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Lowell Brueckner

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La caída y la libertad

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Cuneiforme caldeo sobre la conquista de Jerusalén      

Capítulo 39

 

La conquista caldea sobre Jerusalén

 1.      En el noveno año de Sedequías rey de Judá, en el mes décimo, vino Nabucodonosor rey de Babilonia con todo su ejército contra Jerusalén, y la sitiaron. 

       2.      Y en el undécimo año de Sedequías, en el mes cuarto, a los nueve días del mes se abrió brecha en el muro de la ciudad. 

3.      Y entraron todos los príncipes del rey de Babilonia, y acamparon a la puerta de en medio: Nergal-sarezer, Samgar-nebo, Sarsequim el Rabsaris, Nergal-sarezer el Rabmag y todos los demás príncipes del rey de Babilonia. 

4.      Y viéndolos Sedequías rey de Judá y todos los hombres de guerra, huyeron y salieron de noche de la ciudad por el camino del huerto del rey, por la puerta entre los dos muros; y salió el rey por el camino del Arabá. 

5.      Pero el ejército de los caldeos los siguió, y alcanzaron a Sedequías en los llanos de Jericó; y le tomaron, y le hicieron subir a Ribla en tierra de Hamat, donde estaba Nabucodonosor rey de Babilonia, y le sentenció. 

6.      Y degolló el rey de Babilonia a los hijos de Sedequías en presencia de éste en Ribla, haciendo asimismo degollar el rey de Babilonia a todos los nobles de Judá. 

7.      Y sacó los ojos del rey Sedequías, y le aprisionó con grillos para llevarle a Babilonia. 

8.      Y los caldeos pusieron a fuego la casa del rey y las casas del pueblo, y derribaron los muros de Jerusalén. 

9.      Y al resto del pueblo que había quedado en la ciudad, y a los que se habían adherido a él, con todo el resto del pueblo que había quedado, Nabuzaradán capitán de la guardia los transportó a Babilonia. 

10.  Pero Nabuzaradán capitán de la guardia hizo quedar en tierra de Judá a los pobres del pueblo que no tenían nada, y les dio viñas y heredades. 

Desde el principio de este capítulo, necesitamos poder identificar ciertas fechas importantes y tener, al menos, una idea de su cronología. Fue en el año noveno del rey Sedequías cuando Nabucodonosor asedió por última vez Jerusalén (lee también a 2 R.25:1 y 2; 2 Cr.36:11). Después de dos años el asedio tuvo resultados y el ejército caldeo entró a la ciudad.

 Aprendimos en el capítulo 32 que, durante el décimo año de Sedequías, el Señor mandó a Jeremías a comprar una propiedad en su ciudad natal. Al año siguiente, después de que Jerusalén cayera, rindiéndose al asedio, Nabucodonosor llevó cautivos a los ciudadanos de Jerusalén a Babilonia. La compra de Jeremías hizo al pueblo tener esperanza en que, después de setenta años en Babilonia, un día volvería a su patria a reclamar las propiedades perdidas.

 

Los principales capitanes de los babilonios se asentaron en la puerta central de la ciudad. Ya que Jerusalén era la ciudad capital de Judá y la última en caer derrotada, fue la señal de que los babilonios habían tomado el control sobre toda la nación. No tenemos los nombres de todos los generales, pero el comentarista, Albert Barnes, nos informa que eran cuatro hombres y que los nombres que figuran en el versículo tres, además, son títulos. Adam Clarke piensa que solo eran tres. Junto a sus nombres tenemos dioses paganos. El prefijo “Ne” o “Na” significaba su dios “Nebu”. Los nombres de los gobernantes hebreos muchas veces contenían “Je”, u otras formas del nombre de Dios, que significa “Jah” o “Jehová”. La nación que había adorado a tales dioses paganos derrotó a los judíos por causa de su infidelidad a Jehová, al adorar a ídolos extranjeros. Los mismos nombres de los oficiales, presentes en su puerta central, testificaban contra el pecado de Judá.

 El rey Sedequías vio a los comandantes enemigos en aquel lugar, pero rehusó obedecer el consejo del Señor dado por Jeremías, de rendirse al emperador babilonio. Él y sus hombres de guerra intentaron escapar de noche, descendiendo desde el palacio situado en el Monte Sion, al huerto del rey. Salieron de la ciudad al valle del Jordán por una puerta que había entre los dos muros (v.4).

