18 - 24 Diciembre Meditaciones diarias de los Salmos
18 de Diciembre Salmo 139:1-18
1. Oh Jehová, tú me has examinado y conocido.
2. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis
pensamientos.
3. Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos.
4. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes
toda.
5. Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste tu mano.
6. Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; alto es, no lo puedo
comprender.
7. ¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?
8. Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí,
allí tú estás.
9. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar,
10. Aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra.
11. Si dijere: Ciertamente las tinieblas me encubrirán; aun la noche resplandecerá
alrededor de mí.
12. Aun las tinieblas no encubren de ti, y la noche resplandece como el día; lo
mismo te son las tinieblas que la luz.
13. Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre.
14. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; estoy maravillado,
y mi alma lo sabe muy bien.
15. No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formado, y entretejido
en lo más profundo de la tierra.
16. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas
que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas.
17. ¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma
de ellos!
18. Si los enumero, se multiplican más que la arena; despierto, y aún estoy contigo.
Nada en esta tierra satisface más que conocer las obras soberanas de Dios en
nuestras vidas. Él solamente reconoce lo que Él mismo ha hecho, por eso, si
somos conocidos por Dios, esto quiere decir que somos producto de Su obra
creativa. El Señor tiene un interés infinito en Sus posesiones. Vigila cada actividad,
palabra y motivo. Pone Su mano sobre nuestras vidas y no hay manera de escapar.
¡Soy posesión de Dios! Éste es un pensamiento asombroso y ningún lenguaje
puede expresar lo maravilloso que es. Ser una nueva creación es un milagro que
empezó al conocernos primero Dios a nosotros, quienes somos incapaces de
tomar el primer paso hacia Él sin Su ayuda. Vamos a alimentar al máximo nuestra
alma con este Salmo, meditando en sus preciosos pensamientos, y dejando que
viva en nosotros. Para este propósito fue escrito.
19 de Diciembre Salmo 139:19-24
19. De cierto, oh Dios, harás morir al impío; apartaos, pues, de mí, hombres
sanguinarios.
20. Porque blasfemias dicen ellos contra ti; tus enemigos toman en vano tu nombre.
21. ¿No odio, oh Jehová, a los que te aborrecen, y me enardezco contra tus
enemigos?
22. Los aborrezco por completo; los tengo por enemigos.
23. Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis
pensamientos;
24. Y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno.
Tenemos que estar dispuestos a oír “todo el consejo de Dios”. Ábrele tu corazón
y tu mente, y entonces podrás orar como en los versículos 23 y 24.
Examinarnos a nosotros mismos es una responsabilidad demasiado inmensa.
Por eso, tenemos que dejar que Dios nos examine primero, porque es muy fácil
que nos engañemos a nosotros mismos. Para Él las tinieblas son como la luz, así
es que no tenemos donde escondernos. Él conoce nuestro corazón mejor que
nosotros. Él encuentra cada grieta porque analiza todo perfectamente. Descubrirá
la maldad en los motivos de nuestro corazón, en los pensamientos de nuestra
mente o en los pasos de nuestro camino. Podemos hallar consuelo en el hecho
de saber que Él nos escudriña perfectamente. Somos diagnosticados por un Dios
omnisciente que nos probará y nos guiará en el camino eterno. Todo aquel que
quiera participar de una feliz eternidad, tiene que someterse a la inspección
celestial, ya que el juicio humano no puede captar más allá de lo que es temporal.
20 de Diciembre Salmo 140
1. Líbrame, oh Jehová, del hombre malo; guárdame de hombres violentos,
2. Los cuales maquinan males en el corazón, cada día urden contiendas.
3. Aguzaron su lengua como la serpiente; veneno de áspid hay debajo de sus
labios. Selah
4. Guárdame, oh Jehová, de manos del impío; líbrame de hombres injuriosos,
que han pensado trastornar mis pasos.
5. Me han escondido lazo y cuerdas los soberbios; han tendido red junto a la
senda; me han puesto lazos. Selah
6. He dicho a Jehová: Dios mío eres tú; escucha, oh Jehová, la voz de mis ruegos.
7. Jehová Señor, potente salvador mío, tú pusiste a cubierto mi cabeza en el
día de batalla.
