¿Un amor incondicional?
Quisiera
preguntar a quienes oigo pronunciar las palabras: “el amor incondicional”, qué significa para ellos esa expresión. A
veces se oye a alguien mencionar: “El amor de Dios es incondicional. Él ama y no
espera nada a cambio.” Interpretada de esta manera, tengo un problema con ese
término. Posiblemente la persona misma no
ha pensado sobre el asunto e ignora su significado.
Ahora,
es muy cierto que nuestra historia de vida espiritual empieza con el amor de
Dios. “Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó,
aún estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida…” (Ef.2:4). Nos
amó cuando éramos incapaces de amar. Fue Su bondad la que nos condujo al
arrepentimiento, y fue Su Espíritu quien hizo posible que pudiéramos tener
oídos para oír Su palabra. Solamente por esta razón pudimos creer. Estamos
confesando lo mismo al decir que somos salvos únicamente por Su gracia. Sin
embargo, no es lo mismo decir que por gracia somos salvados, que decir que “Su
amor es incondicional y no espera nada a cambio.” Su amor nos amó cuando no
había nada que amar, pero Su amor demanda una respuesta, es decir, Su amor demanda condiciones.
El
desarrollo de una expresión como ésta, tiene historia… una historia que se
repite muchas veces. Seguidamente, todo el mundo está hablando del “amor
incondicional… amor incondicional… amor incondicional”. La expresión se hace
popular y totalmente aceptada entre los cristianos. En verdad, es una expresión
muy atrayente para la persona sentimental… y muchos juzgan las cosas según sus
sentimientos, y no según la razón. Muchos viven la vida “cristiana” así,
satisfaciendo sus emociones, pero sin querer pensar claramente sobre la verdad
bíblica. Por ello, en verdad, surgen muchas expresiones que carecen de apoyo
bíblico o cuando menos mucha gente las interpreta de forma que no es bíblica.
Es muy
peligroso tratar las cosas así. Esta expresión fácilmente podría ser inventada
por gente universalista o, cuando menos, tiende de volver los pensamientos en
la dirección del universalismo. Aún entre los evangélicos de hoy en día, el
universalismo está creciendo de forma sorprendente. Fue una plaga doctrinal en
el tiempo de Charles Finney (en el siglo XVIII), e incluso él tuvo que luchar
mucho con las mentes de la gente religiosa de su día que habían aceptado dicha doctrina
o que estaban en el proceso de aceptarla. Es una doctrina muy agradable para el
hombre, y al aceptarla le hace sentir muy bien, ya que la esencia del
universalismo consiste en que, al final, todo el mundo será salvo. Ofrece,
pues, una salvación incondicional. El
concepto de Dios es de puro amor. Dios ama tan incondicionalmente que Su amor
jamás podrá soportar el castigo eterno de Sus criaturas. Algunos están tan
metidos y cautivados por estos conceptos que incluso hallan una esperanza para
el diablo y sus demonios. No quieren aborrecer a nada ni a nadie. (Tengo unos parientes sumergidos en este error
y he observado el desarrollo del error en sus vidas desde el principio.)
Es una
doctrina enteramente falsa, y cualquier persona que tome seriamente en cuenta
las enseñanzas de la Biblia, lo reconocerá. ¡Sí hay condiciones para que el
hombre sea salvo! Tiene que cumplir con las demandas de Dios. Ya sabemos que las
obras no salvan, pero hay ciertas actitudes que uno tiene que poseer, antes de
que le sea posible aceptar gratuitamente la salvación. Una de las condiciones es
que la persona no puede confiar en sí misma ni en sus propias obras. No puede
justificarse de ninguna forma delante de Dios. Otra condición es que la persona
tiene que arrepentirse. El Hijo de Dios ha hablado tan claramente que es
imposible que cualquier persona honesta y sincera malinterprete Su enseñanza. El
que lo malinterpreta no ama la verdad, y concluiremos que no ama realmente a
Cristo, quien es la Verdad. “Jesús fue a Galilea proclamando el
evangelio de Dios, y diciendo: ‘¡El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se
ha acercado! ¡Arrepentíos, y creed en el evangelio!’” (Mc.1:15). Estas
demandas son presentadas por todo el Nuevo Testamento.
Cristo
está demandando arrepentimiento y fe en el evangelio, y nadie aprovechará del
amor de Dios, ni de Su salvación, hasta que se arrepienta y crea, depositando
su vida en las manos del Señor, confiando en las provisiones de Su salvación.
Además,
para esta salvación, la ira de Dios tenía que ser aplacada y Su justicia
satisfecha, antes de que Su amor pudiera fluir libremente para salvar. Dios no podía
ni quería ofrecer Su amor incondicionalmente, hasta que en la cruz, Cristo
cumpliera toda justicia, llevando sobre Sí la ira de Dios. Dios no pudo decir:
“Te amo incondicionalmente y te perdono”, hasta que Sus condiciones fueran realizadas en la cruz.
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