 Los caldeos los siguieron, dándoles alcance cuando habían recorrido entre 25 y 30 km., en el llano de Jericó; los apresaron y llevaron ante Nabucodonosor en Ribla, ciudad en la frontera original de Israel al
noreste. Allí les juzgó el emperador, tanto a Sedequías como a los hombres que le acompañaban, incluidos sus hijos (v.5), a quienes degolló en su presencia. También degolló a los que habían intentado escapar con él (v.6). Esta fue la última escena que vio Sedequías, porque Nabucodonosor le sacó sus ojos, le ató con grillos y le llevó a Babilonia (v.7).

 El gran incendio, profetizado por Jeremías, consumió a Jerusalén, incluso el palacio y las casas de sus ciudadanos, y destruyó los muros de la ciudad (v.8). Nabuzaradán, el general sobre todo el ejército caldeo, ahora dirige los asuntos después de la conquista. Transporta al pueblo a Babilonia, que ya había desertado y se había unido a su ejército caldeo, y a otras personas notables (v.9). Dejó a la gente pobre y común para que poseyeran la tierra y para que la cultivasen (v.10). 

 

Nabucodonosor trata bien a Jeremías

 11.  Y Nabucodonosor había ordenado a Nabuzaradán capitán de la guardia acerca de Jeremías, diciendo: 

12.  Tómale y vela por él, y no le hagas mal alguno, sino que harás con él como él te dijere. 

13.  Envió, por tanto, Nabuzaradán capitán de la guardia, y Nabusazbán el Rabsaris, Nergal-sarezer el Rabmag y todos los príncipes del rey de Babilonia; 

14.  Gedalías hijo de Ahicam, hijo de Safán, para que lo sacase a casa; y vivió entre el pueblo. 

 Hasta aquí, Jeremías ha estado relatando el rechazo, casi universal, de su ministerio. Pero a la vez, también estamos aprendiendo acerca de la sabiduría divina, enseñada perfectamente a lo largo de todo el libro. A pesar del rechazo, el profeta sí ha tenido éxito delante de Dios por haber enseñado sus caminos, que es lo más importante. Hemos aprendido principios espirituales, que enfatizan la insensatez de ignorar o rechazar la palabra de Dios, y sus severas consecuencias. También observamos cómo se justifica Su sabiduría en cada detalle de la derrota de Judá. David escribió acerca de este principio divino, después de pecar con Betsabé, y reconoció: Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio(Sal.51:4). Aquel rey de Israel sacrificó su defensa personal y reconoció que fue la justicia perfecta la que condenó su pecado y le dio la sentencia merecida.

 En los primeros diez versículos de este capítulo observamos lo mismo. Dios ha cumplido Su palabra justamente. Ha exaltado Su nombre, y este es el gran propósito de la Escritura. Ahora, veremos los resultados para aquellos que han guardado Su palabra y obedecido sus mandamientos. La lección comienza con lo que pasó con el profeta mismo, en el versículo 11.

 Algunos habitantes de Jerusalén, quizás un gran número de ellos, reaccionaron al consejo de Jeremías, que había sido dirigido por el Señor, y cedieron ante los babilonios. Supongo que, al escuchar el mensaje de Jeremías, tomaron decisiones inmediatas. Por supuesto, tales decisiones son las que cada ministro de la Palabra desea ver. Estas personas le tenían mucho respeto, y sus palabras a favor de él, llegaron al emperador. Nabucodonosor no sólo vio a Jeremías como un aliado a su causa, sino también como a una persona con gran sabiduría, que dio a su propio pueblo consejos que le salvaron la vida. Quiero hacer hincapié en que, a pesar del rechazo experimentado hacia su ministerio, ahora estamos viendo el éxito por su fidelidad en proclamar la palabra del Señor. Dio gloria a Dios en todo, salvó la vida de algunos de sus compatriotas, y se ganó el respeto del emperador.

 Si Nabucodonosor lo reconoce como si no, la sabiduría de Jeremías viene de Dios, y el profeta no es el único israelita que la posee y que se la ha demostrado. En verdad, ya había tenido la experiencia con cuatro jóvenes hebreos en Babilonia: “A estos cuatro muchachos Dios les dio conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias; y Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños… En todo asunto de sabiduría e inteligencia que el rey les consultó, los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino” (Dn.1:17,20).

 Dios está poniendo ante el gran emperador a algunos siervos del omnisciente Jehová de Israel. Mientras las Escrituras siguen contando su biografía, él conocerá la mano de Dios en su propia vida y reino personal. Su orgullo se desmoronará ante el Señor del universo, e incluso se le quitará la cordura, “hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere (Dn.4:32). El gran Nabucodonosor, uno de los personajes más destacados de toda la historia de la raza humana, finalmente, será un creyente: Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia” (Dn.4:37). 

