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Lowell Brueckner

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Buscando el Reino de Dios... introducción

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Aquí presentamos la introducción a los tres tomos titulados "Buscad el Reino de Dios" y en seguida empezaremos con el primer tomo que se llama "Buscando el Rey del Reino". Ya hemos colgado completamente "Buscando la verdad del Reino" y "Buscando el Espíritu del Reino". 

Buscad el Reino de Dios

INTRODUCCIÓN A LOS TRES ESTUDIOS

En una sola tarde Jesús le reveló a la mujer samaritana tres verdades inmensas de lo que es el cristianismo. Le hizo entender que la manera de vivir una vida que da gloria a Dios Padre, es adorándole en espíritu y en verdad; la adoración requiere estos dos ingredientes necesarios. “Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Jn. 4:23-24). Entonces ella recibió la revelación que es sobre todas las revelaciones; la que cambia la vida y provee todo lo necesario para vivirla. Ella pudo saber que, Aquel que buscó encontrarla personalmente ese día, era el Mesías prometido, y confesó su convicción de que era necesario que Él le enseñara todo sobre el Reino de Dios: “Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo” (Jn. 4:25-26). Toda persona que busca el significado de su existir tiene que experimentar lo mismo que ella.

Hay que descubrir estas tres áreas importantes, relacionadas con el Reino de Dios y Su Hijo Jesucristo: 1) Tenemos que buscar a la persona que es el Rey de este Reino. 2) Tenemos que hallar la verdad que gobierna el Reino y, 3) tenemos que buscar la capacidad para poder andar y funcionar por el Espíritu en el Reino. Tenemos un universo sin límite de material para poder estudiar acerca de cualquiera de estas tres áreas, y estos estudios son solamente pequeños trozos de grandes gemas espirituales, aunque espero que sean joyas ricas y valiosas para quienes van a entrar conmigo en la mina bíblica a disfrutarlas.


Jesús dijo: “Buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia” (Mateo 6:33 y Lucas 12:31), introduciendo así un tema que no es solamente para cristianos, sino el principio fundamental para la existencia humana. El significado de la vida es hallado en este mandamiento de Jesús. Es básico y esencial; no se trata de una sugerencia, una opción o un consejo. La inaceptable alternativa resultará en ser abandonados a nuestros propios caminos. La historia de la humanidad, lo que observamos en la sociedad con nuestros propios ojos cada día, y lo que recibimos a través de los medios de comunicación, demuestran que la ruina total de la civilización y el individuo es el resultado de no buscar el Reino de Dios sobre todas las cosas.

No pueden obtenerse buenos resultados cristianos en la vida de una persona que no acepta y cumple este mandamiento de Jesús. Si desobedece caminará en la senda del egoísmo, confiando en sí mismo para proveerse de lo necesario y satisfacer los anhelos de su naturaleza caída. Jesús nos enseñó bien en la parábola del sembrador que aquel que se preocupa por los afanes y las riquezas (Mt. 13:22), las codicias (Mr. 4:19), y los placeres de la vida (Lc. 8:14), no lleva fruto para Dios. Cuando empezamos con el propósito fundamental de buscar primeramente el Reino de Dios, entramos automáticamente en un ambiente de fe en Dios, confiando en Él para que supla nuestras necesidades temporales y humanas, mientras nosotros nos concentramos en lo que es divino y eterno.

Sin embargo, uno puede observar un mundo de cristianos preocupados por los afanes cotidianos, y planes para el futuro concebidos en sus propios corazones. La vida espiritual es un pasatiempo para ellos, reservado para el tiempo libre, que consiste en unas pocas horas cada domingo y, posiblemente, otras pocas horas durante la semana, a última hora de la tarde. Es lo que sobra después de estar buscando cómo alimentarse y vestirse, proveer para el futuro de sus hijos, y planear su futuro aquí en la tierra. ¿Son cristianas tales personas? Posiblemente de nombre lo sean, pero ¿en la práctica? Me parece que no son muy diferentes de la gente en los días de Noé, que “comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento”, o en los días de Lot, cuando “comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban”.

Lo que cuenta el Antiguo Testamento acerca del tiempo de Noé es que las intenciones del corazón del hombre eran total y continuamente malas. No creo que tenga que escribir sobre la perversión y violencia de Sodoma en el tiempo de Lot, ya que todos deberíamos saberlo. Es interesante ver que, cuando Jesús comparó estas situaciones con los días finales, no mencionó la maldad y la perversión, sino una cierta normalidad que iba a continuar hasta el final. Por medio de Ezequiel, Dios dijo que el pecado de Sodoma había sido la soberbia, la saciedad de pan y la abundancia de ociosidad (Ez.16:49).

