El sueño del árbol
El
libro del profeta Daniel
“… ¡quienes
cerraron bocas de leones, apagaron la violencia del fuego!”
Hebreos. 11:33, 34
Capítulo 4:1-18 El sueño del árbol
1. Nabucodonosor, rey, a todos los pueblos, naciones
y lenguas que habitan en toda la tierra: Que abunde vuestra paz.
2. Me ha parecido bien declarar las señales y maravillas que ha hecho conmigo el Dios
Altísimo.
3. ¡Cuán
grandes son sus señales, y cuán poderosas sus maravillas! Su reino es un reino
eterno, y su dominio de generación en generación.
4. Yo, Nabucodonosor, estaba tranquilo
en mi casa y próspero en mi
palacio.
5. Tuve un sueño que me hizo temblar; y estas fantasías,
estando en mi cama, y las visiones de mi mente me
aterraron.
6. Por lo cual di órdenes que trajeran ante mí a todos los sabios de
Babilonia para que me dieran a conocer la interpretación del sueño.
7. Entonces vinieron los magos, los
encantadores, los caldeos y los adivinos y les conté el sueño; pero no pudieron darme su
interpretación.
Este capítulo cuenta uno de los más
sorprendentes testimonios de toda la Escritura, y durante todos los siglos de
la historia de la iglesia hay pocos que lo superan. Es el relato de un
emperador mundial, en primera persona, que ha sido enviado a todos los pueblos de
su reino. Alaba a Dios y relata su experiencia de conversión en arameo, el
lenguaje común. Vale la pena ver lo que dos comentaristas escribieron acerca de
ello:
Adam Clarke: “Este
es un decreto normal para un gobernante de aquellos días y uno de los más
antiguos que existe todavía; no cabe duda que contiene las palabras exactas de
Nabucodonosor, copiadas por Daniel de los documentos del estado de Babilonia, y
conservado en su lenguaje original.”
Matthew
Henry: “El estilo real que Nabucodonosor
utiliza no es esplendoroso ni adornado, sino que es pleno, corto y sincero. Si
en otras ocasiones usó grandes palabras pomposas en su saludo, ahora las ha dejado
a un lado; ya es anciano, apenas se ha recuperado de una perplejidad que le ha
humillado y mortificado, y ahora está contemplando la grandeza y soberanía de
Dios. La declaración está dirigida, no solamente a sus súbditos, sino a todos a
quienes pueda llegar esta escritura – es decir, a todos los pueblos, naciones y
lenguajes que existen en la tierra. No solamente está dispuesto a que la sepan,
aunque cuenta su propia infamia (que posiblemente nadie se atrevería a publicar,
si no lo hubiera hecho él, y por eso Daniel publica el documento original),
sino que manda estrictamente que toda clase de personas pagan atención a ella;
porque tiene que ver con todos y será provechosa para todos”.
Cualquier
pueblo podía leer y contemplar el documento; en verdad, se extendió más allá de
la cuna de la civilización en el Medio Oriente hacia las tierras de Buda,
Mahoma, Confucio y los hindús. También llegó al nativo americano, que adora la
naturaleza, y a las tribus remotas de Sud América y Nueva Guinea. Nabucodonosor
nos da a todos su bendición real y nos cuenta su experiencia personal con el
Dios vivo y verdadero: “Me ha parecido
bien declarar las señales y maravillas que ha
hecho conmigo el Dios Altísimo”.
Había
recibido un corazón de adoración. La alabanza estaba en sus labios y por eso
ensalza la grandeza del poder sobrenatural de Dios; es una alabanza siempre
presente en la persona que ha encontrado a la Divinidad. Él comparte el
conocimiento que ha recibido de Su reino eterno y de la estabilidad perdurable
de Su gobierno soberano. Nunca pasa por alto a una generación, ni se desvanece
Su prominencia, sino que queda firme y al alcance de todas las naciones en
todos los tiempos.
Su extraordinaria
transformación empezó con un sueño, el segundo con el que Dios le favoreció. Su
vida y gobierno continuaban de forma normal, si es que puede ser normal la vida
de un emperador; todo estaba tranquilo y su prosperidad iba creciendo. Pero
éste cómodo estado fue interrumpido una noche, cuando estaba acostado sobre su
cama. Si uno solamente está consciente a un ambiente externo y material, nunca podrá
tener un verdadero concepto de la realidad, y por eso la mente tiene que ser
despertada de forma inquietante al mundo del espíritu. El Señor se manifiesta
en esta esfera y trata con los asuntos interiores del hombre.
