Apocalipsis 5
El Cordero es Digno
Capítulo 5
1. Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito
por dentro y por fuera, sellado con siete sellos.
2. Y vi a un ángel poderoso que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir
el libro y de desatar sus sellos?
3. Y nadie, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir
el libro ni mirar su contenido.
4. Y yo lloraba mucho, porque nadie había sido hallado digno de abrir el libro
ni de mirar su contenido.
5. Entonces uno de los ancianos me dijo: No llores; mira, el León de la tribu
de Judá, la Raíz de David, ha vencido para abrir el libro y sus siete sellos.
Las
representaciones dadas en el libro de Apocalipsis no han sido escritas para
nuestra imaginación. La de Cristo, en el primer capítulo, la que veremos en
este capítulo, la de los cuatro seres vivientes y la del que está sobre el
trono, fueron revelaciones dadas a Juan y sólo él pudo verlas realmente.
Solamente él sabe exactamente lo que vio. No es para que nosotros nos las
imaginemos o, como han hecho algunos, para que intentemos plasmar en dibujos
las palabras y descripciones de Juan. Están escritas para que aprendamos acerca
de las características y atributos del que está sobre el trono y de Cristo.
Aprendemos también acerca del papel de los ancianos y de los seres vivientes en
el Reino de Dios. Hay mucho más y sería bueno recordar este principio para todo
lo que seguiremos estudiando.
En el capítulo
4, vimos el honor y la adoración ofrecidos a Dios, el Rey. En el capítulo 5,
veremos el honor y la adoración dados al Cordero, igualmente. Esta escena nos
demostrará el cumplimiento celestial del principio que Jesús puso delante de
nosotros en Juan 5:23: “Para que todos
honren al Hijo, así como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al
Padre que le envió”. Esta es una
prueba absoluta de Su divinidad; si Él fuera menos que divino, la escena que
observamos sería pura idolatría.
Nuestra
primera preocupación es el rollo que está en la mano derecha del que está
sentado en el trono. Cuando el rollo se abra en el siguiente capítulo, podremos
saber su contenido y sabremos que tiene que ver con los eventos de los últimos
días. El rollo tiene siete sellos, es decir, está perfectamente sellado para
que nada sea añadido. El contenido es completo y lo que ha de pasar ya ha sido
determinado (v.1). Alguien ha denominado este rollo como el “título de
propiedad del universo”.
Cito del
“Cristo del Apocalipsis: “Ningún loco
garabateará en sus páginas. Ningún ego-maniaco podrá sostenerlo. Ninguna
persona bien-intencionada puede añadir una línea a su perfecta y completa
historia. Sellos celestiales guardan la revelación de todos sus sucesos y
ninguna autoridad terrenal tiene el poder de romperlos. Dios está reteniendo
los derechos y privilegios de la propiedad, hasta que aparezca el Hombre
adecuado, que podrá dirigir justa y dignamente los eventos que han de tener
lugar.”
Los ángeles
son los heraldos y portavoces que anuncian los acontecimientos celestiales y
los detalles que se originan en el salón del trono. Ahora, un ángel poderoso formula
una pregunta acerca de tomar el libro y abrir los sellos, lo cual implica
grandes consecuencias. Es como decir, ¿quién es digno de heredar toda la
herencia de Dios y, teniéndola en su potestad, manejar sus desarrollos hasta
llevar a esta época a su fin (v.2)? ¿Quién tiene la autoridad para derramar
sobre la tierra juicios de tan grande magnitud que acabarán con la cuarta parte
de los habitantes de este mundo?
Según la
justicia divina, esta responsabilidad tiene que ser llevada a cabo por un ser
humano, porque todo lo involucrado en el contenido del rollo tiene que ver con
la humanidad. Solamente un hombre, como representante de la raza humana, puede determinar
justamente el destino del hombre. Para asumir esta gran responsabilidad, el que
dirija los arreglos perfectos, tiene que ser uno que pueda abrir el rollo de
modo que nadie pueda cerrarlo (3:7).
