1 Corintios 13
Capítulo 13
Para poder adentrarnos de manera apropiada en este capítulo, tenemos que traer
al pensamiento el último versículo del capítulo 12 (LBLA): “Desead ardientemente los mejores dones. Y aun yo os muestro un camino
más excelente”. Después de lo
que vamos a estudiar en este capítulo, acerca del amor, Pablo empezará el
capítulo 14, diciendo (LBLA): “Procurad
alcanzar el amor; pero también ardientemente los dones espirituales, sobre todo que profeticéis” (dones no está en el griego original).
Tenemos que tomar en cuenta estas palabras como una conclusión, ya que nos hace
saber que todavía está animando al uso de los dones, aunque insiste en que estos
sean motivados por el amor.
Todos los dones del Espíritu son deseables y no debemos despreciar ninguno.
Pablo, ciertamente, no los menospreció, de hecho, notarás que el verbo desead en 12:1 y procurad en 14:1, es imperativo. Pablo manda, pues, a los
cristianos, desearlos y procurarlos, dándolos su lugar en las Sagradas
Escrituras. Deja claro a qué conclusión debemos llegar, y es que debemos
practicar los dones espirituales en el amor de Dios. Adam Clarke comenta: “No hay nada bueno, nada por lo cual
alcancemos la salvación, a menos que sea hecho en el poder de Dios, comunicado
por medio de Cristo Jesús, con la santidad de corazón, producido por Su
Espíritu”.
Los dones son deseables y, Matthew Henry, comenta que Dios los ha dado
generosamente: “Observa la abundante variedad
de dones y ministerios. ¡Son múltiples! Un Dios bueno, se los repartió
libremente a la iglesia primitiva; no fue nada tacaño en proveer Sus beneficios
y favores. No, sino que, ricamente, se los entregó a ellos. No les faltó nada,
sino que llenó, como si fuera “una despensa”, de todo lo necesario, e incluso,
más de lo necesario, lo que era conveniente para ellos también”.
Pablo nos aconseja desear ardientemente
los mejores dones y, los mejores dones, según lo que implica el
griego, son los dones más poderosos o
los dones mayores. No quiero
adelantarme, pero, para ilustrar lo que está enseñando el apóstol en el capítulo
14:1, dice que la profecía es mayor, es decir, más deseable y más útil que las
lenguas, al menos, si las lenguas no van acompañadas con el don de
interpretación. Concluimos que la profecía es uno de los dones mayores y más
deseables. Pablo indica lo mismo en 14:39: “Procurad profetizar, y no impidáis el hablar lenguas”. Quisiera transmitir, tanto como me sea posible, que el amor
no reemplaza a los dones espirituales, sino que el amor tiene que manifestarse
en los dones, para que sean para el máximo provecho de la iglesia.
Antes de seguir adelante, quisiera citar otra vez a Matthew Henry al
considerar este camino más excelente: “Pablo
termina el capítulo (12) con un
consejo… dándoles la idea de un camino más excelente, precisamente, el del
amor, el amor mutuo y la buena voluntad. Esta era su manera de tranquilizarles
y establecerles, para que sus dones fueran para provecho y edificación de la
iglesia. Él quisiera que fueran más amables unos con los otros, preocupados
unos por los otros, calmando sus espíritus, poniendo fin a sus pequeños
resentimientos y competencias, sus argumentos sobre preeminencia. Para el
apóstol, los más importantes eran los que tenían más amor cristiano. Observa:
El amor verdadero es mucho más preferible que los dones más gloriosos. Tener el
corazón brillando con el amor mutuo es mucho mejor que fulminar con los más
prestigiosos títulos, oficios o poderes”.
Ante esta proposición debemos estar muy de acuerdo.
El camino del amor
1.
Si yo hablase lenguas
humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o
címbalo que retiñe.
2.
Y si tuviese profecía, y
entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal
manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.
3.
Y si repartiese todos mis
bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser
quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.
