Entradas Recientes
Lowell Brueckner

Ingrese su dirección de correo electrónico:


Entregado por FeedBurner

Buscando la verdad del Reino, capítulo siete

Etiquetas:

Jesús no iba a enseñar a sus discípulos pescar hombres; les iba a hacer pescadores de hombres. La primera suposición significa una acción; la segunda un estado de ser. Pescar se puede hacer y puede dejar de hacer, pero un pescador nunca abandona la pesca. Es su vida. Todos los discípulos tenían el mismo oficio y todavía lo tienen. Cristo vino a buscar y salvar lo que se había perdido, y cada uno que le sigue, sin excepción, también entra en este ministerio.

7. UNA RED RECOGE PECES, BUENOS Y MALOS

“Asimismo el reino de los cielos es semejante a una red, que echada en el mar, recoge de toda clase de peces; y una vez llena, la sacan a la orilla; y sentados, recogen lo bueno en cestas, y lo malo echan fuera. Así será al fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes”. Mateo 13:47-50

El libro de lo cual ofrecemos estos
 capítulos. Contáctanos si te interesa
conseguir uno.  
EL MAR DE UNA HUMANIDAD INESTABLE

Varias de las parábolas anteriores tenían que ver con la tierra, pero la que acabamos de estudiar tiene que ver con un elemento del mar. Esta, que es la última de las parábolas de Mateo 13, también está relacionada con el mar.

Junto a esta parábola, Jesús da la interpretación, así es que tenemos tres de las siete parábolas interpretadas. Según el asunto a tratar, podríamos agruparlas haciendo tres grupos de dos, excepto la primera, que es la del Sembrador. 1) La semilla de mostaza con la de la levadura. 2) El tesoro escondido con la de la perla de gran precio. 3) Y la de la red con la del trigo y la cizaña, que son muy parecidas.

Una diferencia entre la del trigo y la cizaña y la que tenemos por delante, es que una tiene que ver con algo que crece en la tierra y la otra con algo que se encuentra en el mar. Otra diferencia es que la cizaña fue sembrada a propósito por un enemigo, mientras que los peces, tanto los buenos como los malos, son recogidos por la misma red, aunque tampoco descarto la posibilidad de que los malos peces sean dirigidos a la red por el enemigo. Él quiere meter su influencia en todo lo que tiene que ver con la obra de Dios; si puede, quita la semilla del corazón, siembra mala semilla, anida en el árbol, y como acabamos de ver, posiblemente dirige a todos los malos peces que puede hacia la red. Todo esto estaría muy de acuerdo con su carácter e intenciones.

Al pensar en el ambiente en el que están los peces, es probable que el diablo esté metido en el asunto. El mar provee muchas oportunidades para que el enemigo pueda realizar sus deseos. En la Biblia, el mar simboliza las multitudes inestables de las naciones. “Pero los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo” (Is. 57:20). Las multitudes salieron a las calles cuando Jesús entraba montado en un pollino, clamando: “¡Hosanna al Hijo de David!”, y pocos días después, delante de Pilato demandaban gritando: “¡Crucifícale!”. Las multitudes son inconstantes e infieles, siempre cambiando el objeto de su lealtad.

Entre muchas profecías, en Lucas 21:25, Jesús advirtió: “Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas”. Santiago escribió que el individuo inconstante es “semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra”, y es de doble ánimo, “inconstante en todos sus caminos” (1:6,8).

Daniel escribió de “cuatro bestias grandes, diferentes la una de la otra, (que) subían del mar” (7:3), y aclaró en el versículo 17: “Estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes que se levantarán en la tierra”. Hay algo muy semejante en Apocalipsis 13: “Vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos”. La bestia que Juan vio es el anticristo, que se levantará de en medio de las intranquilas naciones cuando la historia se acerque a su fin.

Ya sé que delante del trono de Dios hay un mar de cristal, que probablemente fue representado a través del mar que hizo Salomón para su templo, para que los sacerdotes se lavaran antes de entrar (1 R. 7: 23). Pero en el cielo nuevo y la tierra nueva ya no existirá un mar de mareas, como el que nosotros conocemos. “El mar ya no existía más” (Ap. 21:1). En el cielo no hay cosas inestables e inconstantes. No habrá oportunidad ni ambiente para que se levanten bestias como las mencionadas en los libros de Daniel y Apocalipsis.

Pienso que hay algo profético y simbólico en la experiencia que tuvieron los discípulos en el mar. Ellos llevaban remando por lo menos nueve horas contra vientos y olas, ya que habían entrado en la barca al anochecer y Jesús vino andando a ellos sobre las aguas a la cuarta vigilia de la noche. Hasta ese momento apenas habían logrado avanzar a medio mar (Nota: La distancia medida en la historia era como en medio del mar de Galilea). La cuarta vigilia era la última, desde las tres hasta las seis de la madrugada. La misma palabra, “espíritu”, significa “corriente de aire o ráfaga de aliento”. Los vientos contrarios representan las fuerzas espirituales y, como ya hemos dicho antes, las olas representan las multitudes inestables de las naciones, agitadas por espíritus. Vemos a los discípulos turbados, miedosos, manifestando lo que describió Santiago del hombre que pide sin fe. El pueblo de Dios siempre ha tenido que avanzar luchando contra vientos y olas, pero no con la feroz oposición de parte de hombres y demonios que existirán en las “últimas horas”, antes de que Cristo venga otra vez. Entonces la pregunta será: ¿Hallará fe en la tierra?

