Buscando la verdad del Reino, capítulo cuatro
La levadura nunca tiene un significado positivo en toda la Biblia. Lo que fue quemado simbolizaba una ofrenda exclusivamente para Dios. La levadura nunca fue parte de un sacrificio ofrecido a Dios por fuego. Fue prohibido (Le.2:11). Solamente fue usado pan con levadura en Levítico 7:13, al tratar las ofrendas de paz, comidas por el sacerdote que ofrecía la ofrenda, y en 23:17, representando toda la nación de Israel y simbolizando el futuro cuerpo de creyentes que participarán en el Pentecostés. Aún en estos casos, la levadura significa algo negativo… sea el pecado… y fue ofrecido como un reconocimiento del pecado en ellos. Juan nos enseñó la importancia de reconocer esta realidad en 1 Juan 1:8-9, diciendo que al no reconocerla, nos engañamos y la verdad no está en nosotros.
En mi opinión, me parece muy inconstante que Jesús utilizaría la levadura en una de Sus parábolas como un símbolo positivo. Buena, tendrás que estudiar todo el capítulo para ver toda la enseñanza y así llegar a una conclusión…
4. ¿CRECIMIENTO O HINCHAZÓN?
“Otra parábola les refirió, diciendo: El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado”. (Mateo 13:33)
LA REGLA NÚMERO UNO DE LA INTERPRETACIÓN:
LA BIBLIA SE INTERPRETA POR SÍ MISMA
Estamos tomando estos capítulos de este libro |
Después de la parábola, Mateo añade que “todo esto habló Jesús por parábolas a la gente, y sin parábolas no les hablaba; para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo: Abriré en parábolas mi boca; declararé cosas escondidas desde la fundación del mundo (vr.34-35, citando el Salmo 78:2). El hecho de usar parábolas y la razón de por qué las usaba, confirma lo que enseña el contenido de alguna de ellas. Fue para reducir el número de discípulos, quedando solamente los hambrientos y sinceros de corazón. Como hemos ido enfatizando, después que salieron las multitudes, pocos quedaron con los discípulos para recibir de la boca de Jesús el significado espiritual de misterios que ninguno, desde la fundación del mundo, ha podido saber.
Obedeciendo a lo que Jesús dijo a Sus discípulos que tenían que hacer, “enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mt.28:20), Pablo, en las enseñanzas de sus epístolas, se basaba en las enseñanzas de Jesús en los Evangelios. Al escribir a los Gálatas, parece estar refiriéndose a esta parábola: “Un poco de levadura leuda toda la masa” (Gá.5:9), haciendo referencia a una circuncisión que no procede del Cristo que los ha llamado (vr.8). ¿No te parece que Pablo aquí se está refiriendo a lo mismo que Jesús dijo acerca de una mujer que tomó levadura y la escondió en la masa, “hasta que todo fue leudado”?
En su carta a los corintios, Pablo usa los mismos términos: “No es buena vuestra jactancia. ¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa? Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad. Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios (gente inmoral) (1 Co.5:6-9). La Biblia es constante desde Génesis hasta Apocalipsis. Fíjate en la semejanza de los consejos de Pablo con la palabra del profeta Oseas: “Con su maldad alegran al rey, y a los príncipes con sus mentiras. Todos ellos son adúlteros; son como horno encendido por el hornero, que cesa de avivar al fuego después que está hecha la masa, hasta que se haya leudado” (Os.7:3-4).
Oseas está describiendo al pueblo de Israel, en su día, como una masa que está siendo leudada debido a su maldad, mentiras y adulterio. Y Pablo, al encontrar inmoralidad entre los corintios, ve el peligro de que caigan en el mismo error, debido a su jactancia. En el pasaje que acabamos de ver él hace referencia a la pascua, precisamente donde Dios mandó comer pan sin levadura. Escribe que Jesús es nuestra pascua, no solamente el Cordero inmolado en la pascua, sino también el pan de vida, que simboliza el pan sin levadura. Al decir que el pan sin levadura significa sinceridad y verdad, da a entender que la levadura simboliza lo opuesto: falsedad y mentira. En consecuencia, los corintios, de forma práctica, deben limpiarse de lo que simboliza la levadura y vivir sus vidas de acuerdo con el símbolo del pan sin levadura. “Sin levadura como sois”, describe el estado de los cristianos justificados en Cristo, estado en el que deben permanecer como un testimonio delante del mundo.