Los temas controversiales en Corinto tenían que ver con sus preferencias
entre los líderes y maestros, comidas ofrecidas a los ídolos, su manera de
portarse frente a la Mesa del Señor y, probablemente, otros asuntos que no
menciono. Pablo ha estado enfrentando este problema en toda la carta y, ahora,
trata sus actitudes sobre los dones espirituales. Para él, es de suma
importancia. La fuente de su preocupación fluye del corazón perfecto y
entristecido del Espíritu Santo que mora en él.
Pablo, al principio de la carta, dijo a los corintios: “Nada os falta en ningún don”
(1:7), indicando que poseen todos los dones y, por eso, su problema no tenía
que ver solamente con el don de lenguas, como algunos maestros de la Biblia dan
a entender. El tema de ser motivado por el amor valdrá para toda la serie de
dones espirituales. Aquí hay una paradoja, en el sentido que, mientras ellos están
dotados con lo que el griego nombra espirituales,
sin embargo, ellos mismos son carnales (3:1-4). ¡Imagínalo! Los dones
celestiales están causando una envidia carnal y un arrogante sentir de
superioridad entre los miembros de esta iglesia.
No hay duda de que este es un argumento que Pablo pone delante de nosotros,
pero la manera en la que lo hace, comprueba la autoría e inspiración del
Espíritu Santo. Él dirige al apóstol a componer un hermoso verso de amor, digno
de ponerse sobre una partitura musical. Precisamente, algunos lo han hecho,
incluso la amada compositora, Fanny Crosby, que extrajo del versículo 12: “Y cara a cara le veré, y el nuevo canto
entonaré”. Sus palabras nos son aún
más conmovedoras al saber que la señora Crosby era ciega.
Reconozco bien mi incapacidad frente a estos 13
versículos. A medida que nos acercamos a estos pasajes tan majestuosos, no he
podido evitar un sentir de temor y aprensión, pero, ya que estamos aquí, reconozco
que quisiera ser un escritor mucho mejor de lo que soy y, más importante
todavía, quisiera poseer una más profunda percepción, en general, de los vastos
tesoros de la verdad celestial. Espero que tal confesión traiga una mayor
seriedad y expectación al explorar juntos estos versículos. Tenemos que hacerlo
con suplicas y ruegos al Señor, confiando que nos aumente nuestro aprecio por
este capítulo tan extraordinario. Deseo que alcancemos y tomemos algo de lo que
Pablo anhelaba para los efesios: “De
conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis
llenos de toda la plenitud de Dios” (Ef.3:19).
El lingüista más dotado no podrá producir más que
ruido, si no habla con amor; no importa si posee la elocuencia de los ángeles
ni el dominio que tenga de múltiples lenguas. El metal que resuena y el címbalo
que retiñe producen sonidos sin significado, hermosura o melodía. La
comunicación es una poderosa herramienta para la evangelización y también para
la edificación de la iglesia, pero la más alta forma de comunicación no será
más que un estrépito, sin el amor. Existe una necesidad vital del amor de Dios,
como una fuerza inaudible, tras todo lo que podamos decir.
Tenemos que entender que Pablo no está llamándonos
a cultivar y pulir lo que es solamente una cualidad humana. Al enseñar, nunca
me canso de decir que no necesitamos lo mejor de las capacidades humanas para
llevar la luz del evangelio al mundo. Si lo meditas cuidadosamente, podrás
sentir la pasión de Cristo al interceder por nosotros delante del Padre: “Para que el amor con que me has amado,
esté en ellos, y yo en ellos” (Jn.17:26). Testificar de Cristo significa
que el atributo del amor de Dios tiene que ser experimentado mientras Cristo lo
manifiesta por medio de nosotros al mundo. Él expresó lo mismo a Sus discípulos
en Juan 15:9: “Como el Padre me ha
amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor”. Contempla
esta frase de Juan en su primera epístola: “En
esto consiste el amor (verdadero, de Dios): no en que nosotros hayamos amado a Dios (porque esto sería amor
humano), sino en que él nos amó a
nosotros (con el amor divino y eterno)”
(1 Jn.4:10).
