Introducción al libro, "Buscando la verdad del reino"
Lo que sigue es la introducción al libro, “Buscando la verdad del reino”, el segundo tomo de la serie, “Buscad el reino de Dios”. Por favor, pon mucha atención a estas palabras, porque marcará la diferencia entre los verdaderos y falsos. Todos los que no quieren enfrentarse con la verdad, serán engañados, ¡con un engaño enviado desde los cielos!
Todo está sujeto a la verdad de Dios
Jesús dijo: “Yo soy la verdad”. También dijo: “La verdad os hará libres... si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Jn. 8:32,36). La verdad es una fuerza viva que palpita y respira. Es eterna y espiritual, poderosa y celestial, misteriosa y sobrenatural. Es mucho más que una colección de principios, mandamientos y doctrinas que los maestros enseñan y los estudiantes aprenden. No es algo meramente intelectual que entra en el cerebro y se escribe en cuadernos. Es algo que solamente el espíritu puede captar, aunque las facultades mentales también jueguen un papel en el proceso de dar entendimiento al ser humano. Pero aún así, las facultades humanas tienen que ser transformadas y capacitadas por el Espíritu Santo para poder recibir la verdad divina.
La verdad es representada perfectamente en la persona de Jesús y es imposible separarla de Él. Sin embargo, es necesario tomar la verdad y contemplarla como una esencia en sí misma. Quiero decir, en otras palabras, que no es suficiente suponer: “Yo tengo a Cristo, y por eso no tengo que preocuparme mucho en aprender verdades, ya que tengo la verdad personificada”. La Biblia , y Cristo mismo, nos declaran que esta es una conclusión falsa. Por ejemplo en Juan 3:21, Jesús dijo: “Mas el que practica la verdad viene a la luz…” y dijo a Pilato: “Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz” (Jn. 18:37). Estos dos versículos demuestran que una persona, primeramente, tiene que estar preocupada con la verdad, ya que esta verdad es la que le atrae a la luz y le afina los oídos para poder oír la voz de Cristo. Esta persona tiene que ser alguien que sinceramente busque ser desengañada y dispuesta a recibir la verdad. Como dijo el salmista: “Escogí el camino de la verdad” (Sal. 119:30).
La verdad define lo que es el Reino de Dios. Se puede decir que es la insignia de su bandera: “Has dado a los que te temen bandera que alcen por causa de la verdad” (Sal. 60:4). La causa y la meta del Reino de Dios es levantar en alto la verdad, y cada miembro tiene que saludar y entregar la lealtad a su bandera. Muchas personas han optado por dar su vida antes que retractarse o renunciar a la verdad que Dios les ha mostrado. Esta causa era para ellas más valiosa que la vida. Si nuestra meta es buscar el Reino de Dios, es esencial que busquemos y aprendamos la verdad, porque: 1) Los principios sobre los cuales se basa el Reino de Dios están formados por la verdad, ya que sin bases verdaderas el Reino de Dios realmente no puede ser edificado. 2) La manera de funcionar para edificar el Reino de Dios está determinada por la verdad. 3) La verdad gobierna y administra el Reino de Dios, y demanda que todo sea conforme a ella. Por lo cual, cada persona en el Reino tiene que aprender la verdad que forma las bases del mismo, funcionar y edificar de forma verdadera, y someterse para obedecer a la verdad como un buen y leal ciudadano, rebelándose contra toda mentira.
Todos los demás atributos del Reino tienen que sujetarse a la verdad. El amor no es el amor de Dios si no es un amor verdadero. El gozo es una alegría ficticia si no es el gozo verdadero, y la paz que no es verdadera, engaña. Un cristiano tiene que tener la verdad como cinturón en su armadura, ya que si no está ceñido con ella, toda la armadura se afloja.