La parábola de la red fue la última parábola de Mateo 13, y al terminarla, después de hablar de lo que sucederá al fin del siglo, Jesús “se fue de allí”. No sé, pero me hace pensar que puede haber algo simbólico en el hecho de que les dejara con esta parábola sonando en sus oídos, como sucedió cuando fue al cielo, que les dejó con la gran comisión de “predicar el evangelio a toda criatura. El que creyere... será salvo; mas el que no creyere, será condenado...” (Mr. 16:15-16).

PESCADORES DE HOMBRES

Jesús mandó a Sus discípulos a pescar al gran mar de la humanidad. “Id y haced discípulos a todas las naciones” (Mt. 28:20), y les dio autoridad a través de estas palabras: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (vr.19). Para ir contra el viento y las olas, contra corrientes de espíritus y hombres, les iba a hacer falta el apoyo de un gobierno con una autoridad superior a la del gobierno más potente de este mundo. Esta autoridad también podía ser ejercida sobre principados, potestades, gobernadores de las tinieblas de este siglo, y huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. La recibieron personalmente de Aquel que calmaba a los vientos y al mar con una palabra. Esta autoridad era suficiente para poder entrar en cualquier nación; si los gobernantes querían o no, daba igual. Nada ni nadie podía detenerles.

El propósito de Jesús cuando llamó a sus discípulos era hacerles pescadores de hombres. Fue un milagro lo que les impulsó a entregar sus vidas e ir en pos de Jesús con este fin. Después de enseñar desde la barca de Pedro, le mandó: “Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar” (Lc. 5:4). Un pescador profesional está siendo tratado por un carpintero. El pescador responde: “Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red” (vr.5).

De esta forma práctica Jesús dio a Pedro una enseñanza que jamás olvidaría. La sabiduría del experto en materia de pesca tuvo que sufrir una derrota. Tarde o temprano tenía que decidir si iba a seguir confiando en lo que había aprendido a través de las experiencias de toda su vida, o si iba a confiar en la palabra de este carpintero, que ya estaba manifestándose como Maestro. Todos tenemos que pasar por lo mismo, porque si creeremos a los expertos, incluyéndonos a nosotros mismos (sinceramente, ¿según nuestro criterio, no nos creemos nosotros los mejores expertos?), no vamos a avanzar en la vida cristiana.

Probablemente Pedro había aprendido a pescar de su padre y, desde su niñez, había vivido en una aldea dedicada a la pesca. Su vida estaba sumergida en este arte. Pedro sabía muy bien que el mejor tiempo para pescar era por la noche, ya que a esas horas las aguas cerca de la orilla se enfriaban, y los peces eran atraídos allí. Esto hacía que fuera más fácil atraparlos con las redes. Pero si no habían hallado peces de noche, entonces por el día sería mucho más difícil hacerlo; pescar gran cantidad de peces en aguas profundas con las redes, sería prácticamente imposible.

Pedro hizo una decisión crucial. Decidió poner a un lado todo lo que había aprendido para creer y obedecer al Maestro. Jesús estaba tratando con Pedro de la manera como aprendimos de la parábola del sembrador. No podía haber un futuro espiritual para él si no se sometía al arado en este asunto. La tierra junto al camino, donde tantos hombres habían pisado, se estaba ablandando, y Pedro respondió correctamente: “En tu palabra echaré la red”. Por fin la semilla penetró, tuvo éxito, y Pedro comenzó a saber que toda potestad, en el cielo y en la tierra, había sido dada a este Nazareno.

Al mismo tiempo, Jesús desplazó la roca del egoísmo y arrancó los espinos de afanes, codicia, placeres y engaño. Jesús no llamó a Sus discípulos cuando estaban desocupados, para su conveniencia, sino que fue a ellos cuando estaban metidos en sus trabajos. Ellos dejaron sus redes, padre y jornaleros para seguirle. Por su parte, “Pedro cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador” (vr.8), apoderado de temor. Todos los pescadores fueron convencidos de que estaban frente a la Divinidad, y se sintieron indignos de estar en Su presencia. La plena verdad fue poderosamente presentada a ellos, dejándoles convicciones profundas y poderosas. Fue un buen comienzo en la vida cristiana.

A mí me encanta pescar y lo hago siempre que tengo oportunidad. A veces sueño que estoy pescando y me despierto contento. Para mí pescar es un placer, pero para mucha gente en la población donde vivimos no lo es. El dueño de la casa que alquilamos pasa meses enteros en el mar, alejado de su esposa e hija pequeña. Hace pocos días supe que estaba por las costas de África. No está divirtiéndose; pescar es su vida.

