1 Corintios 15:21-58
Capítulo 15:21-58
La victoria y el reino eterno
21. Porque por
cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de
los muertos.
22. Porque,
así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.
23. Pero cada
uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en
su venida.
24. Luego el
fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo
dominio, toda autoridad y potencia.
25. Porque
preciso es que el reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de
sus pies.
26. Y el
postrer enemigo que será destruido es la muerte.
27. Porque
todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las
cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel que sujetó a él
todas las cosas.
28. Pero luego
que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se
sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en
todos.
Cristo, en Su resurrección, fue el cumplimiento de la Fiesta de Primicias
del Antiguo Testamento. Había tres fiestas judías que transcurrían
paralelamente en el mes Abib; la tarde del día 14 del mes, ocurrió la Pascua; al
siguiente día empezó la Fiesta de Pan sin Levadura, que continuó durante siete
días más. El primer día de aquella fiesta era día de descanso y, al día
siguiente, los hebreos ofrecieron al Señor la primera gavilla de la cosecha, y
fue llamada la Fiesta de Primicias. Desde aquel día, hasta la Fiesta de
Pentecostés, pasaron 50 días. La Escritura las llama “las fiestas del Señor”
(Lv.23:2).
Cristo fue el Cordero de la Pascua, ofrecido la tarde de Pascua, y descansó
en la tumba el sábado de la Fiesta de Pan sin Levadura, levantándose de la muerte
en la mañana de la Fiesta de Primicias (Lv.23:5-14). Por eso, Pablo le llamó “primicias”
de los que dormían. Aquel año, la Fiesta de Primicias ocurrió el primer día de
la semana. La gavilla de Primicias era una representación de toda la siega,
dando gracias y consagrándola a Dios, reconociendo que todo viene de Su bondad
y le pertenece sólo a Él.
Pablo presenta este principio espiritual en Romanos 11:16, hablando de
Israel: “Si las primicias son santas,
también lo es la masa restante”, o,
si la muestra ofrecida a Dios es santa, también lo es la siega (los israelitas
también ofrecieron una “primicia de la masa” al Señor, extraída de una masa
grande. A esta, precisamente, se refiere Pablo). Pablo aplica este principio a
Israel: Si Dios eligió a los patriarcas y los consagró, entonces toda la nación
entera es de Dios. Y al aplicar el mismo principio a la resurrección de Cristo,
significa que, como Cristo es las Primicias, así mismo Dios asegura que será la
resurrección de todos los creyentes.
Matthew Henry comenta: “Todo el
cuerpo de Cristo, todas las personas unidas a Él… Su resurrección asegura la
resurrección de todos ellos. Como Él se levantó de los muertos, ellos también
se levantarán; como la masa es santa, porque las Primicias lo son. No se ha
levantado para Sí mismo, sino como la Cabeza del cuerpo, la iglesia, y a los
que duermen en Él, Dios traerá con Él (1 Tes.4:14).”
Lo que sigue, empezando con el versículo 21, es una comparación interesante
entre los dos grandes protagonistas de la raza humana: Adán, que es la primera
creación y, Cristo, que es la segunda. De Adán vino la muerte física sobre toda
la humanidad; de Cristo vino la resurrección de aquella muerte. En su caída,
Adán sufrió una transformación negativa, haciendo que sus genes le causaran la
muerte a él y a toda su descendencia, es decir, a toda la humanidad, sin
excepción. La primera creación está destinada a la muerte. No debemos pensar
que es una injusticia haber sido castigados por la caída de Adán, a menos que
también estemos dispuestos a considerar que sea una injusticia que se nos haya
concedido gratuitamente la vida eterna por los méritos de Jesucristo.
Los que pertenecen a la nueva creación por medio del nuevo nacimiento, los
que están en Cristo, serán resucitados en la resurrección de los justos (v:22).
Debemos saber que Cristo llamará de sus sepulcros a los salvados, pero también a
los condenados: “Vendrá hora cuando
todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno,
saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de
condenación” (Jn.5:28). Sin embargo, Pablo está hablando de los que están en Cristo, los que Él llamará cuando
venga a por Su iglesia: “Tampoco
queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen… Porque el Señor
mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá
del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero” (1 Tes.4:13,16). Como
Cristo resucitó de la muerte, nosotros tenemos plena seguridad de que le
seguiremos en la resurrección (v:23).
