Una vasija hecha pedazos
Jeremías 19
Uso de parábolas, para bien y para mal
1. Así dijo Jehová: Ve y compra una vasija de barro del alfarero, y lleva contigo de los ancianos del pueblo, y de los ancianos de los sacerdotes;
2. y saldrás al valle del hijo de Hinom, que está a la entrada de la puerta oriental, y proclamarás allí las palabras que yo te hablaré.
Dios utiliza las parábolas e ilustraciones que da a Jeremías como lecciones visuales para impresionar a Israel acerca de los juicios que Él les mandará, empezando en el capítulo 1 con una vara de almendro y una olla hirviendo. Continúa así capítulo tras capítulo, una ilustración tras otra, llegando al capítulo 18 con el alfarero. En este capítulo, Jeremías compra una vasija de barro y la rompe (v:10). Esta manera de formar mensajes con ilustraciones es muy común en el ministerio de los profetas y nos demuestra algo acerca de los métodos de enseñanza utilizados por el Señor.
Voy a tomar tiempo y espacio para ver un hecho muy importante, relacionado con las parábolas. Jesús contestó a una pregunta retorcida acerca de pagar tributo al Cesar, mostrando un denario y apuntando a la imagen. Dijo que como la imagen del Cesar estaba en el denario, el pueblo debía devolverle el impuesto a él. Por otro lado, la gente debe su vida a Dios, porque Su imagen está en ellos y han sido creados para Su placer: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gé.1:27).
El corazón de Israel se endureció de forma progresiva, generación tras generación, de modo que, al venir Cristo, había alcanzado la cumbre de sedición contra el Reino de Dios, provocándole a poner sobre el pueblo la culpabilidad acumulada durante todos los siglos: “¡Vosotros también llenad la medida de vuestros padres!... para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar. De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación” (Mt.23:32;35-36). Cayeron al más bajo nivel de rebelión posible, crucificando a su Mesías y auto pronunciando una terrible maldición, que continúa en vigor después de dos mil años: “Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos” (Mt.27:25).
Isaías profetizó que la verdad le sería encubierta a una generación endurecida: “Oíd bien, y no entendáis; ved, por cierto, mas no comprendáis. Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad” (Is.6:9-10).
Por eso Jesús dijo que las parábolas eran enseñadas al público en general como una maldición, ya que no cumplen con su propósito original, que debiera ser dar luz: “Acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas?... Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden. De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías” (Mt.13:10,13,14) y les citó el pasaje que tenemos en el último párrafo.
Sin embargo, Jesús terminó Sus parábolas con un ofrecimiento: “El que tiene oídos para oír, oiga” (Mt.13:9, 43). Claramente, no estaba hablando de oídos físicos, sino de la capacidad de escuchar con los oídos del corazón, por el Espíritu Santo. Los que tienen esta facultad, podrán recibir la Palabra de Dios y la fe nacerá en ellos: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Ro.10:17). A ellos, Jesús explicó Sus parábolas: “Cuando estuvo solo, los que estaban cerca de él con los doce le preguntaron sobre la parábola. Y les dijo: A vosotros os es dado saber el misterio del reino de Dios; mas a los que están fuera, por parábolas todas las cosas” (Mc.4:10-11).
En nuestro texto, Dios instruye a Jeremías a tomar una vasija de barro y llamar a los ancianos del pueblo, es decir, a los líderes de las tribus y a algunos de los sacerdotes veteranos (v.1). Ellos formaban lo que posteriormente fue llamado el Sanedrín, un cuerpo de 70 líderes, algunos del mundo secular y otros religiosos. Este liderazgo duró hasta el tiempo de Cristo y Sus discípulos. Así, de un modo visual, tenemos una audiencia escogida, a la cual debe hablar. Después tiene que llevarles al lugar apropiado para darles su mensaje. Este lugar se llama el valle del hijo de Hinom, que está cerca de la puerta llamada tiestos. La audiencia y el lugar son muy importantes. Para ilustrar la importancia que tenía el hecho de que Jeremías condujera a los ancianos al lugar correcto, vamos a ver un ejemplo del Nuevo Testamento: “Se fue de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde primero había estado bautizando Juan, y se quedó allí. Y muchos vinieron a Él y decían: Aunque Juan no hizo ninguna señal, sin embargo, todo lo que Juan dijo de este era verdad” (Jn.10:40-41). Puedes ver cómo Jesús condujo a los que habían seguido la predicación de Juan al lugar donde él había bautizado. Allí el pueblo refrescó su memoria sobre Juan Bautista, y pudo comparar su ministerio con el de Cristo.
