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Lowell Brueckner

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Juicio contra Egipto

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El Faraón Necao

Capítulo 46

 

El ejército egipcio se prepara para la guerra 

       1.      Palabra de Jehová que vino al profeta Jeremías, contra las naciones. 

       2.      Con respecto a Egipto: contra el ejército de Faraón Necao rey de Egipto, que estaba cerca del río Éufrates en Carquemis, a quien destruyó Nabucodonosor rey de Babilonia, en el año cuarto de Joacim hijo de Josías, rey de Judá. 

        3.      Preparad escudo y pavés, y venid a la guerra. 

      4.      Uncid caballos y subid, vosotros los jinetes, y poneos con yelmos; limpiad las lanzas, vestíos las corazas. 

5.      ¿Por qué los vi medrosos, retrocediendo? Sus valientes fueron deshechos, y huyeron sin volver a mirar atrás; miedo de todas partes, dice Jehová. 

6.      No huya el ligero, ni el valiente escape; al norte junto a la ribera del Éufrates tropezaron y cayeron. 

7.      ¿Quién es éste que sube como río, y cuyas aguas se mueven como ríos? 

8.      Egipto como río se ensancha, y las aguas se mueven como ríos, y dijo: Subiré, cubriré la tierra, destruiré a la ciudad y a los que en ella moran. 

9.      Subid, caballos, y alborotaos, carros, y salgan los valientes; los etíopes y los de Put que toman escudo, y los de Lud que toman y entesan arco. 

A menudo, decimos que las Escrituras son la revelación de Dios y que Él se revela en ellas de muchas maneras. Quisiera mencionar tres grandes temas, entre muchos más, que encontramos en el libro de Jeremías y que describen Sus caminos. De hecho, en el último capítulo, mencioné uno, el de que hay profecías para el individuo, como la palabra dada a Baruc y con anterioridad al eunuco etíope, que comprueban que al Señor le importa cada persona.  En segundo lugar veremos que en los siguientes capítulos estudiaremos profecías dadas a otras naciones, además de a Israel, para demostrar que Dios es el Señor de toda la tierra y que le importa cada nación. Por último y por la manera en la que termina este libro, en el capítulo 52:31-34, observamos que Dios quiere dejar al lector con un sentir de esperanza. Esto, no solo sucede al final del libro de Jeremías, sino también a lo largo de toda la Biblia. El Señor quiere que sepamos que Él es muy compasivo y misericordioso, como Santiago le describe en el último capítulo de su carta (Stg.5:11), hablando sobre los días finales de Job.  

 Empezando en este capítulo y continuando hasta el capítulo 51, Jeremías se une con Isaías y Ezequiel, dándonos varias profecías de otras naciones fuera de Israel. Las profecías de Daniel también son a nivel internacional, particularmente las dirigidas a cuatro poderes mundiales: Babilonia, Persia, Grecia y Roma. No olvidemos que las palabras de Jonás y Nahum fueron exclusivamente para Nínive, capital del imperio Asirio. La palabra de Abdías fue para Edom, y otras profecías fueron para naciones extranjeras que están esparcidas entre los profetas menores.

 Veamos un breve resumen del resto del libro. Primeramente, este capítulo tiene que ver con Egipto; el capítulo 47 con los filisteos, Tiro y Sidón. En el capítulo 48 hay una profecía para Moab y, en el capítulo 49, para: Amón, Edom, Damasco, Cedar, Hazor, y Elam. Los capítulos 50 y 51 tienen que ver con Babilonia y, finalmente, en el capítulo 52, se repite la historia de la conquista de Jerusalén, con un final del capítulo extraordinario; el Espíritu Santo se cuidó de no finalizar el libro sin mencionar que el rey Joaquín fue puesto en libertad de una prisión en Babilonia e invitado a la mesa del emperador por el resto de sus días. 

 

 En todos los capítulos que acabo de describir se trata de la palabra del Señor contra las naciones, y este capítulo es contra Egipto. Es sumamente importante que estas naciones entiendan su posición ante su Creador. El hombre no está bien delante de Él y debe saber la verdad. Cuando acudimos al médico con una enfermedad, la cura empieza con un diagnóstico correcto de algo que está fuera de lo normal en el cuerpo y, de la misma manera, la sanidad para las enfermedades espirituales empieza con un reconocimiento de que la humanidad no está bien con su Creador (v.1).

