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Lowell Brueckner

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Juicio contra Babilonia (Parte 2)

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Un montículo babilónico

                             Capítulo 51

 

El Señor ordena la justa caída de Babilonia 

1.      Así ha dicho Jehová: He aquí que yo levanto un viento destruidor contra Babilonia, y contra sus moradores que se levantan contra mí. 

      2.      Y enviaré a Babilonia aventadores que la avienten, y vaciarán su tierra; porque se pondrán contra ella de todas partes en el día del mal. 

      3.      Diré al flechero que entesa su arco, y al que se enorgullece de su coraza: No perdonéis a sus jóvenes, destruid todo su ejército. 

       4.      Y caerán muertos en la tierra de los caldeos, y alanceados en sus calles. 

El libro de Jeremías le da una mayor atención al juicio de Babilonia que al de cualquier otra nación extranjera. Desde el principio ha tenido el importante papel de ser el conquistador y captor de Judá. Fue un imperio poderoso; la cabeza de oro de la gran imagen del sueño de Nabucodonosor, que Daniel interpretó como el imperio más prominente de los tres que lo seguían.

 El Omnisciente conoce bien la historia de esta ciudad y, más allá de su majestuosa apariencia en el día de Jeremías, le importan sus raíces espirituales. Su espíritu subsiste por los siglos, incluso después de que la ciudad se convirtiera en ruinas, y sobrevivirá hasta el fin de los siglos. La Babilonia del libro de Apocalipsis no es literalmente la Babilonia antigua, sino una ciudad que continúa teniendo el mismo espíritu que ella.

 La ciudad fue fundada por Nimrod, que también construyó Nínive, capital del imperio asirio (Gn.10:10-11). Nimrod fue nieto de Cam y bisnieto de Noé. Habiendo sido el constructor de ciudades que llegaron a ser prominentes en la tierra, podemos entender por qué Génesis 10:7-8 pone un especial énfasis sobre él, por encima de sus hermanos: “Que llegó a ser poderoso en la tierra (LBLA), bien conocido en el mundo primitivo, después del diluvio, y mencionado en un proverbio: “Así como Nimrod, vigoroso cazador delante de Jehová” (Gn.10:9)

 Matthew Henry comenta que “los primeros que edificaron ciudades no eran hombres del mejor carácter y reputación. Las tiendas servían para que los siervos de Dios las habitaran; las ciudades fueron construidas por rebeldes.” La posición de Nimrod, delante del Señor, no fue favorable, sino la de un rebelde renombrado que desafiaba a Dios. Fue cazador de hombres, no de animales, y les perseguía para dominarles. Él levantó su propio gobierno y su propia religión idólatra, y así, Babilonia llegó a ser la “Madre de las rameras (Ap.17:5). Nimrod, de alguna manera, estuvo involucrado en la construcción de Babel, después llamada Babilonia. Desde su comienzo fue un centro de ideología humanista (Gn.11:1-7): “Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo, y hagámonos un nombre”. Esta ideología está muy de moda hoy en día: “Venga, hombre, tú puedes hacer todo lo que esté en tu corazón. ¡Sueña grandes cosas! ¡Serás lo que sueñes!” Este es el lenguaje del humanismo y del Anticristo. 

 Vimos, en el último capítulo, que los persas desviaron el río Éufrates, que corría al lado de los muros de la ciudad, accediendo a ella por debajo de estos. Su “día del mal” llegó. Mientras el rey Belsasar se emborrachaba en su fiesta, vio una mano que escribía en la pared. Entonces, llamó a Daniel, que le habló de su suerte, mientras los persas tomaban el control de la ciudad. Al apoderarse de toda la nación, no tuvieron que llevar a los judíos cautivos a Persia. Se quedaron en Caldea hasta poder volver a su propia tierra.

 Los famosos arqueros persas destruyeron al ejército caldeo y, como un viento recio, el ejército conquistador penetró hasta Leb Camay (LBLA), que significa: sus moradores que se levantan contra Mí. Ellos aventaron la tierra y la vaciaron de sus productos. El majestuoso ejército de los caldeos fue destruido en la ciudad y por toda la tierra.

 

El pueblo del Señor demuestra Su justicia  

5.      Porque Israel y Judá no han enviudado de su Dios, Jehová de los ejércitos, aunque su tierra fue               llena de pecado contra el Santo de Israel. 