Ya hemos
aprendido que, para que se lleve a cabo la justicia perfecta, ningún ser angelical
o cualquier otra criatura, fuera de la raza humana, puede estar involucrado.
Toda la creación está dividida en tres partes: El cielo, la tierra y debajo de
la tierra, es decir, el Hades, la esfera de los muertos. Ninguno más en todo el
universo se atrevió a tomar la parte del protagonista en esta dramática escena
(v.3).
Ningún hombre fue digno
Otra vez cito
“El Cristo del Apocalipsis”: “Veamos la
lista de candidatos. Adán, el primero de todos, cayó miserablemente. Noé
encontró gracia ante los ojos del Señor, pero más tarde sus hijos lo
encontraron en la cama vergonzosamente desnudo y borracho, así que no es el
adecuado para dirigir los asuntos celestiales. Entonces, Abraham fue llamado el
amigo de Dios. Sin embargo, no esperó la promesa de Dios e intentó cumplirla a
su propia manera. Moisés fue un gran líder piadoso, pero en una ocasión se
enfadó y dio un golpe cuando Dios le ordenó hablar. Tal error podría ocasionar
un desastre a unos planes que son perfectos y eternos. ¿Cómo lo haría David, un
hombre conforme al corazón de Dios? No, todos conocemos cómo bajó la guardia en
un momento de relajación y sucumbió a la tentación. Uno por uno, todos son
eliminados.”
Cualquiera que
ame a Dios llorará por la incapacidad humana de cumplir la voluntad divina; así
es que, Juan llora (v.4). Toda la raza humana es un fracaso total en cuanto a
satisfacer al cielo. No sólo es incapaz, en relación a los propósitos divinos,
sino que está condenada y necesita un redentor que pueda pagar la deuda para
conseguir su perdón. El redentor tendría que llevar a cabo la debida justicia a
un mundo de pecadores incrédulos y rebeldes.
Hombres con la
misma naturaleza y experiencia pueden llegar a simpatizar uno con el otro. Un
ser humano, uno de los ancianos, consuela a Juan, asegurándole que el cielo
siempre ha tenido una respuesta al dilema (v.5). La Escritura continúa
gobernando en el cielo y para toda la eternidad, y el anciano lleva a Juan al
libro de Génesis.
De “El Cristo
del Apocalipsis: “Jacob, el tercer
patriarca de la raza hebrea produjo un ‘cachorro de león’. Su nombre era Judá,
el cuarto hijo de Lea, la esposa de Jacob. Al principio era salvaje y
destructivo; dirigió un traicionero complot contra su piadoso hermano menor,
José. Con el hambre mirándole fijamente a la cara, Judá, el león, es forzado,
junto con su padre y hermanos, a volver la mirada hacia Egipto para
sustentarse. José lo convirtió en un león domado, quebrantando su espíritu,
después de lo cual rindió su voluntad. Haciendo esto, encontró la verdadera
libertad y se convirtió en la cabeza del pueblo de Israel. A lo largo de su
historia, Judá fue guía del camino y de él descendió una estirpe de reyes.”
Cuando Jacob yacía en su lecho, llamó a todos sus
hijos a su presencia. Por última vez, el viejo patriarca sacó fuerzas y se
levantó de su cama para hablar como el oráculo consagrado de Dios y dijo: ‘Cachorro de león, Judá… Se encorvó, se
echó como león… No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus
pies, hasta que venga Siloh; y a él se congregarán los pueblos” (Gé.49:9-10).
El cachorro maduró de generación en generación. A su debido tiempo, cuando no
podía encontrarse entre los hombres a nadie que sujetara a los enemigos de
Dios, ¡el León de la tribu de Judá, ya maduro, con perfecto vigor y desarrollo,
apareció rugiendo en escena repentinamente como Señor y Cristo!”
El alto propósito
del Dios omnisciente fue presentar a la humanidad al último Adán, el Dios/Hombre.
