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Lowell Brueckner

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La parábola del alfarero

  


Capítulo 18

 La parábola 

     1. Palabra de Jehová que vino a Jeremías, diciendo: 

2.  Levántate y vete a casa del alfarero, y allí te haré oír mis palabras. 

      3. Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda.

      4. Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla. 

 Esta alegoría del alfarero y el barro es muy relatada y comentada por los maestros y predicadores de la Biblia. Ahora la tenemos delante nuestro para que la contemplemos e intentemos aprender de ella.

 El versículo 1 nos dice que el Señor es la fuente de esta lección, y el Espíritu Santo nos ilustra el principio divino, escribiendo con pluma de vidas humanas en sus ocupaciones cotidianas (lee 2 Co.3:3). Él insta a Jeremías para que vaya a casa del alfarero para observar su trabajo y, por medio de ello, escuchar la palabra del Señor. Entonces Jeremías toma su pluma y lo escribe, primeramente, para el beneficio de su pueblo. Después, el Señor se ocupará de que Su palabra llegue a todo ser humano por medio de la Biblia (v.2). Te animo a hacer una pausa para pensar en la pérdida y las consecuencias que hubieran supuesto para el mundo, si el profeta hubiera sido infiel.

 El siervo del Señor obedece fielmente; los oídos de su corazón están abiertos para escuchar la instrucción vital, para que todas las generaciones futuras pudieran beneficiarse. El hebreo de aquel día podía entender fácilmente esta escena ya que, comúnmente, era una práctica en todo Judá. Él encuentra al alfarero ocupado en su trabajo con la rueda (v.3). Isaías, en su libro, ya proveyó algo de trasfondo a la ilustración, y Dios sigue enseñando soberanamente en varios de sus pasajes.

Isaías (64:8) establece el hecho básico de que Dios, el Creador, es como el alfarero, y nosotros, seres creados, somos como el barro: “Ahora pues, Jehová, tú eres nuestro padre; nosotros barro, y tú el que nos formaste; así que obra de tus manos somos todos nosotros”. También expuso que la mentalidad del hombre, de manera ridícula, ha invertido la verdad, dándose a sí mismo el honor que le pertenece al Creador: “Vuestra perversidad ciertamente será reputada como el barro del alfarero. ¿Acaso la obra dirá de su hacedor: ¿No me hizo? ¿Dirá la vasija de aquel que la ha formado: ¿No entendió?” Isaías 29:16. Sería tan absurdo como si una vasija dijera: ‘El alfarero nunca me ha hecho’, o como si una pieza de alfarería culpara al hacedor por su obra. Pero tales argumentos son muy semejantes a los que la gente ofrece en nuestros días, negando al Creador o criticando Su sabiduría.

 En el versículo 4, vemos una regla básica para aplicar a las parábolas: No debemos interpretar cada detalle, sino solamente extraer la lección principal que nos enseña. Por ejemplo aquí, solo tenemos que considerar el hecho de que la vasija se echó a perder y el alfarero la reformó según su placer. Es totalmente contra el propósito del texto concluir con que la imperfección fue causada por el alfarero. La causa fue el mismo material.

 

La interpretación

 5.     Entonces vino a mí palabra de Jehová, diciendo:

6.     ¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? dice Jehová. He aquí que, como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel. 

7.     En un instante hablaré contra pueblos y contra reinos, para arrancar, y derribar, y destruir. 

8.     Pero si esos pueblos se convirtieren de su maldad contra la cual hablé, yo me arrepentiré del mal que había pensado hacerles,

9.     y en un instante hablaré de la gente y del reino, para edificar y para plantar. 

10.  Pero si hiciere lo malo delante de mis ojos, no oyendo mi voz, me arrepentiré del bien que había determinado hacerle. 

