La voluntad de Dios
¿Has dicho alguna vez al tener que hacer una decisión? Voy a orar para buscar la voluntad de Dios. ¡Has hecho bien! Parece que sabemos por instinto que el propósito de la oración no es conseguir lo que nosotros queremos, sino para poder ver con claridad lo que Dios quiere. Esto es lo que vemos en la siguiente oración de un puritano en el libro El valle de la visión...
Oh Dios de oídos atentos...,
Dame un corazón maleable para tu voluntad;
de forma que pueda vivir en la oración y honrarte,
protejido de toda mal, conocido y desconocido...
Hazme saber que la obra de la oración es someter mi voluntad a la tuya,
y que, sin eso, orar es una necedad.
Cuando intento someter tu voluntad a la mía es como mandar a Cristo,
estar por encima de él y ser más sabio que él;
ese es mi pecado y mi orgullo.
Solo puedo triunfar cuando oro
según tus preceptos y tus promesas,
y obrando como te complace,
según tu voluntad soberana.
Cuando me ordenas orar por el perdón, la paz y el quebranto,
es porque deseas concederme lo que me has prometido,
por tu gloria así como por mi bien.
Ayúdame a no desear únicamente cosas pequeñas,
sino que, con santo denuedo, desee grandes cosas
para tu pueblo, para mí mismo,
para que ellos y yo vivamos para mostrar tu gloria.
Enséñame la sabiduría de orar por todo lo que tengo,
por amor, voluntariamente, no forzado por la necesidad;
que pueda acudir a ti en cualquier momento,
a fin de presentarte mis necesidades de forma aceptable para ti;
que mi gran pecado reside en no mantener
la peculiaridad de tus caminos; que recordar esta verdad es un camino
a la conciencia de tu presencia;
que no hay ira como la de ser gobernado
por mis propios anhelos por lograr mis propios fines.
Oh Dios de oídos atentos...,
Dame un corazón maleable para tu voluntad;
de forma que pueda vivir en la oración y honrarte,
protejido de toda mal, conocido y desconocido...
Hazme saber que la obra de la oración es someter mi voluntad a la tuya,
y que, sin eso, orar es una necedad.
Cuando intento someter tu voluntad a la mía es como mandar a Cristo,
estar por encima de él y ser más sabio que él;
ese es mi pecado y mi orgullo.
Solo puedo triunfar cuando oro
según tus preceptos y tus promesas,
y obrando como te complace,
según tu voluntad soberana.
Cuando me ordenas orar por el perdón, la paz y el quebranto,
es porque deseas concederme lo que me has prometido,
por tu gloria así como por mi bien.
Ayúdame a no desear únicamente cosas pequeñas,
sino que, con santo denuedo, desee grandes cosas
para tu pueblo, para mí mismo,
para que ellos y yo vivamos para mostrar tu gloria.
Enséñame la sabiduría de orar por todo lo que tengo,
por amor, voluntariamente, no forzado por la necesidad;
que pueda acudir a ti en cualquier momento,
a fin de presentarte mis necesidades de forma aceptable para ti;
que mi gran pecado reside en no mantener
la peculiaridad de tus caminos; que recordar esta verdad es un camino
a la conciencia de tu presencia;
que no hay ira como la de ser gobernado
por mis propios anhelos por lograr mis propios fines.
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