Eclesiastés 1:8-18
Nada es
nuevo; nada satisfice
8. Todas las
cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el
ojo de ver, ni el oído de oír.
9. ¿Qué es
lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se
hará; y nada hay nuevo debajo del sol.
10. ¿Hay algo de que se puede decir: He
aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido.
11. No hay
memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los
que serán después.
Quizás una persona nunca reconocería las limitaciones del
lenguaje humano, si no estudiara la Biblia. El gran propósito de la Escritura
es dar a conocer pensamientos y asuntos espirituales, teniendo solamente a su
disposición palabras terrenales. El que la estudia, observa claramente que el
escritor más hábil es muy limitado en su esfuerzo por expresarlos.
Solamente quiero clarificar lo que el predicador dice al
usar esta frase: “Más de lo que el
hombre puede expresar.” La fatiga de la que habla Salomón no es física,
sino espiritual, y no hay palabras para definirla bien. Lo mismo se puede decir
de todo lo que hay en el mundo espiritual.
Cualquier escritor es incapaz de poder expresarse bien
con palabras, especialmente cuando entra en la esfera de las cosas de Dios. Por
ejemplo, ¿quién puede expresar adecuadamente el amor de Dios? ¿Quién puede
expresar o comprender la eternidad y lo infinito? Y, sobre todo, ¿quién puede
describir a un Dios omnipotente y Su estado único, la incomprensible trinidad y
la maravilla sin límites de Su omnipresencia y omnisciencia? Todo esto va mucho
más allá de la expresión.
Cualquier esfuerzo por intentar acercarnos a las cosas de
Dios con la inteligencia terrenal, nos fatigará hasta el punto de enloquecer. Como
el hombre es creado a la imagen y semejanza de Dios, siendo un alma viviente en
un cuerpo hecho de polvo, el ojo humano quiere continuamente ver más allá de
sus capacidades físicas, y el oído desea captar el mundo inaudible del
espíritu. Por eso, no importa cuantas cosas el ojo haya visto, no se satisface,
siempre está buscando más. El oído que ha percibido los más excelentes sonidos que
existen, siempre anhela escuchar algo mejor.
El astrofísico sigue inventando telescopios más poderosos
y el químico microscopios más precisos; los aparatos de sonido siempre serán mejorados
porque el oído y el ojo humanos nunca serán saciados. En este mundo de ciclos no
hay nada que calme la inquietud del hombre. Tenemos que reconocer siempre que
Salomón limita su discurso a lo mundano, a lo terrenal y la vida natural bajo
el sol. No se trata del alma en el que habita el Espíritu de Dios.
Nada es nuevo. No podemos esperar algo en el futuro que
no existió en la historia. Ningún logro acontecerá que no haya sido ya logrado.
Salomón, al decir que no hay nada nuevo, se
está refiriendo a las cosas fundamentales de la humanidad y su ambiente.
Lo que la sociedad llamaría “progreso” no entra en su argumentos, porque el
progreso no ocurre en las bases, sino en cosas superficiales y físicas.
En las bases no hay cambios; no hay cosas nuevas. Todas
las fusiones complicadas y sofisticadas que producen cosas sintéticas fueron
hechas de elementos básicos que han existido en la tierra desde la creación.
Dios estableció desde el principio las leyes utilizadas para formarlas. La
inteligencia que elaboró cada invención, ha existido siembre en el cerebro
humano. El hombre solamente ha desarrollado sus capacidades básicas. Si nos
parece que el hombre ha progresado en el mundo físico, al mismo tiempo ha
divagado moral y espiritualmente. Salomón ha expresado de forma sencilla la esencia
de su argumento en el versículo 10.
Básicamente, el hombre existe en tiempo presente, sin la
sabiduría necesaria para aprender del pasado y planear adecuadamente su futuro.
Es verdad que hay monumentos con el propósito de recordarnos el pasado, pero no
los damos la misma prioridad que a los eventos actuales. El hombre relega el
pasado a circunstancias y culturas diferentes que las de ahora, y por eso
piensa que no son relevantes.
El futuro contiene una incertidumbre que nadie puede
predecir, por ello el hombre lucha en el tiempo presente, haciendo lo mejor que
puede para sobrevivir. La deuda nacional en casi todos los países es,
probablemente, una de las más grandes evidencias de la falta de consideración por
el futuro, y otra evidencia es el abuso de la naturaleza. Como lo está haciendo
ahora, siempre lo ha hecho y así continuará en las generaciones futuras, sin
que el hombre cambie su manera de actuar.
Salomón
da testimonio personal
12. Yo el
Predicador fui rey sobre Israel en Jerusalén.
13. Y di mi
corazón a inquirir y a buscar
con sabiduría sobre todo lo que se hace debajo del cielo; este penoso trabajo
dio Dios a los hijos de los hombres, para que se ocupen en él.
14. Miré todas las obras que se hacen debajo del
sol; y he aquí, todo ello es vanidad y aflicción de espíritu.
15. Lo
torcido no se puede enderezar, y lo incompleto no puede contarse.