La regla inquebrantable de la interpretación bíblica es dejar que la Biblia sea su propio intérprete. La historia es testigo de los fracasos de los que no seguían esta regla. Podríamos ver muchos ejemplos más de símbolos que se mantienen constantes a través de toda la Escritura, aunque ahora me gustaría que nos centráramos más concretamente en la búsqueda de la simbología de la levadura. Podéis tomar una concordancia y estudiar los pasajes que hablan acerca de ella. Aunque no estaba prohibido comer pan con levadura para el uso común, veréis que la levadura siempre, de forma simbólica, significa algo negativo que entra en el pan y arruina su pureza.
Es posible que te dificulte aceptar la levadura como algo negativo en esta parábola, ya que Jesús dice que “el reino de los cielos es semejante a la levadura”, pero esto no debe ser un estorbo, ya que también en el capítulo 25 dice que “el reino de Dios será semejante a 10 vírgenes..., cinco de ellas insensatas”. Todo el mundo sabe que la insensatez no es algo deseable, como tampoco debe serlo la levadura para aquellos que estudian seriamente la Biblia. En las parábolas Jesús no está presentando la esencia perfecta del gobierno de Dios, sino totalmente lo contrario, nos descubre las imperfecciones actuales que existen en el Reino mientras esté en este mundo, por estar expuesto al engaño del diablo y a la hipocresía de los hombres.
Debes saber primero que no dice “es semejante a la levadura”… y punto, como tampoco finaliza la frase cuando menciona a las diez vírgenes. Todo lo que sigue es parte de la semejanza del Reino aquí, es decir, “el reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y la escondió en tres medidas de harina…”. Como sucede en las parábolas del sembrador, la cizaña, los peces y otras, aquí también vemos una parte negativa. Nos asegura que tres de los cuatro tipos de tierra no producirán, y que los malos peces, las cinco vírgenes insensatas, la levadura, y también la cizaña, los “recogerán de su reino” y los apartarán, los echarán fuera y los quemarán.
En estos días de apostasía no conviene que seamos demasiados optimistas, sino que estemos bien despiertos a la realidad que nos enseñó Jesús. Estamos avisados en 2 Timoteo 4:3-4 de que habrá gente que “no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias (anhelos por lo prohibido) y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas”. Por eso a Timoteo le mandó “que prediques la palabra…, redarguye (dicc. griego - refutar, declarar un fallo, censurar, desaprobar), reprende, exhorta” (vr.2). El Espíritu Santo, quien instruyó a Pablo a enseñar la misma doctrina que enseñó Jesús, lo hará por nosotros. “Tomará de lo mío, y os lo hará saber” (Jn. 16:15).
ORGULLO, DOCTRINA FALSA, E HIPOCRESÍA
Gedeón ofreció un cabrito y panes sin levadura (Jue. 6:19) cuando fue visitado por el Ángel del Señor. Dios mandó a los Israelitas ofrecer en las ofrendas pan sin levadura. (Por lo regular, en el servicio a Dios, se usaba pan sin levadura. Hay dos excepciones en Levítico 7:13 y 23:17, que se refieren a una “ofrenda elevada”. Scofield en sus anotaciones comenta lo siguiente, de acuerdo con 1 Juan 1:8: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros”: “El uso de levadura es aquí significativo... la levadura aquí significa que, aunque él (creyente) tiene paz con Dios por medio de la obra de otro, en el ofrendante aún hay pecado” y... “hay levadura, ya que en la Iglesia existe el pecado”. Pan sin levadura simboliza de forma positiva lo que sostiene la vida, que es sólidamente verdadero y puro. Jesús dijo: “Yo soy el pan de vida” (Jn. 6:35).
La ofrenda que Gedeón ofreció pronto iba a tomar forma en un ejército que se levantó para derrotar a los enemigos madianitas. La Escritura no nos da el número de los enemigos porque “estaban tendidos en el valle como langostas en multitud, y sus camellos eran innumerables como la arena que está a la ribera del mar en multitud” (7:12). Gedeón tocó una trompeta (6:34) y se reunieron treinta y dos mil hombres (7:3), muy pocos en comparación a la multitud de enemigos. Sin embargo, Dios dijo: “El pueblo que está contigo es mucho para que yo entregue a los madianitas en su mano, no sea que se alabe Israel contra mí, diciendo: Mi mano me ha salvado” (7:2). La levadura representa la jactancia de los hombres que piensan que su propia capacidad y número puede salvarles. Dios limpió al ejército de la levadura y redujo su número a diez mil hombres, pero dijo: “Aún es mucho el pueblo” (7:3), por lo que volvió a reducirlo hasta que sólo quedaron trescientos. Con este ridículo número, Dios venció a un ejército de madianitas sin número.
