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Lowell Brueckner

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8 - 14 Enero Meditaciones diarias de los Salmos

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8 de Enero Salmo 2:10-11

10. Ahora, pues, oh reyes, sed prudentes; admitid amonestación, jueces de la
     tierra.
11. Servid a Jehová con temor, y alegraos con temblor.

  El Hijo ha tomado Su lugar como Rey de reyes y Señor de señores, y el ambiente
ha cambiado totalmente. Dios, en Su misericordia, todavía llama a los reyes de
la tierra al arrepentimiento y a abandonar su necia oposición para que puedan
ser sabios. La sabiduría clama en las calles y en los principales lugares de reunión,
donde los gobernantes de la tierra tratan sus asuntos. “Entended, oh simples,
discreción; y vosotros, necios, entrad en cordura”.
  “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová”. El rey Ego no puede ser
destronado hasta que el temor empiece a dominar a la persona. La única manera
de servir verdaderamente al Señor es con temor piadoso. El temblor es la reacción
producida por estar en la presencia del Omnipotente. Uno no debe estar indiferente
cuando se alegra delante de Él; debemos alegrarnos con temblor.


9 de Enero Salmo 2:12

12. Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; pues se inflama
     de pronto su ira. Bienaventurados todos los que en él confían.

  La palabra hebrea honrad es literalmente besad. El derrotado ofrece un beso
de paz, sometiéndose y entregándose a su vencedor. Sugiere que son los pies del
Hijo los que debemos besar desde una posición postrada. Los evangelios
mencionan que Jesús fue besado dos veces. Una vez en la mejilla por un traidor
y la otra en los pies por un adorador. El beso de la pecadora fue un beso de
sumisión.
  Parece que Jesús quiso referirse a este versículo en Lucas 12:58-59 al decir:
Procura EN EL CAMINO arreglarte con él, no sea que te arrastre al juez...”
El hombre tiene un Adversario y es preciso que se ponga en paz con Él. Está
en camino hacia el juicio y tendrá que aparecer delante del Juez. Seguramente
la sentencia será eternamente contra él, y en ese momento no habrá manera de
escapar.
  Bienaventurados todos los que se someten a Él confiadamente, entregando todo
en lo que han confiado anteriormente: una posición adquirida, un trono real o su
propio reino, y lo ponen todo a los pies del Rey, a quien Dios ha elegido.


10 de Enero Salmo 3

Salmo de David, cuando huía de delante de Absalón su hijo.

  Este Salmo fue inspirado cuando David huía de Jerusalén. Él nunca mencionó
a Absalón, posiblemente por el amor que sentía hacia él o quizá porque Absalón
no fue su oponente principal, sino la voluntad de la población. Sin el pueblo,
Absalón no hubiera podido hacer nada. Políticamente, David estaba destrozado.
  Aunque había servido fielmente a su pueblo, la gran mayoría estaba en contra de
él. David había devuelto el Arca del Pacto a su lugar en Israel, trayendo con ello
la bendición y la misericordia de Dios. Había vencido al enemigo filisteo. Sin
embargo, cada ser humano tiene su talón de Aquiles, y es ahí donde David fue
herido. Un enemigo vino contra él, alguien contra quien David no tenía ganas de
pelear. ¡Que lamentable debilidad! ¡Que humillación! Sólo los más fieles estaban
todavía con David, sus, “¿a quién iremos?”, seguidores. La multitud nunca sigue
al hombre de Dios cuando éste es disciplinado severamente por Él. La multitud es
inconstante. En forma práctica, no saben nada de una teología que nos enseña a
estar “fuera del campamento, llevando su vituperio”. Hoy en día la iglesia es
parecida a la de Laodicea, iglesia que dejó a Cristo fuera, llamando a la puerta. Mi
pregunta es: ¿Cuánta gente en esta época está con Jesús? Creo que la respuesta es
obvia, ya que las multitudes están con los pomposos, los seguros y los triunfantes.


11 de Enero Salmo 3:1-2

Salmo de David, cuando huía de delante de Absalón su hijo.
1. ¡Oh Jehová, cuánto se han multiplicado mis adversarios! Muchos son los
     que se levantan contra mí.
2. Muchos son los que dicen de mí: No hay para él salvación en Dios. Selah

  En los momentos más oscuros de la vida de David, cuando Absalón le había
despojado de su trono en Jerusalén, haciendo aún más difícil la prueba, apareció
una vieja rivalidad. Uno de los más leales fanáticos de Saúl había estado esperando
mucho tiempo para ese momento; tiró piedras, maldiciones y acusaciones. En
tiempo de opresión, las palabras en contra de nosotros suenan razonables y
verdaderas. Confirman los temores de un corazón que desfallece. Además la
carne se levanta para defenderse, como hicieron los oficiales de David contra
Simei, no ayudando espiritualmente a la situación.
  Simei fue más ruidoso que la mayoría, quienes hablaban en privado en sus
casas en cuanto a la situación del rey, llegando a la conclusión de que Dios le
había dejado. Sin duda, el mismo alma de David se había levantado contra él.
Sin embargo, en medio de esa hora más oscura, David hizo una pausa, pensó
con calma acerca de su situación (esto es lo que quiere decir “selah”), y escribió
este Salmo.