Es una verdad presente que, “todo
aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente” (Jn.11:26); será
trasportado a la presencia del Señor. Su cuerpo dormirá hasta que Cristo regrese
a por los Suyos. Después de la Tribulación, Cristo destruirá al Anticristo y al
Falso Profeta en el Lago de Fuego (Ap.19:20). Después de Su reinado por mil
años, el diablo será echado en el Lago de Fuego (Ap.20:10). Después, en el
juicio del Gran Trono Blanco, destruirá la muerte. Llamará a los condenados de
sus tumbas, y la Muerte y el Infierno serán arrojados en el Lago de Fuego
(Ap.20;11-15). Toda rodilla se doblará ante Él, someterá cada enemigo bajo Sus
pies y reinará soberanamente (vs:24-26).
Tenemos que aprender un término teológico relacionado con este reino: es un
reino mediatorial (según los
teólogos) y significa la posición y
autoridad que el Padre ha dado a Jesús como Dios-Hombre para tener dominio en
todo el universo. Esto incluye su derecho de ser la cabeza de la iglesia,
pero también expresa Su autoridad sobre los gobiernos espirituales y humanos. Este es el reino que Él devolverá al
Padre (Jn.17:10,12) después del Milenio y el Juicio Final. John Wesley nos va a
ayudar a entender esta importantísima verdad del versículo 24, pero tendremos
que meditar mucho y detenidamente.
“No es que el Padre empiece a reinar sin el
Hijo, ni que el Hijo deje de reinar. El reino divino (en contraste al reino mediatorial) es desde la eternidad hasta la eternidad.
Pero aquí tenemos el reino mediatorial, que será entregado al Padre. Hasta
entonces, el Hijo negocia lo que el Padre le ha dado para los Suyos. El reino
que el Padre dio al Hijo, el Hijo se lo entregará al Padre (Jn.13:3). No es que
el Padre dejara el reino al dárselo al Hijo; tampoco el Hijo deja de reinar al entregárselo
de nuevo al Padre. Lo que pasará, es que volverá a manifestar la gloria que Él
tenía antes de que el mundo fuera hecho (Jn.17:5; He.1:8). Tampoco cesó de ser
Rey, incluso en su naturaleza humana (Lc.1:33). Si los ciudadanos de la Nueva
Jerusalén reinarán para siempre (Ap.22:5), cuanto más Él.”
Todas las cosas las sujetó debajo de
sus pies (v:27). Pablo lo citó de la profecía del Salmo
8:6. El verbo sujetó está en tiempo
pasado, como si ya se hubiera cumplido: En el conocimiento y la sabiduría de
Dios, el futuro es tan seguro como la historia pasada, y no puede fallar. Dios
mismo es la única excepción sobre el asunto de sujetársele “todas las cosas”.
La humanidad de Cristo, entonces y ahora, se sujeta al Padre. Sin embargo, no
es posible quitar o limitar a la divinidad, por eso Su divinidad, unida al
Padre, será todo en todos… completa
y absolutamente (v:28).
¿Por qué incomodarse si no hay una resurrección?
29. De otro
modo, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos, si en ninguna manera los
muertos resucitan? ¿Por qué, pues, se bautizan por los muertos?
30. ¿Y por qué
nosotros peligramos a toda hora?
31. Os
aseguro, hermanos, por la gloria que de vosotros tengo en nuestro Señor
Jesucristo, que cada día muero.
32. Si como
hombre batallé en Éfeso contra fieras, ¿qué me aprovecha? Si los muertos no
resucitan, comamos y bebamos, porque mañana moriremos.
33. No erréis;
las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres.
34. Velad
debidamente, y no pequéis; porque algunos no conocen a Dios; para vergüenza
vuestra lo digo.