A través de un diluvio, Dios redujo a ocho el número total de personas en el mundo, y con ellas repobló la tierra. Los demás eran impuros y malos, como la levadura, y no entraron en los propósitos de Dios. Sin embargo, Noé vio cumplido lo que su padre dijo de él cuando le nombró: “Nos aliviará de nuestras obras y del trabajo de nuestras manos, a causa de la tierra que Jehová maldijo” (Gn. 5:29). Es algo alarmante ver que un juicio tan terrible como el diluvio, fuera la única manera de salvar a la raza humana de la extinción, y librarla de la maldición que había caído sobre Adán. Noé y su familia hallaron gracia delante de Dios.
Como hemos podido observar en lo que hemos visto hasta ahora, es un principio revelado en toda la Biblia el hecho de que Dios desanima a los insinceros y superficiales, y se queda con un pequeño grupo de personas para que, por medio de ellas, Él sea glorificado. En el Nuevo Testamento vemos cómo Jesús despidió a la multitud y se quedó con unos pocos discípulos. Vemos en los Hechos que, aunque había alrededor de quinientas personas que habían visto a Jesús resucitado, solo ciento veinte estaban en el aposento en el día de Pentecostés. Con este número Dios sacudió al mundo.
Podemos estar seguros, considerando estos ejemplos, de que no fue el Hijo del Hombre quien mezcló levadura en la masa. Toda doctrina tiene que basarse en los atributos de Cristo, que son constantes, como dijo el escritor de Hebreos: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas” (He. 13:8).
A continuación de la parábola de la levadura (Lucas 13:20-21), Lucas cita una pregunta hecha por alguien a Jesús, mientras enseñaba en ciudades y aldeas, encaminándose hacia Jerusalén (vrs. 22-24): “¿Son pocos los que se salvan?”, preguntaron. Y él les dijo: Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán”. Los orgullosos no entraron, porque el evangelio viene por la gracia de Dios, “para que nadie se gloríe” (Ef. 2:9). Jesús nos enseñó que es para los que se humillan y se hacen como niños.
Jesús advirtió a sus discípulos de la levadura de los sistemas reconocidos de su día. “Entonces entendieron que no les había dicho que se guardasen de la levadura del pan, sino de la doctrina de los fariseos y de los saduceos” (Mt. 16:12). Entonces vemos que la levadura no solamente simboliza la jactancia que hace a las personas hincharse de orgullo, sino que también significa una doctrina que enorgullece, como les sucedía a los fariseos y saduceos con lo que enseñaban, que les hacía hincharse de orgullo espiritual. Quizás podamos tolerar el orgullo en una persona que se cree hermosa, inteligente, o de otra manera, superior a los demás física o mentalmente, pero no hay orgullo tan ofensivo como el orgullo espiritual. Muchas veces se disfraza con una humildad falsa y exterior, pero dentro hay algo feroz y terco que engaña y manipula con temor y trucos psicológicos.
Hombres sabios nos enseñan que una de las señales que manifiesta que una persona o grupo ha caído bajo la influencia de un espíritu de error, es cuando ya no permite ser instruido; cuando no recibe críticas ni acepta ser contradecido. No aprende ni se informa de las lecciones que nos da la historia, y tampoco le importan las prácticas y las enseñanzas de hombres de Dios, que han sido comprobadas a través de los años. Se encierra mucho con los suyos y llega a ser exclusivista. Pablo dijo, refiriéndose a los judíos: “Confías que eres guía de los ciegos, luz de los que están en tinieblas, instructor de los indoctos, maestro de niños…”. Aunque el judío estaba convencido de que Dios le había entregado Su plan y que él tenía la visión para el futuro, finalmente terminó en ruinas delante de Dios.
La arrogancia de los fariseos y saduceos les hacía creerse más sabios que Dios y su palabra. Exaltaban su propia doctrina sobre la Escritura, y es obvio que así era, porque al llegar Su Hijo, le rechazaron, y al Verbo hecho carne, le crucificaron. Pero después también entraron en la iglesia doctrinas que producían el mismo orgullo espiritual. En el libro de Apocalipsis vemos en la iglesia de Pérgamo a “los que retienen la doctrina de Balaam”, la cual les llevó “a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación” (Ap. 2:14). Estas doctrinas producían una permisividad que les daba licencia para pecar. También en Pérgamo existía “la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco” (vr.15).