Él cumple todos los prerrequisitos necesarios para abrir los siete sellos del
rollo. Él es Dios, el poderoso Campeón, con todas las capacidades infinitas
para llevar a cabo el plan hasta la perfección. Él es Hombre, y por eso Él ha
sido autorizado para tratar los asuntos de la raza humana y designado juez por
el Padre: “Porque ni el Padre juzga a
nadie, sino que todo juicio se lo ha confiado al Hijo… y le dio autoridad para
ejecutar juicio, porque es el Hijo del Hombre” (Jn.5:22,27).
Por la misma razón
que le califica como juez de la raza humana, Él también es su Sumo Sacerdote…
porque es el Hijo del Hombre. El
escritor de Hebreos explica la posición perfectamente: “Por tanto, tenía que ser hecho semejante a sus hermanos en todo, a fin
de que llegara a ser un misericordioso y fiel sumo sacerdote en las cosas que a
Dios atañen, para hacer propiciación por los pecados del pueblo” (He.2:17).
En Apocalipsis, vemos el cumplimiento de las doctrinas enseñadas por Cristo y
los apóstoles.
6.
Miré, y vi entre el trono (con los cuatro seres
vivientes) y los ancianos, a un Cordero, de pie, como inmolado, que tenía siete
cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios enviados por toda la
tierra.
7.
Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba
sentado en el trono.
8.
Cuando tomó el libro, los cuatro seres vivientes y los
veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; cada uno tenía un arpa
y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos.
9.
Y cantaban un cántico nuevo, diciendo: Digno eres de
tomar el libro y de abrir sus sellos, porque tú fuiste inmolado, y con tu
sangre compraste para Dios a gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación.
10. Y los has
hecho un reino y sacerdotes para nuestro Dios; y reinarán sobre la tierra.
11. Y miré, y
oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono y de los seres vivientes y de
los ancianos; y el número de ellos era miríadas de miríadas, y millares de
millares,
12. que decían
a gran voz: El Cordero que fue inmolado digno es de recibir el poder, las
riquezas, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la alabanza.
13. Y a toda
cosa creada que está en el cielo, sobre la tierra, debajo de la tierra, y en el
mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el
trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el dominio por los
siglos de los siglos.
14. Y los
cuatro seres vivientes decían: Amén. Y los ancianos se postraron y adoraron.
El Cordero
es adorado
“En el siguiente versículo, en lugar de un león, para
abrir el rollo aparece un cordero. Si nos sorprende leer sobre un cordero
conquistador, entonces es pasmoso ver más tarde que ¡ha sido asesinado! Es el
cordero para el sacrificio. Jesús obtuvo la victoria sobre los enemigos de Dios
y de los hombres, no como un rugiente león, sino como un cordero desvalido (v.6).”
“Juan el Bautista, el más grande de los profetas y un
teólogo maravilloso, introdujo un nuevo concepto en Israel: ‘¡Contemplad el
Cordero de Dios!´ Vio que todos los animales sacrificados en el Antiguo
Testamento, millones de ellos, tuvieron su verdadero significado en el único
Cordero que podía barrer el pecado. Abel, el hijo de Adán, fue el primer
profeta del Cordero de Dios. A causa de su sacrificio de sangre, Dios lo aceptó
mientras que su hermano Caín era rechazado.”
“Isaac preguntó a su padre Abraham en el camino al
sacrificio del Monte Moriah, la pregunta de los siglos: ‘¿Dónde está el cordero?’ (ver Génesis 22:5-13). Abraham, como gran
profeta que era, contestó con el discernimiento que sólo podía venir del
Espíritu de Dios, ‘Dios proveerá el
cordero para el holocausto, hijo mío’. Por la sangre de un cordero se
salvaron los hijos de todas las familias de Israel del paso del ángel de la
muerte, mientras que el primogénito de cada familia egipcia murió. Dios les
dijo, ‘Y veré la sangre y pasaré de vosotros”
(Éx.12:13). Una y otra vez, un cordero se interpone entre la gente de Dios
y la destrucción.”
