Buscando el Reino de Dios, capítulo siete
7. CRISTO, EL ADVERSARIO CON UNA ESPADA
“El que tiene la espada
aguda de dos filos dice esto…:Tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí
a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo
ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a
cometer fornicación. Y también tienes a los que retienen la doctrina de los
nicolaítas, la que yo aborrezco. Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a
ti pronto, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca”. Apocalipsis
2:12,14,15,16.
El último capítulo de este libro |
Lo
que vamos a considerar en este capítulo es algo diferente de lo que hemos
presentado en los seis anteriores, e incluso, el ánimo es otro. Por supuesto,
el protagonista sigue siendo el Ángel del Señor, el mismo Señor Jesucristo,
pero ahora vamos a verle tratando asuntos muy graves, asuntos que ponen en
peligro las almas de mucha gente. Si queremos presentarle fiel y
equilibradamente, entonces tenemos que verle también como se presenta en este
capítulo.Los días que tenemos por delante son sumamente peligrosos. En este
momento, el pueblo de Dios está expuesto a elementos que nunca antes, en toda
la historia de la iglesia, ha habido. Muchas de las personas que están
conociendo el evangelio en esta generación, no se dan cuenta de que es así y no
ven la seriedad de la situación. No han conocido otro ambiente espiritual y por
eso creen que es algo normal, pero no lo es. Muchos, líderes y predicadores
incluidos, que profesan ser cristianos, no lo son. Muchos de los que han
decidido entrar en el evangelio, en realidad no han nacido del Espíritu de
Dios, y sus vidas comprueban que no ha sucedido en ellos ningún milagro. La
iglesia de hoy pretende que las cabras se porten como ovejas, es decir, que los
que no han tenido un encuentro personal con Jesús se comporten como verdaderos
cristianos.
Tengo
que hacerte una advertencia, querido amigo/amiga lector. El espíritu y la
doctrina de Balaam no solamente existen hoy en día, sino que son aceptados por
un gran número de personas dentro del mundo evangélico. Por eso, tú tienes que
percatarte de lo que está pasando y tener los ojos muy bien abiertos. No sé si
un profeta como Balaam querría leer este libro, pero si lo hiciera, dudo que
pudiera despertarle del sueño espiritual en el cual se encuentra funcionando
tan cómodamente y con tanta libertad. Aunque si fuera posible, quisiera que
este libro pudiera servir como una alarma despertadora. Dios, en Su gran
misericordia, es el único que puede hacernos pasar estos días triunfantes. Su
misericordia empieza, como hizo con las iglesias en Apocalipsis, aclarando la
verdad sobre la situación actual de nuestras propias vidas y también del
ambiente en el cual vivimos.
LA SERIEDAD DE UNA DOCTRINA
FALSA
Aunque
las cosas que Jesús tenía contra la iglesia de Pérgamo eran pocas, no eran
insignificantes ni pequeñas. Una doctrina falsa no consta de palabras
solamente. La doctrina es la expresión de lo que uno cree en su corazón y, si
lo que cree es falso, se manifestará en hechos erróneos. Como cuando Jesús fue
tentado en el desierto y contradijo las mentiras del diablo, citando la
palabra, así siempre combate la falsa doctrina, con la espada de Su boca, que
es la palabra. Su palabra es la verdad, y la verdad tiene la capacidad de
librar y también de derrotar.
Posiblemente
habrás notado que, mientras el Nuevo Testamento se aproxima al fin, la
Escritura parece hacerse más seria que nunca y los escritores, fuertemente,
traen a la luz lo que es falso. Pedro, en su segunda carta, en el capítulo 2, nos
habla acerca de falsos profetas en el tiempo del Nuevo Testamento, que son
atrevidos y contumaces (vr.10): “Han dejado el camino recto, y se han
extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de
la maldad, y fue reprendido por su iniquidad; pues una muda bestia de carga,
hablando con voz de hombre, refrenó la locura del profeta” (vrs.15,16).
Pedro
nos habló de Balaam, y Jesús también lo hace en Apocalipsis. ¿Quién es este
hombre y por qué merece que su mala fama se haya divulgado durante milenios?