Como la
primera vez, su ser ha vuelto a ser profundamente estremecido y decide llevar el
asunto ante sus consejeros religiosos: los magos, los encantadores, los caldeos
y los adivinos. Estos hombres seguramente poseían poderes ocultos y diabólicos,
pero Dios ha puesto ante el emperador un dilema que va más allá de sus
capacidades, por eso toda la fuerza de sus maquinaciones religiosas se rompe y
le falla.
Me he dedicado
a investigar un poco acerca de estos médiums y métodos, para que podamos
hacernos una idea de cómo era la religión babilónica. Estaban los que
practicaban las artes mágicas o encantamientos (hechizos con cánticos), que incluían
susurros o murmullos raros y ocultos. Otros eran los que, a través de brujería
misteriosa y sobrenatural, lograban lo que no sería posible con poderes
humanos. También estaban los llamados “hombres de pluma”, o escritores de
horóscopos, que dibujaban líneas y círculos mágicos. Muy parecida era la
práctica de la astrología, que intentaba explicar las situaciones o predecir el
futuro por medio del estudio de las estrellas. Además, los caldeos eran un tipo
de sacerdocio, heredado por ser descendiente de cierta tribu o clan. Creo que
es evidente que algunas de estas prácticas han sobrevivido hasta el día de hoy.
Nabucodonosor
había estado anteriormente en esta situación, pero no ha aprendido la lección
necesaria. Es una característica del ser humano; buscar la verdad e ir a la
fuente correcta, después de haber empleado todos los recursos y no hallar más donde
buscar. El evangelista tiene que estar muy consciente del hecho si espera ver
conversiones verdaderas. Su primer cometido es llevar al pecador a un estado de
necesidad desesperada, al predicarle acerca de la desesperanza de su propia
condición, la degradación de su naturaleza y los infinitos crímenes que ha
cometido. Solamente así dejará su confianza en sí mismo, se rendirá a Su Dios y
buscará la ayuda en la cruz de Cristo. La fuente de socorro que Dios ha puesto
cerca de la persona del rey para poder conducirle a Sí mismo, es Daniel, y es
en él en el último que busca consejo.
8. Pero al fin vino ante mí Daniel, cuyo nombre es Beltsasar, como el nombre de mi
dios, en quien está el espíritu de los dioses santos, y yo le conté el sueño, diciendo:
9. "Oh Beltsasar, jefe de los
magos, ya que sé que en ti está el
espíritu de los dioses santos y que ningún misterio te confunde, declárame las
visiones del sueño que he visto, y su interpretación.
10. "Y las visiones de mi mente,
que vi estando en mi cama, fueron así:
Vi un árbol en medio de la
tierra, cuya altura era muy grande.
11. "El árbol creció y se hizo fuerte, su copa llegaba hasta el
cielo, y era visible desde los confines de la tierra.
12. "Su follaje era hermoso
y su fruto abundante, y en él había alimento para todos. Debajo de él hallaban sombra las bestias del campo, las aves del
cielo hacían morada en sus ramas, y de él se alimentaban todos los seres
vivientes.
13. "En las visiones de mi mente
que vi estando en mi cama, he aquí,
un vigilante, un santo, descendió del cielo.
14. "Clamando fuertemente, dijo así: 'Derribad el árbol, cortad sus ramas, arrancad su
follaje, desparramad su fruto; huyan las bestias que están debajo de él, y las
aves de sus ramas.
15. 'Pero dejad en tierra el tocón con sus raíces, con ataduras de hierro y bronce entre
la hierba del campo; que se empape con el rocío del cielo, y comparta con las
bestias la hierba de la tierra.
16. 'Sea cambiado su corazón de hombre, y séale dado corazón de bestia, y pasen
sobre él siete tiempos.
17. 'Esta sentencia es por decreto de
los vigilantes, y la orden es por decisión
de los santos, con el fin de que sepan los vivientes que el Altísimo domina
sobre el reino de los hombres, y se lo da a quien le place, y pone sobre él al
más humilde de los hombres.'
18. "Este es el sueño que yo, el rey Nabucodonosor, he tenido. Y tú, Beltsasar, dime su interpretación, ya que ninguno de los sabios de mi reino ha podido
darme a conocer su interpretación; pero tú puedes, porque el espíritu de los
dioses santos está en ti."
Volviendo
al estado espiritual en el que estaba antes, Nabucodonosor introduce a Daniel en
su historia por el nombre, Beltsasar, nombre que le había sido dado por el rey
en honor a su dios. Anteriormente tenía un concepto plural de la divinidad y
estimaba a Daniel como uno “en quien está el espíritu de los dioses santos”.