 La profecía vuelve al reino del faraón Necao de Egipto, empezando con el tiempo en el que fue a ayudar a Asiria en su lucha contra los Babilonios. Fue al final del reino del rey Josías de Judá, asesinado por Necao en Meguido, al levantarse contra el faraón (2 R.23:28-30). La profecía termina cuatro años después, cuando Nabucodonosor derrotó a Necao cerca del río Éufrates, durante el reinado de Joacim, hijo de Josías (v.2). La venganza por la muerte de su amigo Josías, tuvo que producir satisfacción en Jeremías.

Da gozo ver la profecía de forma poética, como describe la preparación para la batalla (v.3). La guerra es terrible, pero contiene cierta gloria, como cuando el soldado se arma y pone los arreos para la batalla a los caballos famosos de Egipto (v.4). La vida cristiana es una guerra de la más alta intensidad; es una guerra espiritual contra el príncipe de la potestad del aire y sus demonios: “Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo…  contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Ef.6:11-12). El apóstol Pablo nos dice esta verdad y después sigue adelante, instruyendo al cristiano sobre la armadura. Me acuerdo de un viejo himno en inglés que intentaré traducir. Se llama, El conflicto de las edades:

1.      He aquí, el conflicto de las edades está con nosotros hoy,

Y los ejércitos están reuniéndose, todos en despliegue de batalla;

¿Estás tú contado con los fieles, uno de los pocos leales de Dios?

¿Has jurado tu lealtad total y puede Él contar contigo?

(estribillo)

¿Han captado tus ojos la visión?

¿Ha sentido tu corazón la emoción?

¿Al llamado del Maestro, contestarás, “envíame a mí”?

Porque el conflicto de las edades, contado por los profetas y los sabios,

En su furia y su gloria está con nosotros hoy.

 2.      Capta la visión de un mundo perdido, descendiendo en pecado,

Mientras la comisión del Maestro, por largo tiempo, ignorada está;

Observa como los hijos del reino se unen de corazón y manos,

Se adelantan en la lucha, redimiendo a esta tierra hermosa.

 3.      Mirad como la Iglesia de Dios se despierta y, con un ánimo glorioso,

Pone sobre sus altares a sus más nobles y bendecidos miembros;

Hacia la consumación final estamos yendo apurados,

Cuando el tiempo de servicio leal termine para siempre.

Este himno inspirador fue compuesto por una guerrera Metodista Episcopal, la Sra. C. H. Morris, que quedó ciega con cincuenta y dos años, y escribió unos mil textos y muchas melodías. Nuestro Dios es el Señor de los ejércitos (v.10) y no hay manera de evitar Sus batallas mientras el cristiano marche en este mundo. En nuestro texto de hoy Él prepara la batalla contra Egipto, en la que Él seguramente triunfará.

 La maravilla poética que le llegó a Jeremías al profetizar continúa: Los egipcios se han preparado muchas veces para la batalla, sin embargo, es asombroso ver su temor y desaliento mientras se retiran (v.5). El Señor ordena a los más veloces y poderosos del ejército que no escapen (v.6). 

 El ejército egipcio, con todos sus aliados, son descritos como una inundación sobre la tierra (v.7). Han aspirado a la victoria, esperando cruzar el Éufrates y entrar en Babilonia (v.8). Es un ejército tremendo de etíopes, los de Put y los de Lud; además de los egipcios, todas naciones africanas (v.9). Están armados con los caballos y los carros más poderosos, los de Put son muy hábiles en el uso de escudos en la defensa, y los de Lud con los arcos. La historia nos dice que los escudos que utilizaron los de Put les llegaban hasta los pies.

 

Dios contraataca contra Egipto

 10.  Mas ese día será para Jehová Dios de los ejércitos día de retribución, para vengarse de sus enemigos; y la espada devorará y se saciará, y se embriagará de la sangre de ellos; porque sacrificio será para Jehová Dios de los ejércitos, en tierra del norte junto al río Éufrates. 

11.  Sube a Galaad, y toma bálsamo, virgen hija de Egipto; por demás multiplicarás las medicinas; no hay curación para ti. 

12.  Las naciones oyeron tu afrenta, y tu clamor llenó la tierra; porque valiente tropezó contra valiente, y cayeron ambos juntos. 