6.      Huid de en medio de Babilonia, y librad cada uno su vida, para que no perezcáis a causa de su maldad; porque el tiempo es de venganza de Jehová; le dará su pago. 

7.      Copa de oro fue Babilonia en la mano de Jehová, que embriagó a toda la tierra; de su vino bebieron los pueblos; se aturdieron, por tanto, las naciones. 

8.      En un momento cayó Babilonia, y se despedazó; gemid sobre ella; tomad bálsamo para su dolor, quizá sane. 

9.      Curamos a Babilonia, y no ha sanado; dejadla, y vámonos cada uno a su tierra; porque ha llegado hasta el cielo su juicio, y se ha alzado hasta las nubes. 

10.  Jehová sacó a luz nuestras justicias; venid, y contemos en Sion la obra de Jehová nuestro Dios. 

 El Señor obra a favor de Su pueblo: de Judá y también del reino del norte, conquistado hace mucho tiempo por los asirios. Ahora, el Señor de los ejércitos involucra a los persas para llevar a cabo Su voluntad, comenzando con su liberación. El mundo solo ve a un imperio vencido por otro, mientras que Dios lo ha ordenado para cumplir Su propósito, haciendo lo que es emblemático, demostrando Su cuidado perpetuo por toda esta raza, y seguirá haciéndolo hasta el fin del tiempo. La profecía menciona, especialmente, el problema del pecado de Israel, que el Santo de Israel tiene que remediar para vindicar Su justicia.

 Les manda huir de Babilonia para evitar Su juicio, la venganza del Señor, y salvar sus vidas. Vemos que el espíritu de Babilonia sobrevive hasta el libro de Apocalipsis, con las mismas características que tenía la ciudad. Es una copa que, bajo la soberanía de Dios, algunos están bebiendo hasta su destrucción, mientras que otros están ebrios con sus placeres; todos ellos enloquecidos bajo el engaño del imperio (Ap.18:3). Lo que tardó décadas en construirse es destruido repentinamente.

 Pero el amor del Señor es universal, por eso, observa, por favor, cómo Él tiene la misma misericordia por Babilonia que la que hemos aprendido en sus tratos con Israel. El Señor desea sanar, y le da la oportunidad de ser sanado hasta el último momento, antes de hacer caer Su juicio. Llama a Su pueblo a gemir por la sanidad de Babilonia, por el bálsamo que la puede sanar. “Clemente y misericordioso es Jehová, lento para la ira, y grande en misericordia. Bueno es Jehová para con todos, y sus misericordias sobre todas sus obras” (Sal.145:8-9).

 Pero ha pasado el tiempo de gracia, y el pecado ha llegado al borde de la copa de la paciencia de Dios; la enfermedad persiste y todos los remedios se han agotado. Llegó el tiempo de abandonar a este poderoso imperio a su suerte. Israel tiene que volver a la ciudad de Sion para declarar y alabar Sus obras. Israel es la única nación en la tierra bajo el gobierno de Dios, y ha sido Su propósito revelar Su justicia al mundo por medio de ella. Así, un mundo gobernado por hombres y diablos podrá ver la superioridad de ser gobernado por Dios.

 

La invasión de los medos y persas

 11.  Limpiad las saetas, embrazad los escudos; ha despertado Jehová el espíritu de los reyes de                      Media;  porque contra Babilonia es su pensamiento para destruirla; porque venganza es de                       Jehová, y venganza de su templo. 

12.  Levantad bandera sobre los muros de Babilonia, reforzad la guardia, poned centinelas, disponed celadas; porque deliberó Jehová, y aun pondrá en efecto lo que ha dicho contra los moradores de Babilonia. 

13.  Tú, la que moras entre muchas aguas, rica en tesoros, ha venido tu fin, la medida de tu codicia. 

14.  Jehová de los ejércitos juró por sí mismo, diciendo: Yo te llenaré de hombres como de langostas, y levantarán contra ti gritería. 

15.  Él es el que hizo la tierra con su poder, el que afirmó el mundo con su sabiduría, y extendió los cielos con su inteligencia. 

16.  A su voz se producen tumultos de aguas en los cielos, y hace subir las nubes de lo último de la tierra; él hace relámpagos con la lluvia, y saca el viento de sus depósitos. 

17.  Todo hombre se ha infatuado, y no tiene ciencia; se avergüenza todo artífice de su escultura, porque mentira es su ídolo, no tiene espíritu. 