¿Cuál fue la doctrina que tanto daño había hecho a Israel y más tarde a la
iglesia? Para saber lo que el Espíritu está diciendo hoy a la iglesia acerca de
la doctrina de Balaam, solamente hay una cosa que podemos hacer. Tenemos que
dirigirnos al Antiguo Testamento, porque solamente así podremos entender el
mismo peligro que amenaza nuestras vidas y al cuerpo espiritual de Jesús en el
siglo XXI. La historia de Balaam comienza en Números
22 y abarca tres capítulos. En el capítulo 25 se relatan detalladamente las
consecuencias que sufrió Israel, a las cuales se refirió Jesús en Apocalipsis.
También
debemos considerar las tácticas que el enemigo usó para oponerse al pueblo de
Dios, ya que, lo que vemos en esta historia, se repite muchas veces en la
Biblia y ha seguido siendo una realidad a través de los tiempos. Mientras
Israel caminaba desde el sur hacia el lado este de Canaán, el diablo, en nombre
de los amorreos que salieron a la batalla, le atacó directamente. Pero Israel
pudo vencerlos y tomar posesión de muchas de sus ciudades. Ahora, la única
nación entre ellos y el río Jordán, era Moab. Ya que este ataque había sido
frustrado, Satanás puso en marcha otro plan. Su estrategia consistió en
introducirse entre el pueblo y enseñarles sus perversidades, hasta conseguir
que se comprometieran con él.
Debemos
tomar en cuenta la seriedad de una enseñanza equivocada, porque en el versículo
que encabeza este texto, Jesús demostró aborrecimiento por la doctrina de los
nicolaítas. En el versículo 20 reprendió a la iglesia de Tiatira porque
toleraba que “esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis
siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos”. Jezabel fue una
reina pagana, malísima mujer de Acab, rey de Israel, que adoraba a Baal. Pero
en la iglesia, ya con términos cristianos, una mujer estaba enseñando la misma
doctrina, y el efecto sobre la iglesia fue el mismo que en Israel. De la misma
manera, la doctrina de Balaam vino disfrazada, mezclada con palabras
cristianas. ¿Qué movió a Jesús hasta el aborrecimiento al saber de estas
doctrinas?
Estoy
seguro de que no mandaban fornicar y comer cosas ofrecidas a los ídolos
directamente, sino que estos fueron los resultados naturales tras las
doctrinas, que siempre son tolerantes y aceptan las manifestaciones de la
carne, en vez de refrenarlas. Además, mezclan las cosas de Dios con los
principios del mundo. Balaam mezcló la palabra de Dios con las adivinaciones y
los agüeros. Aunque no sabemos exactamente el contenido de sus doctrinas,
podemos saber sus características. Es algo más profundo que las palabras; la
falsa doctrina demuestra un entendimiento falso y una mala manera de ver e
interpretar las cosas de Dios, por personas que han rechazado la pura verdad.
Sus enseñanzas son como semillas que caen en el corazón de sus oidores, brotan
y producen fruto malo. Es sumamente peligroso. ¿Puede ser que la gran cantidad
de fracasos morales que vemos entre el pueblo de Dios hoy en día sean causados
por falsas doctrinas?
BALAAM SE DEJA MANIPULAR
Es
evidente que Balaam era un hombre muy reconocido y buscado en su día para los
asuntos espirituales. Habitaba junto al río, dice en Números 22:5. Al
tratarse del río, la gente de ese territorio oriental sabía que se trataba del
río Éufrates, en la región de los caldeos, lugar donde en el futuro florecería
el imperio de Babilonia. Ese lugar fue la cuna de muchas de las creencias en
dioses que, hasta la fecha, siguen existiendo bajo otros nombres.
El
rey Balac de Moab sabía que no podría enfrentar al ejército de Israel en una
batalla, así que envió a sus mensajeros desde lejos para contactar con el
poderoso profeta Balaam. Balac dijo de él: “Yo sé que el que tú bendigas será
bendito, y el que tú maldigas será maldito” (vr.6). Quería que maldijera a
Israel y le prometió una gran recompensa por hacerlo. El rey de Moab era un
experto en manipular las cosas para conseguir sus fines, una práctica satánica
comúnmente usada por hombres en posiciones de poder.