La parábola de la mujer que mezcla levadura en el pan siempre me hace pensar en la iglesia de Tiatira: “Toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos” (Ap. 2:20). Dudo que literalmente fuese llamada “Jezabel”. La semejanza con Jezabel fue en que esa doctrina “cristiana” causó el mismo dañó, idolatría y pecado, que causó la reina que adoraba a Baal. Así que podemos ver ya en la iglesia primitiva, aún en el tiempo de los apóstoles, el desarrollo de la mezcla de la levadura, que Jesús advirtió en la parábola.
Hoy en día, donde frecuentemente vemos fracasos y pecados entre el pueblo de Dios, especialmente entre personas relevantes, puedes estar seguro que detrás de ello estas personas se han entretenido con doctrinas que toleran y dan lugar al pecado. He estado meditando en estos días sobre ocasiones en las cuales ciertos cristianos fueron criticados y censurados por sus superiores, quienes les prohibieron juntarse para orar, mientras que las puertas se abrían más y más hacia los placeres mundanos. Estas tendencias entran tan sutilmente que uno es engañado poco a poco, pero cuando los ojos se abren a la verdad, se dan cuenta que han llegado a ver lo que es bueno como malo, y lo que es malo, como bueno. Es casi increíble pensar que esto pueda suceder entre el pueblo de Dios.
Lucas escribió acerca de una ocasión en la cual, “juntándose por millares la multitud, tanto que unos a otros se atropellaban, (Jesús) comenzó a decir a sus discípulos, primeramente: Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía” (Lc. 12:1). Lo que vemos aquí es que la hipocresía también es levadura. Por esta causa, Jesús enseña a Sus discípulos a no estar impresionados por la multitud de gente que pueda reunirse.
La multitud siempre fue un estorbo para la gente sincera. La multitud reprendió al ciego Bartimeo que clamó a Jesús por misericordia. También fue un obstáculo para que la mujer con flujo de sangre llegara a Jesús, y para que los cuatro hombres y el paralítico se acercasen a Él. La multitud impedía que Zaqueo pudiera ver a Jesús, por lo que tuvo que subirse a un árbol.
Entre la multitud que se acercaba a Jesús había muchos hipócritas. “Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste. Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad” (Lc. 13:26-27). Lucas, en el mismo capítulo, inmediatamente después de la parábola de la levadura, escribió esto y la pregunta acerca de si pocos se salvarían. No te sorprendas de que entre miles que profesan ser cristianos, solamente unos pocos sean genuinos.
Al empezar este capítulo mencioné que el hecho de estudiar esta parábola nos ayudaría a entender también cómo es que la hortaliza de mostaza se convierte en un gran árbol. Para mí el principio es el mismo que lo que sucede con el pan leudado, que se hincha y parece ser grande. Cuando la levadura es mezclada con la masa forma un todo, y uno se acostumbra a comerlo así. Piensa que es lo normal. Lo mismo sucede con el evangelio puro y la levadura espiritual, al juntarlos forman un evangelio leudado. A pesar de ello los cristianos lo aceptan pensando que este es el verdadero evangelio.
Esto ocurre por las enseñanzas permisibles y tolerantes que atraen a las multitudes y producen hipócritas. Tiene el mismo efecto que echar perlas delante de los cerdos. Los “cerdos” no se convierten en “ovejas”, pero se les aceptan como si fueran cristianos, se les alimenta, quizás por muchos años, y se les hace pensar que tienen lo que no tienen (Lc. 8:18). Muchas veces se les dan responsabilidades y cargos, e incluso se les permite formar parte del ministerio, de la música y de las enseñanzas, pero al final el cerdo vuelve otra vez a revolcarse en el lodo y el perro vuelve a comer su vómito. Jesús no es quien esconde la levadura en la harina, por el contrario, redujo la multitud a unos pocos discípulos fieles.
JESÚS, EL PAN PURO DE LA VIDA
Esconder levadura en el pan es lo mismo que añadir algo al nombre de Jesús, como hicieron al edificar la torre de Babel. “Hagámonos un nombre” (Gn. 11:4). Estar unido bajo cualquier otra bandera que no sea la del nombre de Jesús, es una amenaza contra los planes de Dios. Jesús es el pan puro de vida. Su persona es pura y su palabra es dura. Cuando les habló de que Él era este pan único, sus discípulos dijeron: “Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?... Muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él” (Jn. 6:66). Su enseñanza no era leudada y tendía a reducir el número de seguidores en lugar de aumentarlo. A los doce también les dio la oportunidad de abandonar si querían, e incluso les hizo saber que entre ellos había uno que “es diablo” (vr.70).