Para no desviarnos del camino tenemos que poder discernir sobre lo que es la verdad y lo que no lo es. En Hebreos 12 nos dice que tenemos que “correr legítimamente”. Es otra manera decir que tenemos que andar en la verdad o si no, estaremos haciendo esfuerzos vanos. Jesús dijo a la samaritana: “Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad” (Jn. 4:23). Adorar a Dios no es algo que uno pueda hacer a su gusto o de cualquier manera. La adoración es para dar gloria a Dios y para Su placer.
Lo que vengo diciendo hasta aquí es que, en el Reino de Dios, es básico y esencial conocer la verdad. Para este propósito Dios nos ha dado una Biblia, no solamente para que la conozcamos, sino también para que la comprendamos. Aunque no existe ni ha existido quien la haya podido comprender perfectamente, su propósito es darnos comprensión, y hacia esta meta vamos. En ella aprendemos que Su “palabra es verdad” (Jn. 17:17) y que “ninguna mentira procede de la verdad” (1 Jn. 2:21). No vamos a anotar aquí todos los versículos escritos sobre la verdad en el evangelio de Juan, ya que son muchos, pero puedes estudiarlo y verás cómo este apóstol, de manera especial, enfatizó acerca de la verdad. Acabamos de mencionar un texto de 1 Juan y, para que nos hagamos una idea de la preocupación que él tenía con la verdad, vamos a tomar nota de las otras veces, aunque sea de forma fragmentada, que la mencionó en sus tres epístolas: 1 Juan: “…mentimos, y no practicamos la verdad… la verdad no está en nosotros… es mentiroso, y la verdad no está en él… como si ignoraseis la verdad… es verdadera, y no es mentira… no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad… conocemos que somos de la verdad.. En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error... porque el Espíritu es la verdad...”. 2 Juan: “A la señora elegida y a sus hijos, a quienes yo amo en la verdad; y…los que han conocido la verdad… a causa de la verdad que permanece en nosotros… misericordia y paz…en verdad y en amor… he hallado a algunos de tus hijos andando en la verdad…”. 3 Juan: “Gayo, el amado, a quien amo en la verdad… dieron testimonio de tu verdad, de cómo andas en la verdad... No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad… para que cooperemos con la verdad… dan testimonio de Demetrio, y aun la verdad misma... nuestro testimonio es verdadero”.
Sería imposible dar un solo estudio que cubriese todo el tema bíblico acerca de la verdad, ya que es inmenso. Durante el transcurso de toda la historia muchos hombres de Dios han hecho un sinnúmero de esfuerzos para enseñarnos diferentes aspectos de la verdad. Sé que será muy poco lo que pueda contribuir a ello, pero intentaré hacerlo usando como texto las parábolas de Mateo, capitulo 13, extrayendo de ahí la materia en la que debemos meditar. Jesús habló en parábolas, y la razón por la que he querido centrarme en ellas es porque demuestran algunos aspectos de la diferencia entre un estudio desarrollado humanamente y lo que tiene que verse de forma espiritual. La verdad de Dios es misteriosa para el ser humano ya que no puede llegar a conocerla a través de su experiencia natural. Es otro mundo para él.
La importancia de la primera parábola
La primera parábola de Mateo 13 muchas veces es llamada “La parábola del sembrador”. El hecho de que esta parábola y su interpretación aparezca en tres de los cuatro evangelios, nos da una idea de la importancia que le da el Espíritu Santo (Mateo 13:1-23, Marcos 4:1-20 y Lucas 8:4-15). Para tener la historia completa tendremos que estudiarla en los tres evangelios. Marcos, por ejemplo, incluye algunas preguntas relacionadas con la parábola que Jesús hizo a Sus discípulos: “¿No sabéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas?” (4:13). Al examinar el contenido de esta parábola no me es difícil llegar a la conclusión de que Jesús quería utilizarla como la clave para abrir los misterios de todas las demás.