“El Cordero que fue sacrificado, está ahora en un lugar
destacado en el libro del Apocalipsis. Él está siempre delante del Padre en los
lugares celestiales. Su presencia allí es la que salva a aquellos que han sido
contaminados con la horrible mancha del pecado. El León, con toda su fuerza y
autoridad, no puede salvar. El puro, inocente y sumiso Cordero triunfa y provee
un remedio para nosotros delante del atroz juicio de Dios, que no tolera el
pecado.”
“La autoridad es concedida a aquellos que son humildes y
sumisos. Jesús sólo buscó la aprobación de su Padre y por esa razón él pudo
decir, ´Toda potestad me es dada en el
cielo y en la tierra’ (Mt.28:18). Un centurión romano fue a conocer este
principio y Jesús le dijo, ‘que ni aún
en Israel he hallado tanta fe’ (Lc.7:9). La fe no es el resultado de un
atrevimiento arrogante ni de una exigencia presuntuosa. Es una confiada
conformidad con el deseo de Dios. El centurión ejecutaba órdenes, obedeciendo
al más poderoso gobierno sobre la tierra. Él vio en Jesús esa misma sumisión a
la autoridad celestial y por ello supo que Jesús podía mover fuerzas
espirituales sólo con la palabra.”
El Cordero es digno de abrir el libro a causa de su poder
para redimir. Los gobernantes han intentado toda clase de reformas sociales
para rehabilitar a los hombres caídos. Grandes esfuerzos y sumas de dinero
civilizan, educan y nos hacen sofisticados. Las Naciones Unidas se crearon para
que la sociedad del mundo pudiese negociar, comunicarse y resolver sus
diferencias. Con todo, los problemas del planeta van de mal en peor. Por lo
tanto, ninguna fuente terrenal puede romper los sellos del libro de Dios. El
cielo envió la respuesta a la tierra en forma de hombre y sobre una cruz:
‘Él
destruye el poder del pecado suprimido y libera al prisionero,
Su sangre
puede limpiar lo más sucio; su sangre me avala.’
El Cordero
fue inmolado
El Cordero lleva
las huellas de Su crucifixión… “de pie, como
inmolado”. Más adelante, en este
libro, veremos más de Jesús como la raíz de David. Significa que es más que el
Hijo de David. Él es su Señor, especialmente por el hecho de que Él se encargó
de poner en su linaje a cada uno de sus antepasados. Jesús enseñó, “pues si David le llama ‘Señor’, ¿cómo es
Él su hijo?” (Mt.22:45). Los líderes judíos no pudieron contestar esa
pregunta. Él es el Hijo de David por Su humanidad y el Señor de David por Su
divinidad.
En la Biblia y,
especialmente, en este libro, los cuernos representan la potestad para
gobernar. El Cordero tiene siete cuernos, lo que nos revela que Él es Rey de reyes
y Señor de señores. He dicho en ocasiones que el Espíritu Santo está
simbolizado por toda la Biblia como agua y,
es simbolizado como siete llamas
delante del trono en Apocalipsis. En el versículo 6, el Espíritu Santo está
representado por los siete ojos del
Cordero, que simbolizan la omnipresencia y la omnisciencia.
El Cordero actúa
confiadamente delante del trono y reclama lo que es Suyo. Su persona y Su obra agradan
perfectamente al Padre, hasta el punto de que puede, con toda confianza, tomar
el asombroso libro que el Padre tiene en Su mano derecha, algo que ningún otro se
atrevía a hacer (v.7). El hecho de que Aquel que está sentado sobre el trono le
rinda el libro, evocó la más profunda alabanza y adoración del cielo.
Instrumentos y copas son puestas en las manos de los ancianos mientras adoran; son
arpas y copas de oro llenas de incienso. Ellos, juntos a los seres vivientes,
se postran delante del Cordero. En las copas de los representantes celestiales
están las oraciones de los santos (v.8). ¡Qué significantes son las oraciones
del pueblo de Dios! Sobreviven después de que ellos mueran y continúan siendo efectivas
en el cielo, como seguiremos viendo en el capítulo 8.