18.  Vanidad son, obra digna de burla; en el tiempo del castigo perecerán. 

 El Señor despierta el espíritu de los medos, que abrillantan las saetas para la destrucción de Babilonia. Sobre todos Sus propósitos, el celo por Su templo le mueve a la venganza. Todas las defensas de la ciudad fracasarán porque Dios ha declarado su fin. El enemigo llenará la ciudad de soldados.

 La Escritura declara la pequeñez del poder del hombre más grande en la tierra, comparado con la grandeza infinita de Aquel que el universo no puede contener. ¿Cómo podrá defenderse Babilonia contra el Creador, el Omnipotente en poder y el Omnisciente en sabiduría? Por Su poder, combinado con Su inteligencia, Él ha creado el ciclo del aire y del agua; desde el vapor o condensación hasta las descargas eléctricas que originan los relámpagos, seguidos por la voz del trueno.

 La idolatría es la obra vana de los insensatos, la locura de los necios. El artífice, implicado en su creación y habilidoso en su arte, demuestra su ignorancia al darle valor a una imagen sin aliento. Es lo mejor que puede hacer en el intento de igualarse al poder creativo y sabiduría de Dios. El Señor no tolera lo que Él llama: “Mentira… vanidad y obra digna de burla”.

 

Una disertación más sobre la caída de Babilonia

 19.  No es como ellos la porción de Jacob; porque él es el Formador de todo, e Israel es el cetro de                 su herencia; Jehová de los ejércitos es su nombre. 

20.  Martillo me sois, y armas de guerra; y por medio de ti quebrantaré naciones, y por medio de ti destruiré reinos. 

21.  Por tu medio quebrantaré caballos y a sus jinetes, y por medio de ti quebrantaré carros y a los que en ellos suben. 

22.  Asimismo por tu medio quebrantaré hombres y mujeres, y por medio de ti quebrantaré viejos y jóvenes, y por tu medio quebrantaré jóvenes y vírgenes. 

23.  También quebrantaré por medio de ti al pastor y a su rebaño; quebrantaré por tu medio a labradores y a sus yuntas; a jefes y a príncipes quebrantaré por medio de ti. 

24.  Y pagaré a Babilonia y a todos los moradores de Caldea, todo el mal que ellos hicieron en Sion delante de vuestros ojos, dice Jehová. 

25.  He aquí yo estoy contra ti, oh monte destruidor, dice Jehová, que destruiste toda la tierra; y extenderé mi mano contra ti, y te haré rodar de las peñas, y te reduciré a monte quemado. 

26.  Y nadie tomará de ti piedra para esquina, ni piedra para cimiento; porque perpetuo asolamiento serás, ha dicho Jehová. 

27.  Alzad bandera en la tierra, tocad trompeta en las naciones, preparad pueblos contra ella; juntad contra ella los reinos de Ararat, de Mini y de Askenaz; señalad contra ella capitán, haced subir caballos como langostas erizadas. 

28.  Preparad contra ella naciones; los reyes de Media, sus capitanes y todos sus príncipes, y todo territorio de su dominio. 

29.  Temblará la tierra, y se afligirá; porque es confirmado contra Babilonia todo el pensamiento de Jehová, para poner la tierra de Babilonia en soledad, para que no haya morador en ella. 

30.  Los valientes de Babilonia dejaron de pelear, se encerraron en sus fortalezas; les faltaron las fuerzas, se volvieron como mujeres; incendiadas están sus casas, rotos sus cerrojos. 

31.  Correo se encontrará con correo, mensajero se encontrará con mensajero, para anunciar al rey de Babilonia que su ciudad es tomada por todas partes. 

32.  Los vados fueron tomados, y los baluartes quemados a fuego, y se consternaron los hombres de guerra. 

33.  Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: La hija de Babilonia es como una era cuando está de trillar; de aquí a poco le vendrá el tiempo de la siega. 

34.  Me devoró, me desmenuzó Nabucodonosor rey de Babilonia, y me dejó como vaso vacío; me tragó como dragón, llenó su vientre de mis delicadezas, y me echó fuera. 

35.  Sobre Babilonia caiga la violencia hecha a mí y a mi carne, dirá la moradora de Sion; y mi sangre caiga sobre los moradores de Caldea, dirá Jerusalén. 