 Dios continúa dando la interpretación a Su siervo, Jeremías, de manera semejante a Jesús con las parábolas. Este es su significado: El barro es Israel, como nación, con la que, su Creador, como Alfarero, tiene el derecho absoluto de hacer lo que le place (v.6). Le ha anunciado cuál es su destino, que es ser arrancado, derribado y destruido (v.7). Es una sentencia justa y literal contra gente degenerada.

El Señor continúa, en el versículo 8, ofreciendo esperanza si hay arrepentimiento… “se convierten de su maldad”. Lo que Dios requiere del hombre para que pueda obtener la reconciliación y la restauración es el arrepentimiento, y nada menos. No hay ninguna excepción para esta condición, ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento. De parte de Dios no hay culpa alguna; es el hombre quien se ha apartado de Él, y tiene que ser cambiado para poder restaurar la relación. Dios no cambia y no tiene por qué hacerlo. 

 Las palabras, se convierten de su maldad”, son la condición para cualquier nación, y las palabras, yo me arrepentiré del mal”, es la respuesta de Dios. Lo que Él ha pensado se va a ejecutar en hechos, porque Sus pensamientos son justos y correctos. El pecador ya está bajo la condenación: “Él que no cree, ya ha sido condenado” (Jn.3:18). Dios ha hablado y Su ley demanda una condena. Sin embargo, hasta el día de hoy, hay un lugar provisto por el Dios de Israel para el perdón y la gracia.

 Por otro lado, el Señor declara Su propósito de plantar y edificar una nación, pero en el Nuevo Testamento, el propósito del Señor es plantar y edificar una iglesia (v.9). La desobediencia anula la oportunidad para cualquier persona o pueblo de involucrarse en Su plan (v.10). Bien, hasta aquí llega la parábola y el significado del alfarero y el barro.

 

Rindiéndose a la desesperación; abandonando el agua fría

 11.  Ahora, pues, habla luego a todo hombre de Judá y a los moradores de Jerusalén, diciendo: Así ha dicho Jehová: He aquí que yo dispongo mal contra vosotros, y trazo contra vosotros designios; conviértase ahora cada uno de su mal camino, y mejore sus caminos y sus obras. 

12.  Y dijeron: Es en vano; porque en pos de nuestros ídolos iremos, y haremos cada uno el pensamiento de nuestro malvado corazón. 

13.   Por tanto, así dijo Jehová: Preguntad ahora a las naciones, quién ha oído cosa semejante. Gran fealdad ha hecho la virgen de Israel. 

14.  ¿Faltará la nieve del Líbano de la piedra del campo? ¿Faltarán las aguas frías que corren de lejanas tierras? 

15.  Porque mi pueblo me ha olvidado, incensando a lo que es vanidad, y ha tropezado en sus caminos, en las sendas antiguas, para que camine por sendas y no por camino transitado, 

16.  para poner su tierra en desolación, objeto de burla perpetua; todo aquel que pasare por ella se asombrará, y meneará la cabeza. 

17.  Como viento solano los esparciré delante del enemigo; les mostraré las espaldas y no el rostro, en el día de su perdición. 

 Ha llegado el tiempo de que Jeremías predique la palabra del Señor a los ciudadanos de Su tierra, en Su nombre. Él declara, particularmente, la ley y la ejecución de la sentencia, ya concebida en los pensamientos de su Dios. El verbo que describe Su acción, en el versículo 11, traducido como disponer en español, es moldear en hebreo, que es la obra del alfarero (La RV60 traduce: “Yo dispongo mal contra vosotros”, mientras que la LBLA traduce: “Estoy preparando una calamidad contra vosotros”. El hebreo dice “moldear”, es decir, “Yo formo, o moldeo, mal contra vosotros). El plan divino, como resultado de sus pecados, conducirá al desastre.

