Buscando el Reino de Dios... introducción
Aquí presentamos la introducción a los tres tomos titulados "Buscad el Reino de Dios" y en seguida empezaremos con el primer tomo que se llama "Buscando el Rey del Reino". Ya hemos colgado completamente "Buscando la verdad del Reino" y "Buscando el Espíritu del Reino".
Buscad el Reino de Dios
INTRODUCCIÓN A LOS TRES ESTUDIOS
En una sola tarde Jesús le reveló a
la mujer samaritana tres verdades inmensas de lo que es el cristianismo. Le
hizo entender que la manera de vivir una vida que da gloria a Dios Padre, es
adorándole en espíritu y en verdad; la adoración requiere estos
dos ingredientes necesarios. “Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en
espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le
adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad
es necesario que adoren” (Jn. 4:23-24). Entonces ella recibió la
revelación que es sobre todas las revelaciones; la que cambia la vida y provee
todo lo necesario para vivirla. Ella pudo saber que, Aquel que buscó
encontrarla personalmente ese día, era el Mesías prometido, y confesó su
convicción de que era necesario que Él le enseñara todo sobre el Reino de Dios:
“Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando
él venga nos declarará todas las cosas. Jesús le dijo: Yo soy, el que
habla contigo” (Jn. 4:25-26). Toda persona que busca el significado de
su existir tiene que experimentar lo mismo que ella.
Hay que descubrir estas tres áreas
importantes, relacionadas con el Reino de Dios y Su Hijo Jesucristo: 1) Tenemos
que buscar a la persona que es el Rey de este Reino. 2) Tenemos que hallar la
verdad que gobierna el Reino y, 3) tenemos que buscar la capacidad para poder
andar y funcionar por el Espíritu en el Reino. Tenemos un universo sin límite
de material para poder estudiar acerca de cualquiera de estas tres áreas, y
estos estudios son solamente pequeños trozos de grandes gemas espirituales,
aunque espero que sean joyas ricas y valiosas para quienes van a entrar conmigo
en la mina bíblica a disfrutarlas.
Jesús dijo: “Buscad primeramente
el Reino de Dios y su justicia” (Mateo 6:33 y Lucas 12:31), introduciendo
así un tema que no es solamente para cristianos, sino el principio fundamental
para la existencia humana. El significado de la vida es hallado en este
mandamiento de Jesús. Es básico y esencial; no se trata de una sugerencia, una
opción o un consejo. La inaceptable alternativa resultará en ser abandonados a
nuestros propios caminos. La historia de la humanidad, lo que observamos en la
sociedad con nuestros propios ojos cada día, y lo que recibimos a través de los
medios de comunicación, demuestran que la ruina total de la civilización y el
individuo es el resultado de no buscar el Reino de Dios sobre todas las cosas.
No pueden obtenerse buenos
resultados cristianos en la vida de una persona que no acepta y cumple este
mandamiento de Jesús. Si desobedece caminará en la senda del egoísmo, confiando
en sí mismo para proveerse de lo necesario y satisfacer los anhelos de su naturaleza
caída. Jesús nos enseñó bien en la parábola del sembrador que aquel que se
preocupa por los afanes y las riquezas (Mt. 13:22), las codicias (Mr. 4:19), y
los placeres de la vida (Lc. 8:14), no lleva fruto para Dios. Cuando empezamos
con el propósito fundamental de buscar primeramente el Reino de Dios, entramos
automáticamente en un ambiente de fe en Dios, confiando en Él para que supla
nuestras necesidades temporales y humanas, mientras nosotros nos concentramos
en lo que es divino y eterno.
Sin embargo, uno puede observar un
mundo de cristianos preocupados por los afanes cotidianos, y planes para el
futuro concebidos en sus propios corazones. La vida espiritual es un pasatiempo
para ellos, reservado para el tiempo libre, que consiste en unas pocas horas
cada domingo y, posiblemente, otras pocas horas durante la semana, a última
hora de la tarde. Es lo que sobra después de estar buscando cómo alimentarse y
vestirse, proveer para el futuro de sus hijos, y planear su futuro aquí en la
tierra. ¿Son cristianas tales personas? Posiblemente de nombre lo sean, pero
¿en la práctica? Me parece que no son muy diferentes de la gente en los días de
Noé, que “comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento”, o en los
días de Lot, cuando “comían, bebían, compraban, vendían, plantaban,
edificaban”.
Lo que cuenta el Antiguo Testamento
acerca del tiempo de Noé es que las intenciones del corazón del hombre eran
total y continuamente malas. No creo que tenga que escribir sobre la perversión
y violencia de Sodoma en el tiempo de Lot, ya que todos deberíamos saberlo. Es
interesante ver que, cuando Jesús comparó estas situaciones con los días
finales, no mencionó la maldad y la perversión, sino una cierta normalidad que
iba a continuar hasta el final. Por medio de Ezequiel, Dios dijo que el pecado
de Sodoma había sido la soberbia, la saciedad de pan y la abundancia de
ociosidad (Ez.16:49).