En el versículo 2, Pablo ilustra la tragedia que supone la falta del amor de Dios, hablando de la destrucción de dones maravillosos y poderosos. Cuando el amor no está presente, el entendimiento es anulado y la maravilla de trasladar montes pierde su asombro. El amor de Dios está mucho más por encima que el don de profecía, el entendimiento de misterios y la posesión de una gran fe. La ausencia del amor de Dios reduce todas estas cosas a la nada y, la persona que profetiza, entiende y hace maravillas por la fe, es inútil si no posee este amor.
Toda la obra humanitaria y hechos de caridad no tienen provecho sin el amor de Dios. Vemos organizaciones que no son cristianas, empleando a gente inconversa que trabaja sin cesar para ayudar al prójimo. La
compasión y preocupación humanas pueden llegar hasta el punto de que uno se
despoje de sus posesiones, e incluso, sacrifique su propia vida. Un soldado, en
el campo de batalla, puede llegar a dar su vida para salvar a sus compañeros
sin el apoyo de Dios. Quizás nos cueste creer que el amor, meramente humano, pueda
llevar a una persona a tal extremo, pero es lo que Pablo enseña y lo que el
Espíritu Santo, inspirando a Pablo, sabe que es la verdad. Sin embargo, si el
amor de Dios no es la fuerza que motiva estos hechos, el apóstol nos dice que no
hay ningún provecho en ellos (v:3).
Las características del amor
4.
El amor es sufrido, es
benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece;
5.
no hace nada indebido, no
busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor;
6.
no se goza de la injusticia,
mas se goza de la verdad.
7.
Todo lo sufre, todo lo cree,
todo lo espera, todo lo soporta.
En el versículo 4, empezamos a considerar los atributos del amor, y veremos
en ellos lo que es contrario a la carnalidad. Uno podrá ser carnal predicando y
enseñando, profetizando y moviéndose en los dones espirituales, e incluso,
desarrollando la obra humanitaria, pero no podrá ser carnal en el amor de Dios.
El amor de Dios está absolutamente falto de egoísmo. La persona que actúa movida
por el amor verdadero, no piensa en sí misma, ni considera su propio bienestar.
El amor es sufrido. Sufre los insultos, el abuso, el ataque y la
persecución, en todas sus diferentes formas, ya sean físicas, verbales, o atentando
contra la reputación o el carácter. El amor es benigno. Hay muchos atributos
que acompañan al amor, como la benignidad. Probablemente hayamos conocido a
cristianos verdaderamente benignos. Personalmente, puedo reconocerlo en quien
lo manifiesta, pero me es difícil definirlo o describirlo. Aunque nunca
encuentre las palabras adecuadas para expresar lo que es la benignidad, sí
quiero saber más acerca de poseer una actitud benigna hacia el prójimo. Quiero
sentir su dolor y anhelar lo que es mejor para él. Deseo intentar ayudarle a
ponerse en pie, a quitar su sufrimiento, especialmente el dolor interior, la
tristeza y la desesperación, causados por las circunstancias que ha
experimentado.
El amor no es envidioso. Se alegra del éxito de otro. Se regocija cuando él
avanza y es recompensado, debido a que tiene más talento, habilidad e
inteligencia. Al estudiar el carácter del rey Saúl en el libro de 1 Samuel, uno
puede hacerse una buena idea de lo que significa tener grandes capacidades sin
tener amor. Incluso a veces, él manifestó el don de profecía, pero fíjate cómo
reaccionó cuando el pueblo elogió a David: “Se
enojó Saúl en gran manera… y dijo: A David dieron diez miles, y a mí miles” (1
S.18:8). Fue envidioso hasta el punto de querer matarle.
Sin embargo, el que tiene amor no se hace pasar por un gran triunfador o
persona exitosa; no se envanece. La palabra griega indica inflarse. Al considerar esta palabra pienso en la levadura… el pan
que es leudado. La levadura hace que la masa se expanda más allá de su
verdadera sustancia. Indica la arrogancia, especialmente, pero también la
hipocresía y la falsedad. La enseñanza falsa no procede de la ignorancia, sino como
resultado de una inconformidad orgullosa contra la verdad bíblica. Debemos
reconocer esta verdad al tratar con los que tienen doctrinas falsas.