 Sin embargo, el propósito del mensaje es avisar de Su justo plan contra ellos, que ya está llevándose a cabo, con el fin de dirigirlos al arrepentimiento. La palabra básica de Dios a todo ser humano continúa de la misma manera por toda la Biblia: “Arrepentíos y creed el evangelio” (Mc.1:15). Nos ha dado un escape y Su deseo es que todos se beneficien de ello. Pienso que este libro ha dejado claro que Sus intenciones están llenas de compasión y misericordia (v.11).

 El libro profético de Isaías, que los estudiantes de la Biblia a veces nombran como el evangelio de Isaías, expresa claramente lo mismo en el capítulo 55 (v:7): “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar”. El versículo nos revela a un Dios santo pero misericordioso, y el potencial que hay en Él para que un ser humano sea salvado de Su juicio.

 El versículo 12 nos da a entender que la causa de la resistencia del hombre al arrepentimiento es más que solamente un deseo de pecar. Otra causa es la desesperación; la tentación de perder la esperanza es una de las tácticas más astutas del diablo. El hombre tiene que arrepentirse, pero también tiene que confiar totalmente en la capacidad del Señor para llevar a cabo Su plan en él. En otras palabras, tiene que haber arrepentimiento, sí, pero también fe.

 Como el hombre no está dispuesto a abandonar sus propios caminos y a confiar solamente en el Señor, determina ser su propio amo; un camino destinado al desastre y a la ruina. Es exactamente lo que observamos por todos lados; a menudo oímos a los que aconsejan a los jóvenes cómo planear sus propias vidas. Muchas veces les dicen que deben seguir sus sueños. ¿Has oído que también los animan a seguir y obedecer a su corazón? Es, esencialmente, la misma dirección que tomó Judá. Jeremías, ya en el último capítulo, versículo 9, nos enseñó que “engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” Son los caminos del mundo y, porque confía en su corazón perverso, no confía en un Dios totalmente sabio. Le insultan severamente (v.12).

 El mundo gentil, prostituyéndose, no ha actuado tan insensatamente como la virgen de Israel. El mundo pagano se posiciona bajo sus dioses y les reverencia. De forma semejante, Jesús consideraba a las rameras y a los tramposos publicanos en mejor estado espiritual que el judío que “guardaba” la ley. Dijo: “De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios.” ¿Por qué? “Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron” (Mt. 21:31-32). Juan predicó el bautismo de arrepentimiento, pero ellos no se arrepintieron ni creyeron. Jeremías hizo una comparación entre el gentil y el judío: “Gran fealdad ha hecho la virgen de Israel” (v.13). Ella ha seguido su propio corazón.

 La comparación que sigue revela la separación que Israel hizo de su Dios. El nombre Líbano significa “montaña blanca”, y esa ‘piedra’ que estaba por encima de la llanura trajo aguas frías a su pueblo. La razón pregunta: ¿Pudo abandonar deliberadamente esta maravillosa fuente en busca de otra? Un pueblo sabio no abandonaría lo mejor para obtener algo peor. La respuesta es que tal cambio sería ridículo, pero no tanto como un pueblo que abandona a su Proveedor, Creador del cielo y la tierra, para seguir a un dios extraño, adorado por gente extranjera, cuyos ‘beneficios’ ni son conocidos en Israel (v.14).

 El Señor habla directamente de este pecado de infidelidad. Judá ha puesto al Dios Omnipotente, infinitamente digno, sin haber otro igual, fuera de sus pensamientos, y ha quemado incienso, adorando a ídolos totalmente indignos. Es una tendencia de la carne: ir buscando nuevos programas, métodos y enseñanzas, actualizando la iglesia y haciéndola compatible con el mundo. En vez de andar por los caminos, bien transitados por sus antepasados, se tambalean sobre sendas nuevas y desconocidas. Volvemos a Jeremías 6:16, donde el Señor nos introdujo al principio espiritual de tomar sendas antiguas: “Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma. Mas dijeron: No andaremos.” Os animo a volver a los comentarios sobre 6:16 y los versículos de alrededor. Aquí mismo, simplemente, repetiré la sencilla, pero concisa declaración de John Wesley: ¡La nueva doctrina es falsa doctrina! (v.15).