En los siguientes versículos, la intención de Pablo es probar que el
cristianismo no tiene sentido si no hay resurrección. ¿Por qué querría una
persona ser cristiana, exponerse a muchas dificultades, pérdidas, persecución,
e incluso el martirio, si no hay resurrección? Llegamos a un versículo que
puede confundir, y muchos hombres lo han malinterpretado. Una cosa es no
entender, y otra cosa es malinterpretar (29). Si una persona no tiene el
Espíritu Santo, está ciego, tanto moral como espiritualmente, es un enemigo de
la verdad y es imposible que su mente sea iluminada. Los mormones practican el “bautismo
por los muertos”; consiste en el bautismo del representante de un familiar
fallecido que no fue bautizado en vida.
La práctica no es bíblica, porque ningún ser humano puede mediar por otro
delante de Dios, de ninguna manera: “El
alma que pecare, ésa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el
padre llevará el pecado del hijo” (Ez.18:20). Después de la muerte es
demasiado tarde para arreglar los asuntos malhechos o no hechos: “Está
establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el
juicio” (He.9:27). En la parábola de las diez vírgenes, las
sabías no pudieron suplir lo que necesitaban las insensatas para su salvación
(Mt.25:1-13). A veces he oído una enseñanza peligrosa, que me preocupa, acerca
de los cuatro hombres que llevaron a un paralítico al Señor. Las palabras, “al ver Jesús la fe de ellos”, no se deben aplicar sólo a los cuatro hombres
que le llevaron, sino a los cinco, incluyendo al paralítico. Tenemos que poner
atención a las palabras que Jesús le dirigió: “Hijo, tus pecados te son perdonados” (Mc.2:5), como resultado de
la fe de él mismo, y no como el resultado de la fe de otros.
En el siguiente versículo 30, el apóstol hace la siguiente pregunta: ¿Y por qué nosotros peligramos a toda hora?
Por la estructura de la frase del versículo 31, parece ser un juramento. Posiblemente,
relaciona la satisfacción que siente por haber llegado a ellos para compartirles
los beneficios del evangelio (incluso la esperanza de la resurrección), con los
padecimientos que sufre por hacerlo. Cada
día muero, significa que está continuamente expuesto a la muerte.
La actividad demoniaca en Asia Menor era muy fuerte, debido a los dioses
griegos, los cuales no son, ni más ni menos, que demonios. Acuérdate de la gran
cantidad de libros de brujería quemados por los efesios cristianos. Pablo
batalló allí contra fieras; los demonios agitando a las multitudes contra los
que habían traído el mensaje de Cristo. Enseñó a los efesios que “no tenemos lucha contra sangre y carne,
sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las
tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”
(Ef.6:12). ¿Por qué querría una persona atravesar tales problemas, rehusar
una vida humana más cómoda y más segura, si no existe una resurrección? (v:32)
Pablo da esta advertencia a los corintios: ¡Ten cuidado de con quien te asocias,
porque dejará una impresión sobre tu vida cristiana (v:33)! Estáis tan satisfechos
y cómodos con vuestro nivel de cristianismo que aun lo defendéis. Esta actitud
ha criado el pecado. ¡Qué inquietante es, cuando las personas no quieren
reconocer su pecado, hasta que se evidencia de tal forma que no puede ser
ignorado! Necesitáis despertaros a vuestro estado actual para veros como Dios
os ve. ¡Hay gente entre vosotros, quizás más de los que pensáis, que no conocen
a Dios! Significa que no tienen una relación verdadera con Él y, por eso, no
son cristianos en lo más mínimo. Por eso también, sienten una aversión por la
verdad e inventan falsas doctrinas. Están orgullosos de sí mismos, de su
conocimiento y de su iglesia, pero, en verdad, son ignorantes acerca de los
asuntos importantes, y deberían sentir vergüenza (v:34). John Wesley dijo: “No hay nada más vergonzoso que la
ignorancia soñolienta sobre Dios”.
La transformación
35. Pero dirá
alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán?
36. Necio, lo
que tú siembras no se vivifica, si no muere antes.
37. Y lo que
siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de
trigo o de otro grano;
38. pero Dios
le da el cuerpo como él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo.