Hemos visto cómo se prepara el hombre para la guerra, pero ahora aprenderemos del contraataque de Dios. Toda la capacidad y preparación serán vanas cuando el “Adversario” sea el Señor: “No hay sabiduría, ni inteligencia, ni consejo, contra Jehová. El caballo se alista para el día de la batalla; mas Jehová es el que da la victoria” (Pr.21:30-31). El profeta describe cómo el Señor hace un sacrificio para Sí (v.10). En esa palabra hay un principio divino: Si no hay un sacrificio sustituto para las ofensas del hombre contra un Dios Santo, Él mismo hará un sacrificio contra el pecador. El último sacrificio es el fuego eterno que no se apague nunca.  

 Probablemente es el profeta Nahum que describe más gráficamente la venganza del Señor: “Jehová es Dios celoso y vengador; Jehová es vengador y lleno de indignación; se venga de sus adversarios, y guarda enojo para sus enemigos” (Nah.1:2). Su sacrificio contra Egipto será matado por el río Éufrates en el norte. Dios está preparando otro sacrificio contra todas las naciones en el valle de Armagedón, y un ángel invita a todos las aves carnívoras: “Y vi a un ángel que estaba en pie en el sol, y clamó a gran voz, diciendo a todas las aves que vuelan en medio del cielo: Venid, y congregaos a la gran cena de Dios, para que comáis carnes de reyes y de capitanes, y carnes de fuertes, carnes de caballos y de sus jinetes, y carnes de todos, libres y esclavos, pequeños y grandes” (Ap.19:17-18).  

 Desde el gran conflicto y derrota junto al río Éufrates, Egipto buscará una curación, pero no la encontrará (v.11). Ha caído en vergüenza y su clamor será escuchado dondequiera. Sus aliados y él mismo, juntos morirán (v.12). Egipto ha perdido para siempre su poder mundial y no puede más lanzar una batalla.

 

La profecía se une con capítulos 43 y 44

13.  Palabra que habló Jehová al profeta Jeremías acerca de la venida de Nabucodonosor rey de Babilonia, para asolar la tierra de Egipto: 

14.  Anunciad en Egipto, y haced saber en Migdol; haced saber también en Menfis y en Tafnes; decid: Ponte en pie y prepárate, porque espada devorará tu comarca. 

15.  ¿Por qué ha sido derribada tu fortaleza? No pudo mantenerse firme, porque Jehová la empujó. 

16.  Multiplicó los caídos, y cada uno cayó sobre su compañero; y dijeron: Levántate y volvámonos a nuestro pueblo, y a la tierra de nuestro nacimiento, huyamos ante la espada vencedora. 

17.  Allí gritaron: Faraón rey de Egipto es destruido; dejó pasar el tiempo señalado. 

18.  Vivo yo, dice el Rey, cuyo nombre es Jehová de los ejércitos, que como Tabor entre los montes, y como Carmelo junto al mar, así vendrá. 

19.  Hazte enseres de cautiverio, moradora hija de Egipto; porque Menfis será desierto, y será asolada hasta no quedar morador. 

20.  Becerra hermosa es Egipto; mas viene destrucción, del norte viene. 

21.  Sus soldados mercenarios también en medio de ella como becerros engordados; porque también ellos volvieron atrás, huyeron todos sin pararse, porque vino sobre ellos el día de su quebrantamiento, el tiempo de su castigo. 

22.  Su voz saldrá como de serpiente; porque vendrán los enemigos, y con hachas vendrán a ella como cortadores de leña. 

23.  Cortarán sus bosques, dice Jehová, aunque sean impenetrables; porque serán más numerosos que langostas, no tendrán número. 

24.  Se avergonzará la hija de Egipto; entregada será en manos del pueblo del norte. 

25.  Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, ha dicho: He aquí que yo castigo a Amón dios de Tebas, a Faraón, a Egipto, y a sus dioses y a sus reyes; así a Faraón como a los que en él confían. 

26.  Y los entregaré en mano de los que buscan su vida, en mano de Nabucodonosor rey de Babilonia y en mano de sus siervos; pero después será habitado como en los días pasados, dice Jehová. 