36.  Por tanto, así ha dicho Jehová: He aquí que yo juzgo tu causa y haré tu venganza; y secaré su mar, y haré que su corriente quede seca. 

37.  Y será Babilonia montones de ruinas, morada de chacales, espanto y burla, sin morador. 

38.  Todos a una rugirán como leones; como cachorros de leones gruñirán. 

39.  En medio de su calor les pondré banquetes, y haré que se embriaguen, para que se alegren, y duerman eterno sueño y no despierten, dice Jehová. 

40.  Los haré traer como corderos al matadero, como carneros y machos cabríos. 

41.  ¡Cómo fue apresada Babilonia, y fue tomada la que era alabada por toda la tierra! ¡Cómo vino a ser Babilonia objeto de espanto entre las naciones! 

42.  Subió el mar sobre Babilonia; de la multitud de sus olas fue cubierta. 

43.  Sus ciudades fueron asoladas, la tierra seca y desierta, tierra en que no morará nadie, ni pasará por ella hijo de hombre. 

44.  Y juzgaré a Bel en Babilonia, y sacaré de su boca lo que se ha tragado; y no vendrán más naciones a él, y el muro de Babilonia caerá. 

45.  Salid de en medio de ella, pueblo mío, y salvad cada uno su vida del ardor de la ira de Jehová. 

46.  Y no desmaye vuestro corazón, ni temáis a causa del rumor que se oirá por la tierra; en un año vendrá el rumor, y después en otro año rumor, y habrá violencia en la tierra, dominador contra dominador. 

47.  Por tanto, he aquí vienen días en que yo destruiré los ídolos de Babilonia, y toda su tierra será avergonzada, y todos sus muertos caerán en medio de ella.

48.  Los cielos y la tierra y todo lo que está en ellos cantarán de gozo sobre Babilonia; porque del norte vendrán contra ella destruidores, dice Jehová. 

49.  Por los muertos de Israel caerá Babilonia, como por Babilonia cayeron los muertos de toda la tierra. 

50.  Los que escapasteis de la espada, andad, no os detengáis; acordaos por muchos días de Jehová, y acordaos de Jerusalén. 

51.  Estamos avergonzados, porque oímos la afrenta; la confusión cubrió nuestros rostros, porque vinieron extranjeros contra los santuarios de la casa de Jehová. 

52.  Por tanto, vienen días, dice Jehová, en que yo destruiré sus ídolos, y en toda su tierra gemirán los heridos. 

53.  Aunque suba Babilonia hasta el cielo, y se fortifique en las alturas, de mí vendrán a ella destruidores, dice Jehová. 

54.  ¡Óyese el clamor de Babilonia, y el gran quebrantamiento de la tierra de los caldeos! 

55.  Porque Jehová destruirá a Babilonia, y quitará de ella la mucha jactancia; y bramarán sus olas, y como sonido de muchas aguas será la voz de ellos. 

56.  Porque vino destruidor contra ella, contra Babilonia, y sus valientes fueron apresados; el arco de ellos fue quebrado; porque Jehová, Dios de retribuciones, dará la paga. 

57.  Y embriagaré a sus príncipes y a sus sabios, a sus capitanes, a sus nobles y a sus fuertes; y dormirán sueño eterno y no despertarán, dice el Rey, cuyo nombre es Jehová de los ejércitos. 

58.  Así ha dicho Jehová de los ejércitos: El muro ancho de Babilonia será derribado enteramente, y sus altas puertas serán quemadas a fuego; en vano trabajaron los pueblos, y las naciones se cansaron sólo para el fuego. 

El muro de Babilonia caerá

Solamente comentaré algunas partes de todo lo que el Señor tiene planeado contra Babilonia en los sesenta y cuatro versículos de este capítulo, específicamente desde el 19 hasta el 58. La humanidad, la cumbre de Su creación, es Su obra maestra. En el primer capítulo de Génesis Él diseña la historia, y Sus escritores, los profetas, cuentan cómo hizo el universo, hasta culminar con la creación del hombre y la mujer. Doce capítulos más adelante, Él cuenta acerca de “la porción de Jacob… e Israel… el cetro de Su herencia”, al llamar a Abram, comenzando con la creación de Su especial herencia en el mundo. A través de esta nación, que es el instrumento que demuestra la realidad de Su existencia, Él obra con un poder sobrenatural.

