Daniel en el foso de leones
El
libro del profeta Daniel
“… ¡quienes
cerraron bocas de leones, apagaron la violencia del fuego!”
Hebreos. 11:33, 34
Capítulo 6:1-28 Daniel en el foso de leones
1. Le
pareció bien a Darío
constituir sobre el reino ciento veinte sátrapas que gobernaran en todo el
reino,
2. y
sobre ellos, tres funcionarios (uno de los cuales era Daniel) a quienes estos sátrapas rindieran cuenta,
para que el rey no fuera perjudicado.
3.
Pero este mismo Daniel sobresalía
entre los funcionarios y sátrapas porque había en él un espíritu
extraordinario, de modo que el rey pensó ponerlo sobre todo el reino.
4.
Entonces los funcionarios y sátrapas
buscaron un motivo para acusar a Daniel con respecto a los asuntos del reino;
pero no pudieron encontrar ningún motivo de acusación ni evidencia alguna de corrupción,
por cuanto él era fiel, y ninguna negligencia ni corrupción podía hallarse en él.
5.
Entonces estos hombres dijeron: No encontraremos ningún motivo de acusación contra
este Daniel a menos que encontremos algo contra él
en relación con la ley de su Dios.
6.
Estos funcionarios y sátrapas,
de común acuerdo, fueron entonces al rey y le dijeron así: ¡Rey Darío, vive
para siempre!
7. Todos los funcionarios del reino, prefectos, sátrapas, altos oficiales y gobernadores,
han acordado que el rey promulgue un edicto y ponga en vigor el mandato de que
cualquiera que en el término de treinta días haga petición a cualquier dios u
hombre fuera de ti, oh rey, sea echado en el foso de los leones.
8.
Ahora pues, oh rey, promulga el mandato y firma el documento para que no sea
modificado, conforme a la ley de los medos y persas, que no puede ser
revocada.
9.
Por tanto, el rey Darío
firmó el documento, esto es, el mandato.
Debido
a que los historiadores, con detalles exactos, señalaron el tiempo de la
derrota de Babilonia por los persas, podemos saber exactamente la fecha del
acontecimiento, 16 de octubre, año 539 a.C. El relato de Daniel empieza en el
año 606 a.C. Ya hemos visto acerca de la cabeza de oro del sueño de
Nabucodonosor. Ahora, vamos a entrar en el periodo de Persia, con el pecho y
los brazos de plata. Ya han pasado 67 años desde que comenzó la cautividad de
los judíos y, seguidamente, Ciro decreta el retorno a su patria. Parece que
Daniel tuvo algo que ver con esta decisión, por eso vemos aquí otro propósito
por el cual Dios le envió a Babilonia.
Habiendo
conquistado y tomado posesión de mucho territorio, al instaurar el nuevo
gobierno, Darío nombró a 120 sátrapas como gobernadores regionales. Sobre ellos,
puso a tres funcionarios, los cuales estaban bajo las órdenes del rey mismo, y
Daniel fue su líder. Parece que Darío planeaba hacerle algo así como, ‘primer
ministro’, sobre todo el imperio.
En los
capítulos anteriores, vimos qué “espíritu tan extraordinario” estaba en Daniel,
y cómo éste, honró a Dios, de quien había recibido todas sus extraordinarias
capacidades (2:28,30). Él, junto a tres hombres más, llevados
con él a Babilonia, logró tener conocimiento, inteligencia, sabiduría y
entendimiento sobre sueños y visiones de Dios.
En todo
este estudio bíblico, espero haber dejado claro que, sobre todo, queremos ver
la inmutabilidad de los principios espirituales. Ya que los principios no
cambian, hoy en día debemos hallar cosas semejantes a las historias bíblicas. Aquí
tenemos algunos de ellos, que comentaremos a continuación: El anti-semitismo,
la deificación del hombre, la supuesta infalibilidad de altos líderes, la
persecución religiosa, y la maligna y destructiva oposición sin un propósito
constructivo.
Sobre
todas las características que pudiera tener Daniel, los otros dos oficiales
seguían viéndole como un judío exiliado. Durante siglos, el diablo ha manchado
la raza humana con el anti-semitismo, sencillamente porque Dios les ha elegido
como Su pueblo nacional y por medio de ellos ha manifestado Su gloria. En el
libro de Ester, un alto oficial persa, llamado Amán, amenazó a toda la raza judía, eligiendo el día de su aniquilación mediante
un proceso diabólico, de brujería. Dios
intervino, Amán fue colgado y, hasta la fecha, los judíos celebran el Purim, el día 15 de Adar (febrero/marzo de nuestro calendario),
conmemorando la liberación que Dios les había dado (Est.9:20-32).
