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Lowell Brueckner

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Charles Finney autobiografía 1

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En su libro, Gozo inefable, Dr. Martyn Lloyd-Jones refiere tres o cuatro veces al bautismo en el Espíritu Santo de Charles Finney. Por ejemplo, citó: “Considera a un hombre como (Charles) Finney. Fue convertido un día y, al día siguiente, esta cosa (el bautismo) le pasó. Él no sabía de ello, sólo le pasó…”

 Creo que la autobiografía original de Charles G. Finney fue publicada en 1876, un año después de su fallecimiento. Durante principios de los años sesenta, encontré una copia en la biblioteca de mi padre, publicada por Revell en 1911, que todavía conservo. Voy a compartir unos cuantos capítulos en mi blog, y espero que muchos los lean. A continuación, quiero empezar con el testimonio de su salvación y el bautismo en el Espíritu Santo, que ocurrió casi inmediatamente después. Quiero enfatizar el hecho de que esto fue algo que muchos hombres de Dios, utilizados grandemente por Él, experimentaron muchos años antes del movimiento Pentecostal de 1910. Esta experiencia es opuesta a la enseñanza popular de hoy en día de que el bautismo ocurre al convertirse. Después, también quisiera compartir algunos relatos de avivamientos de Finney en ciertos lugares y, quizás, otras experiencias de su vida.

  

CAPÍTULO 2: Su conversión y bautismo en el Espíritu Santo

 

Mi conversión a Cristo

 En este punto de mi historia, cierto Sabbath en la tarde resolví en mi mente dar respuesta al dilema de la salvación de mi alma de una vez por todas y de ser posible, hacer las paces con Dios. Siendo que estaba muy ocupado con los asuntos de la oficina, sabía que sin una gran firmeza de propósito nunca abordaría el tema. Así que decidí, en lo que me fuera posible, evitar todo trabajo y cualquier otro asunto que pudiera distraer mi atención y evitar que me entregara por completo a la tarea de asegurar la salvación de mi alma. Llevé esta resolución a efecto con seriedad y tan bien como pude. Sin embargo estaba obligado a permanecer por un buen tiempo en la oficina. Mas quiso la providencia que no tuviera mayores oficios ni el día lunes ni el martes y tuve así oportunidad de leer mi Biblia y de estar en oración la mayor parte del tiempo. 

Sin embargo, era yo orgulloso sin saberlo. Había supuesto que la opinión de los demás me tenía sin cuidado, sea ya que pensaran esto o aquello de mí. Además, yo había sido, de hecho, bastante particular en mi asistencia a sus reuniones de oración y en el grado de atención que le había prestado a la religión durante mi estadía en Adams. Con respecto a esto había sido yo tan particular que continuamente había llevado a la iglesia a pensar que estaba ansioso en la búsqueda de respuestas. Sin embargo descubrí, cuando tuve que afrontar el dilema, que estaba poco dispuesto a permitir que alguien supiera que procuraba la salvación de mi alma. Cuando oraba tan solo susurraba mis oraciones de tal modo que no pasaran de la puerta, no fuera que alguien descubriera que estaba orando.

Pronto aparecerá...

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 Acabo de terminar mis comentarios expositivos con la segunda epístola de Pedro, después de la primera, y también la de Santiago. Estas tres, por cierto, pertenecen a las epístolas generales. También he comentado sobre otros libros de la Biblia: Eclesiastés, Isaías, Jeremías, Daniel, Zacarías, 1 Corintios, Gálatas, Hebreos y Apocalipsis, además de un libro con meditaciones diarias sobre los Salmos. De momento, considero dejar la enseñanza expositiva de la Biblia, y estoy pensando otras cosas.

 Quisiera volver a compartir con vosotros antiguos artículos del blog, que pienso que son especialmente importantes, como por ejemplo uno sobre el avivamiento de Mukti en la India, que estuve leyendo el otro día. También algunos mensajes recientes de nuestros hijos: Mike, Daniel y David, y repetir otros de ellos, ya colgados aquí. Quisiera dedicarme a una antigua autobiografía de Charles G. Finney, publicada en 1911, que ya no se imprime. La encontré en la biblioteca de mi padre en los años sesenta, y todavía la conservo, aunque le falta la portada y unas cuantas páginas del principio. Cuando la descubrí, al principio de mi ministerio, una llama empezó a arder en mi alma, y continúa hasta hoy, en el siglo XXI. Pienso copiar algunos capítulos significantes, y creo que estarán a tu disposición en mi blog en un futuro cercano. Además, quisiera descubrir el corazón de Jonathan Goforth, quien vio avivamiento misionero en China.

Un día como mil años

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Burladores de los últimos tiempos (v. 3)

 2 Pedro 3 


            La humanidad es impiadosamente 
                            corta de vista

1. Amados, esta es ya la segunda carta que os escribo, en las cuales, como recordatorio, despierto en vosotros vuestro sincero entendimiento (LBLA),

2. para que tengáis memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador dado por vuestros apóstoles;

3. sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias,

4.      y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación. 

5.      Éstos ignoran voluntariamente, que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste, 

6.      por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua; 

7.      pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos. 

8.      Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. 

9.      El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.  

Me parece muy apropiado que Pedro termine su contribución final al canon de la Escritura, con el tema la eternidad. Esto está de acuerdo con el plan del Señor, que reservó los últimos dos capítulos de la Biblia para hablar sobre los nuevos cielos y la nueva tierra. La palabra inspirada, la Biblia, nos habla acerca de este planeta y del universo que lo rodea, desde su creación hasta su destrucción. Después de relatar la historia humana, hasta el tiempo en que Dios juzgará al déspota final y a todos Sus enemigos, nos habla de la eternidad.

 En este capítulo, Pedro también enseñará acerca de la destrucción final de este universo antes de la creación del nuevo, en el que reinará la justicia. Empieza en el primer versículo hablando de la memoria, la cual, declara él, ha sido su propósito en las dos cartas, enfatizándolo especialmente en la segunda. Alude a la memoria del lector para poder despertar su “sincero entendimiento”. Warren Wiersbe dice que “es posible tener un entendimiento puro y sincero, pero tener falta de memoria”.