16. Hablé yo en mi corazón, diciendo: He aquí yo me
he engrandecido, y he crecido en sabiduría sobre todos los que fueron antes de
mí en Jerusalén; y mi corazón ha percibido mucha sabiduría y ciencia.
17. Y dediqué mi corazón a conocer la sabiduría, y
también a entender las locuras y los desvaríos; conocí que aun esto era
aflicción de espíritu.
18. Porque
en la mucha sabiduría hay mucha molestia; y
quien añade ciencia, añade dolor.
Salomón empieza a darnos su
testimonio personal. Revela abiertamente su manera de pensar y sus esfuerzos en
el pasado, y los contrasta con una nueva mentalidad y un nuevo corazón. Está
contando, “Antes dediqué mi corazón a la sabiduría terrenal, pero ahora veo que
esa búsqueda es dolorosa, al estar ocupado en ella. Anteriormente busqué
conocer todo lo que hay bajo el sol, pero ahora veo que es trabajar para el viento (hecho en vano). Adquirí
gran sabiduría y conocimiento, pero ahora sé que solamente aumentan la molestia
y el dolor”. ¿Podemos dudar de que el rey Salomón hubiera llegado a un
arrepentimiento?
Habla de su posición como rey
en la ciudad capital de Israel, Jerusalén. Lo cuenta en tiempo pasado… “Yo fui rey”. Esto no significa que ya no lo fuera, sino solamente que su
mentalidad y estilo de vida en el pasado habían terminado; los ha dejado en el
pasado porque ahora él ve las cosas de una manera mucho mejor, como un ser
transformado.
Salomón no fue un rey común, sino un gobernante poderoso
que reinó desde el río Éufrates hasta la frontera de Egipto. Lee el relato en 2
Crónicas capítulo 9. Allí afirma: “Excedió
el rey Salomón a todos los reyes de la tierra en riqueza y en sabiduría” (2
Cr.9:22). Otros reyes buscaban consejos de él: “Todos los reyes de la tierra procuraban ver el rostro de Salomón, para
oír la sabiduría que Dios le había dado” (23). La declaración de la reina
de Saba fue especialmente significante, sobre lo que había oído de Salomón: “Yo no creía las palabras de ellos, hasta
que he venido, y mis ojos han visto; y he aquí que ni aun la mitad de la
grandeza de tu sabiduría me había sido dicha; porque tú superas la fama que yo
había oído” (6).
El capítulo sigue hablando de sus riquezas: “Tuvo también Salomón cuatro mil
caballerizas para sus caballos y carros, y doce mil jinetes… Acumuló el rey
plata en Jerusalén como piedras” (25, 27). Relata que él recibía 666
talentos de oro anualmente, que es lo equivalente a 15 millones de euros, más o
menos. También recibía otros tributos no incluidos en estos números. Hizo
escudos de oro puro; un trono de marfil, cubierto de oro; un estrado de oro;
todos sus vasos de beber eran de oro, etc., etc.
Dios no elige aleatoriamente
y nunca se conforma con menos que lo mejor. Si somos creyentes, sabemos que
cada escritor de la Escritura recibió la inspiración del Espíritu Santo. Dios
siempre elige y prepara a un hombre que merece una audiencia, sin importar lo
secular y escéptica que ésta sea. Por eso, su palabra tiene autoridad, porque
Dios le ha dado experiencias personales, que superan a las del hombre común.
Será para nuestro provecho si le prestamos atención.
Si él ha sido elegido de
parte de Dios para decirnos que la búsqueda y la acumulación de la sabiduría y
el conocimiento incrementan la molestia y el dolor, entonces, debemos
escucharle cuidadosamente. Si nos dice que ha aprendido que la vida bajo el
sol, es decir, la vida terrenal, es vanidad, debemos considerarlo con seriedad.
Así que, por favor, vamos a tener suficiente juicio como para seguirle a través
de estos doce capítulos.
Un antiguo dicho presupone
que, “La ignorancia es felicidad”, y hay algo de verdad en ello. Por ejemplo,
una vida despreocupada funciona muy bien entre los niños. Ellos, en la mayoría
de los casos, por lo menos en el mundo oeste, no tienen que pensar en poner
alimento sobre la mesa o comprar ropa. No tienen mucho interés en las noticias
y gastan gran parte del día cotidiano jugando. Igualmente, el salvaje en la
jungla no se preocupa por las naciones que tienen capacidad nuclear o por la
posibilidad de una Tercera Guerra Mundial.
La persona informada tiene
mucho más en qué pensar que el ignorante; creo que todos reconocemos el hecho.
Sin embargo, el escritor no está alabando la ignorancia, sino que está
avisándonos de cierta avaricia intelectual que busca mucha sabiduría y un aumento del
conocimiento (v.18 LBLA). Está afirmando que no traerá la satisfacción que
parece prometer, sino molestia y dolor. Por eso, involucrarse apasionadamente
en acumular conocimiento humano, como lo hizo Salomón, tendrá un fin negativo.
Él habla de su propia experiencia.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
27 de agosto de 2018, 15:53
Entonces la alternativa a esto seria no cargarnos con todos los problemas del mundo o cargarnos pero sin preocuparnos tanto sabiendo que Dios esta en control?
Publicar un comentario