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Baruc

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C. H. Spurgeon

                                   Capítulo 45

 

Una palabra personal, pero escrita para el provecho de todos

 1.      Palabra que habló el profeta Jeremías a Baruc hijo de Nerías, cuando escribía en el libro estas palabras de boca de Jeremías, en el año cuarto de Joacim hijo de Josías rey de Judá, diciendo: 

2.      Así ha dicho Jehová Dios de Israel a ti, oh Baruc: 

3.      Tú dijiste: ¡Ay de mí ahora! porque ha añadido Jehová tristeza a mi dolor; fatigado estoy de gemir, y no he hallado descanso. 

4.      Así le dirás: Ha dicho Jehová: He aquí que yo destruyo a los que edifiqué, y arranco a los que planté, y a toda esta tierra. 

5.      ¿Y tú buscas para ti grandezas? No las busques; porque he aquí que yo traigo mal sobre toda carne, ha dicho Jehová; pero a ti te daré tu vida por botín en todos los lugares adonde fueres. 

 Este capítulo nos devuelve al tiempo en el que el maligno Joacim reinó en Juda, y el Señor instruyó a Jeremías para escribiera sus profecías en un libro. Vamos a repasar brevemente este relato del capítulo 36. Recordemos que el profeta dictó a Baruc todo lo que el Señor le había dado acerca del futuro de Judá. La obra duró cerca de nueve meses, pero puede que fuera un año o más, porque empezaron en el cuarto año de Joacim, y Baruc leyó públicamente el libro el noveno mes del quinto año. Imagino que recuerdas que el rey quemó la primera obra, así es que Jeremías y Baruc la volvieron a escribir por segunda vez. Desde entonces y hasta el día de hoy ha sido preservada, y en 2023 la estudiamos y aprendemos de ella.

 Esta pequeña porción, que consta de cinco versículos, es específicamente para Baruc. Es Dios demostrándole Su cuidado a un individuo. Saber que la Biblia nos da evidencias de que el Señor piensa en cada uno, individualmente, debe consolarnos. No solamente vela sobre la nación de Israel, sino que obra en la vida de cada judío. Puede ser que una palabra específica en la Escritura, como en el caso de Baruc y el etíope, vaya dirigida a ellos, pero a menudo, simplemente, Dios está comunicándose con el corazón de cada persona, compartiendo bendiciones, consuelo y ánimo. Cerca del final del Evangelio de Juan tenemos escrito el relato de Jesús, tratando específicamente con Pedro. Juan sigue a Jesús y a Pedro, y Pedro pregunta: Señor, ¿y qué de éste?”  El Señor le hace saber que Su obra en una persona no debe preocupar a otra, al contestar: ¿Qué a ti? Sígueme tú” (Jn.21:21-22). Lo importante y de gran aliento para el menor de Sus seguidores es saber que Dios tiene interés en él.

 La palabra de Dios a Baruc, sin embargo, es una lección para que todo el mundo del pueblo de Dios la pueda saber, porque está escrita en la Biblia. Aprendamos de ella hoy. Es para darnos una idea de la actitud de Baruc durante el tiempo difícil del rey Joacim, y cómo Dios le aconseja (vs.1-2). Baruc es un hombre que tiene potencial para prosperar en el mundo.

 

 El Señor sabe de la tristeza de Baruc. El hecho de que Dios no es indiferente a la carga que el hombre estaba llevando es otra razón que nos puede consolar. Él conoce nuestras tristezas y, el apóstol Pedro, nos aconseja humillarnos “bajo la poderosa mano de Dios… echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros” (1 P.5:6 y 7). La tendencia de la orgullosa naturaleza humana es la autosuficiencia, pero es mucho mejor permitir que la mano poderosa de Dios nos guarde de nuestros problemas, porque Él quiere hacer exactamente eso.

 No sabemos todas las causas de la tristeza de Baruc, posiblemente incluye algunas personales, pero seguramente Baruc compartió con Jeremías una gran preocupación por el estado espiritual de su nación. El dolor es interior y se hace más y más intenso, “añadiendo Jehová tristeza a mi dolor.” Los que viven ligeramente no entenderán la condición de Baruc, incluso depresiva; pero la persona espiritualmente sensible conoce el dolor de noches sin dormir y días de gemir (v.3).