12 de Enero Salmo 3:3-7

3. Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí; mi gloria, y el que levanta mi
     cabeza.
4. Con mi voz clamé a Jehová, y él me respondió desde su monte santo. Selah
5. Yo me acosté y dormí, y desperté, porque Jehová me sustentaba.
6. No temeré a diez millares de gente, que pusieren sitio contra mí.
7. Levántate, Jehová; sálvame, Dios mío; porque tú heriste a todos mis enemigos
     en la mejilla; los dientes de los perversos quebrantaste.

  En la hora de la prueba, David tenía que hallar algo más poderoso que sus
circunstancias, más importante que la opinión de la mayoría, y más profundo que
sus propias dudas. Halló una roca sólida: “Tú, Jehová, eres escudo alrededor
de mí”. Más seguro que el conocimiento, las emociones y el entendimiento, es
el escudo perdurable de la defensa divina. No necesita ningún otro apoyo, porque
Él es suficiente para desviar las flechas del enemigo que van dirigidas hacia
los órganos internos del alma. La gloria de David no estaba en el trono en Jerusalén,
sino sobre un monte santo al que ningún enemigo podía subir. Por esta razón, no
importó que la población diese el trono a Absalón. Una vez más, Dios levantaría
la cabeza de David del polvo de la humillación.
  David pudo experimentar el sostén de la gracia y el descanso en medio de la
tormenta, después de haber escuchado las noticias de que los enemigos que estaban
a su alrededor no habían podido romper el escudo invisible durante la noche.
Aunque la ventaja visible sea de diez contra uno, cien contra uno, o, como David
dijo, diez mil contra uno, el ejército invisible del Señor siempre contará con la
inmensa mayoría.
  Antes del hecho, habla la fe. A través de los ojos de fe, David pudo ver como
el Omnipotente quebrantaba los dientes que quisieron molerle en polvo.


13 de Enero Salmo 3:8

8. La salvación es de Jehová; sobre tu pueblo sea tu bendición. Selah

  ¿Has oído el cuento del tonto que estaba buscando un artículo perdido bajo una
lámpara en la calle? Cuando le preguntaron donde lo había perdido exactamente
dijo: “No lo perdí aquí, sino en ese callejón oscuro, pero allí no hay luz para
buscarlo”. Si la salvación es del Señor, entonces no hay porque buscarla en
otra dirección. Sería un insulto para Dios creer en otras fuentes. David llegó a la
conclusión de que debía buscar la salvación en las manos de Aquel a quien le
pertenece.
  Los hombres, con ojos carnales, buscan en los lugares más obvios, en vez de
mirar al que mora en el lugar secreto. No hay nada de valor entre lo que nos
ofrecen los hombres y su mundo, por lo que no tenemos que buscar reconocimiento
entre ellos. Todo se lo debemos a Dios. Vamos a intentar estar bien con Él, aunque
los hombres nos empujen al desierto. La bendición viene de Él y está sobre Su
pueblo. ¿Quién quiere su bendición? Ésta es la pregunta que tenemos que expresar.
¿Quién quiere ser de Absalón y quién de Dios? ¿Quién pertenece a la marea
alterable de la opinión de la mayoría y quién tiene su ancla puesta en la Roca de
las edades? Selah, medita en esto.


14 de Enero Salmo 4:1

1. Respóndeme cuando clamo, oh Dios de mi justicia. Cuando estaba en angustia,
     tú me hiciste ensanchar; ten misericordia de mí, y oye mi oración.

  Una vieja canción pregunta: “¿Dónde iré sino al Señor?” Cuando entendemos
que Dios es nuestra única fuente, podemos lograr mucho más por medio de la
oración. Muchos tienen los ojos en un trono terrenal, pero en el caso de David,
ya estaba sentado sobre ese trono. ¿A quién iría él cuando estuviera angustiado?
Cuando confiamos únicamente en Dios, sólo podemos orar. Sentimos
desesperación y las esperanzas mundanas se desvanecen; llegamos a la firme
convicción de que si no tenemos contacto con Dios, estamos perdidos.
David clama: “¡Respóndeme, oh Dios!” En esta condición la teoría y la
presunción no valen para nada. Teóricamente uno puede decir: “Dios siempre
responde”, pero el alma angustiada busca más allá de la presunción; no se
conforma con menos que la realidad. Él ruega a Dios para que le oiga. Su oración
es más persistente que el ruego de la mujer al juez injusto o del que clamó a su
amigo en la medianoche. No es suficiente para él saber, en términos generales,
que Dios es misericordioso. Él tiene que experimentar Su misericordia
personalmente.




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