cristo, y citó
esta palabra de Cristo a Tiatira: “Al que venciere y guardare mis obras hasta
el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones; y las regirá con vara de
hierro… como yo también la he recibido de mi Padre” (Ap.2:26-27;12:5;19:15). La
justicia perfecta será la característica del Milenio (v.4).
Cristo mandó a Juan que escribiera para las siguientes generaciones, cuando
vio al Hijo del Hombre en Su gloria, “ceñido por el pecho con un cinto de oro” (Ap.1:13),
e Isaías profetiza, dando el significado del cinto: “La justicia será el cinto
de sus lomos, y la fidelidad, ceñidor de su cintura” (v.5).
El reino animal transformado
Pablo, al llegar a la cima de su carta teológica a los romanos (que es el
capítulo 8) hace referencia a la maravillosa transformación de la creación: “Porque
el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos
de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad,
sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma
será libertada de la esclavitud de corrupción a la libertad gloriosa de los
hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con
dolores de parto hasta ahora” (Ro.8:19-22).
Warren Wiersbe comenta: El gemir no
es algo inútil. Pablo lo comparó a una mujer con dolores de parto. Sí, hay
dolor, pero el dolor terminará cuando dé a luz al niño. Un día la creación será
librada y ¡la creación gimiendo se convertirá en una creación gloriosa!
Los que son enemigos
naturales en este mundo cruel serán amistosos en el reino animal del milenio. Cuando
yo era un niño pequeño, me sentaba en el regazo de mi padre mientras él me
contaba cuentos de los animales en el Milenio y me dejaba fascinado. Aquello me
afectó para toda la vida. Hace no muchos años, lleno de rabia, vi a una urraca
hacer pedazos a un pájaro cantor pequeño, mientras la madre, sin poder
defenderlo, chillaba desde una rama cercana. Cuando Cristo reine sobre la
tierra, la presa no tendrá que temer al devorador, promete Isaías, este hombre
de Dios, compasivo aún con los animales. El lobo deambulará entre una manada de
ovejas, y el leopardo y el cabrito descansarán juntos en el pasto. El becerro y
el cachorro de león jugarán y se alimentarán juntos. Mi padre me prometió que yo
podría montar sobre un león (quizás “mejorando” un poco el texto bíblico), pero
es cierto que el versículo 6 afirma que un niño pastoreará a este extraño rebaño.
¿No es esto maravilloso? ¿No
es algo para esperar con gozo? Aun teniendo ya más de 70 años, me encanta la
hermosura de la naturaleza milenaria: “Pacerán la vaca y la osa, y sus crías se
echarán juntas, y el león comerá paja como el buey, el niño de pecho jugará
sobre la cueva del áspid, y el recién destetado meterá su mano en el escondrijo
de la serpiente” (vs.7-8). Las madres no tendrán que preocuparse cuando los niños
jueguen en el parque durante el Milenio. Si todo esto no es literal entonces,
por favor, dame una explicación razonable y espiritual. No, amigo mío, el
creyente bíblico lo ve tan literal como ve la creación creada en seis días
literales, como el diluvio que cubrió por completo toda la tierra, como cuando Jonás
vivió tres días en el pez, y como Cristo, literal y físicamente, se levantó de
los muertos. El Omnipotente pregunta: “¿Habrá algo que sea difícil para mí? (Jer.32:27).
No habrá guerra; no habrá
destrucción, cuando la raíz de Isaí
reine sobre la tierra de su santo monte Sion en Jerusalén. La mentalidad
pervertida y la ideología dominante, desde el oriente hasta el poniente, y
desde el norte hasta el sur, serán reemplazadas con el conocimiento del Señor.
Penetrará hasta cada rincón y cruzará los mares hasta llegar a las islas (v.9).
Nota que la raíz de Isaí (v.10) es muy diferente a una vara del tronco de Isaí (v.1). Significa que Cristo es antes que Isaí o David, en control total
de sus genealogías. Él está ordenando todas las circunstancias e insertando a
toda la gente necesaria. Él se encarga de la historia de Tamar, Rahab y Rut, la
esposa de Booz, el abuelo de Isaí. Él es la raíz,
de donde nace Isaí. ¡Por eso, David le llama Señor! Éste es el Dios eterno, el Hijo, antes de ser el
descendiente de David, Él que tabernaculizó entre nosotros.