No quiero decir con esto que el anhelo y el propósito de Dios no es que muchas personas vengan a Él. Jamás rechazará a quien lo haga. Lo que quiero decir es que la tendencia del ser humano es huir de la verdad, pero Cristo nunca comprometerá la verdad y la pureza de Su palabra para que haya más gente “conversa”.
Jesús nos hizo entender a través de este discurso sobre el pan de vida, en el capítulo 6 de Juan antes mencionado, que de Él, y sólo de Él, tenemos que sostenernos. Todo lo que somos y lo que tenemos tiene que ser reducido hasta que solamente quede Cristo. La levadura es cualquier otra cosa que pueda añadirse a Jesús. El texto de Pablo que sigue es esencial y digno de contemplación. Léelo vez tras vez: “Todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia… para que en todo tenga la preeminencia… en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. Y esto lo digo para que nadie os engañe con palabras persuasivas… Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad” (Col. 1:16-18; 2:3-4; 8-10). Lo que aprendemos aquí es que Dios nos quiere permaneciendo “sin levadura, como sois”; completos en Él, sin aditivos.
La levadura corrompe la pureza del pan, que es Cristo. “Aumentad en Gilgal la rebelión…y ofreced sacrificio de alabanza con pan leudado, y proclamad, y publicad ofrendas voluntarias, pues que así lo queréis…” (Am. 4:4-5). Viendo esto, ¿crees tú que Dios se deja impresionar porque miles de personas lo hagan? ¡Quita la levadura y verás lo que queda! Los que pueden decir con el salmista: “En ti solo confiaré”, es un porcentaje muy pequeño de la masa hoy en día. Muchos dependen más de los hombres y de las organizaciones; temen, respetan, obedecen y aman al hombre. ¿Estarán estos entre los que Jesús habló que aún lo que piensan tener se les quitará? (fíjate otra vez en Lucas 8:18). Tarde o temprano la fe fingida tiene que ser revelada. Creo que Dios ya nos ha dejado saber que no todo lo que brilla es oro. ¡Guardémonos entonces de la levadura!
“Nadie os engañe en ninguna manera; porque (el arrebatamiento) no vendrá sin que antes venga la apostasía...” (2 Ts. 2:3). La apostasía es una palabra relacionada con la palabra “divorcio”. La iglesia en Laodicea se había divorciado de Jesús, y por eso le hallamos fuera, llamando a la puerta. La mentalidad de la iglesia era totalmente contraria a la del Señor. Su actitud positiva fue confrontada con las palabras negativas del Señor. Estaba engañada totalmente en cuanto a su condición, creyendo que había tomado del pan puro. “Tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo” (Ap. 3:17).
Es un estado lamentablemente triste el que la nombrada iglesia tomará en los últimos momentos de su historia. Mi opinión respecto a esto es que creo que estamos en el tiempo en el cual domina la iglesia que manifiesta las características de Laodicea. También opino que la iglesia europea ya está en una decadencia doctrinal, moral y mental, que se puede llamar “apostasía”, y que la iglesia de Norte América la sigue.
Este estado viene como juicio de Dios, “por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia” (2 Ts. 2:11).
Su llamada a la puerta es para individuos no leudados que todavía pueden oír la voz del Novio. Personas cuya alma se siente oprimida, como la del justo Lot en Sodoma, que estaba “abrumado por la nefanda conducta de los malvados (porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos)” (2 P. 2:8). La única diferencia es que ahora Sodoma ha entrado en la iglesia y no tienes que salir de sus puertas para sentir lo que Lot sentía. Las riquezas de Laodicea hacen que su levadura se extienda por todo el mundo, y el número de sus adeptos se multiplique. Personas hambrientas acuden a ella obteniendo algo semejante al pan de vida, pero al masticarlo bien, se desilusionan por la falta de sustancia.
La levadura ha hecho su daño y no hay remedio. Terminará apóstata, pero la Cabeza de la iglesia, aun desde fuera, está llamando a individuos a que le sigan, escuchando solamente Su voz por encima de todas las demás voces, para que le amen, le respeten y le obedezcan. Solo estos escaparán el poder engañoso que llevará a la condenación.
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