Ahora la profecía apunta al futuro, dieciséis años después de la conquista de Jerusalén, y se asemeja mucho con lo que hemos estudiado en los capítulos 43 y 44. Nabucodonosor invadirá Egipto (v.13) y la mano de Dios golpeará su patria. Migdol, Menfis y Tafnes, ciudades principales, deben preparar sus defensas (v.14). Una vez más, los ejércitos de Egipto están indefensos delante de Dios (v.15). Después de la derrota en el Éufrates, anhelan su patria y vuelven a consolarse en ella (v.16). Faraón ha perdido para siempre su fama en Egipto, llegando a ser, solamente, un vencedor del pasado (v.17).

Ahora veremos cómo el Señor compara lo que ha establecido en los montes de Israel con Su palabra, tan firmemente establecida contra Egipto, en los versículos 18 y 19. La nación ya no será suya; su patria no les proporcionará consuelo, sino que será totalmente conquistada y el pueblo será llevado cautivo. El énfasis sobre la hija de Egipto en el versículo 19 tiene que ver con moradora hecha cautiva, su tierra asolada y ella llevada al cautiverio.

 La hermosura de la nación será destruida (v.20), los negocios y la economía caerán porque sus mercaderes la han abandonado. Dios ha castigado a Egipto y reina el caos (v.21). El clamor del versículo 12 se ha reducido al siseo de una serpiente, ahora que su población está cautiva y sus mercadores han huido. Los recursos naturales de la tierra serán destruidos por un ejército (v.22). La invasión será innumerable, como una plaga de langostas (v.23), arruinando la hermosura del país.

 La obra del Señor en todo el mundo es derrumbar el orgullo nacional, y Egipto ha sido humillado y avergonzado, siendo sometido a un poder extranjero (v.24). Egipto es un buen ejemplo para nosotros. Demuestra cómo Dios hace Su obra tan minuciosamente, castigando a las naciones. Especialmente, los dioses de las naciones son destruidos, como lo ilustra el versículo 25, hablando de Amón y Tebas, mejor traducido como Amón de No, nombre dado a Tebas, la capital del norte de Egipto. Júpiter-amón fue el primero de una triada de deidades de Tebas. Los nativos pensaron en Júpiter-Amón como la deidad invisible e inconmensurable, porque Amón significaba “el escondido”, que iba muy de acuerdo con su creencia. Los poderes humanos, adorados por sus seguidores, también se avergüenzan juntamente con sus dioses, demostrando la insensatez de confiar en los hombres. En un solo versículo tenemos a los héroes, a sus seguidores y a sus dioses totalmente humillados.

 Dios es Señor de ambos; de los ejércitos del cielo y de los de la tierra. Ha utilizado los ejércitos de Babilonia para humillar y conquistar a las naciones de su alrededor. Cuando ya estaban totalmente humillados, el texto sugiere que el Señor permitía su reconstrucción. (v.26). La obra continúa en tiempos modernos. Si eres paciente podrás observarla, porque la obra raras veces pasa súbitamente, sino durante años y décadas. Como declara un dicho: “Las ruedas de la justicia dan vueltas lentamente, pero de forma segura.”

 

Una palabra especial para Israel

 27.  Y tú no temas, siervo mío Jacob, ni desmayes, Israel; porque he aquí yo te salvaré de lejos, y a tu descendencia de la tierra de su cautividad. Y volverá Jacob, y descansará y será prosperado, y no habrá quién lo atemorice. 

28.  Tú, siervo mío Jacob, no temas, dice Jehová, porque yo estoy contigo; porque destruiré a todas las naciones entre las cuales te he dispersado; pero a ti no te destruiré del todo, sino que te castigaré con justicia; de ninguna manera te dejaré sin castigo. 

Cuando Israel entró para tomar posesión de la Tierra Prometida, siete de las naciones cananeas cayeron bajo el juicio de Dios. Israel es una excepción entre todas las naciones del mundo, porque aunque pueda ser disciplinado, y la disciplina puede ser muy severa, Israel no será destruida.

Hay dos grandes puntos de referencia en la historia de la liberación de Israel. De la misma manera que el Señor salvó a Israel de la esclavitud de Egipto, también les salvará del cautiverio de Babilonia. Jacob es el siervo del Señor. Él cumple Sus propósitos en la tierra y continuará haciéndolo hasta el final de los tiempos. He estado meditando de nuevo sobre el gran milagro de los rollos del Mar Muerto y en cómo la mano de Dios ha estado sobre ellos durante siglos. Su descubrimiento y el tiempo en el que sucedió es asombroso, y contemplarlo hace bien al alma.

