Eclesiastés 2:1-11
Capítulo 2
La vanidad de la autocomplacencia
1. Dije yo en mi corazón: Ven ahora, te
probaré con alegría, y gozarás de bienes. Mas he aquí esto también era
vanidad.
2. A la risa dije: Enloqueces; y al
placer: ¿De qué sirve esto?
3. Propuse en mi corazón agasajar mi
carne con vino, y que anduviese mi corazón en sabiduría, con retención de la
necedad, hasta ver cuál fuese el bien de los hijos de los hombres, en el cual
se ocuparan debajo del cielo todos los días de su vida.
4. Engrandecí mis obras, edifiqué para
mí casas, planté para mí viñas;
5. me hice huertos y jardines, y planté
en ellos árboles de todo fruto.
6. Me hice estanques de aguas, para
regar de ellos el bosque donde crecían los árboles.
7. Compré siervos y siervas, y tuve
siervos nacidos en casa; también tuve posesión grande de vacas y de ovejas, más
que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén.
8. Me amontoné también plata y oro, y
tesoros preciados de reyes y de provincias; me hice de cantores y cantoras, de
los deleites de los hijos de los hombres, y de toda clase de instrumentos de
música.
9. Y fui engrandecido y aumentado más
que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; a más de esto, conservé
conmigo mi sabiduría.
10. No negué a mis ojos ninguna cosa que
desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo
mi trabajo; y ésta fue mi parte de toda mi faena.
11. Miré yo luego todas las obras que
habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo
era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol.
Tanto el poder, la
fama y las riquezas de Salomón, como la experiencia adquirida por vivir rodeado
de gloria y esplendor, sorprendentemente, fueron las razones por las que Dios
le inspiró a escribir este libro. Por eso, sus argumentos son poderosos e indiscutibles.
En toda la historia, ningún otro podría tener la misma perspectiva que tuvo
Salomón sobre la existencia humana. Por las mismas razones, el lector común
halla muy difícil relacionarse con él. Él fue dotado con dones únicos y, en el
capítulo 1, relata su devoción y búsqueda para poder tener más sabiduría y
conocimiento. Su conclusión, después de todo, es que sus esfuerzos no le
aportaron una satisfacción verdadera; fue correr
tras el viento, confesó.
Sin embargo, al empezar el capítulo 2, el rey Salomón empieza a hablar de sus proyectos, placeres, risa, diversión y entretenimiento. Creo que en relación a estas cosas podemos tener algo en común con él. Pienso que cada uno de nosotros podemos recordar tiempos en los cuales hemos hablado a nuestras almas: “Tengo tiempo libre y un poco de dinero para poder gastar... “Ven ahora, te probaré con alegría, y gozarás de bienes”.
Sin embargo, al empezar el capítulo 2, el rey Salomón empieza a hablar de sus proyectos, placeres, risa, diversión y entretenimiento. Creo que en relación a estas cosas podemos tener algo en común con él. Pienso que cada uno de nosotros podemos recordar tiempos en los cuales hemos hablado a nuestras almas: “Tengo tiempo libre y un poco de dinero para poder gastar... “Ven ahora, te probaré con alegría, y gozarás de bienes”.
Empezaremos viendo
la gran cantidad de esclavos y esclavas que fueron empleados, exclusivamente,
para ayudar a Salomón en su búsqueda de autocomplacencia en todas las áreas de
su vida. Algunos fueron comprados y otros pertenecían a la segunda generación
de esclavos, nacidos en su palacio. Compararemos la situación con la vida en el
Mundo Oeste, en el Siglo XXI. Consideraremos el coche… o dos o tres… de los que
tenemos en el garaje, cada uno con la fuerza de 120 a 200 caballos. Todavía no llegamos
a la cantidad que tenía Salomón en sus establos, pero sí, ¡desafiaríamos a un
rey con menos poder en su día! Sin embargo, la velocidad de nuestros coches
dejaría pasmado a Salomón, y la distancia recorrida en tan sólo un año,
probablemente igualara la distancia que Salomón recorrería en toda su vida. Si
todavía nos quedara alguna duda sobre la superioridad del transporte moderno,
considera que un billete de avión nos puede llevar a tierras de las cuales Salomón
nunca escuchó.
Dentro de nuestras
casas, el televisor, con un buen número de canales, proveyendo deportes,
noticias, entretenimiento para niños, películas, música y otras programaciones
diarias o semanales. El rey necesitaría adquirir un número significante de
esclavos para poder llegar a tener nuestras fuentes de entretenimiento e
información. También somos maravillosamente servidos por la electricidad. Las
luces, los ventiladores, el calefactor, el aire acondicionado, etc., funcionan con
solamente accionar un interruptor. Puede ser que, además, tengamos nuestro
propio servicio secreto; me estoy refiriendo a la alarma del coche y casa.
Probablemente, tengamos un ordenador personal en la casa con servicio de
internet, que nos conecta con todo el mundo con solamente pulsar un ratón. ¿Debo mencionar los iPods, Kindles
y teléfonos inteligentes?