 Algunos comentaristas creen que el Señor está hablando a Babilonia en los versículos 20-23. Omite el tiempo futuro; Babilonia ejecuta y continúa ejercitando el castigo, mientras Jeremías escribe. El Señor de ejércitos ordenó que Babilonia fuera su martillo, caballería y otras armas de guerra, para quebrantar a las naciones. Él vendrá de igual manera sobre una ciudadanía impiadosa, y su sustento será por medio de su ganado y agricultura. También, a través de Babilonia, Él quebrantó a los jefes y príncipes de las naciones.

De todos modos, el opresor tiene que pagar por sus propios pecados. El martillo que Dios utilizó para castigar a las naciones también será castigado. Matthew Henry dice: “Al final, el mango mismo (del martillo) será arrojado al fuego. Ninguno debe pensar que será exonerado del juicio de Dios, por ser él, el instrumento que ejercitó Su juicio sobre otros.”

 Los grandes muros de la ciudad serán quemados y caerán bajo la oposición de Dios. Nadie reconstruirá Babilonia después de que los medos y los persas se unan para destruirla. El juicio del Señor no terminará hasta que Babilonia sea desolada. Mientras Belsasar se sienta en la mesa del banquete, según el versículo 31, los mensajeros corren de acá para allá con las noticias de cómo soldados enemigos están invadiendo Babilonia y tomando la ciudad. Están bloqueando las puertas que dan al puerto del río, donde se encuentran las naves, y obstruyendo todas las demás vías de escape.

 Es “tiempo de siega” para Babilonia, y los enemigos están trillando sus eras. Los judíos pueden recordar cómo Nabucodonosor les destruyó y asoló sus tierras, “tragando como dragón” sus delicadezas (v.34). Dios ha escuchado su clamor de venganza por la crueldad de los caldeos y el derramamiento de su sangre. En cualquier foto podrás ver las grandes ruinas de Babilonia hasta el día de hoy. Literalmente, los animales salvajes hicieron sus guaridas entre ellas. Opino que el gran poder de la profecía de Dios impulsó a los animales, atrayendo a un gran número de las diferentes especies. De igual manera, el llamamiento del ángel a las aves carnívoras para la fiesta, las atraerán a Armagedón.

En los versículos 39 y 40, Dios también atrae al rey y a sus nobles. Él mismo prepara las mesas y hará que se emborrachen en una fiesta que terminará en su muerte. Ellos llegarán a las mesas, repletas de vino, como corderos, borregos y cabras al matadero. El Señor llama a Babilonia, simbólicamente, Sesac (LBLA, V. 41, “¡Como ha sido tomada Sesac!”), nombre formado por el nombre de su dios, Sac, demostrando así a las naciones cómo obtuvo la victoria sobre las fuerzas espirituales que controlaban la ciudad. También, en el versículo 44, la fuerza diabólica tras su ídolo, Bel, es castigado muchos años antes del juicio final de todos los poderes demoniacos. Le quita todo lo que ha ganado. Fue lo que los demonios en Gadara quisieron evitar, al clamar: “Jesús, Hijo de Dios ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?” (Mt.8:29). Dios quita de Babilonia la alabanza de toda la tierra. El juicio ha venido como las olas del mar e inunda la ciudad. Ninguno querrá vivir cerca de ella, la que una vez fue hermosa y decorada; ni tampoco querrá pasar por la tierra de Caldea. Evitan aquello que una vez les atrajo, representando los placeres fugaces del mundo.

 Varias veces el Señor ordena a Su pueblo salir, tanto de la Babilonia física como de la espiritual. La separación les salva de la destrucción, igual que los que son “llamados aparte del mundo”, es decir, la iglesia, es salvada del juicio que vendrá contra el mundo. Para motivar a los judíos a iniciar su éxodo, les hizo oír rumores de que Ciro se aproximaba; primero escucharon que él estaba preparando la guerra contra Babilonia y, después, que había conquistado Asiria.

 La guerra más importante e invisible es la batalla espiritual contra los ídolos demoniacos. La devoción de Babilonia será la que cause su vergüenza y muerte. Los que sufrieron a manos de Babilonia en la tierra, se regocijarán y cantarán, igual que los que están en el cielo y que han observado a los enemigos espirituales caer. Pasará lo mismo con la ramera espiritual, Babilonia, cuando sea destruida para siempre, física y espiritualmente. Vamos a leer de su defunción en Apocalipsis 18: “Ha caído, ha caído la gran Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible” (Ap.18:2). “Oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis participes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas” (Ap.18:4). “Alégrate sobre ella, cielo, y vosotros, santos, apóstoles y profetas; porque Dios os ha hecho justicia en ella” (Ap.18:20).