Jesús dijo que en los día de Noé, antes del diluvio, la gente no entendió (Mt. 24:39). No estaba dispuesta a recibir la palabra de Dios, por eso no podía comprenderla. Como hemos visto en la parábola del sembrador, los afanes de la vida, es decir, los afanes de cosas legítimas y necesarias, estaban en la misma categoría que el engaño de las riquezas, los placeres del mundo, y la codicia de muchas cosas. Esto ahoga la palabra y se hace infructuosa.

Durante la reciente campaña presidencial de los EE.UU. como es lógico, toda la sociedad se mostró muy preocupada por la crisis financiera. Jesús dijo: “Todas estas cosas buscan las gentes del mundo” (Lc. 12:30). Pero lo desconcertante era ver a los periodistas entrar en las iglesias cristianas y escuchar a sus miembros expresar las mismas inquietudes y preocupaciones que el resto de la sociedad no creyente. No existía ninguna diferencia entre ellos y los incrédulos.

CAUSAS Y EFECTOS

Si vamos a Romanos 1, veremos cómo Pablo habla tres veces consecutivas de la causa principal del problema del hombre y seguidamente de los resultados. En el versículo 22 tenemos la causa: “Habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios…” No fueron ateístas, no señor, dice que conocieron a Dios, pero que le negaron el lugar que Él merecía como Creador del mundo. En el versículo 24, las palabras por lo cual, indican cual fue su resultado: Por lo cual Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones”. Les abandonó a lo suyo. Otra vez, en los versículos 25 y 26 vemos la causa y su efecto: “Cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que el Creador… Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas...” Y finalmente en el versículo 28: “Como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada...” ¡La depravación es la consecuencia de no dar a Dios el lugar que Él merece en nuestras vidas!

EL CASAMIENTO

Jesús dijo que estaban casándose y dándose en casamiento. Haz el favor de ver en Génesis 2:18, 21, 22, cómo Dios quiere que sea el matrimonio. Después de ver lo que había creado, Dios declaró que todo era bueno, excepto algo que no era completamente bueno. Dijo: “No es bueno que el hombre esté solo”. Entonces Dios intervino quirúrgicamente a Adán, con anestesia incluida: “Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán..., y tomó una de sus costillas”. Recuerda siempre que Dios nunca quita algo sin la intención de dar algo mejor. De la costilla formó una mujer y “la trajo al hombre”. Adán no la tenía que buscar; era el propósito de Dios, no el de Adán, y Sus planes son siempre los mejores. Antes de que entrara ninguna idea en los pensamientos de Adán, y antes de que Eva fuese creada, Dios estaba planeando lo mejor para ellos.

De esta situación ideal, con Dios controlando enteramente los asuntos del hombre, vamos a Génesis 6 para ver el tipo de casamientos a los que se refirió Jesús, y que fueron un factor contribuyente al diluvio: “Viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas”. Aquí observamos la raíz del pecado de que habló Pablo en Romanos 1. Dieron culto a la criatura y deshonraron al Creador. Escogieron para sí, y sólo el nacimiento de Noé y el diluvio que resultó, alivió a la raza humana de la maldición, e incluso, de la auto-destrucción: “(Lamec) llamó su nombre Noé, diciendo: Este nos aliviará de nuestras obras y del trabajo de nuestras manos, a causa de la tierra que Jehová maldijo” (Gn. 5:29).

LA MALDICIÓN DE VIVIR PARA SÍ

Después de la caída de Adán en la desobediencia, Dios maldijo la tierra de la que el hombre había sido tomado materialmente, y la tierra empezó a producir espinos y cardos. Así, trabajando la tierra, fue como el hombre se esclavizó duramente a sus propias necesidades materiales, hasta volver a ella en su muerte. Sobre esta base fue edificada la sociedad, ya que la agricultura provee el sostén para todos los negocios del hombre, quien perdió el supremo llamamiento de vivir complaciendo a Dios, teniendo que vivir bajo la maldición de una existencia egoísta.

La siguiente generación no mejoró, ya que Caín continuó lo que Adán había dejado. Trajo a Dios una ofrenda de la tierra que él mismo trabajaba y que había sido maldecida. En lugar de vivir para Dios vivió para suplir sus necesidades, y dio a Dios como ofrenda la propina que le sobró. Dios la rechazó, y el celoso Caín mató al hombre que por la fe había visto la necesidad espiritual de renovar la relación con Dios por medio de un sacrificio de sangre.