8. No concedas, oh Jehová, al impío sus deseos; no saques adelante su
pensamiento, para que no se ensoberbezca. Selah
9. En cuanto a los que por todas partes me rodean, la maldad de sus propios
labios cubrirá su cabeza.
10. Caerán sobre ellos brasas; serán echados en el fuego, en abismos profundos
de donde no salgan.
11. El hombre deslenguado no será firme en la tierra; el mal cazará al hombre injusto
para derribarle.
12. Yo sé que Jehová tomará a su cargo la causa del afligido, y el derecho de los
necesitados.
13. Ciertamente los justos alabarán tu nombre; los rectos morarán en tu presencia.
Tenemos a quien acudir para ser librados de los ataques del hombre o del
demonio, aunque por ello no debemos subestimar los poderes malignos que están
en contra nuestra. Existe un veneno y armas feroces dirigidas en contra de los
santos de Dios, que aparecen ilustradas en este Salmo como trampas, cuerdas,
lazos y redes, con el fin de derrotar a los justos. Con razón muchos caen, ya
que los esfuerzos del enemigo son constantes y sobrenaturales. Sin embargo, la
oración ofrecida a un Dios que todo lo puede, es defensa suficiente. Solamente
necesitamos traer al Señor a la escena de batalla. No permitirá que tengan éxito
los que intentan hacernos mal. Él viene para socorrer a los pobres y afligidos,
quienes tendrán suficientes razones para darle gracias.
21 de Diciembre Salmo 141
1. Jehová, a ti he clamado; apresúrate a mí; escucha mi voz cuando te invocare.
2. Suba mi oración delante de ti como el incienso, el don de mis manos como
la ofrenda de la tarde.
3. Pon guarda a mi boca, oh Jehová; guarda la puerta de mis labios.
4. No dejes que se incline mi corazón a cosa mala, a hacer obras impías con
los que hacen iniquidad; y no coma yo de sus deleites.
5. Que el justo me castigue, será un favor, y que me reprenda será un excelente
bálsamo que no me herirá la cabeza; pero mi oración será continuamente contra
las maldades de aquéllos.
6. Serán despeñados sus jueces, y oirán mis palabras, que son verdaderas.
7. Como quien hiende y rompe la tierra, son esparcidos nuestros huesos a la boca
del Seol.
8. Por tanto, a ti, oh Jehová, Señor, miran mis ojos; en ti he confiado; no
desampares mi alma.
9. Guárdame de los lazos que me han tendido, y de las trampas de los que hacen
iniquidad.
10. Caigan los impíos a una en sus redes, mientras yo pasaré adelante.
La oración es la fuerza que respalda el ministerio. Si Dios no da, Sus siervos
no tienen nada que ofrecer. Por ello, brotan del corazón de David cinco peticiones
que requieren una respuesta rápida. Primeramente, pide que la oración tome el
lugar del ritualismo religioso. Quiere que sea como incienso al Señor y que sus
manos levantadas sean sacrificios (v. 2). “Sacrificio y ofrenda no quisiste; mas
me preparaste cuerpo”.
Su segunda petición tiene que ver con tener una boca santificada (v. 3). Labios
que se guardan de la insensatez, son armas poderosas para la gloria de Dios.
En tercer lugar, pide que Dios le dé un corazón limpio que no codicie los placeres
de los malos (v. 4). El corazón tiene que ser cambiado, de lo contrario, cualquier
hombre seguramente será capaz de comprometer su integridad y justicia a cambio
de obtener los deleites del mundo.
En cuarto lugar, pide gracia cuando sea castigado. Aprender a apreciar la
disciplina y poder prosperar por ella, requiere siempre ojos alumbrados por el
cielo. La persona tiene que estar de acuerdo con las cosas eternas para poder
recibir la reprensión como un favor de Dios. Su última petición es que Dios sea
su defensa. Para recibir Su protección diaria, David siempre tiene que fijar los
ojos en el Señor.