 El emperador da instrucciones a su general más importante, Nabuzaradán, sobre Jeremías. En la hora más triste y peligrosa de Jerusalén, el profeta del Señor no solamente recibe protección del gobernante más poderoso del mundo, sino que también recibe el derecho de elegir su destino para el futuro: Harás con él como él te dijere” (v.12). El general supremo y los comandantes más importantes del ejército caldeo atienden al profeta (v.13).

 Hasta este día, Jeremías había estado en el patio de la cárcel, pero ahora los oficiales mandan que sea librado y enviado a la casa de su buen amigo, Gedalías. Hemos contado antes alguna parte de esta historia, pero observa otra vez el linaje de Gedalías. Su padre es Ahicam, quien salvó la vida de Jeremías durante el reinado de Joacim (26:24). Su abuelo es Safán, el piadoso escriba del rey Josías (2 R.22:9-14). Después, el emperador nombró a Gedalías gobernador de Judá. Jeremías no solamente ya es libre, sino que además está bien protegido y en compañía de un buen amigo (v.14). Está entre los pobres de Judá, a quienes Nabuzaradán dio viñas y heredades.

 

  Una última palabra de Jeremías para el eunuco etíope

15.  Y había venido palabra de Jehová a Jeremías, estando preso en el patio de la cárcel, diciendo: 

16.  Ve y habla a Ebed-melec etíope, diciendo: Así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: He aquí yo traigo mis palabras sobre esta ciudad para mal, y no para bien; y sucederá esto en aquel día en presencia tuya. 

17.  Pero en aquel día yo te libraré, dice Jehová, y no serás entregado en manos de aquellos a quienes tú temes. 

18.  Porque ciertamente te libraré, y no caerás a espada, sino que tu vida te será por botín, porque tuviste confianza en mí, dice Jehová.

 El ministerio del profeta no ha terminado todavía porque Dios tiene una palabra para el eunuco etíope, Ebed-melec (v.15). Recuerda que, cuando ningún ciudadano de Jerusalén vino al socorro de Jeremías, este esclavo del rey le sacó de una cisterna en la que seguramente hubiera muerto. El Señor no ha olvidado su benigna obra. La palabra le vino en nombre del Señor de todos los ejércitos, tanto terrenales como celestiales, y del Dios que eligió los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob, para que finalmente reinen con su Mesías durante el Milenio. Por su fe, Él injerta al etíope con ellos, que son los Suyos.

 Que el lector sepa que lo que estamos leyendo ahora ¡es un ejemplo de la salvación en el Antiguo Testamento! El Señor reconoce al eunuco como creyente… porque tuviste confianza en mí” (v.18) y la persona que confía en el Señor no sólo recibe la liberación en esta vida, sino la salvación eterna. Dios no solamente le salva de los enemigos poderosos de Judá, sino del príncipe de la potestad del aire y de las llamas del infierno. Él confió y creyó, pero además, como Rahab al esconder a los espías de Israel, formó parte en los asuntos de Dios, añadiendo obras que comprueban su fe (ve a Santiago 2:25). El Señor recompensó grandemente a la ramera de Jericó, dándole un lugar honorable en Israel. Se casó y entró a formar parte de los antepasados de David y, como consecuencia, fue del mismo linaje de su Hijo, según la carne. Además, recibió bastante reconocimiento en el Nuevo Testamento, y un día veremos también cómo será honrada en el cielo.

 El mismo género de fe obra en el Juicio de las Naciones en Mateo 25:31-46. Aquellos a los que el Hijo del Hombre separa antes del juicio de los “cabritos espirituales” y pone a Su mano derecha, serán “ovejas espirituales”. Como “ovejas espirituales” que son, alimentan a los hermanos del Señor que tienen hambre, dan de beber a Sus sedientos, recogen a Sus forasteros, cubren a Sus desnudos, visitan a Sus enfermos y a Sus prisioneros.

 Mientras los hombres de la élite de Israel, junto a su rey, fueron matados o llevados al cautiverio en Babilonia, este forastero verá con sus propios ojos el cumplimiento de la palabra de Dios (v.16). El esclavo no tiene por qué temer a los guerreros feroces de Babilonia (v.17). Él tiene la promesa segura de la salvación del Señor. Su vida es valiosa en Su mano y el Señor le guardará porque ha confiado en Él (v.18).

 

 

 

 

 

 

 

 


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