Jesús dijo que en los día de Noé,
antes del diluvio, la gente no entendió (Mt. 24:39). No estaba dispuesta a
recibir la palabra de Dios, por eso no podía comprenderla. Como hemos visto en
la parábola del sembrador, los afanes de la vida, es decir, los afanes
de cosas legítimas y necesarias, estaban en la misma categoría que el engaño de
las riquezas, los placeres del mundo, y la codicia de muchas cosas. Esto ahoga
la palabra y se hace infructuosa.
Durante la reciente campaña
presidencial de los EE.UU. como es lógico, toda la sociedad se mostró muy
preocupada por la crisis financiera. Jesús dijo: “Todas estas cosas buscan
las gentes del mundo” (Lc. 12:30). Pero lo desconcertante era ver a los
periodistas entrar en las iglesias cristianas y escuchar a sus miembros
expresar las mismas inquietudes y preocupaciones que el resto de la sociedad no
creyente. No existía ninguna diferencia entre ellos y los incrédulos.
CAUSAS Y EFECTOS
Si vamos a Romanos 1, veremos cómo
Pablo habla tres veces consecutivas de la causa principal del problema del
hombre y seguidamente de los resultados. En el versículo 22 tenemos la causa: “Habiendo
conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios…” No fueron ateístas, no
señor, dice que conocieron a Dios, pero que le negaron el lugar que Él merecía
como Creador del mundo. En el versículo 24, las palabras por lo cual, indican
cual fue su resultado: “Por lo cual Dios los entregó a la inmundicia,
en las concupiscencias de sus corazones”. Les abandonó a lo suyo. Otra vez,
en los versículos 25 y 26 vemos la causa y su efecto: “Cambiaron la verdad
de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que el
Creador… Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas...” Y
finalmente en el versículo 28: “Como ellos no aprobaron tener en cuenta a
Dios, Dios los entregó a una mente reprobada...” ¡La depravación es la
consecuencia de no dar a Dios el lugar que Él merece en nuestras vidas!
EL CASAMIENTO
Jesús dijo que estaban casándose y
dándose en casamiento. Haz el favor de ver en Génesis 2:18, 21, 22, cómo Dios
quiere que sea el matrimonio. Después de ver lo que había creado, Dios declaró
que todo era bueno, excepto algo que no era completamente bueno. Dijo: “No
es bueno que el hombre esté solo”. Entonces Dios intervino quirúrgicamente
a Adán, con anestesia incluida: “Dios hizo caer sueño profundo sobre
Adán..., y tomó una de sus costillas”. Recuerda siempre que Dios nunca
quita algo sin la intención de dar algo mejor. De la costilla formó una mujer y
“la trajo al hombre”. Adán no la tenía que buscar; era el propósito de
Dios, no el de Adán, y Sus planes son siempre los mejores. Antes de que entrara
ninguna idea en los pensamientos de Adán, y antes de que Eva fuese creada, Dios
estaba planeando lo mejor para ellos.
De esta situación ideal, con Dios
controlando enteramente los asuntos del hombre, vamos a Génesis 6 para ver el
tipo de casamientos a los que se refirió Jesús, y que fueron un factor
contribuyente al diluvio: “Viendo los hijos de Dios que las hijas de los
hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas”. Aquí
observamos la raíz del pecado de que habló Pablo en Romanos 1. Dieron culto a
la criatura y deshonraron al Creador. Escogieron para sí, y sólo el nacimiento
de Noé y el diluvio que resultó, alivió a la raza humana de la maldición, e
incluso, de la auto-destrucción: “(Lamec) llamó su nombre Noé, diciendo:
Este nos aliviará de nuestras obras y del trabajo de nuestras manos, a causa de
la tierra que Jehová maldijo” (Gn. 5:29).
Después de la caída de Adán en la
desobediencia, Dios maldijo la tierra de la que el hombre había sido tomado
materialmente, y la tierra empezó a producir espinos y cardos. Así, trabajando
la tierra, fue como el hombre se esclavizó duramente a sus propias necesidades
materiales, hasta volver a ella en su muerte. Sobre esta base fue edificada la
sociedad, ya que la agricultura provee el sostén para todos los negocios del
hombre, quien perdió el supremo llamamiento de vivir complaciendo a Dios,
teniendo que vivir bajo la maldición de una existencia egoísta.
La siguiente generación no mejoró,
ya que Caín continuó lo que Adán había dejado. Trajo a Dios una ofrenda de la
tierra que él mismo trabajaba y que había sido maldecida. En lugar de vivir
para Dios vivió para suplir sus necesidades, y dio a Dios como ofrenda la
propina que le sobró. Dios la rechazó, y el celoso Caín mató al hombre que por
la fe había visto la necesidad espiritual de renovar la relación con Dios por
medio de un sacrificio de sangre.
