¿Qué es el poder espiritual?
Por A. B. Simpson
A. B. Simpson |
A. B.
Simpson fue el fundador de la Alianza Cristiana y Misionera, movimiento
dedicado a llevar el evangelio a los rincones más lejanos del mundo. Es el
movimiento al que pertenecía A. W. Tozer y, de hecho, él escribió la biografía
de Simpson, titulada Envergadura. Mi padre también pertenecía a
AC&M y le encantaba leer los libros de Simpson, que siempre enaltecían a
Cristo.
El mensaje
de Simpson repetía el clamor del apóstol Pablo: “No yo, sino Cristo en mí”. Uno
de los muchos himnos de Simpson se titulaba, simplemente, Él Mismo. “Antes
era una bendición”, empieza el himno, “ahora es el Señor… antes anhelaba dones,
ahora poseo al dador; antes buscaba sanidad, ahora solamente a Él”. El amor que
A. B. Simpson tenía por Jesús, desvanecía todo lo demás. Mostraba una pasión
singular… ¡solamente Cristo! ¡Que Dios nos dé, una vez más, predicadores y
compositores como este hombre!
¿Qué tipo de hombre podría inspirar a cientos de personas a ir a
la mayoría de las naciones de este planeta a llevar el mensaje de la salvación?
Un día, un huésped de la casa de Simpson se levantó a las 4:30 de la madrugada
y salió al pasillo. Allí, observó que la puerta de su despacho estaba
entreabierta. Al asomarse, pudo ver por la rendija la luz encendida y escuchar
a alguien sollozar. Entonces vio a Simpson, de pie, sobre un gran globo
terráqueo, abrazándolo, con sus lágrimas cayendo sobre los países, bajo su
rostro. Lee las siguientes palabras de aquel piadoso hombre…
¿Qué es el poder espiritual? En primer lugar, es el poder que convence
de pecado. Es el poder que obliga a los oyentes a mirarse como Dios les mira y
les humilla, hechos polvo. Hace salir a las personas de la casa de Dios, no
sintiéndose mejor, sino peor que cuando entraron; muchas veces sin sentir ninguna
admiración hacia el predicador, sino tan heridos que quizás decidan no
escucharle jamás. Sin embargo, en la profundidad de su alma, saben que él tiene
razón y ellos no. Es el poder de la convicción; el poder que despierta la
consciencia y la dice: “¡Tú eres el hombre! Es el poder del cual habla el
apóstol, conectándolo con su propio ministerio: “Encomendándonos a toda
conciencia humana en presencia de Dios, para manifestación de la verdad”.
Los que poseen este poder no siempre serán predicadores
populares, pero sí obreros efectivos. A veces el oyente pensará que le está
hablando a él personalmente y que alguien le ha descubierto sus pecados
secretos. Hablando de un sermón que tuvo tal resultado, uno de los evangelistas
más conocidos dijo que estuvo tan indignado con el predicador (por el cual
después fue convertido), que estuvo esperándole bastante tiempo afuera para
darle una paliza, por haberle avergonzado públicamente. Pensanba que alguien le
había informado. ¡Vamos a envidiar tal poder! Es el mismo sello y señal del
Espíritu Santo sobre un ministro fiel.
Es el poder que ensalza a Cristo y le presenta de tal forma, que
el oyente capta Su misma persona. Algunos sermones dejan la mente con una
impresión vívida de la verdad; otros la dejan con una impresión del Salvador,
no sólo con una idea, sino con Su misma persona. Esta es una verdadera manera
de predicar. Es el ministerio más agradable del Espíritu Santo, el que trae más
bendición. A Él le encanta dibujar la silueta del rostro de Jesús y hacerlo
brillar en cada página de la Biblia. Cada párrafo del sermón contiene ese
rostro de hermosura y ese corazón de amor. Vamos a cultivar este poder, porque
es lo que anhela un mundo hambriento y en apuros… conocer verdaderamente a su
Salvador. “Deseamos ver a Jesús”, sigue
siendo su clamor, y la respuesta sigue siendo: “Y Yo, cuando sea levantado
en alto de sobre la tierra, a todos atraeré a mí mismo”. (Jn.12:21,32)
Finalmente, este poder conduce a los hombres a una decisión. No
solamente para saber algo que no sabían antes, o poseer nuevos pensamientos y nuevas
concepciones de la verdad, para después recordar y reflexionar sobre ellas. Tampoco
es para sentir emociones más profundas y conmovedoras, sino que el Espíritu
siempre empuja al hombre a actuar… a una acción de inmediato, decisiva, y
positiva.
El poder del Espíritu Santo conduce a los hombres a elegir a
favor de Dios e ir contra Satanás, a dejar los hábitos del pecado y a hacer
decisiones grandes y eternas. Que el Señor nos conceda hablar en Su nombre, con
la demostración y poder del Espíritu, para que los resultados sean como Pablo
lo expresa al escribir a los tesalonicenses: “Nuestro evangelio no fue
a vosotros sólo en palabra, sino también en poder… y os convertisteis desde los
ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y aguardar de los cielos a
su Hijo… a Jesús, quien nos libra de la ira venidera.”
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