Desolación perpetua
 Como cayó y murió toda Judá defendiendo a Jerusalén, así caerán y morirán los caldeos en Babilonia. Los judíos que escaparon de la matanza de los persas deben huir de la ciudad. Es tiempo de que ellos piensen en su Dios y en su ciudad natal, Jerusalén. Este es un llamamiento al arrepentimiento y a volverse a Jehová. Es el momento de pensar en la vergüenza de haber abandonado y entregado el templo a poderes extranjeros.

 La preparación para defender Babilonia es en vano; el Señor está en contra y Babilonia jamás volverá a ser la misma. El Dios de la Escritura se revela como el Dios de la retribución. Esta es una característica que tenemos que aceptar, y reconocer la siguiente secuencia: 1) Él embriaga a los fuertes de Babilonia. 2) Duermen ebrios. 3) Duermen perpetuamente… mueren.  Después se revela como el Rey de reyes, el Señor de los ejércitos, y así habla en el versículo 58: El muro ancho, protegiendo al imperio mundial dentro de él, será totalmente derribado y quemado. A pesar de los esfuerzos humanos, las grandes puertas se convertirán en ceniza y los corazones de los hombres se cansarán al ver la vanidad de su trabajo.

 

Al final, pequeña una analogía

 59.  Palabra que envió el profeta Jeremías a Seraías hijo de Nerías, hijo de Maasías, cuando iba con              Sedequías rey de Judá a Babilonia, en el cuarto año de su reinado. Y era Seraías el                                       principal camarero. 

60.  Escribió, pues, Jeremías en un libro todo el mal que había de venir sobre Babilonia, todas las palabras que están escritas contra Babilonia. 

61.  Y dijo Jeremías a Seraías: Cuando llegues a Babilonia, y veas y leas todas estas cosas, 

62.  dirás: Oh Jehová, tú has dicho contra este lugar que lo habías de destruir, hasta no quedar en él morador, ni hombre ni animal, sino que para siempre ha de ser asolado.

63.  Y cuando acabes de leer este libro, le atarás una piedra, y lo echarás en medio del Éufrates, 

64.  y dirás: Así se hundirá Babilonia, y no se levantará del mal que yo traigo sobre ella; y serán rendidos. Hasta aquí son las palabras de Jeremías. 

 Todas las palabras sobre Babilonia son una profecía que no se cumplirá hasta que sea destruida. Jeremías escribe en el cuarto año de Sedequías, el último rey de Judá, y después se concentra en los judíos en Babilonia y les manda su profecía por medio de Seraías. El rollo será echado al río Éufrates, simbolizando la caída de Babilonia. La profecía fue preservada en la mente de Jeremías, y la prueba de que así fue, es que la tenemos hasta el día de hoy. Los cautivos se consolarán viendo que los caldeos serán castigados de la misma manera en la que ellos fueron tratados. Los piadosos se regocijarán, porque el nombre de Jehová y Su templo serán vindicados en Jerusalén.

 Jeremías dice a Seraías que, cuando llegue a Babilonia, lea la profecía contra ella a toda la población judía. Seraías, entonces, debe orar al Señor con una oración confirmatoria, lo que a mí me gusta llamar “una oración de amén”, es decir, afirma que la promesa de Dios es totalmente verdadera y tiene autoridad. La parte del hombre es decir “amén” a Su promesa.

 Después, Seraías debe atar el rollo a una piedra y tirarlo al Éufrates, que fluye junto al muro de la ciudad. Babilonia se hundirá como una piedra y jamás se levantará otra vez. Quedará sin habitantes para siempre. Me parece que “ser rendidos” se refiere a un cansancio sin esperanza en el alma de Babilonia, dejándolos incapaces o pocos dispuestos para conseguir una restauración para su ciudad. Durante los siglos, fiel a la palabra de Dios, nadie vio la necesidad de reconstruirla, y así permanece hasta hoy, testificando así la verdad de la profecía. Con ese comentario Jeremías termina su profecía y sus palabras.  

 

 

 

 


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