39. No toda
carne es la misma carne, sino que una carne es la de los hombres, otra carne la
de las bestias, otra la de los peces, y otra de las aves.
40. Y hay
cuerpos celestiales, y cuerpos terrenales; pero una es la gloria de los
celestiales, y otra la de los terrenales.
41. Una es la
gloria del sol, otra la gloria de la luna, y otra la gloria de las estrellas,
pues una estrella es diferente de otra en gloria.
42. Así
también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, resucitará
en incorrupción.
43. Se siembra
en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en
poder.
44. Se siembra
cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, y hay cuerpo
espiritual.
Para entender mejor las cuestiones que tenemos sobre el cuerpo resucitado, vimos
antes “las Primicias”, que es Cristo. Creo que hemos cubierto suficiente el
tema. También hemos examinado la palabra misma, y los dos asuntos han puesto el
fundamento para esta doctrina. Ahora, Pablo nos presenta otros principios que
demuestran esta transformación (v:35). Ha dicho que hay características
vergonzosas entre los corintios, y ahora declara que hay necios entre ellos
(v:36).
Las Escrituras enseñaban la resurrección desde los tiempos más antiguos.
Job existía durante el periodo de Génesis y ya sabía de ello: “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se
levantará sobre el polvo; y después de desecha está mi piel, en mi carne he de
ver a Dios” (Job 19:25-26). David dijo:
“En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; estaré satisfecho cuando despierte
a tu semejanza” (Sal.17:15). Isaías profetizó: “Tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán. ¡Despertad y cantad,
moradores del polvo! Porque tu rocío es cual rocío de hortalizas, y la tierra
dará sus muertos” (Is.26:19). Al terminar el libro de Daniel, un ángel le
enseñó: “Muchos de los que duermen en el
polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para
vergüenza y confusión perpetua” (Dn.12:2).
Incluso la naturaleza nos enseña la verdad sobre la muerte y la
resurrección. La semilla parece estar completamente muerta al enterrarla en la
tierra. Matthew Henry describe la pregunta “¿cómo
resucitarán los muertos?”, como una pregunta estúpida, porque demuestra
la incredulidad sobre el poder de Dios. ¿Es acaso un problema para Dios que la
carne se convierta en polvo y gases? Es una pregunta típica de los oponentes al
evangelio. La segunda pregunta procede de los que tienen dudas.
Para contestar esta pregunta, la primera cosa que tenemos que considerar es
la transformación y la superioridad del cuerpo que se levanta. Un mero grano se
entierra, pero una planta verde sale de la tierra (v:37). En este hecho tomamos
en cuenta la soberanía de Dios… como Él
quiso. Él hace todo según Su placer y obrando según su soberanía, y siempre
lo hace para el bien. Pablo nos aconseja confiar en la soberanía de Dios (v:38);
Él sabe lo que hace. Hay tremenda sabiduría y variedad en Su creación.
Observamos las diferencias abrumadoras en las distintas carnes: hombres,
animales, peces y aves (v:39). Hay cuerpos celestiales: el sol, la luna, las
estrellas y, entre las estrellas, hay diferencias de gloria, es decir, de brillantez (vs:40-41). También existe una
diferencia entre los cuerpos resucitados de los creyentes. Dios coloca cada
cuerpo en su lugar, adaptado a su ambiente. Una pregunta razonable: “Si Dios
puede crear, ¿no puede resucitar?” Él lo hará con un poder transformador,
capacitando al cuerpo humano para el cielo por la eternidad (v:42).
Pablo enumera algunos de los cambios que acontecerán: 1) El cuerpo es
enterrado, precisamente para que se corrompa, pero será levantado,
incorruptible. 2) Es sepultado en deshonra; habla los elogios que quieras en el
funeral, pero es una víctima del pecado y la muerte. Pablo dijo a los
filipenses que es “el cuerpo de la
humillación nuestra” (Fil.3:21), pero será levantado como una gloriosa
maravilla, en la semejanza del Cristo resucitado. 3) Porque es débil, está
sometido a la enfermedad y a la muerte, y la muerte es el paradigma de la
debilidad, incapaz de ejecutar cualquiera función, pero será levantado en un
ser triunfante y poderoso (v:43). 4) Se siembra un cuerpo natural, atraído a los
placeres de esta vida, pero resucita un cuerpo espiritual, designado y sensible
a un mundo totalmente diferente, habitado por un espíritu perfecto. Sin
embargo, todavía es un cuerpo, es
nuestro cuerpo. Pablo declara que hay un cuerpo natural y un cuerpo espiritual,
aunque el espiritual sea desconocido para nosotros en este tiempo (v:44). El
cuerpo espiritual servirá y glorificará a Dios por toda la eternidad.