Jesús dijo: “Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres” (Mr. 1:17). No solamente les iba a enseñar sino que iba a cambiar todo su ser hasta tal punto que, cuando terminara su discipulado ellos no podrían hacer otra cosa más que dedicarse a este tipo de pesca. La obra de Jesús se llevó a cabo en el puro centro de sus corazones, y se convirtieron en pescadores de hombres. En cuanto a su Maestro, Pablo dijo: “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores” (1 Ti. 1:15). Si este fue el propósito del Maestro, ¿qué podrían hacer entonces Sus seguidores en el mundo? La obra de Dios y de su evangelio es pescar hombres. Cristo nos ha dejado con una red.

La palabra griega para red aquí es diferente de la palabra que se usa comúnmente, y solamente ha sido usada en esta parábola. A diferencia de las otras, que son echadas y recogidas, esta es una red grande que se deja en el mar durante un tiempo. La red que Cristo nos ha dejado es una permanente comisión que seguirá en marcha hasta el fin del siglo. La gran red del evangelio lleva dos mil años en medio del mar de una humanidad trabajada y cargada, intranquila e inestable, y muchos son atraídos a ella. Los peces buenos que han sido recogidos dan testimonio por todo el mundo de que han sido salvados de un mar turbulento.

Pero no todos los que aparentan responder al evangelio son conversos genuinos. Lo que las Buenas Nuevas ofrecen es muy atractivo. Muchos quieren identificarse con ello y se acercan para participar, y otros muchos creen conveniente utilizarlo para desarrollar sus propios anhelos. Algunos candidatos políticos en ciertos países tienen que denominarse como cristianos para poder ganar las elecciones. Hay músicos que cantan himnos y canciones cristianas para consolar a sus oyentes y así ganar más dinero a través de sus conciertos y grabaciones. Hollywood ha hecho grandes producciones utilizando temas bíblicos. Pero… ¡mucho cuidado! “Muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía. Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre” (Jn. 2:23-25).

A menudo aconsejo a personas a no fiarse mucho. Algunos cristianos creen que confiar es una virtud, pero no creo que sea lo que nos enseña la Biblia. La confianza es algo que tiene que ganarse, no es algo que uno recibe automáticamente. ¿Cuantos han sido, no solamente desilusionados, sino atrapados por personas en quienes han confiado, personas que les han manipulado para ganar sus propios fines? Las historias acerca de abusos psicológicos, financieros y sexuales son trágicas. No creo que Cristo quiera que seamos confiados y simples. “Guardaos de los hombres”, dijo Jesús. Hay peces malos en la red.

No es muy difícil llenar la red como tampoco lo es llenar los bancos de una iglesia. Las historias del éxito cristiano hoy en día son comunes. Aparecen iglesias y organizaciones, y muchos se asombran por la rapidez con que florecen. He aprendido, por las malas experiencias, a no emocionarme rápidamente, ni a creer que todo es obra de Dios. La red está, no cabe duda, pero la manera de atraer a los peces muchas veces carece de espiritualidad. Tengo que admitir con vergüenza que a veces he sido engañado, sorprendido por la gran similitud que existe entre la hipocresía y lo que es verdadero. Pero bueno, por lo menos me ha servido para advertir a otros. Es imposible evitar que los malos peces entren en la red, pero nosotros no debemos atraerles con un cebo que estimula sus anhelos egoístas.

En un futuro, no muy lejano, habrá una separación entre los buenos y los malos. Muchos de los que están en la lista como miembros de una iglesia o formando parte de organizaciones cristianas, no tienen sus nombres inscritos en el libro de la vida. En el juicio ante el gran trono blanco, el libro de la vida será abierto, para comprobar que sus nombres no están escritos. “Vi a los muertos, grandes y pequeños de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida” (Ap. 20:12). La evidencia será innegable y nadie podrá abrir la boca para protestar. “El que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (vr.15). Las personas desventuradas que tendrán que ser juzgadas según sus obras no podrán escapar de la condenación eterna; serán condenadas sin excepción. “Fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras” (vr.13). Estos resucitarán solo para ser juzgados y condenados.

No solamente serán apartados los buenos peces de los malos, sino que la resurrección de unos y otros está separada por mil años. Un poco antes, en el mismo capítulo 20 de Apocalipsis, habla de los que fueron resucitados y reinaron con Cristo mil años: “Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos” (vr.6), porque “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Ro. 8:1). Ellos son los que “no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu… porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” (vrs.1,14). Pablo enseña claramente sobre la gracia de Dios en el libro de Romanos, y sin la gracia no hay esperanza. “David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado” (4:6-8).

Mucho de lo que entra en la red no es útil; esta es la pura realidad. Sin embargo, la red misma es genuina y no tenemos que fabricar otra para salvarnos. No existe otra red de salvación, y podemos sujetarnos a ella con total seguridad, ya que es la que Dios ha puesto. Él invita a entrar gratuitamente a todo aquel que quiera salir del ambiente de un mundo de confusión, apoderado por espíritus malignos. Le sacará de allí y le transportará al río de agua viva para beber de sus aguas eternamente.


0 comentarios:

Publicar un comentario