Los
prejuicios acentúan la envidia contra un hombre que Dios y el emperador habían
favorecido de forma especial. Los enemigos de Daniel buscaban causas para aniquilarle,
pero él fue un líder cuidadoso y sabio. No encontraron nada con que atacarle en
cuanto a cómo manejaba su oficio, así que lo intentaron sobre su práctica
religiosa, y presentaron su plan delante del rey.
Desde
los faraones hasta los césares, los súbditos daban reverencia divina a su
gobernador supremo. Ésta es una característica del sistema del anticristo que,
inspirado por Satanás, busca exaltar a la humanidad hasta convertirla en una
súper-raza. Por eso, no fue difícil convencer a Darío de que todo el mundo debía
adorarle. También, es razonable que, al transferir el gobierno de los
babilonios a los persas, demandasen una lealtad absoluta para poder establecer un
nuevo régimen.
Los
altos funcionarios y gobernadores regionales hicieron un plan de lealtad de treinta
días, durante los cuales nadie debía adorar ni orar a ningún otro dios, sino
solamente al emperador. Los medas y los persas creían
que las leyes, firmadas por su rey, eran infalibles y no era posible
cambiarlas. Incluso, el rey mismo no podía
cambiar la ley, después de haberla firmado. La misma ley conllevaba la pena de
muerte a quien la quebrantara, lo cual implicaba ser arrojado al foso de los
leones. El rey Darío firmó y aquel plan se convirtió en una ley.
10.
Cuando Daniel supo que había
sido firmado el documento, entró en su casa (en su aposento superior tenía
ventanas abiertas en dirección a Jerusalén), y como lo solía hacer antes,
continuó arrodillándose tres veces al día, orando y dando gracias delante de su
Dios.
11.
Entonces estos hombres, de común
acuerdo, fueron y encontraron a Daniel orando y suplicando delante de su
Dios;
12.
por lo cual se presentaron ante el rey y le hablaron tocante al mandato
real: ¿No firmaste un
mandato que cualquier hombre que en el término de treinta días hiciera petición
a cualquier dios u hombre fuera de ti, oh rey, fuera echado en el foso de los
leones? El rey respondió, y dijo: La orden es cierta, conforme a la ley de los
medos y persas, que no puede ser revocada.
13.
Entonces ellos respondieron y dijeron al rey: Daniel, que es uno de los
deportados de Judá,
no te hace caso, oh rey, ni del mandato que firmaste, sino que tres veces al
día hace su oración.
14.
Al oír estas
palabras, el rey se afligió mucho y se propuso librar a Daniel; y hasta la
puesta del sol estuvo buscando la manera de librarlo.
15.
Entonces aquellos hombres vinieron de común acuerdo al rey y le dijeron: Reconoce, oh rey,
que es ley de los medos y persas que ningún mandato o edicto que el rey establezca,
puede ser revocado.
16.
El rey entonces dio órdenes
que trajeran a Daniel y lo echaran en el foso de los leones. El rey habló a
Daniel y le dijo: Tu Dios, a quien sirves con perseverancia, El te librará.
17.
Trajeron una piedra y la pusieron sobre la boca del foso; el rey la selló con su anillo y con los
anillos de sus nobles, para que nada pudiera cambiarse de lo ordenado en cuanto
a Daniel.
Para
Daniel, la oración no era una opción; era una necesidad. Su relación con Dios
conducía su vida y todos los propósitos, y la oración era el medio de su
relación con Él. Fue su sustento. El Logos
o Verbo de Dios enseñó claramente este principio, cuando moraba entre los
hombres: “Yo soy la vid,
vosotros los sarmientos… separados de mí nada podéis hacer. Si alguno no
permanece en mí, es echado fuera como un sarmiento… los echan al fuego y se
queman. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid
lo que queráis y os será hecho” (Jn.15:5-7).
Por
esta razón, Daniel no tomó en cuenta la nueva ley, ni siquiera consideró transigir
con ella, de forma física ni espiritual. Leí la historia de un pastor búlgaro, enviado
a una prisión comunista que, por firmar algunas concesiones, aparentemente pequeñas,
hubiera podido reducir su sentencia. Pero, como Daniel, no modificó su
posición. Ésta es una característica de todos los hombres de Dios: “Cuando Daniel
supo que había
sido firmado el documento”, abría a la ventana en la
planta alta de su casa, se arrodillaba y oraba en voz alta tres veces al día, “como lo solía hacer antes”.