Pablo ya dijo a los corintios en 8:2: “Si
alguno se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo”. El orgullo forma una opinión exagerada
de la propia sabiduría. La Biblia la llama levadura.
Cerca del fin de su carta a los gálatas (6:3), Pablo declara: “Porque el que se cree ser algo, no siendo
nada, a sí mismo se engaña”. Otra
vez, en este caso, la levadura espiritual ha hecho a esta persona tener una
opinión exaltada de si mismo. El amor de Dios no exalta, ni adula a los seres
humanos.
Hacer lo indebido demuestra falta de amor. Algunas características sinónimas
de indebido son descortés, áspero, maleducado, vulgar, insultante, ofensivo, insensible
e ignorar la urbanidad. Éstas no son características del amor de Dios. No
justifiques esta maldad como una sencilla falta de carácter, diciendo: “Es como
soy, o, es como él o ella es”. Algunos se atreven a decir que así les hizo
Dios. El amor de Dios no es así, sino que trata a todos con consideración, con
cuidado de no herir o dañar a alguien si no es necesario.
Ya he dicho que el amor no es egoísta y no toma en cuenta su propio
bienestar. David conoció este principio: “¿Quién
habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo?... El que, aun jurando en daño suyo, no por eso cambia”
(Sal.15:1,4). Él vio esta hermosa
característica en su mejor amigo, Jonatán. Jonatán y David juraron, haciendo un
pacto de lealtad uno con el otro. Por ser el hijo del rey, Jonatán era el
sucesor al trono de Israel, pero deseó más que su amado amigo lo tomara, obteniendo,
por su parte, una posición más humilde: “Tú
reinarás sobre Israel, y yo seré segundo después de ti” (1 S.23:17). Su padre,
Saúl, lo consideró como una debilidad en Jonatán: “¿Acaso no sé yo que prefieres al hijo de Isaí, para tu propia
vergüenza…? Pues mientras viva sobre la tierra el hijo de Isaí, ni tú ni tu
reino serán establecidos” (1 S.20:30,31, LBLA).
Te darás cuenta del nivel tan alto que ocupa el amor, al meditar sobre las
dos siguientes cualidades: “No se
irrita, no guarda rencor” (v:5). No es posible alcanzar este nivel hasta
que el amor de Dios domine la personalidad. El amor no puede irritarse hasta el
punto de que, el que posee el amor, piense mal en contra de quien le ha
irritado. Pablo enseñó a los romanos: “Bendecid
a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis” (Ro.12:14). El apóstol no
enseña nada más que lo que Cristo esperó de Sus discípulos: “Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que
os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan
y os persiguen” (Mt.5:44). Para nosotros es imposible pensar que el ser
humano pueda cumplir con este mandamiento. Y así es, porque el amor de Dios es
milagroso y nos lleva más allá de nuestras posibilidades.
Las siguientes dos características son especialmente importantes en estos
días de tolerancia permisiva. La primera: El amor no se goza de la injusticia;
al contrario, el amor aborrece el
pecado. Es una paradoja, pero es cierto que el amor puede odiar. En el amor de Dios, el discípulo, para poder amar la
justicia, tiene que aborrecer la injusticia. No digas que estás tratando a otro
con el amor de Dios, si te comprometes con su pecado. El amor de Dios nunca está
cómodo donde existe el pecado. Jesús pudo comer con pecadores, pero nunca se
comprometió con su pecado. Él siempre anduvo triunfante, por encima de lo que
le rodeaba, demandando el arrepentimiento de los pecadores. Observa lo que dijo
cuando comió con los publicanos: “No he
venido a llamar a justos, sino a pecadores, al
arrepentimiento” (Mt.9:13).