El Valle de la Matanza
3. Dirás, pues: Oíd palabra de Jehová, oh reyes de Judá, y moradores de Jerusalén. Así dice Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: He aquí que yo traigo mal sobre este lugar, tal que a todo el que lo oyere, le retiñan los oídos.
4. Porque me dejaron, y enajenaron este lugar, y ofrecieron en él incienso a dioses ajenos, los cuales no habían conocido ellos, ni sus padres, ni los reyes de Judá; y llenaron este lugar de sangre de inocentes.
5. Y edificaron lugares altos a Baal, para quemar con fuego a sus hijos en holocaustos al mismo Baal; cosa que no les mandé, ni hablé, ni me vino al pensamiento.
6. Por tanto, he aquí vienen días, dice Jehová, que este lugar no se llamará más Tofet, ni valle del hijo de Hinom, sino Valle de la Matanza.
Gehena, sitio de los sacrificios de niños |
En el tiempo de Cristo, este valle fue llamado Gehena (o Ge-hinom). Por su despreciable historia y porque sirvió como vertedero, donde era quemada la basura continuamente, Jesús se refirió a este valle, usándolo como una ilustración para representar el lugar de juicio ardiente y eterno (Es la palabra hebrea, traducido infierno que Jesús usó en Mc.9:43, 45, 47). Jesús fue el Predicador original del infierno de fuego, que demostró cómo esta verdad tiene que ser ilustrada gráficamente, para que la consciencia humana quede marcada con una impresión profunda y duradera. Jesús advirtió solemnemente… si una mano, un pie, o un ojo nos lleva a pecar, “córtala, córtalo, o sácalo. Mejor te es entrar en la vida manco o cojo o con un ojo, que teniendo dos manos, pies o ojos, ser echado en el infierno, al fuego que no puede ser apagado, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga” (Mc.9:43-49).
Jesús recomendó estas medidas tan extremas para poder tratar con el pecado. Por supuesto, Él sabía que no valdría con amputar una mano, un pie o sacarnos un ojo, si el corazón del hombre sigue intacto; pero advirtió que sería mejor amputar estos miembros antes que ir al infierno, porque algunos, viendo lo horrible que es ir al infierno, llegarían al arrepentimiento. En verdad, por culpa de su pecado, algunos han llegado a perder alguna extremidad, e incluso un ojo. Pero el problema no consiste en el pie, la mano o el ojo, sino en el corazón del hombre y, por eso, continuará pecando con o sin la mano, el pie y el ojo. Dios utilizó la medida más extrema a través de la muerte de Su Hijo en la cruz, para tratar con el corazón humano; Jeremías ya nos dijo, en el capítulo 17, que es más engañoso que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Cualquier persona puede ir a la cruz para su liberación sin, necesariamente, perder ningún miembro de su cuerpo. Jesucristo también relató la verdadera historia de Lázaro, el pobre mendigo que murió como creyente; y un rico que fue al infierno (Lc.16:19-31) (mencionaré que sigue estando conscientemente atormentado, dos mil años después, mientras Lázaro sigue disfrutando de las bendiciones del Paraíso).
No fue solamente un profeta, sino Dios mismo en la carne, quien nos habló de un holocausto, un horror indecible, llamado en el Apocalipsis El Lago de Fuego. Cada siervo fiel tiene que predicar todo el consejo de Dios, incluidas las consecuencias espantosas del pecado. Negarse a hacerlo es una omisión cruel, y el que no lo hace acarrea una culpabilidad de una magnitud inimaginable. Pecadores atormentados maldecirán por toda la eternidad al predicador infiel que no les informó debidamente.