Aunque el cuerpo natural sufrirá estas transformaciones, de la misma manera
que los discípulos pudieron reconocer a Cristo en su cuerpo resucitado, una vez
quitada su incredulidad, así nos reconoceremos uno al otro en nuestros cuerpos
resucitados. Los creyentes en Tesalónica debían consolarse por sus seres
queridos, que habían muerto. Para que no se entristecieran, Pablo les dijo que
se reunirían con ellos en la resurrección y que serían arrebatados juntos a
ellos (1 Tes.4:13-18). Matthew Henry, hablando de Abraham, que “fue unido a su pueblo” (una expresión
muy utilizada en la Biblia, aquí en Gé.25:8), dijo: “La muerte nos reúne con nuestro pueblo. El que es nuestro pueblo al
vivir… será el mismo pueblo al que la muerte nos reunirá”. Toda la
Escritura nos indica que nos conoceremos en la eternidad, y nada en ella nos sugiere
que no será así.
El primero y el último Adán
45. Así
también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer
Adán, espíritu vivificante.
46. Mas lo
espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual.
47. El primer
hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del
cielo.
48. Cual es
terrenal, tales también los terrenales; y cual el celestial, tales también los
celestiales.
49. Y así como
hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.
50. Pero esto
digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni
la corrupción hereda la incorrupción.
Volvemos a los progenitores de la primera y segunda creación. Adán es el
primer hombre y, desde el tiempo en que fue creado en su forma perfecta, fue un
alma o ser viviente. El cuerpo espiritual vendrá por la intervención del último
Adán, que es un espíritu vivificante. Adán se reprodujo y, por ello, el mundo
está repleto de billones de almas vivientes. Cristo es la fuente de vida; Él tiene
vida no creada en Sí mismo, vida que resucita, y hace más que, sencillamente,
restaurar vida a los muertos. Él es la fuente de vida eterna y provee vida de
una calidad jamás conocida en Adán o su descendencia (v:45).
Primeramente, fue creado el hombre natural, hecho del polvo de la tierra y
adaptado al mundo presente. Cristo vino del cielo y compartió al hombre natural
una naturaleza celestial, por medio de un nuevo nacimiento. El espíritu es
vivificado y salvado para siempre de la muerte eterna. Su alma, en su interior,
ahora experimenta una renovación, pero, después de todo, el cuerpo esperará ser
transformado en el día de la resurrección (vs:46-47).
Existen dos únicas razas sobre esta tierra, mucho más diferenciadas que por
el color, el hábitat o el sexo, si es hombre o mujer. Estas dos tienen
diferentes progenitores. El primer hombre es de la tierra, y lo somos todos sus
descendentes. El segundo Hombre es el Señor del cielo, y todos los que nacen de
nuevo participan de la naturaleza divina (2 P.1:4). Nosotros no somos divinos,
ni jamás lo seremos, pero como el Señor se hizo un ser humano y permanece así
por toda la eternidad, nosotros llevaremos Su semejanza, que permanecerá
eternamente (v:48). En Adán, llevamos la imagen y semejanza de Dios, pero ahora,
en Cristo, “seremos semejantes a él,
porque le veremos tal como él es” (v:49; 1 Jn.3:2). Nunca podríamos habitar
en el cielo con este cuerpo de carne y sangre. No tenemos ni idea de cuales
serán las capacidades físicas necesarias allí (v:50).
El arrebatamiento
51. He aquí,
os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados,
52. en un
momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la
trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos
transformados.
53. Porque es
necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista
de inmortalidad.
54. Y cuando
esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido
de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es
la muerte en victoria.