Algunos,
especialmente los que están en contra, dirían que esto es rebeldía, pero ¡no lo
es! Yo diría que es inconformismo y, por toda la historia de la iglesia, Dios
siempre ha usado los no conformistas. Por favor, entiéndelo, si tú has sido muy
fiel en obedecer a los hombres, temerles y buscar ser honrado por ellos, debes
saber que ¡los conformistas no tienen
futuro en Dios!
Daniel
oraba en dirección a Jerusalén. Salomón pidió: “En la tierra de su cautiverio adonde hayan
sido llevados cautivos, y (si) oran… hacia la ciudad que has escogido…
escucha tú desde los cielos, desde el lugar de tu morada, su oración y sus
súplicas” (2Cr.6:38-39). Los enemigos de Daniel
sabían dónde y cuándo acercarse, y junto a muchos testigos, “fueron y encontraron a Daniel orando y suplicando
delante de su Dios”.
Desde la
residencia de Daniel se fueron a ver al rey, pero, antes de mencionar a la
persona involucrada, le hicieron recordar su requerimiento, el cual reconoció
como legal y firme. Entonces acusaron a Daniel (puedes notar que se refieren a
él como exiliado, en lugar de oficial principal) de insubordinación y de haber
desafiado voluntariamente al rey. Esto no agradó para nada a Darío, que pudo
discernir el engaño e intenciones malignas contra Daniel. Pasó el resto del día
buscando un vacío legal o cualquier otra medida para poder librar a este valioso
hombre.
Los líderes
volvieron unánimes delante del rey y demandaron el cumplimiento de la sentencia
legal. Quizás suponían que Darío iba a buscar un escape, e hicieron referencia
a la cláusula de inmutabilidad de las leyes medas y persas. Sabían que el
complot había sido designado sin el favor del emperador, pero habían llevado a
cabo su propósito y estaban decididos a verlo cumplirse.
Darío
no tenía opción, sino decretar, lamentándose por ello, la ejecución de la ley.
Expresó a Daniel su deseo de librarle y, ya que había fracasado él, esperó la
posibilidad de que, como Daniel fue fiel a su Dios, Él fuera fiel a Daniel. El caso de Daniel era algo semejante
al juicio y crucifixión de Jesús. La
posición política de Darío era semejante a la de Pilato, aunque creo que Darío
tenía sentimientos más sinceros. Daniel tipificó a Cristo y, como los judíos, así sus colegas, tenían mayor culpabilidad
que el gobernante. Otro asunto semejante era que Darío puso su sello sobre la
piedra puesta sobre el foso de Daniel. Los nobles también sellaron la piedra, lo
cual me hace pensar en cómo los judíos no estaban satisfechos con el sello de
Roma, sino que quisieron asegurar la tumba de Jesús con una guardia. Pilato les
dijo a ellos: “Id, aseguradla como
vosotros sabéis” (Mt.27:65).
18. Después el rey se fue a su palacio
y pasó la noche en ayuno; ningún entretenimiento fue traído ante él y se le fue
el sueño.
19.
Entonces el rey se levantó
al amanecer, al rayar el alba, y fue a toda prisa al foso de los leones.
20. Y
acercándose al foso,
gritó a Daniel con voz angustiada. El rey habló a Daniel y le dijo: Daniel,
siervo del Dios viviente, tu Dios, a quien sirves con perseverancia, ¿te ha
podido librar de los leones?
21.
Entonces Daniel respondió
al rey: Oh rey, vive para siempre.
22.
Mi Dios envió
su ángel, que cerró la boca de los leones, y no me han hecho daño alguno porque
fui hallado inocente ante El; y tampoco ante ti, oh rey, he cometido crimen
alguno.
23.
El rey entonces se alegró
mucho y mandó sacar a Daniel del foso. Cuando Daniel fue sacado del foso, no se
encontró en él lesión alguna, porque había confiado en su Dios.
24. El rey
dio órdenes que
trajeran a aquellos hombres que habían acusado falsamente a Daniel, y que los
echaran, a ellos, a sus hijos y a sus mujeres en el foso de los leones. No
habían llegado aún al fondo del foso, cuando ya los leones se habían apoderado
de ellos y triturado todos sus huesos.
25. Entonces
el rey Darío
escribió a todos los pueblos, naciones y lenguas que habitaban en toda la
tierra: Que abunde vuestra paz.
26.
De parte mía
se proclama un decreto de que en todo el dominio de mi reino todos teman y
tiemblen delante del Dios de Daniel, porque El es el Dios viviente que
permanece para siempre, y su reino no será destruido y su dominio durará para
siempre.
27.
El es el que libra y rescata, hace señales y maravillas en el cielo y en la tierra, el
que ha librado a Daniel del poder de los leones.