La enseñanza aclara que la receptividad espiritual del individuo está relacionada esencialmente con la condición de su corazón, y no con el poder del intelecto. La parábola compara el corazón del hombre con cuatro diferentes estilos de tierra, en los que la semilla, que es la Palabra , es sembrada. Después hablaremos de cada uno de estos tipos de tierra detalladamente, pero antes diré que lo que la parábola nos enseña es que, si no hay estorbos, la semilla tendrá éxito en producir fruto, ya que éste es el propósito del sembrador.
Importantes asuntos relacionados con el entendimiento espiritual
Para poder tratar bien esta cuestión tenemos que tomar en cuenta varios asuntos, relacionados con las parábolas, que Jesús trajo a la luz. Empezaremos pensando en la pregunta que sus discípulos le hicieron acerca de la razón por la cual hablaba por parábolas (Mt.13:10). Y ya que vamos a centrarnos en las parábolas, no puede haber para nosotros una pregunta más básica.
La manera de enseñar estaba directamente relacionada con la cantidad de gente presente. “Se le juntó mucha gente... y les habló muchas cosas por parábolas” (vrs. 2,3). La reacción de la mente carnal es emocionarse cuando hay mucha gente reunida, pero en este caso vemos que la enseñanza fue menos clara entre la multitud. La persona que entiende los caminos de Dios sabe que, cuanto más pequeño sea el número de oyentes, más íntima y rica es la presencia del Señor. No hay nada más íntimo que lo que el individuo experimenta a solas con Él.
Jesús contestó claramente a la pregunta citando al profeta Isaías: “De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis. Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos” (vrs.14-16). El profeta Oseas dijo: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó el conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento...” (Os. 4:6). Jesús habló por parábolas a la multitud porque el pueblo, en general, no quería escuchar la verdad claramente, y hasta la fecha nos encontramos con el mismo problema. Siempre hay una razón tras el porqué una persona no puede comprender la palabra de Dios, y es porque en sí misma tiene alguna resistencia contra la verdad. En el fondo no quiere aceptarla, así es que Dios mismo hace que Su palabra siga siendo un misterio para su entendimiento.
Por ello Jesús no hablaba a la multitud para que entendiera, sino para que no entendiera. Sin embargo, al terminar la parábola, Jesús nos deja este ofrecimiento: “El que tiene oídos para oír, oiga” (vr.9). Él quiso separar de la multitud a los individuos que sabían apreciar la palabra y estaban dispuestos a recibirla. Y esto es exactamente lo que sucedió, que algunos se separaron y vinieron a Él después.
Vamos a tomar en cuenta el pasaje en Marcos 4, versículo 10: “Cuando estuvo solo, los que estaban cerca de él con los doce le preguntaron sobre la parábola”. La gran mayoría de los que habían escuchado quedó satisfecha, así es que se despidieron y se fueron a sus hogares sin entender el significado. Les bastó con experimentar la emoción del momento, la presencia de Jesús, y los milagros. Sin embargo, no fue así con los doce y los otros pocos que se quedaron y se acercaron a Jesús después. No les importó la hora ni sus quehaceres en las casas. Tenían hambre y sed de justicia, y su prioridad ahora era recibir la luz espiritual y celestial. Estos fueron los que tuvieron oídos para oír y a los que Jesús dijo: “A vosotros os es dado saber el misterio del reino de Dios; mas a los que están fuera, por parábolas todas las cosas” (vr.11). La diferencia sencillamente estaba en que para los que apreciaron la palabra, ésta era la prioridad en sus vidas, pero para los que se despidieron y se fueron, no fue así.
La preciosa semilla
“Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas” (Sal. 126:6) ¡Qué preciosos momentos con el Señor! ¡Qué riquezas disfrutaban las personas hambrientas y sedientas! ¿En qué parte del mundo podrían escuchar tales cosas? ¿Qué hombre, filósofo o rabí podría hablar y abrir los secretos eternos del cielo y descubrírselos a hombres normales y corrientes? Para los que escuchaban esto suponía mucho más que descubrir una mina de piedras preciosas. Personalmente, me siento incapaz de poder describir la grandeza de lo que intento compartir, pero debemos meditar en ella. Los versículos que siguen nos ayudarán a tener una mejor idea.