 La bendición sobre el pueblo de Dios será observada por los de afuera y darán le darán la gloria a Él. Pero ellos también verán el derramamiento de Su juicio sobre Su pueblo y le darán la gloria, porque será una vindicación de Su santidad infinita. Debido a los caminos que han elegido, atraen el juicio de Dios sobre ellos mismos, cuando Él deja su tierra desolada. Un abucheo, como expresión de asombro, también demostró desdén. Meneando la cabeza demostró burla o, quizás, pena (v.16).

 Como un viento violento, el juicio del Señor esparcirá al pueblo. Al mostrarle Su espalda, ellos tendrán que dar la espalda para huir. Su rostro no brillará sobre ellos y, por esa razón, no podrán enfrentar al enemigo en la batalla (v.17).

 

Llega un tiempo, demasiado tarde para un remedio

18.  Y dijeron: Venid y maquinemos contra Jeremías; porque la ley no faltará al sacerdote, ni el consejo al sabio, ni la palabra al profeta. Venid e hirámoslo de lengua, y no atendamos a ninguna de sus palabras. 

19.  Oh, Jehová, mira por mí, y oye la voz de los que contienden conmigo. 

20.  ¿Se da mal por bien, para que hayan cavado hoyo a mi alma? Acuérdate que me puse delante de ti para hablar bien por ellos, para apartar de ellos tu ira. 

21.  Por tanto, entrega sus hijos a hambre, dispérsalos por medio de la espada, y queden sus mujeres sin hijos, y viudas; y sus maridos sean puestos a muerte, y sus jóvenes heridos a espada en la guerra. 

22.  Óigase clamor de sus casas, cuando traigas sobre ellos ejército de repente; porque cavaron hoyo para prenderme, y a mis pies han escondido lazos. 

23.  Pero tú, oh Jehová, conoces todo su consejo contra mí para muerte; no perdones su maldad, ni borres su pecado de delante de tu rostro; y tropiecen delante de ti; haz así con ellos en el tiempo de tu enojo. 

 Los ciudadanos intentarán preservar sus tradiciones religiosas. Rehúsan escuchar a Jeremías y confiarán en los sacerdotes contemporáneos para ejercitar la ley; en los hombres sabios para dar consejos; y en los falsos profetas que intentan transmitir la palabra del Señor. Atacarán a Jeremías verbalmente, de forma pública y coordinada, y harán oídos sordos a su ministerio.

 La respuesta de Jeremías será orar al que le habla Su palabra, sabiendo que la batalla es demasiado fuerte para él, pero también seguro de que Dios defenderá Su propia palabra y propósitos. Este es el hecho sabio de los piadosos y lo que garantiza el éxito. Dios no puede fallar y la actividad principal de la iglesia tiene que ser, por medio de la oración, asegurar la intervención divina (v.19).

 La idea de cavar una fosa para su vida es mayormente un ataque espiritual (v.20). ¿Apoyará Dios un plan de devolver maldad a cambio de lo bueno? Nuestra oración tiene que estar de acuerdo con Sus caminos y tenemos que estar rogando por lo que es según Su voluntad. El ministerio de Jeremías es compasivo, motivado para el bienestar de su pueblo. Quiso verle responder positivamente para que la ira de Dios no fuera derramada contra ellos. Esto ha sido claramente manifestado en estos capítulos.

 Para poder entender la oración del versículo 21, primero tenemos que saber que el que lucha en oración no puede hacerlo por una venganza personal, ya que su primera obligación es amar a Dios y Sus propósitos. Ya tratamos este asunto anteriormente. Hay un tiempo en el que se acaba la paciencia divina; la copa de ira se ha llenado hasta el colmo, y no hay remedio sin experimentar el juicio.