La segunda: El amor se goza de la verdad. El amor de Dios no puede ser
feliz cuando la verdad no triunfa. Al contrario, el amor se sujeta a la verdad
y no se manifestará a la persona que insiste en creer la mentira. Dios ama la
verdad más que a la gente. Permíteme citar un versículo que menciono a menudo,
porque muchas personas no están dispuestas a aceptar que Dios pueda actuar de
esta manera: “Dios les envía un poder
engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que
no creyeron a la verdad, sino que se
complacieron en la injusticia” (2 Tes.2:11-12). Jesús dijo: “Yo soy la verdad”, y la persona que le
ama, forzosamente, tiene que amar la verdad (v:6).
El versículo 4 declara que el amor es sufrido
y, el 7, dice que todo lo sufre. Parece
ser la misma característica, pero el griego es diferente. En el versículo 4, la
palabra tiene que ver, más bien, con sufrir
con paciencia y, en este versículo 7, significa llevar el sufrimiento. El amor puede llevar lo que es muy pesado;
de hecho, puede llevarlo todo. El
amor se une con la fe, creyéndolo todo, y se une con la esperanza, esperándolo
todo. Todo lo cree: Pero no quiere decir, en ninguna manera, que el amor es
crédulo, ingenuo e inocente, fácil de engañar. No, significa que el amor
triunfa sobre la inteligencia o el conocimiento mental. No necesita pruebas
científicas para creer lo que Dios dice.
Entonces, la esperanza bíblica no es un “espero que sí”. Es una “segura y firme ancla del alma…” (He.6:19)
que no puede fallar ni ser movida. El amor soporta todo; significa que permanece. Aguanta más que la
oposición. Sigue amando, aun cuando es rechazado e ignorado. Esto es
ciertamente lo que hemos aprendido del carácter de Cristo, quien amó a sus
enemigos, “sufrió la cruz,
menospreciando el oprobio…” (He.12:2). Amigo, estamos saboreando lo que es
sublime y celestial. ¡Que Dios nos de la gracia para que nuestras almas puedan
digerirlo (v:7)!
El amor es perfecto y eterno
8.
El amor nunca deja de ser;
pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará.
9.
Porque en parte conocemos, y
en parte profetizamos;
10. mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte
se acabará.
11. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño,
juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño.
12. Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos
cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.
13. Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos
tres; pero el mayor de ellos es el amor.
Si el amor soporta todo, es porque Dios está en el amor del que escribe el apóstol,
y Él lo llevará hasta la eternidad en victoria. Para no ocupar mucho tiempo y lugar,
aunque me gustaría, no me atrevo a meterme profundamente en el tema que el
escritor de Hebreos enseña en el capítulo 7. Solamente mencionaré el principio
espiritual que él expone: Solamente lo
que es permanente y eterno, es verdadero. Dios es eterno y habita la
eternidad; el amor también es eterno, porque “Dios es amor” (1 Jn.4:8). Sin embargo, el don de la profecía no es
eterno, como tampoco los son los dones de lenguas y ciencia (v:8).
El amor también es perfecto, pero la profecía, las lenguas y la ciencia, no
lo son. Ya lo hemos estudiado, y lo volveremos a estudiar más en el capítulo
14, donde también veremos que los dones espirituales pueden ser utilizados
erróneamente. Pablo nos dice que se practican en parte y, si son en parte,
entonces no son perfectos, ni eternos. Vivimos en un tiempo imperfecto, donde nosotros
mismos, la iglesia y nuestro entendimiento, son imperfectos. Es un hecho obvio
que nadie puede negar (v:9).
Nunca, durante todas las edades de la iglesia, hallaremos a un cristiano
perfecto ni una iglesia perfecta. No hallaremos a quien entienda todo lo que es
posible entender. Nadie entiende perfectamente la Biblia, lo que destruye la
idea de que “yo y mi Biblia somos suficientes”. Esto no es cierto, porque
nuestra ciencia es imperfecta y, durante los años que vivamos sobre esta
tierra, seguirá siéndolo. Necesitamos ayuda, la enseñanza de otras personas que
entienden cosas que nosotros no entendemos. Para ayudarnos a entender la
Biblia, necesitamos también libros, escritos por personas, a las cuales no
podemos escuchar directamente, por estar lejos o haber muerto.