En la cocina hay
multitud de electrodomésticos: microondas, batidora, cafetera, lavavajillas, nevera,
congelador, etc. Pregunto si todos estos siervos modernos quitarían el empleo a
una gran parte de los esclavos de la cocina en el palacio. Entonces, tenemos un
combinado de lavadora-secadora, un aspirador, y afuera, en una caseta, es
posible que tengamos un cortacésped y una podadora de orillas. Por supuesto,
pudiera continuar, pero creo que he presentado suficientes evidencias para
probar que la vida en el siglo XXI en el mundo oeste, es una vida digna de un
rey.
Ahora, mi
pregunta es la siguiente: “¿Tenemos algo de la sabiduría del gran rey,
suficiente como para poder decir que los esfuerzos de obtener y mantener
nuestro cómodo y conveniente estilo de vida es correr tras el viento? Mi pregunta se relaciona con todos, incluso con
los cristianos, que viven toda su vida, adquiriendo bienes terrenales,
empezando con las cosas básicas, como comida, casa y ropa. Cómo podemos
justificar tal búsqueda, si nuestro Señor dijo: “No os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por vuestro cuerpo,
qué vestiréis… Considerad los cuervos…
Dios los alimenta… Considerad los lirios, cómo crecen; no trabajan ni hilan; pero os digo
que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de éstos… Vosotros, pues, no busquéis qué habéis de comer, ni qué habéis de
beber, y no estéis preocupados” (Lc.12:22-30).
Puedo hablar de
los años que vivimos en La Costa Chica de
Méjico, en una aldea sin electricidad. Cada tres días comprábamos medio bloque
de hielo que metíamos en una cesta nevera, para poder guardar la comida un poco
fría. No teníamos teléfono, y el único contacto que teníamos con el mundo exterior,
era por medio del telégrafo. Mi esposa lavaba la ropa con una tabla de lavar de
madera de las antiguas, incluso después de tener dos o tres
niños… y no había pañales desechables.
Me acuerdo de
haber mencionado algo de esta historia en una reunión en USA, sin pensar en la
reacción de algunos oyentes. ¡Qué inocente era yo! Una señora fue a mi esposa,
profundamente conmovida, intentando expresarla su simpatía. Después de esa
experiencia, dejé de hablar del estilo de vida que uno tiene que adoptar en el
campo misionero. Es inútil intentar expresar que mi esposa estaba totalmente
feliz allí; la gente no lo entiende. Mi esposa estaba satisfecha de estar en la
voluntad de Dios, y jamás se quejó ni deseó estar en un lugar más cómodo. Las
cosas materiales tienen tan poco que ofrecer al alma humana, que Salomón fue
suficientemente sabio como para saberlo.
Hay líderes
“cristianos”, hoy en día, que se han construido o comprado dos, tres e incluso más
casas, por valor de más de un millón de dólares, siguiendo el ejemplo del rey
que estamos estudiando, y lo hacen a pesar de que nuestro ungido predicador nos
avisó de que todo era vanidad. Incluso,
existen dirigentes de organizaciones humanitarias que reciben salarios inmensos.
Salomón plantó jardines, viñas, huertos de árboles frutales, parques, etc. Construyó
estanques para la irrigación. Probó vinos exquisitos, contrató payasos, cómicos
y cantantes para su propio placer y para que le hicieran reír. Sus manadas y
rebaños eran más numerosos que los de cualquier rey previo o futuro de Israel.
Ninguno de ellos pudo gloriarse de tener los animales que poseyó este rey tan
rico. Sin embargo, hasta aquí, no ha hecho una lista completa de sus riquezas,
porque añade: “No negué a mis ojos ninguna cosa
que desearan, ni aparté mi corazón de placer
alguno”.
Aún en el
tiempo de su más pesada autocomplacencia e inmoralidad, Salomón guardó cierta
sabiduría (v.9). Hace referencia a ella en estos versículos más de una vez. Me
asombro por el hecho de que algunos traductores, tanto en versiones españolas
como en inglés, hallaron en el texto original, “hasta que pudiera ver
qué hay de bueno bajo el cielo que los hijos de los
hombres hacen en los contados días de su
vida” (v.3, LBLA) o “hasta ver cuál era el bien del hombre en
que se ocupa bajo los cielos los pocos
días de su vida” (v.3, BTX). El rey jamás perdió la convicción de que
la vida bajo el sol era muy corta. El grado sumo de la insensatez del hombre se
revela en la manera en que desprecia su alma inmortal, ¡valorando más su vida
terrenal que lo que es eterno!
Escucha este
ejemplo de la enseñanza del Verbo hecho Carne: “También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre
rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ‘¿Qué
haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos?’ Y dijo: ‘Esto haré:
derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis
frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes
guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate’. Pero Dios
le dijo: ‘Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto,
¿de quién será?’ Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con
Dios” (Lc.12:16-21). El predicador dijo: “Conocí que aun esto era aflicción de espíritu… necedad… correr
tras el viento… sin provecho debajo del sol”.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Publicar un comentario