Su siervo, Israel, tiene a su cargo estos tesoros y muchos más. Charles Spurgeon and J. C. Ryle insistieron en que Dios tiene que cumplir Sus promesas dadas a un Israel literal. Su promesa permanece: “Volverá Jacob, y descansará y será prosperado, y no habrá quién lo atemorice… porque yo estoy contigo; porque destruiré a todas las naciones entre las cuales te he dispersado; pero a ti no te destruiré del todo, sino que te castigaré con justicia” (vs.27 y 28). La promesa es que va a castigarle como corrección, pero no para destrucción.

Permíteme citar a estos gigantes de la iglesia. Primeramente, a Spurgeon: “Habrá un gobierno nativo otra vez, un cuerpo político, un estado y un rey, gobernando. El pueblo de Israel ahora está alejado de su propia tierra. Sus hijos, aunque nunca pueden olvidarse del polvo sagrado de Palestina, sin embargo, mueren desesperadamente alejados de sus orillas sagradas. Pero no será así siempre, porque sus hijos, una vez más, se regocijarán en ella. (No hay muchas veces en las que pueda decir que sé más que Spurgeon, pero en este asunto sí. Señor Spurgeon, lo que estás diciendo se ha cumplido después de tu vida, e Israel ha vuelto a su tierra y ha formado un gobierno soberano). Su tierra se llamará Beula, porque igual que un joven se casa con una virgen, así sus hijos se casarán con ella. ‘Te pondrá en tu propia tierra’ es la promesa de Dios para ellos… Tendrán una prosperidad nacional que les hará famosos; tanto, que Egipto, Tiro, Grecia y Roma olvidarán su gloria, por el gran esplendor del trono de David… Si hay algo que es claro y evidente, es el significado literal y el sentido de este pasaje (Ezequiel 37:1-10), un significado que no puede ser quitado o espiritualizado… es evidente que tanto las dos como las diez tribus de Israel, serán restauradas en su propia tierra, y un rey gobernará sobre ellas”.

Es ciertísimo que los judíos, como un solo pueblo, poseerán a Jesús de Nazaret, el Hijo de David, como su Rey, y volverán a su propia tierra, y edificarán las antiguas ruinas, y levantarán las antiguas desolaciones, y repararán las antiguas ciudades, las desolaciones de muchas generaciones”.

 Ahora J. C. Ryle: “Yo creo que los judíos al final serán recogidos otra vez como una nación aparte, restaurados a su propia tierra, y convertidos a la fe de Cristo, después de pasar por la gran tribulación (Jer.30:10-11; 31:10; Ro.11:25-26; Dan.12:1; Zac.13:8-9)”.

“Cristo vendrá otra vez a este mundo con poder y gran gloria; tomará para sí mismo Su gran poder y reinará, estableciendo un reino universal. Recogerá a las tribus dispersas de Israel y las pondrá una vez más en su propia tierra… Tan literalmente como entró en Jerusalén en un pollino, como fue vendido por treinta piezas de plata, como Sus manos y pies fueron traspasados, como fue contado con los transgresores y echaron suerte por su ropa, para que se cumplieran todas aquellas Escrituras, también, literalmente, vendrá otra vez, levantará Su reino y reinará sobre la tierra, porque la misma Escritura ha dicho que así será (Hch.1:11; 3:19-21; Sal.102:16; Zac.14:5; (Is.24:23; Jer.30:3, 18; Dan.7:13-14).”

 “Yo os ruego que toméis de nuevo las Escrituras proféticas, orando para no equivocaros al interpretar su sentido. Leedlas a la luz de las dos grandes estrellas polares, el primero y segundo advenimiento de Jesucristo. Atad al primer advenimiento el rechazo de los judíos; el llamamiento de los gentiles; la predicación del evangelio, como un testimonio al mundo; y apartar a Su iglesia, uniendo a los elegidos por la gracia. Atad al segundo advenimiento la restauración de los judíos; el derramamiento del juicio sobre ‘cristianos’ que no creen; la conversión de los del mundo y el establecimiento del reino de Cristo sobre la tierra”.

 Me gustaría mucho citar más de estas dos maravillosas y esclarecedoras fuentes de la iglesia del siglo XIX, pero tenemos que dejar este estudio ahora y seguir avanzando hasta el final del gran libro de Jeremías. Solamente te pido que estudies bien sus conclusiones, y que igual que yo, puedas hacerlas tuyas.


 

 

 

 


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