Jeremías está en el valle de Hinom como el portavoz del Señor, predicando la catástrofe que vendrá sobre los más nobles y pobres. Cuando se cumpla la profecía y las noticias sean oídas, seguirán zumbando en los oídos del oyente como, verdaderamente, la Palabra del Señor, imposible de ser silenciada. Tendrá un efecto permanente, como cuando un relámpago impacta sobre un cuerpo humano (v.3).
Jeremías les advierte del pecado de alterar los propósitos de Dios. En vez de que la nación de Israel sea el lugar en el que Su pueblo pueda tener un encuentro con el Señor, ha llegado a ser un lugar ajeno para Él, porque Su pueblo le ha abandonado. Ha insultado al Altísimo, acudiendo a otras fuentes para recibir apoyo. Acudieron a los dioses ajenos de otras naciones; engañados hasta el punto de amarlos y adorarlos. Como el Espíritu produce fruto en el creyente, así los dioses ajenos siembran violencia e injusticia, llegando a matar a bebés inocentes (v.4).
El profeta reitera lo que ya hemos aprendido por medio de la historia hebrea. Hemos mencionado los sacrificios de infantes a Baal, pero te animo a pensar otra vez en el horror de tal práctica. Recuerda cómo pusieron a inocentes bebés en las manos del ídolo para que se deslizaran por ellas hacia la fogata que ardía a sus pies. ¿Somos más civilizados en el siglo XXI? Considera la práctica de sacar a bebes, ya capaces de sentir todo el dolor, del seno de sus madres, desmembrado y arrancándoles pieza por pieza. ¡Qué crueldad más inconcebible! ¡Qué diabólico!
Los caminos de Dios, por otro lado, son la cumbre de la justicia y la moralidad. Él, que es el Protector del inocente, dijo: “Cosa que no les mandé, ni hablé, ni me vino al pensamiento.” Tales cosas no tienen lugar en Su Reino ni en su naturaleza (v.5). Dios pondrá un nombre a este valle compatible con las barbaridades que han acontecido allí… ¡el Valle de la Matanza! (v.6).
El asedio venidero
7. Y desvaneceré el consejo de Judá y de Jerusalén en este lugar, y les haré caer a espada delante de sus enemigos, y en las manos de los que buscan sus vidas; y daré sus cuerpos para comida a las aves del cielo y a las bestias de la tierra.
8. Pondré a esta ciudad por espanto y burla; todo aquel que pasare por ella se asombrará, y se burlará sobre toda su destrucción.
9. Y les haré comer la carne de sus hijos y la carne de sus hijas, y cada uno comerá la carne de su amigo, en el asedio y en el apuro con que los estrecharán sus enemigos y los que buscan sus vidas.
Si una persona examina honesta y cuidosamente el comportamiento humano, entenderá completamente la necesidad, de parte de Dios, de tomar acciones drásticas para detenerlo. Lo hizo en el caso de las siete naciones malvadas en Canaán, y también del amalecita, el moabita y el amonita. La acción de Dios a los hechos inhumanos de los mismos seres humanos nos explica la razón de por qué hay tanto sufrimiento y tribulación en el mundo, y nos da la razón de por qué hay un infierno ardiente por delante.
En Jerusalén todos los buenos consejos desaparecerán. Dios amenazó claramente a la nación en el día de Jeremías de que por ello Jerusalén caería en manos de sus enemigos. Los cadáveres no tendrán un entierro decente, ni habrá tiempo para cavar una fosa común. Quedarán tendidos sobre el campo como alimento para las aves y las bestias de carroña (v.7).
Su desolación será causa de desprecio entre las naciones, las cuales lo manifestarán silbando (era la manera de expresar el desprecio en el Medio Oriente de aquellos días). Después, en el tiempo de Ester, el judío fue difamado, y su pariente y guardián Mardoqueo, la mandó no reclamar su raza o antepasados. Amán persuadió al rey para que los exterminase. Dios mismo no dejó que Su nombre fuera escrito en el libro de Ester (v.8).
¿Puedes imaginar algo peor que un pueblo que recurre al canibalismo debido a la hambruna? Este fue el resultado de la antigua táctica de guerra, el asedio. Hoy día lo llamamos boicot, una forma limitada de asedio, pero el asedio babilónico fue total, sin dejar entrar nada de alimento o bebida. Como podrás imaginar, fue muy efectivo, quebrantando el espíritu de los cautivos de tal manera que es imposible describirlo adecuadamente. Cayeron en una desesperación total.