Lo que es en parte es imperfecto
y temporal, y terminará (v:10). En la introducción a los capítulos del 12 al
14, cité una buena porción del Dr. Martyn Lloyd-Jones. Posiblemente quieras
volver a revisar sus comentarios sobre los versículos 9-12. Después, te
recordaré un poco de la esencia de su punto de vista. Estoy totalmente de
acuerdo con él, y pienso que es la opinión de la mayoría de los cristianos a
través de la historia. Antes, en mis comentarios sobre este capítulo, también me
referí brevemente a una composición musical de Fanny Crosby, y ahora presentaré la letra y la música:
Ella dijo una vez: “Cuando llegue al
cielo, la primera cara que alegrará mi vista, será la de mi Salvador”. Fanny
Crosby entendió que lo perfecto y el
veremos cara a cara, se
refería al tiempo cuando, en la muerte, Cristo lleve a Su hijo a la gloria
con Él. Por supuesto, también acontecerá cuando Él regrese a por Su iglesia en
el arrebatamiento. Es la manera más razonable de entender lo que Pablo escribe
en estos versículos. Es lo que Juan enseña en 1 Juan 3:2: “Sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque
le veremos tal como él es”. Pablo
hace referencia a la misma verdad en el versículo 12: “Entonces conoceré como fui conocido”.
Siempre estoy desconfiado de cosas, las cuales se han tenido que aprender de otros seres humanos. Quiero decir que oigo
enseñanza no apoyada por la Escritura en general. Es tan oscura que el cuerpo
de cristianos, en su propio estudio, nunca llegaría a interpretar lo que tal
enseñanza propone. Este tipo de enseñanza solamente se sostiene por una cadena
de personas que pasan sus ideas de uno a otro. Por ejemplo, mucho he dicho a los
miembros de una secta: “Alguien tenía que enseñarte estas doctrinas raras que
tú crees, porque jamás las hubieras aprendido, en privado, por tu propio
estudio”.
Veo que es así en cuanto a una enseñanza popular sobre esta porción de la
Escritura, desde el versículo 9 hasta el 12. La doctrina tiene que ver con
completar el canon del Nuevo Testamento, aunque no hay nada en el capítulo que
nos de alguna pista de que Pablo se está refiriendo a ello. No nos dice nada
acerca de que lo que es perfecto tiene
que ver con completar las Escrituras, ni que veremos cara a cara esté relacionado con tener escrito, finalmente, el
libro de Apocalipsis. El Espíritu Santo jamás te enseñará tal cosa mientras tú esperas
de rodillas Su iluminación. Algún ser humano tuvo que enseñártelo.
Lloyd-Jones demuestra un poco de sarcasmo al contradecir esta doctrina, y
lo llama “tonterías”, … y las
tonterías merecen un poco de sarcasmo. Lloyd-Jones continuó resaltando que
Pablo, quien escribió al menos 13 epístolas del Nuevo Testamento, se incluyó a
sí mismo al decir: “Ahora conozco en
parte; pero entonces conoceré como fui conocido”. Por supuesto, Pablo no
vivió hasta que el Nuevo Testamento fue completado por Juan. ¿Debemos concluir
que él nunca pudo entender más que un niño, y que nosotros, que tenemos todo el
canon, entendemos como adultos? ¿Solamente conoció Pablo en parte, y con él, todos
los que murieron antes de que se completaran las Escrituras, mientras que
nosotros y todos los que tenemos toda la Biblia, conocemos como somos
conocidos?
Bueno, es verdad que Pablo conoció en parte, hasta que él fue a estar con
el Señor, “lo cual es muchísimo mejor”, escribió él (Fil.1:23). Lo que sería
ridículo pensar, es que la perfección, de la que habla en el versículo 10, se
hizo realidad al completarse el canon. ¿Es ahora el cristianismo superior a lo
que era en el tiempo de Pablo? La respuesta correcta, es “no”, como tampoco es
correcto decir que el don de la profecía, el de lenguas y la palabra de ciencia,
hayan desaparecido. El hecho de tener todo el canon completo, no significa que
ya no sean necesarios y que solamente permanecen la fe, la esperanza y el amor.