55. ¿Dónde
está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?
56. ya que el
aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley.
57. Mas gracias
sean dadas a Dios, que nos ha la Victoria por medio de nuestro Señor
Jesucristo.
58. Así que,
hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor
siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.
Como Pablo enseñó a los tesalonicenses acerca del arrebatamiento, ahora
está enseñando a la iglesia en Corinto, dándonos oportunidad de aprender más
detalles sobre el evento más significativo y glorioso del futuro de la iglesia.
Él dice que el arrebatamiento es un misterio escondido entre las profecías de
los últimos tiempos. No correspondía con todas las descripciones sobre la
segunda venida de Cristo y quedó aparte del reino milenario del Señor. ¿Lo
describiría Juan en Apocalipsis 10:7, al escribir que “cuando él comience a tocar la trompeta, el misterio de Dios se consumará, como él lo anunció a sus siervos los
profetas?”
Pablo dijo a los tesalonicenses que, cuando Cristo regrese, habrá santos
todavía vivos en la tierra, y declaró lo mismo aquí, en el versículo 51. Sus
cuerpos experimentarán la misma transformación que la de los santos resucitados.
¨Muchas veces, las promesas de Dios tardan en cumplirse, pero, cuando se
cumplen, sucede en un instante y, como en este caso, literalmente, en un abrir y cerrar de ojos (otro
ejemplo: El pueblo de Israel celebraba la Fiesta de Pentecostés durante siglos,
pero al legar su cumplimiento, “de repente vino del cielo un estruendo” Hch.2:2).
¿Qué señalará Su regreso? Será proclamado por la última trompeta y, cuando
resuene, ocurrirá la resurrección y, tanto los que salgan de las tumbas como
los que vivan todavía, todos, experi-mentarán esta asombrosa transformación que
Pablo ha estado contando. Los cuerpos serán totalmente incorruptibles e
inmortales (vs:52-53). Para aquellos que participen de este misterio, la vida
eterna sorberá a la muerte (v:54),
exactamente como profetizó Isaías: “¡Ha
sorbido la Muerte para siempre! YHVH Adonay enjugará las lágrimas de todo
rostro, y quitará el oprobio de su pueblo de sobre toda la tierra, porque YHVH
lo ha dicho” (Is.25:8, BTX).
Según el profeta Oseas, el destructor será destruido: “De la mano del Seol los redimiré, los libraré de la muerte. Oh muerte,
yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, oh Seol” (Os.13:14). Habiendo
destruido a los enemigos de la humanidad, el aguijón de la muerte será extraído
y el Seol sufrirá una derrota eterna (v:55). Debo decir que el Señor obtendrá
la victoria, tanto si lo podemos concebir como si no. Lo hará y, por eso, para
nuestro bienestar espiritual, debemos captarlo en la plenitud de la fe.
Pablo citó a David (Salmo 32:2) en Romanos 4:8: “Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado”. La
cruz ha tratado perfecta y completamente el asunto del pecado, por lo cual, el
pecado ya no tiene aguijón. La muerte ya sólo es la puerta al cielo para el
alma, mientras el cuerpo espera descansando la resurrección (v:56). Pasamos de
gracia a gracia, libres de la condena de la ley, debido a que el buen placer de
Dios se extendió a nosotros. Es puramente una obra del Señor Jesucristo (v:57).
¡Gracias a Él por la victoria por medio del evangelio! Dice el himno, Roca
de la eternidad:
Del pecado no podré, justificación lograr;
Sólo en Ti teniendo fe, salvación podré gozar.
Pablo se dirige a ellos con amor, porque, después de haberles enseñado,
quiere que estas verdades queden firmemente establecidas en sus vidas, y que éstas
sean caracterizadas por la constancia (v:58). Por esta misma razón, quiero
decirte que no permitas que el enemigo te influencie y estremezca tu posición
segura en Cristo. Conoce los propósitos de Dios, desde Génesis hasta
Apocalipsis, y encuentra tu llamamiento en ellos. Es imposible que fallen. “Sabemos que a los que aman a Dios, todas
las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Ro.8:28).
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