28. Y
este mismo Daniel prosperó
durante el reinado de Darío y durante el reinado de Ciro el Persa.
En el siguiente
relato, veo, no solamente a Daniel salvado de la boca de los leones, sino
también a Darío bajo un peso de convicción de culpa, corriendo hacia Dios.
Después, extremamente gozoso al ver Su salvación. El emperador persa ayunó esa
noche, rehusó su entretenimiento de la tarde y “se le fue el sueño”. Es una manera magnífica de describir la
convicción por su pecado. El sueño le abandonó y le dejó solo, enfrentando su miserable
decisión. Aunque había firmado la orden de ejecución bajo una extrema coacción
política, sin embargo, había pecado y tenía que rendir cuentas a Dios. Como el
representante del gobierno mundial, se había aliado con el diablo y el hombre, oponiéndose
al propósito de Dios.
Fue aprisa al
foso, esperando aliviar su conciencia, pero allí se encontró con la capacidad
sobrenatural del Dios viviente, quien puede corregir todos los errores. El
contexto separa el grito de lo que habló: “Gritó
a Daniel con voz angustiada. El rey habló a Daniel…” Primeramente gritó con
angustia, característica de la reacción de un pecador bajo la convicción del
pecado. Después, expresó la esperanza de que su culpa le hubiera sido quitada.
Daniel
trató al rey con respeto y gentileza, mientras caminaba y hablaba entre los
leones. Seguramente, no era el ambiente propicio para una conversación
racional, pero después de una noche de coexistencia tranquila con los feroces carnívoros,
Daniel tenía paz y estaba por encima de sus circunstancias. Su saludo, “oh rey, vive para siempre”, pudiera
ser la forma común de saludar a un rey, pero prefiero pensar que Daniel lo hizo
con un sincero deseo de ver al rey librado de su convicción de pecado y
¡recibir la vida eterna! Cuidadosamente, reprende el rey por condenar a un
hombre inocente y le declara la salvación de Dios.
Dios
envió a Su Ángel… pienso que fue el mismo Ángel divino enviado a los tres
hebreos que fueron condenados a quemarse vivos. El Cuarto Hombre vino del horno
para cerrar las bocas de los leones en el foso. Él apaga el fuego, calma la
tempestad y seca el mar. Obrando con la trinidad, grabó con Su dedo los mandamientos
sobre la piedra y escribió con Sus dedos en las paredes de un palacio. Su
palabra permanece para siempre y juzgará al hombre en el día final.
El rey se
alegró mucho al ver la salvación de Daniel, porque Daniel confió en Dios. Él fue
un testigo vivo ante los ojos de un emperador mundial. Siempre, buenas cosas
resultan para los que confían en Dios, y comprueban que Dios está totalmente
satisfecho con el hecho de confíar en Él. No requiere más. Hebreos 11 nos
demuestra que todos los hechos maravillosos de Dios resultaban de la fe. “Por gracia habéis sido salvados por medio de la fe” (Ef.2:8). Por la
fe Daniel cerró las bocas de los leones y después Darío le libra del foso.
La
sentencia de muerte es alterada y cae sobre los acusadores. El protagonista
espiritual maligno tras estos hombres malos es el acusador de los hermanos, que
será echado de su lugar en los cielos y, después, arrojado en el Lago de Fuego. “Porque después de todo, es justo delante de Dios retribuir con
aflicción a los que os afligen… cuando el Señor Jesús sea revelado desde
el cielo con sus poderosos ángeles en llama de fuego, dando retribución a los que no conocen a Dios, y a los que no obedecen
al evangelio de nuestro Señor Jesús” (2Tes.1:6-8).
Como Nabucodonosor, el rey Darío decreta y
confiesa a favor del Rey de los reyes y el Señor de los señores. Como en el
primer caso, al terminar el capítulo, quiero llevar otra vez este testimonio
delante de nuestros ojos. Es digno de contemplar: “Que en
todo el dominio de mi reino todos teman y tiemblen delante del Dios de Daniel, porque Él es el Dios
viviente que permanece para siempre, y su reino no será destruido y su dominio durará para
siempre. Él es el que libra y rescata, hace señales y maravillas en el
cielo y en la tierra, el que ha librado a Daniel del poder de los leones”.
El último versículo de este capítulo nos
hace recordar otro versículo del apóstol Pablo en el Nuevo Testamento, que
Daniel confirmó después de todas sus tribulaciones y pruebas: “Y sabemos que para los que aman a Dios,
todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados
conforme a su propósito” (Ro.8:28). ¡Ésta es la
verdadera prosperidad!
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