22 de Diciembre Salmo 142
1. Con mi voz clamaré a Jehová; con mi voz pediré a Jehová misericordia.
2. Delante de él expondré mi queja; delante de él manifestaré mi angustia.
3. Cuando mi espíritu se angustiaba dentro de mí, tú conociste mi senda. En el
camino en que andaba, me escondieron lazo.
4. Mira a mi diestra y observa, pues no hay quien me quiera conocer; no tengo
refugio, ni hay quien cuide de mi vida.
5. Clamé a ti, oh Jehová; dije: Tú eres mi esperanza, y mi porción en la tierra de
los vivientes.
6. Escucha mi clamor, porque estoy muy afligido. Líbrame de los que me persiguen,
porque son más fuertes que yo.
7. Saca mi alma de la cárcel, para que alabe tu nombre; me rodearán los justos,
porque tú me serás propicio.
El escritor de Hebreos se refiere a David al escribir acerca de los que estaban
en cuevas (He. 11:38). Él fue sostenido y protegido por el Señor. Aunque había
sido ungido por Samuel, no tuvo mucho apoyo popular ni evidencias de que le
esperara un reino en el futuro. Él aprendió a expresarse solamente con el Señor
y a no tener su esperanza puesta en los hombres. Sus asuntos no le importaban
a ningún hombre, ya que para David, todo tenía que ver con su relación con Dios.
¡Tú, que moras en cuevas! Dios siempre está y puedes esperar Su cuidado.
Los hombres no pudieron reconocer a su futuro rey, igual que no reconocieron
al Cristo, quien fue de su descendencia. Ellos realmente no estaban rechazando
a David, sino el plan eterno de Dios dirigido hacia Su Hijo Jesús, el Ungido. Los
hombres sólo vieron lo que era obvio y pragmático. Dios vigilaba fielmente la
vida de David, y cuando estaba en peligro, esto no suponía un problema para Él,
ya que conocía perfectamente su camino; un camino lleno de trampas que David
no podía ver.
Los ataques contra la persona de David fueron difíciles de soportar, pero no
pudieron encarcelar su alma. La cueva fue semejante a la prisión de José, donde
la palabra le probó y la fe vino por el oír. La fe le hizo ver el día en el que el Señor
iba a obrar bondadosamente en su vida y ya no iba a estar solo, sino que iba a
estar rodeado por muchos de los justos.
23 de Diciembre Salmo 143
1. Oh Jehová, oye mi oración, escucha mis ruegos; respóndeme por tu verdad,
por tu justicia.
2. Y no entres en juicio con tu siervo; porque no se justificará delante de ti ningún
ser humano.
3. Porque ha perseguido el enemigo mi alma; ha postrado en tierra mi vida; me
ha hecho habitar en tinieblas como los ya muertos.
4. Y mi espíritu se angustió dentro de mí; está desolado mi corazón.
5. Me acordé de los días antiguos; meditaba en todas tus obras; reflexionaba en
las obras de tus manos.
6. Extendí mis manos a ti, mi alma a ti como la tierra sedienta. Selah
7. Respóndeme pronto, oh Jehová, porque desmaya mi espíritu; no escondas
de mí tu rostro, no venga yo a ser semejante a los que descienden a la sepultura.
8. Hazme oír por la mañana tu misericordia, porque en ti he confiado; hazme saber
el camino por donde ande, porque a ti he elevado mi alma.
9. Líbrame de mis enemigos, oh Jehová; en ti me refugio.
10. Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu buen espíritu me
guíe a tierra de rectitud.
11. Por tu nombre, oh Jehová, me vivificarás; por tu justicia sacarás mi alma de
angustia.
12. Y por tu misericordia disiparás a mis enemigos, y destruirás a todos los
adversarios de mi alma, porque yo soy tu siervo.
David pudo presentar su caso al Señor y pedirle que juzgase a sus oponentes,
porque sabía que había sido llamado según el propósito de Dios. Sin embargo,
cuando se trataba de si tenía derecho a estar en la presencia de un Dios Santo,
sabía que no tenía nada que argumentar. Ningún hombre es digno de estar allí.