 El bien conocido príncipe de los predicadores, Charles Spurgeon, sufrió depresión. Se refirió al libro El progreso del peregrino, de John Bunyan al decir: “Hay calabozos en el sótano del Castillo de Desesperación, tan sombríos como las habitaciones de los perdidos, y algunos de nosotros hemos estado allí.” Hablando de fracasos en su vida, dijo: “¡Cuán a menudo algunos de nosotros no hemos parado de dar vueltas en la cama media noche por culpa de los defectos conscientes de nuestro testimonio!” El personal de “El centro Spurgeon” en el seminario Midwestern escribió: “La depresión de Spurgeon no detuvo su ministerio… en verdad le ayudó. Otorgó al pastor una empatía multifacética por los problemas que enfrentaba su manada. Esa es una razón por la cual Spurgeon fue “el predicador del pueblo”.

 Sin embargo, Charles Spurgeon, ciertamente, no permitió que su condición mental calmara la fuerte verdad de que Dios castiga el pecado y al pecador. Su predicación tronó sobre juicio para el impenitente, pero cuando había que consolar al santo, su compasión y gentileza abundaron. Aún Baruc, a pesar de su pobre estado de ánimo, tuvo que enfrentarse con el destino futuro de su patria. Hemos entendido en este libro que Dios edificará y plantará cuando hay arrepentimiento. Sin embargo, una teología que reclama que Dios no destruirá lo que ha edificado y no arrancará lo que ha plantado, no se sostiene en el versículo 4. El desastre nacional será inminente. Baruc tiene que estar totalmente de acuerdo con la declaración del juicio venidero del Señor, y nosotros también tenemos que estar de acuerdo.

 La palabra definitiva dada a Baruc es un consejo de Dios para todos nosotros: “¿Y tú buscas para ti grandezas? No las busques…” El futuro no ofrece nada para poder desarrollar un plan exitoso en este mundo. Es verdad que Baruc vive en un tiempo de gran adversidad, pero lanzo esta pregunta: ¿Han vivido alguna vez los santos de Dios sin ninguna oposición? Jesús prometió: “En el mundo tendréis aflicción” (Jn.16:33).

Tenemos también el consejo de Pablo a Timoteo: “Nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto” (1 T.6:7-8). Tenemos todavía la declaración sabia del rey Salomón: “Como salió del vientre de su madre, desnudo, así vuelve, yéndose tal como vino” (Ec.5:15). Su conclusión para todo el trabajo y el éxito durante la existencia sobre este planeta fue: “El polvo vuelve a la tierra, como era, y el espíritu vuelve a Dios que lo dio. Vanidad de vanidades… todo es vanidad” (Ec.12:7-8).

 Dios promete protección a Baruc, pero nada de prosperidad. Dondequiera que vaya saldrá con vida. Hemos observado que fue llevado con Jeremías a Egipto en contra de su voluntad. No tiene por qué vivir con miedo, porque el Señor le guardará, incluso de la muerte que le rodeará; pero esta es la única garantía que puede esperar (v.5).

Todavía hay una palabra de consejo para la pregunta: “Si no debemos esperar éxito en el mundo, ¿cuál debe ser nuestra meta?” La respuesta está en el Nuevo Testamento: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Col.3:1-2). El padre Abraham nos dio el ejemplo a todos sus hijos de la fe: “Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob… porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (He.11:9,10).

 Esta palabra tan especial dada a Baruc fue incluida en las Sagradas Escrituras, llegando a cada periodo de la historia de la iglesia alrededor del mundo, porque su consejo es bueno para todo el pueblo de Dios, diciendo, en esencia: “¡No caigáis en la trampa que el mundo ofrece, porque dura solamente un poco de tiempo!” ¡Buscad el galardón celestial y eterno, porque durará para siempre y traerá gozo y satisfacción eternos!

 Volvamos a la vida de Charles Spurgeon para ver un pequeño relato ocurrido al principio de su ministerio. Spurgeon dijo que su padre le había concertado un encuentro con el presidente de una universidad. Deberían encontrarse a cierta hora en una casa grande. Spurgeon fue y esperó durante dos horas, pero pensó que el hombre había olvidado la cita. La verdad fue que el presidente estaba en otra parte de la casa esperándole, y por ello no se encontraron. Spurgeon cuenta: “Fui ambicioso; buscaba ir a una escuela, dejando a mi pobre rebaño vagar en el desierto espiritual, para intentar ser una persona importante. La suma de todas mis entradas de dinero al año era como de 40 libras. Como no era suficiente para mis gastos pensaba en cómo ganar más. ¿No sería mucho más ventajoso para mí renunciar a la carga de mi iglesia y buscar una manera de mejorar mi situación? Entonces, el texto sonó en mis oídos: ‘¿Buscas para ti grandezas? No las busques.’ ‘Señor’ dije: ‘Seguiré Tu consejo y no mis propios recursos’… y jamás he tenido que lamentarlo.”

 

 

 

 


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