Un cántico que no
pudo ser cantado antes, es cantado ahora, porque el fruto del sacrificio del
Cordero ha llegado a la perfección. Es la canción del evangelio. En este libro
de Apocalipsis, los habitantes del cielo pronuncian la tercera y última de las
frases más importantes que jamás se han pronunciado: “¡Digno es el Cordero!” (v.9). Habiendo sido las otras dos: “Dios proveerá para Sí un Cordero”
(Gé.22:8) y, “He aquí el Cordero de Dios”
(Jn.1:29).
¿Cual es la razón
tras la dignidad de poder tomar el libro y provocar tal alabanza? La razón es porque
el Cordero es el Redentor, quien pagó la deuda de sangre que debíamos a Dios
por nuestra naturaleza y hechos pecaminosos. La gente que profesa ser cristiana
pero que no quiere escuchar de un sacrificio de sangre, si es que va a estar en
el cielo, que lo dudo, estará muy incómoda allí. Ellos tienen una predecesora en el libro de
Éxodo, Séfora, que dijo que Moisés era un esposo de sangre (Éx.4:25). El
cristianismo es una religión de sangre, adornada con la preciosa sangre de
Cristo (1 P.1:19). Los redimidos surgen de cada tribu, lengua, pueblo y nación;
desde los cuatro rincones de la tierra. No solamente vienen de cada nación,
sino de las divisiones más pequeñas de los pueblos; de cada grupo lingüístico, de
cada grupo étnico y de cada tribu dentro de cada nación.
Los redimidos
ministran a ambos, a Dios y a las personas; son sacerdotes y reyes. Son
sacerdotes para Dios y serán los mansos que heredarán la tierra durante el reinado
Milenial de Cristo, sirviendo a la humanidad (v.10). Los frutos del evangelio
han engrandecido las alabanzas del cielo. Ángeles sin número se unen, porque
ellos también aman y sirven a los propósitos de Dios y están totalmente
involucrados en Su plan (v.11). Han ministrado como enviados entre el cielo y
la tierra. John Wesley intenta numerarlos y calcula, al menos, 200 millones.
Dice también, inmediatamente, que no es el número total de los ángeles del
cielo, porque todos los ángeles no entran hasta el capítulo 7, versículo 11.
El Cordero que fue
inmolado (el lenguaje griego indica violentamente inmolado), es digno de la
alabanza de todas las multitudes celestiales. En este libro final, vemos las cosas
como deben ser, con evidencia clara de que el Cordero es Dios el Hijo, como
dice el Credo Niceno: “verdadero Dios de
verdadero Dios, engendrado en la eternidad y no creado, co-igual con el Padre y
el Espíritu Santo”. Él es adorado con el mismo honor que al Padre. A Él le
atribuyen el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la
gloria y la alabanza (v.12).
Ahora, una
alabanza, impulsada por el Espíritu Santo, emana desde todo el universo al
Padre y al Hijo, no solamente delante del trono, en el cielo más alto, sino desde
todo lo que vemos; todas las estrellas y sobre la tierra y el mar. Cada
estrella y galaxia, cada hombre y animal, cada ave en el aire y en las jaulas, cada pez que habita
en los océanos, los lagos, los ríos, y los acuarios, cantan Sus
alabanzas. Todos existen para Su placer y gloria eternos (v.13). Al que está
sentado sobre el trono y al Cordero pertenece toda la alabanza, ahora y por
toda la eternidad. Los cuatro seres vivientes añaden un “¡Amén!”, como un
testimonio confirmado a todo lo que acontece, como también lo hicieron en los
eventos de Ezequiel y en los cuatro Evangelios. Los ancianos nos demuestran la
postura correcta de la adoración; se postran delante del Cordero (v.14).
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