Lo que si es verdad es que los que vivieron después del tiempo en el que
fue escrito el libro de Apocalipsis, tanto ellos como nosotros, conocemos en
parte, igual que Pablo y los que murieron antes que él. Ellos y nosotros, igual
que Pablo, hablamos, entendemos y pensamos de una manera imperfecta. Es así
porque lo que estamos estudiando no tiene nada que ver con el canon, sino con
el tiempo antes y después de que Cristo vuelva a por Su iglesia. Martyn
Lloyd-Jones dijo: “El “ahora” y el “entonces” de 1 Corintios
13:12, no marca el tiempo “antes” y “después” de que el canon fuera completado.
El “entonces” es la gloria eterna. Sólo, llegado ese momento, conoceré como fui
conocido, porque entonces “le veremos
tal como él es” (1 Jn.3:2). Le veré
directamente, “cara a cara”. Hasta entonces, la profecía, las lenguas y
el conocimiento, dones sobrenaturales, quedan con nosotros. En la introducción
a los capítulos 12-14, cité a Martyn Lloyd-Jones, quien insistió: “Las Escrituras jamás dicen, en ninguna
parte, que estas cosas (cosas milagrosas) fueran sólo provisionales. ¡Jamás! No existe tal afirmación en lugar
alguno.” John Wesley también afirmó: “No
recuerdo ninguna Escritura donde se nos enseñe que los milagros debían
confinarse a la edad apostólica o a cualquier otro periodo de tiempo”.
Finalmente, en el versículo 13, Pablo
escribió acerca de tres cosas que permanecerán después de que los dones del
Espíritu ya no sean necesarios; es decir, la fe, la esperanza y el amor. El
amor es superior a la fe y a la esperanza, pero la fe y la esperanza permanecerán
con el amor. La esperanza es nuestra seguridad; no es un “espero que sí”. Es
una seguridad total y perfecta, y permanecerá por toda la eternidad. Por ello, no
podrá entrar nada en el cielo que dañe nuestra seguridad. Hebreos 6:19 nos la
define bien: “La (esperanza) cual
tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del
velo”. La esperanza es un ancla segura y firme. ¿Dónde está? Está en el
Lugar Santísimo, en el mismo sitio del trono de Dios. Estará allí por toda la
eternidad, asegurando para siempre nuestra posición delante de Él.
Pienso que algunos tienen una visión
incompleta de la fe. La ven como algo que nos lleva por este mundo hasta que
Cristo vuelva a por nosotros. Piensan que, hasta entonces, la fe ve lo que es
invisible y, cuando Cristo aparezca visiblemente, ya no será necesaria. No, aun
después de que lo invisible se haga visible, la fe continuará funcionando. A.
B. Simpson creyó y enseñó que Dios creó el mundo por la fe, y la fe invisible
creó todo lo que es visible. Por la fe, Jesús obró Sus milagros. Como
creyentes, nosotros entramos en Su fe, como dijo Pablo: “Vivo en la fe del Hijo de
Dios” (Gál.2:20) y la traducción correcta de Marcos 11:22 es: “Tened la fe de Dios”.
La palabra fe, tan abundante en
el Nuevo Testamento, solamente se halla dos veces en el Antiguo. Sin embargo, en
Hebreos 11, nos enseña que todos los santos del Antiguo Testamento andaban por la fe. Un sinónimo para la fe es confianza, y esta es la palabra que sí
se encuentra muchas veces en el Antiguo Testamento. La fe es confianza, confianza
en la persona de Cristo y confianza en
Su obra de salvación. Tener fe en el
sacrificio del Calvario es confiar solamente
en esa obra. Tener fe en Dios es confiar en Él. Y esto es lo que haremos
por toda la eternidad. Por eso, la fe, la esperanza y el amor permanecen para
siempre … pero el mayor de ellos, es el amor.
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