Una maldición adicional fue
pronunciada. La tierra había sido maldita por el pecado de Adán, pero ahora la
tierra maldice a Caín por su pecado, y las cosas van de mal en peor. La tierra
rehúsa producir, por lo que Caín abandona la agricultura y se hace “un
errante y extranjero en la tierra”. Adán había sido muy trabajador, pero su
hijo terminó siendo un vago. Ahora dime si algo ha cambiado durante el
transcurso del tiempo. Piensa en la raíz del problema. Es muy evidente que la
verdad expresada en Romanos 1 se repite vez tras vez durante toda la historia
de la humanidad. Una generación ignora a Dios, se entrega a servir a sus propias
necesidades, y la siguiente es entregada a sus pasiones y a una vida errante y
sin valor.
Afortunadamente esta no es la única
historia que vamos a contar. Dios tiene un propósito eterno que, con toda
seguridad, va a llevarse a cabo. Eva dio a luz a otro niño, y todas las
genealogías significativas iban a filtrarse hasta este antepasado, Set. Enós
fue hijo de Set, y algo maravilloso sucedió: “Entonces los hombres
comenzaron a invocar el nombre de Jehová (el Señor)”, palabras que se
repiten a menudo en el Antiguo Testamento. Hubo individuos que vieron y
reconocieron la necesidad suprema de estar bajo el señorío de Dios en sus
vidas.
Cerca del fin del Antiguo
Testamento, Joel añade un poco al viejo dicho (2:32), que es citado por Pedro
en su primer mensaje apostólico y también por Pablo en medio de su enseñanza
sobre la fe: “Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será
salvo”. Existe una manera de escapar de la esclavitud del
egoísmo a la que el pecado nos ha dirigido y de lo que este mundo persigue,
para entrar en los propósitos del Señor. Su comienzo es muy sencillo, pero a la
vez muy decisivo y firme. Es por medio de un clamor desde lo más profundo del
corazón, pidiéndole a Él que tome el lugar que merece y nos salve del pecado y
el egoísmo.
Considera Colosenses 1:13: “Nos
ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al Reino de su amado
Hijo”. El reino de las tinieblas es un reino invisible, como también lo es
el reino de la luz. Es un reino que tenemos que hallar de manera espiritual.
Las verdades del Reino de Jesucristo son misterios. Son muy diferentes de los
principios que hemos experimentado humanamente a lo largo de nuestras vidas y
muy diferentes a lo que podemos aprender en el ambiente de este mundo. Por eso
tenemos que escarbar hasta llegar a las profundidades desconocidas para así
poder ver las cosas como Dios las ve. Es una búsqueda que requiere ser la
prioridad principal de nuestras vidas.
Además, tenemos que prestar mucha atención
para poder hallar y conservar la manera de andar en los caminos del Reino. En
el evangelio hemos leído cómo Pedro anduvo sobre el agua, hasta que las olas y
el viento llamaron su atención y él quitó los ojos de Jesús. La consecuencia es
que inmediatamente empezó a hundirse. La manera de caminar en el Reino de Jesús
es sobrenatural, y la Biblia
lo llama “andar en el Espíritu”. Para hacerlo tenemos que quitarnos las
sandalias viejas de nuestros pies, las que nos dirigían en las sendas del
mundo, y tener contacto directo con el Espíritu Santo. No se asemeja en nada a
los pasos dados en nuestro pasado, por eso requiere una concentración única en
las cosas nuevas del Reino. Tenemos que buscar la manera de andar en el
Espíritu y dedicar nuestra vida a esta búsqueda.
El Hijo es el Rey de este Reino y,
para hallar este Reino, primeramente tenemos que buscar a su Rey. Hemos oído
decir que Dios no está perdido para que le hallemos, ya que nosotros somos los
perdidos y Él es quien nos tiene que hallar. Esto es cierto, pero como muchas
otras cosas ciertas, no contiene toda la verdad. Solamente es una manera de ver
el asunto, pero no cubre todos los aspectos que la Biblia nos enseña y que no
podemos ignorar. Tenemos delante de nosotros la orden, de la misma boca de
Jesucristo, de buscar el Reino, además de otros versículos, como el que sigue,
que también citamos a menudo: “Me buscaréis y me hallaréis, porque me
buscaréis de todo vuestro corazón” (Jer. 29:13). Dios no está
perdido, pero sí está escondido, y no será hallado a través de una búsqueda
superficial y descuidada. ¡Que no seamos como las cinco vírgenes insensatas que
empezaron su búsqueda muy tarde!
Siendo sincero, si tú te encuentras
hoy entre el gran número de cristianos que en la práctica no obedecen el
mandamiento de Jesús, al leer este libro espero que puedas ver la necesidad de
empezar a hacerlo inmediatamente. La
búsqueda requiere una devoción y entrega totales.
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