Conocimiento de Dios... prefacio
EL CONOCIMIENTO DEL DIOS SANTO
Prefacio
La religión genuina
confronta la tierra con el cielo y hace que la eternidad alumbre al tiempo. El mensajero
de Cristo, aunque habla lo que Dios le ha dado, también debe, como solían decir
los cuáqueros, "hablar a la situación" de sus oyentes; de no hacerlo,
estaría hablando un lenguaje conocido sólo por él mismo. Su mensaje no sólo debe
ser eterno; también debe ser oportuno. Le debe hablar a su propia generación.
El mensaje de este
libro no procede de nuestros tiempos, pero es adecuado para ellos. Ha sido
puesto en acción por una situación que ha existido en la Iglesia por años, y
que está empeorando de manera continua. Me refiero a la pérdida del concepto de
majestad en la mente religiosa popular. La Iglesia ha abandonado su elevado concepto
de Dios. Esto no se ha hecho de manera deliberada, sino poco a poco, y sin
conocimiento de la Iglesia, y el hecho mismo de que no esté consciente de lo que
está pasando, sólo sirve para hacer más trágica aún su situación.
El pobre concepto de
Dios que prevalece entre los cristianos de una manera casi universal es la causa
de un centenar de males entre nosotros, dondequiera que estemos. Una nueva filosofía
de la vida cristiana ha sido la consecuencia de este error fundamental en nuestro
pensar religioso.
Con nuestra pérdida del
sentido de majestad ha llegado una pérdida mayor del temor reverencial
religioso y del reconocimiento de la Presencia divina. Hemos perdido nuestro
espíritu de adoración. El cristianismo moderno no está produciendo el tipo de
cristiano que pueda apreciar o experimentar la vida en el Espíritu. Las
palabras "Estad quietos, y conoced que yo soy Dios" no significan
nada en la práctica para el adorador bullicioso y confiado en sí mismo de este siglo
veinte.
Esta pérdida del concepto
de majestad ha llegado en el momento en que las fuerzas de la religión están logrando
un fuerte avance y las iglesias están más prósperas que en ningún otro momento
en unos cuantos siglos. Lo alarmante es que nuestros éxitos son externos en su
mayoría y nuestras pérdidas totalmente internas; y puesto que es la calidad de nuestra
religión la afectada por las condiciones internas, bien podría ser que nuestros
supuestos éxitos no sean más que pérdidas.
La única forma de recuperarnos
de nuestras pérdidas espirituales es regresar a la causa de ellas y hacer las correcciones
que exija la verdad. La falta de conocimiento del Santo es lo que nos ha traído
nuestros problemas. El redescubrimiento de la majestad de Dios logrará grandes
cosas en cuanto a la solución de esos problemas. Nos será imposible mantener
sanas nuestras prácticas morales, y rectas nuestras actitudes mientras nuestra
idea de Dios sea errónea o inadecuada. Si queremos traer de nuevo el poder espiritual
a nuestra vida, debemos comenzar a pensar en Dios de un modo que se aproxime
más a como Él es en realidad.
A. W. Tozer |
Como humilde
contribución a una comprensión mayor de la Majestad de los cielos, ofrezco este
reverente estudio de los atributos de Dios. Si los cristianos de hoy leyeran
obras como las de Agustín o Anselmo, un libro como éste no habría tenido razón
de ser. Sin embargo, los cristianos modernos sólo conocen de nombre a esos
iluminados. Las casas editoras cumplen con su deber de hacer reimpresiones de sus
libros, y a su debido tiempo éstas aparecen en los estantes de nuestros
estudios. Ahí es donde se encuentra el problema: se quedan en los estantes.
Es evidente que no
son muchos los cristianos dispuestos a leer centenares de páginas de material
religioso que requiere una concentración constante. Estos libros les recuerdan
a demasiadas personas aquellos clásicos seculares que se vieron obligadas a
leer mientras estaban en la escuela, y se apartan de ellos con una sensación de
desaliento.
Por este motivo, un
esfuerzo como el presente no dejará de tener algún efecto beneficioso. Como
este libro no es ni esotérico ni técnico, y ya que está escrito ene l lenguaje
de la adoración, sin pretensiones de elegancia en su estilo literario, quizá
haya unas cuantas personas que se sientan atraídas hacia su lectura. Aunque
creo que no se hallará aquí nada que sea contrario a la sana teología
cristiana, con todo, no estoy escribiendo para los teólogos profesionales, sino
para las personas cuyo corazón las mueve a buscar a Dios mismo.
Tengo la esperanza de
que este libro pueda contribuir en algo a la promoción de la religión personal
y, si unos cuantos se sienten animados por su lectura a comenzar la práctica de
la meditación sobre la esencia de Dios, eso bastaría para pagar con creces el
esfuerzo de producirlo.
A.W. Tozer
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