“Abriré en parábolas mi boca; declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo” (Mateo 13:35 citando el Salmo 78:2). En el versículo 17 Mateo cita lo que Jesús dijo: “Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron”. Lucas también lo cita pero incluye a los reyes: “Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis; porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron” (Lc. 10:23-24). Años después Pedro también incluyó a los ángeles entre los que tienen envidia de aquellos que pueden recibir lo que Jesús enseñó: “Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos… a éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros administraban las cosas que ahora os son anunciadas… cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles” (1 P. 1:10-12).
¿Puedes ver lo sublimemente valiosa que es la semilla que siembra el Sembrador? El sencillo acto de volver a casa con indiferencia y dejar de lado la mesa donde profetas, reyes y ángeles anhelan sentarse, es un insulto, un desprecio y, sí, un pecado. La palabra de Dios es gratis, nadie tiene que pagar por ella, “comprad sin dinero y sin precio, vino y leche” (Is. 55:1), pero no es barata.
Lo mismo que pasó con la multitud de aquel entonces pasa hoy en día. Es interesante, justo después de una reunión, escuchar a personas que pretenden ser cristianas hablar de negocios, vacaciones, y aún de qué y donde van a ir a comer. De la abundancia del corazón habla la boca. Por mi parte, cuando mi espíritu está recibiendo de la mesa del Señor, siento que es una pérdida de tiempo tener que apartarme para cualquier otra cosa. La palabra de Dios debe tener la prioridad en nuestras vidas.
No hace mucho tiempo pude ver un documental sobre una secta falsa: La Iglesia de Dios Universal, fundada por un tal Herbert W. Armstrong. Por muchos años he sabido de esta secta, especialmente por una revista llamada “La pura verdad”, de la que se repartían 8 millones de ejemplares mensualmente por todo el mundo. Qué gran sorpresa saber que, después de la muerte de Armstrong, Dios abrió los ojos de los líderes y pudieron darse cuenta de la gran mentira que habían creído. Cuando lo confesaron a sus miembros, inmediatamente perdieron cerca del 70% de la membresía, la universidad, la estación de televisión y gran parte de sus salarios. Es un gozo poder escuchar y sentir la gran alegría y libertad en los testimonios de la gente a la que Dios rescató de su engaño. Jesús dijo: “La verdad os hará libres”, y ellos habían sido librados de una verdadera esclavitud que afectaba todas las áreas de su vida. Pero, como dijo uno de ellos: “La gran mayoría se ha separado de nosotros porque amaron y fueron leales a la enseñanza de un hombre, ya muerto, más que a la Biblia ”. Este hecho es suficiente para condenar un alma eternamente.
Otro ejemplo de esto lo tenemos con los mormones. Después de numerosas investigaciones arqueológicas, no se ha hallado ni una sola prueba para comprobar la veracidad de las civilizaciones e historias de las que habla el Libro de Mormón. Mientras, en su búsqueda, la pala de algunos arqueólogos, guiados por la Biblia , fue dirigida para descubrir lugares y civilizaciones perdidas. Los investigadores se han referido al Libro de Mormón como a una fábula religiosa. Sin embargo, millones en todo el mundo, entre ellos personas muy inteligentes, siguen siendo mormones. Algunos, sinceramente, dicen que creen el Libro de Mormón, la pretendida revelación recibida por Joseph Smith, más que a la Biblia.