El
día del Señor
“En aquel día”… es decir, el
día que para el Señor son mil años. Es el día por el cual la tierra fue creada,
ya gobernada por el Dios/Hombre, el último Adán. “Las naciones buscarán a Aquél
que es la raíz de Isaí”. Pablo continuamente cita al profeta Isaías mientras
desarrolla sus doctrinas evangélicas sobre la puerta abierta, dada por Cristo a
los gentiles, y con este propósito, él se apoya en este versículo (Ro.15:12).
Cristo será el Rey gobernante y toda la gente de la tierra aprenderá de Él. Le
buscarán y dependerán de Él. La Biblia será el libro de texto, del cual los
niños serán enseñados. Él será un estandarte, una bandera para el pueblo. “Has
dado a los que te temen bandera que alcen por causa de la verdad. Selah” (Sal.60:4).
“Yo soy la verdad”, dijo Jesús, y la bandera
de la verdad flameará sobre la tierra. La sociedad futura verá las cosas desde
el punto de vista del Rey… el Rey de la Verdad, como se declaró en el día de Su
juicio delante de Pilato. Ese viernes horrible, Él testificó a Pilato acerca de
Su reino venidero, y al sumo sacerdote de Su segunda venida para juzgar a la
tierra. Caifás, ese sumo sacerdote, mentiroso y fingido, demandó del verdadero
Sacerdote según el orden de Melquisedec: “‘Te conjuro por el Dios viviente, que
nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios.’ Jesús le dijo: ‘Tú lo has
dicho, y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la
diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo’” (Mt.26:63-64).
El Conquistador poderoso levantará Su bandera sobre la tierra.
En la Biblia, un lugar de
reposo significa un hogar permanente y seguro. Rut ya se había mudado de Moab a
Belén, cuando Noemí la habló de hallarla un reposo (BTX). Siguió hablando de la
posibilidad de un matrimonio con Booz. El escritor de Hebreos, en los capítulos
3 y 4, enseña sobre un reposo para el pueblo de Dios. Después de Su caminar
durante 40 años en el desierto, viviendo en tiendas, Josué debería haber llevado
a Su pueblo a su destino final, donde podrían establecerse y edificar casas
permanentes. En sentido terrenal y simbólico era cierto, pero no fue el reposo
que el Nuevo Testamento ofrece. El salmista habla de un hoy, un día futuro, un reposo sabático, del cual el antiguo sábado
solamente era un símbolo (Sal.95:7). “He aquí ahora el tiempo aceptable; he
aquí ahora el día de salvación” (2 Co.6:2)… es el día en que el pueblo de Dios
descansa de sus obras y entra en la obra cumplida de Cristo por gracia y por
medio de la fe. En el Milenio, la
historia de la tierra estará completa y la tierra reposará. “Y su morada será
gloriosa”.
Después de hablar del Milenio, el profeta describe la reunión de los judíos
desde los últimos confines de la tierra, preparándose para aquel día (vs.11-12).
Hemos sido testigos de este suceso asombroso que continua hasta hoy. Habiendo
completado esa obra física, Dios empieza una obra en el corazón del judío. El
juicio que ha traído división entre las tribus, descrito al terminar el
capítulo 9, es alterado. La envidia y la aflicción se acaban, y la gente vuelve
a su tierra nativa bajo un espíritu de unidad (v.13). Desde el Mar Rojo hasta
el Río Éufrates, Israel ocupará todo el territorio prometido a Abraham (vs.14-15,
fíjate en Gn.15:18). Algo pasará, comparable al cruce milagroso del Mar Rojo
que permitió al pueblo escapar de Egipto. La liberación más grande de los
últimos tiempos abrirá también el Río Éufrates, proveyendo una calzada hacia
Israel, tanto por el lado este como por el oeste, “para el remanente de su
pueblo que quede” (v.16).
Estaremos atentos a los detalles mientras, literalmente, ocurren. Existirá una
oposición como la hubo cuando Israel salió de Egipto, solo que la última
oposición vendrá de parte de todas las naciones unidas, de toda la tierra. Por
medio de una obra sobrenatural, Dios llevará a cabo todo Su plan. Lo que empezó
a principios del Siglo XX, sigue hasta el día de hoy, y la obra continuará adelante
hasta la Semana 70 de Daniel, hasta que el Mesías regrese por segunda vez para
reinar y juzgar desde el monte Sion por mil años.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Publicar un comentario