Aunque él era el jefe del departamento espiritual, le dejó para el final,
comprobando lo que ya he explicado. La naturaleza caída del hombre, bajo la influencia
del mundo, de espíritus malignos, no va en dirección a la verdad hasta que haya
agotado todas las demás fuentes.
El rey también
olvidó que Daniel había confesado que su conocimiento sobrenatural no provenía
de sus propias capacidades personales… “no porque yo tenga
más sabiduría que cualquier otro viviente, sino con el fin de dar a
conocer al rey la interpretación, y para que tú entiendas los pensamientos de
tu corazón” (2:20). El
rey, primeramente, da la gloria al hombre antes que a Dios, contra quien ha
vivido en rebeldía. “Ningún misterio te confunde”, dijo a Daniel.
El relato del sueño es alegórico. Él vio un árbol
excepcionalmente alto. En la profecía, un árbol simboliza una gran nación (Ez.17:22-24;
31:3-18; Mt.13:32). El árbol creció en medio de la tierra y su fama se difundió
hasta los últimos confines del mundo. Era hermoso, productivo y proveía
protección y sombra.
Un ser celestial descendió y lo llamó “un
vigilante”. Hay ángeles que se ocupan de vigilar ciertas naciones, y parece que
éste es el caso con el ángel de este sueño. Vino como un mensajero de la
maldición para profetizar contra el árbol. Éste fue derribado; sus ramas
cortadas, su follaje arrancado y su fruto desperdiciado. Todo aquello que
encontraba protección en él, huyó. Solamente quedó la cepa de las raíces.
Ahora el sueño se personaliza y vemos a un hombre
con ataduras de hierro y bronce en un campo abierto. Pierde su razón y vive
como un animal a la intemperie durante siete años. Este ejemplo nos ayuda a
poder ver claramente el gobierno de los espíritus sobre los asuntos de los
hombres. Los vigilantes confirman el decreto dado por el Altísimo Gobernador
del cielo y están encargados de llevarlo a cabo.
El
decreto ha venido como una lección para Nabucodonosor y para todos los que lean
este capítulo y libro en todo el mundo. La lección enseña que Dios, directa y
soberanamente, reina sobre las naciones de la tierra. Él levanta a gobernantes,
según Su propia voluntad, y muestra Su manera personal de obrar, es decir, levantando
a los más humildes a los lugares más altos. Después de los siguientes siete
años, Nabucodonosor entrará en la categoría de los humildes. Dios restaurará la
sensatez a un loco y le devolverá el imperio babilónico.
Nadie pudo
interpretar este sueño al emperador y, seguramente, ninguno que podría hacerlo
hallaría un placer en revelárselo. El rey está convencido de que Daniel tiene
la capacidad para hacerlo, pero Daniel sabe de dónde le vino esta sabiduría. El
Señor del cielo tiene un fiel siervo en Daniel, a quien puede revelar
misterios. Él sabe que Daniel será fiel a su misión y no ocultará las malas
noticias al gran rey.
Cada
siervo de Dios tiene que ser confiable y hablar la verdad, tanto si es negativa
como positiva. Puedes estar seguro de que el predicador que se calla y no habla
toda la verdad, no es un verdadero siervo de Dios. Un estudio cuidadoso de los
Evangelios comprobará que Jesús llevaba la verdad de forma perfectamente fiel.
Samuel
tuvo que aprender este principio desde que era niño, para poder servir a Dios
entre su pueblo: “Samuel temía descubrir
la visión a Elí. Llamando, pues, Elí a Samuel, le dijo: Hijo mío, Samuel.
Y él respondió: Heme aquí. Y Elí dijo: ¿Qué es la palabra que te habló? Te
ruego que no me la encubras; así te haga Dios y aun te añada, si me encubrieres
palabra de todo lo que habló contigo. Y Samuel se lo manifestó todo, sin
encubrirle nada. Entonces él dijo: Jehová es; haga lo que bien le pareciere” (1
Sm.3:15-18). Por toda la Escritura, los hombres y mujeres que Dios usaba,
tenían que expresar todo Su consejo. Eran los falsos profetas los que escondían
la verdad de sus oyentes y ganaban popularidad por hacerlo. De esta manera
contribuían a la caída del pueblo. Este arte de predicadores abunda entre
nosotros hoy. También, a muchos, como a los siervos de Nabucodonosor, les falta
contacto con el cielo, por lo que no pudieron resolver efectivamente los problemas
del rey y no fueron capaces de ayudarle con su dilema.
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