Pero estas sectas, como también los Testigos de Jehová, los Adventistas del Séptimo Día, y muchas otras, utilizan también la Biblia. ¿Cómo es posible poder seguir engañado después de leer un Libro en el que no se halla ni una mentira, sino que es verdad desde el principio hasta el final? En Lucas, versículo 18, Jesús nos advirtió de que esto podría pasar, y por eso dijo a los que se habían separado de la multitud: “Mirad, pues, cómo oís”. Es importante, como citó Marcos en el versículo 24, que tengamos cuidado de lo que oímos como, por ejemplo, la revista mencionada o el Libro de Mormón. Pero también es importante tener cuidado de cómo estudiamos la Biblia. Lucas sigue citando: “Porque a todo el que tiene, se le dará; y a todo el que no tiene, aun lo que piensa tener se le quitará”.
Ya hemos dicho que la persona que no está dispuesta a recibir la verdad, no podrá recibir de Dios la capacidad de entenderla. En lugar de dejar que la Biblia dirija su vida, muchas veces es utilizada para dar peso a sus ligeras ideologías y para justificar sus opiniones y hechos. Es muy lógico entonces, que Dios no apoye los esfuerzos dedicados a entender la Palabra. Se engaña pensando que tiene entendimiento bíblico cuando, en realidad, no lo tiene. Para que una persona pueda captar la verdad espiritual y eterna, Dios tiene que capacitarle con el Espíritu de la verdad: “Cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad” (Jn. 16:13). Pablo confirma: “El hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente… nosotros tenemos la mente de Cristo” (1 Co. 2:14, 16). Si uno intenta recibir las cosas de Dios solamente a través del poder intelectual, de razonamientos y lógica limitados por la mente humana, su búsqueda terminará siendo un fracaso. ¡Ten cuidado!, sé guiado por la Escritura y no la manipules. Mira bien cómo oyes.
Marcos nos revela la opinión de los “suyos”, que era la gente más relacionada de forma natural con Jesús: “Está fuera de sí” (Mc. 3:21), decían. Inmediatamente después de la parábola del sembrador, Lucas anuncia la llegada de la madre y los hermanos de Jesús. Como no pudieron acercarse a Él debido a la multitud que le rodeaba, pidieron a alguien que estaba más cerca de Él que le avisara. Entonces Jesús les dijo: “Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen” (Lc. 8:21). Sus hermanos no creían en Él. A pesar de vivir en la misma casa y haberse criados juntos, era imposible para ellos poder entender y creer sin el alumbramiento del Espíritu Santo. Parece que su madre, aún después de haber sido utilizada grandemente por Dios y haber recibido revelaciones tremendas, estaba siendo influenciada por otros miembros de la familia. No volvió a Él hasta la crucifixión. Su proximidad natural no importaba en este caso, ya que ella también necesitaba al Espíritu Santo para poder ver quien era el Hijo del Hombre. ¡Qué bien que ella estaba entre los 120 el día de Pentecostés!
Estas cosas son misterios que encierran en sí mismos una apasionante intriga. Poder descubrir los misterios eternos da al alma un gozo y satisfacción inexplicables. Jesús nos anima a seguir adelante mientras buscamos, ya que es posible frustrarse. Es difícil poder cambiar las facultades que hemos utilizado durante toda la vida, por unas que son totalmente nuevas y extrañas para nosotros. Sin embargo, con toda seguridad, esto es posible: “Nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a luz” (Lc. 8:17). Esta garantía de Jesús figura también en la parábola del candil en Marcos 4:22 y en Mateo 10:26. Además, Marcos y Lucas también citan lo que Jesús dijo referente a que las parábolas fueron dadas para que algunos recibieran luz: “Nadie que enciende una luz la cubre con una vasija, ni la pone debajo de la cama, sino que la pone en un candelero, para que los que entran vean la luz”. El propósito es que veamos. ¡Entra y mira! No te frustres ni te desanimes. Has entrado en cosas difíciles y misteriosas, pero sumamente preciosas. Quédate y espera. La luz te alumbrará. Dios nos ha dado Su palabra para que la entendamos: “Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras” (Lc. 24:45).
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