La vasija fue quebrada irreparablemente
10. Entonces quebrarás la vasija ante los ojos de los varones que van contigo,
11. y les dirás: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Así quebrantaré a este pueblo y a esta ciudad, como quien quiebra una vasija de barro, que no se puede restaurar más; y en Tofet se enterrarán, porque no habrá otro lugar para enterrar.
12. Así haré a este lugar, dice Jehová, y a sus moradores, poniendo esta ciudad como Tofet.
13. Las casas de Jerusalén, y las casas de los reyes de Judá, serán como el lugar de Tofet, inmundas, por todas las casas sobre cuyos tejados ofrecieron incienso a todo el ejército del cielo, y vertieron libaciones a dioses ajenos.
14. Y volvió Jeremías de Tofet, adonde le envió Jehová a profetizar, y se paró en el atrio de la casa de Jehová y dijo a todo el pueblo:
15. Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: He aquí, yo traigo sobre esta ciudad y sobre todas sus villas todo el mal que hablé contra ella; porque han endurecido su cerviz para no oír mis palabras.
Llegó el tiempo de que Jeremías quebrara la vasija en presencia de los representantes (v.10), acompañando el acto con su respectivo mensaje. No hay remedio para la vasija; el daño es irreparable. En mi niñez aprendí una poesía llamada Humpty Dumpty, pero entonces no tuve ni idea de su verdadero significado. La rima infantil fue, obviamente escrita, para enseñar un punto amenazante. En la poesía, el protagonista era un huevo, pero su caída no fue menos devastadora que la de la vasija de Jeremías. Observa su desesperante caída…
Humpty Dumpty se sentó en un muro,
Humpty Dumpty tuvo una gran caída.
Ni todos los caballos del rey ni todos los hombres del rey
pudieron a Humpty recomponer.
Exactamente, este fue el mensaje que Jeremías dio a los ancianos de Israel en el valle del hijo de Hinom. Jerusalén y su población, en verdad toda Judea, será irreparablemente rota (v.11). Pero, amigo, este estado imposible no es solamente la condición de la nación hebrea, sino también de los representantes de toda la raza humana, que ningún ejército de expertos puede reparar. Aunque un sinfín de individuos y gobiernos hayan hecho un esfuerzo para mejorar la condición de la humanidad, no pueden tener éxito. El mundo cae de un nivel de desenfreno a otro. El hombre ha caído de Dios hacia un estado de depravación total y no puede ser reparado. En Israel, el cementerio era un campo abierto, Tofet, donde los cadáveres están esparcidos fuera de la ciudad de Jerusalén, pudriéndose bajo el ardiente sol (v.12).
La nobleza terminará en Jerusalén y, en el futuro, no habrá distinciones sociales ni clases. La dignidad se desvanecerá cuando Dios responda en juicio contra la idolatría de Su pueblo. Tanto el judío de alto rango, como los que han acompañado a Jeremías fuera de Jerusalén, que tan fácilmente pudieron abandonar a Dios, quemar incienso y derramar libaciones a dioses ajenos sobre el terrado de sus propias casas, experimentarán una ruina total (v.13). ¿Lo tomarán en serio los líderes y se arrepentirán, respondiendo a la apasionada profecía de Jeremías? Quizás alguno, pero en general, su mensaje fue rechazado. Ah, las palabras del profeta, sin importar cuan hábiles y emocionalmente habladas sean, no pueden describir los horrores que tendrán lugar cuando se cumplan.
Jeremías regresó a Jerusalén, estuvo en el atrio del templo y habló a toda la población en general, para el beneficio de cualquier individuo que tuviera temor del Señor, para que pudiera tomarlo en serio y arrepentirse (v.14). El profeta tiene que predicarle también la palabra infalible de Dios. El pueblo es tan culpable como lo es el gobernante y el sacerdote, incapaz de mirar en otra dirección. Ha endurecido la cerviz; rebelde y sordo a la amonestación del Señor (v.15).
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