 La petición es muy severa, aunque mucho menos de lo que sería apropiado en comparación con la ofensa cometida. Recuerda siempre que estamos tratando con una santidad infinita y que cualquier castigo es insuficiente para contrarrestar la ofensa (que es un crimen contra Dios). La petición de Jeremías consta de cinco partes: 1) Que la hambruna sea entregada a los niños. 2) Que la espada del enemigo vierta su sangre. 3) Que las esposas se queden viudas y sean despojadas de sus niños. 4) Que los hombres sean matados por el enemigo. 5) Que los hombres jóvenes, equipados para la batalla, sean destruidos en la guerra.

 También, según la oración de Jeremías, el enemigo entrará en las casas y un clamor de llanto será escuchado desde adentro. No habrá tiempo para escapar, porque el enemigo vendrá de repente. Jesús dará a Sus seguidores judíos tiempo para huir y salvar sus vidas, cuando un ejército invada Jerusalén: “Por tanto, cuando veáis la ABOMINACION DE LA DESOLACION, de que se habló por medio del profeta Daniel, colocada en el lugar santo (el que lea, que entienda), entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; el que esté en la azotea, no baje a sacar las cosas de su casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás a tomar su capa… porque habrá entonces una gran tribulación, tal como no ha acontecido desde el principio del mundo hasta ahora, ni acontecerá jamás” (Mt.24:15-18, 21). 

 Hemos estado estudiando la historia, pero el evento descrito es profético; tenemos que informarnos sobre él, tanto si somos judíos como si somos gentiles. Sin embargo, en la profecía y oración de Jeremías, que ya es historia, los que se opusieron a su mensaje recibieron su merecido. Lo mismo ha pasado durante la historia de la iglesia cuando Dios movió poderosamente para apoyar Su mensaje, Su ira cayó sobre muchos (v.22).

 Ha llegado el tiempo de que los judíos sean quitados de su Tierra Prometida, algo que ocurrirá drásticamente, pero este no es el fin de todo. Todavía nos falta la historia de Esdras, Nehemías y Ester, y un futuro en el que los profetas profetizaban. Los judíos volverán a su patria y se restablecerá Jerusalén.

 Jeremías sabe que el Señor conoce bien las amenazas que hay contra su vida y que lo toma en serio. Cuando la gente ataca a Sus siervos, la paciencia de Dios llega a su fin. El tiempo de Su misericordia para ellos ha terminado y el castigo es inminente. Ninguna de las herramientas de salvación se volverá a utilizar para ayudarles a escapar del Imperio Babilonio. Ya no hay expiación; la ira de Dios será derramada, morirán en sus pecados y serán destruidos. ¡Que este versículo nos haga meditar en un tiempo futuro en el que el evangelio ya no volverá a ser predicado y no habrá más oportunidades para arrepentirse; cuando el sacrificio de Cristo, tanto tiempo ignorado, no sea predicado más!

 Con llanto y duelo entonces

Los perdidos su cuenta darán;

Clamarán a las rocas ¡cubridnos!

Orarán, pero tarde será.


Soñé que el gran día del juicio

Llegó y sonó el clarín;

Soñé ver los pueblos reunidos,

Para oír de su suerte sin fin.

Del trono salió un gran ángel,

Y parado en tierra y mar

Juró con su diestra alzada

Que el tiempo ya no más será.


El rico llegó, más su oro

Se fue y se desvaneció.

Cual pobre paróse ante el Trono;

 De su deuda a Dios se acordó.

El grande también, más la muerte

Le había quitado su honor

Y el ángel abriendo los libros

No halló nada en su favor.



Vino el moralista al juicio. 

Más vana fue su pretensión;

 También los que a Cristo mataron

 Hicieron moral profesión.

 Y el alma que daba la excusa

 Hoy no, otro día mejor; Halló que por siglos eternos

Tendría que llorar su error.

 

 

 


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