Sus pecados e imperfecciones son evidentes frente a la pura y blanca santidad
de Dios. Todos tenemos que acercarnos a Él partiendo de la base de la misericordia,
y no del juicio. “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros
mismos, y la verdad no está en nosotros”. ¡Pidámosle que nos limpie, y que la
obra purificadora de la semilla de Cristo sembrada dentro de nosotros, no permita
que el pecado siga triunfando!
En este Salmo, los enemigos de David no son de sangre y carne. El ataque es
espiritual, por lo que el alma es perseguida y el espíritu es angustiado. El acusador
es un experto y tiene mucho material con que trabajar. Él trae a la luz cada pecado,
cada falta de benignidad, la desobediencia, y cada descuido que nos ha llevado
a no hacer lo que es correcto. El hombre merece la condenación y el infierno, y
existen razones para ser avergonzado, caer y jamás levantarse otra vez. El daño
que ha hecho es incalculable. El enemigo utiliza los fracasos del pasado y, sin
ninguna misericordia, viene en contra del alma, la tumba en el suelo y la envuelve
en tinieblas. No hay manera de defenderse. Se encuentra asolado y sin fuerzas
mientras recibe un sin fin de golpes.
Entonces el alma tiene sed y empieza a orar (v. 6). El pecador, salvado y sincero,
que desea con todo su ser terminar con el pecado y caminar como Jesús, encuentra
un pozo en la hora más seca, del que brota un manantial de recuerdos santos (v.
5), repleto con las obras evidentes del Señor en la historia de su vida. La oración
a su Dios empieza a fluir libremente y vuelve la esperanza.
24 de Diciembre Salmo 144
1. Bendito sea Jehová, mi roca, quien adiestra mis manos para la batalla, y mis
dedos para la guerra;
2. Misericordia mía y mi castillo, fortaleza mía y mi libertador, escudo mío, en quien
he confiado; el que sujeta a mi pueblo debajo de mí.
3. Oh Jehová, ¿qué es el hombre, para que en él pienses, o el hijo de hombre,
para que lo estimes?
4. El hombre es semejante a la vanidad; sus días son como la sombra que pasa.
5. Oh Jehová, inclina tus cielos y desciende; toca los montes, y humeen.
6. Despide relámpagos y disípalos, envía tus saetas y túrbalos.
7. Envía tu mano desde lo alto; redímeme, y sácame de las muchas aguas, de la
mano de los hombres extraños,
8. Cuya boca habla vanidad, y cuya diestra es diestra de mentira.
9. Oh Dios, a ti cantaré cántico nuevo; con salterio, con decacordio cantaré a ti.
10. Tú, el que da victoria a los reyes, el que rescata de maligna espada a David su
siervo.
11. Rescátame, y líbrame de la mano de los hombres extraños, cuya boca habla
vanidad, y cuya diestra es diestra de mentira.
12. Sean nuestros hijos como plantas crecidas en su juventud, nuestras hijas como
esquinas labradas como las de un palacio;
13. Nuestros graneros llenos, provistos de toda suerte de grano; nuestros ganados,
que se multipliquen a millares y decenas de millares en nuestros campos;
14. Nuestros bueyes estén fuertes para el trabajo; no tengamos asalto, ni que hacer
salida, ni grito de alarma en nuestras plazas.
15. Bienaventurado el pueblo que tiene esto; bienaventurado el pueblo cuyo Dios
es Jehová.
Desde el principio, David sólo sabía pelear de la manera en la que Dios le había
enseñado. Era un insulto para Él ver como Su ejército medía su potencial al ser
desafiado por su enemigo. Cuando la fuerza humana es grande, el hombre es
orgulloso, y cuando hacen falta fuerzas, el hombre se desespera; pero David actuó
conforme a la confianza que tenía en Dios. El hombre es una criatura que se ha
alejado de Dios y ahora es un ser ajeno a Él. Su pueblo tiene que apartarse de
la gente mundana y saber que la fuente de su confianza es otra. Tenemos que
enseñar a nuestros hijos a buscar la misma fuente. El Señor está pidiendo que
ellos sean una heredad para Él, que sean hijos e hijas para embellecer Su reino.
Debemos anhelar estar en una condición feliz en la cual la obra de Dios pueda
prosperar por medio de nosotros sin ningún obstáculo.
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