Una maldición adicional fue pronunciada. La tierra había sido maldita por el pecado de Adán, pero ahora la tierra maldice a Caín por su pecado, y las cosas van de mal en peor. La tierra rehúsa producir, por lo que Caín abandona la agricultura y se hace “un errante y extranjero en la tierra”. Adán había sido muy trabajador, pero su hijo terminó siendo un vago. Ahora dime si algo ha cambiado durante el transcurso del tiempo. Piensa en la raíz del problema. Es muy evidente que la verdad expresada en Romanos 1 se repite vez tras vez durante toda la historia de la humanidad. Una generación ignora a Dios, se entrega a servir a sus propias necesidades, y la siguiente es entregada a sus pasiones y a una vida errante y sin valor.

LA SALVACIÓN DE LA ESCLAVITUD DEL EGOÍSMO

Afortunadamente esta no es la única historia que vamos a contar. Dios tiene un propósito eterno que, con toda seguridad, va a llevarse a cabo. Eva dio a luz a otro niño, y todas las genealogías significativas iban a filtrarse hasta este antepasado, Set. Enós fue hijo de Set, y algo maravilloso sucedió: “Entonces los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová (el Señor)”, palabras que se repiten a menudo en el Antiguo Testamento. Hubo individuos que vieron y reconocieron la necesidad suprema de estar bajo el señorío de Dios en sus vidas.

Cerca del fin del Antiguo Testamento, Joel añade un poco al viejo dicho (2:32), que es citado por Pedro en su primer mensaje apostólico y también por Pablo en medio de su enseñanza sobre la fe: “Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo”. Existe una manera de escapar de la esclavitud del egoísmo a la que el pecado nos ha dirigido y de lo que este mundo persigue, para entrar en los propósitos del Señor. Su comienzo es muy sencillo, pero a la vez muy decisivo y firme. Es por medio de un clamor desde lo más profundo del corazón, pidiéndole a Él que tome el lugar que merece y nos salve del pecado y el egoísmo.

Considera Colosenses 1:13: “Nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al Reino de su amado Hijo”. El reino de las tinieblas es un reino invisible, como también lo es el reino de la luz. Es un reino que tenemos que hallar de manera espiritual. Las verdades del Reino de Jesucristo son misterios. Son muy diferentes de los principios que hemos experimentado humanamente a lo largo de nuestras vidas y muy diferentes a lo que podemos aprender en el ambiente de este mundo. Por eso tenemos que escarbar hasta llegar a las profundidades desconocidas para así poder ver las cosas como Dios las ve. Es una búsqueda que requiere ser la prioridad principal de nuestras vidas.

Además, tenemos que prestar mucha atención para poder hallar y conservar la manera de andar en los caminos del Reino. En el evangelio hemos leído cómo Pedro anduvo sobre el agua, hasta que las olas y el viento llamaron su atención y él quitó los ojos de Jesús. La consecuencia es que inmediatamente empezó a hundirse. La manera de caminar en el Reino de Jesús es sobrenatural, y la Biblia lo llama “andar en el Espíritu”. Para hacerlo tenemos que quitarnos las sandalias viejas de nuestros pies, las que nos dirigían en las sendas del mundo, y tener contacto directo con el Espíritu Santo. No se asemeja en nada a los pasos dados en nuestro pasado, por eso requiere una concentración única en las cosas nuevas del Reino. Tenemos que buscar la manera de andar en el Espíritu y dedicar nuestra vida a esta búsqueda.

El Hijo es el Rey de este Reino y, para hallar este Reino, primeramente tenemos que buscar a su Rey. Hemos oído decir que Dios no está perdido para que le hallemos, ya que nosotros somos los perdidos y Él es quien nos tiene que hallar. Esto es cierto, pero como muchas otras cosas ciertas, no contiene toda la verdad. Solamente es una manera de ver el asunto, pero no cubre todos los aspectos que la Biblia nos enseña y que no podemos ignorar. Tenemos delante de nosotros la orden, de la misma boca de Jesucristo, de buscar el Reino, además de otros versículos, como el que sigue, que también citamos a menudo: “Me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón” (Jer. 29:13). Dios no está perdido, pero sí está escondido, y no será hallado a través de una búsqueda superficial y descuidada. ¡Que no seamos como las cinco vírgenes insensatas que empezaron su búsqueda muy tarde!


Siendo sincero, si tú te encuentras hoy entre el gran número de cristianos que en la práctica no obedecen el mandamiento de Jesús, al leer este libro espero que puedas ver la necesidad de empezar a hacerlo inmediatamente. La búsqueda requiere una devoción y entrega totales.


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