Balaam
llamaba a Jehová: su Dios, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, pero es
difícil saber hasta qué punto Balaam conocía Su persona y Sus caminos. Si
Jehová hubiera sido su Dios, ¿por qué hasta ahora no había tomado en cuenta a
Su pueblo Israel? No sabemos de qué forma Dios se había revelado a Balaam en el
pasado, pero sabemos que ahora que Su pueblo es amenazado, Dios le habla con
claridad: “No vayas con ellos, ni maldigas al pueblo, porque bendito es”. Balaam
informó a los mensajeros de Balac: “Volveos a vuestra tierra, porque Jehová no
me quiere dejar ir con vosotros” (vrs. 12,13). Así, rotundamente, debió
zanjarse el asunto y también esta historia, sin lo que sigue hasta el capítulo
25. Dios había hablado a Balaam y él debía haberle obedecido sin vacilar.
El
apóstol Juan nos enseñó un principio que hubiera sido útil en el Jardín de
Edén: “Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en
casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! Porque el que le dice: ¡Bienvenido! Participa
de sus malas obras” (2 Jn.10-11). Si Balaam era inocente en un principio,
cuando recibió a los primeros enviados de Balac, antes que Dios le hablara,
después, cuando recibió a los segundos, ya no lo era. Balaam les hospedó en su
casa durante la noche, haciéndoles albergar la esperanza de un posible cambio
en la orden de Dios. ¿Por qué lo hizo? Pedro no dijo que Balaam amara la
maldad, sino que “amó el premio de la maldad”. El manipulador Balac jugó
con la codicia y el orgullo del profeta, y esta vez le mandó una representación
más honorable que la primera. Además prometió que le “honraría mucho”, o en
otras palabras, que le recompensaría económicamente. Por no haber guardado su
corazón, el profeta cayó en la trampa.
ACTUAR PARA APARTAR EL FUROR DE
DIOS
Siglos
después, Nehemías estaba al corriente del error de Balaam. Al regresar a su
tierra, después de los años de cautiverio, Israel fue amenazado por dos
enemigos, llamados Sanbalat y Tobías, que quisieron atacar violentamente
Jerusalén. Pero al no tener éxito, debido a las oraciones de los judíos,
quisieron negociar con Nehemías. Aquí estamos observando las mismas tácticas
del diablo empleadas en el caso de Balaam y Balac. A diferencia que con Balaam,
que fueron dos, estos hicieron cinco intentos de reunirse con él, pero Nehemías
se mantuvo firme, respondiendo cada vez de forma negativa. Él siempre procuraba
evitar cualquier relación entre el pueblo de Dios y la gente extranjera, porque
se sabía que los amonitas y moabitas “habían dado dinero a Balaam para que
maldijera” (Neh. 13:2). En una ocasión, cuando un sacerdote ofreció una
habitación en el templo a un pariente de Tobías, Nehemías le arrojó a él y
todos sus muebles a la calle. Los hombres que honran a Dios son los que Él
también honra. “Yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán
tenidos en poco” (1 S. 2:30). Como Nehemías, debemos aprovecharnos de las
lecciones históricas para no repetir los mismos errores.
Dios
conoce el corazón de cualquier persona y actúa de acuerdo con él. Balaam amaba
el premio de la maldad y quiso ir con los príncipes para colaborar con Balac,
por eso Dios le concedió su deseo, con la única condición de no pronunciar
palabra contra Israel. Sin embargo, Dios estaba en su contra por la condición
de su corazón, y el Ángel del Señor salió a su encuentro.
Después
el pueblo empezó a fornicar con las hijas de Moab y a participar en los
sacrificios de sus dioses. La doctrina de Balaam ya había hecho su daño y las
consecuencias seguían. Dice la historia que “el furor de Jehová se encendió
contra Israel” (25:3), por eso Dios mandó ahorcar a los doce príncipes y a
todos los que habían participado en la idolatría. Como consecuencia murieron
veinticuatro mil personas.
Todavía
quedaba un hombre, jefe de una familia, y con él una mujer, hija de un príncipe
de los pueblos de Madián, que se creían demasiado importantes como para
sujetarse a lo que Dios había mandado, pensando que escaparían de la
condenación que los demás habían sufrido. En pleno día, delante de Moisés y
toda la congregación, mientras estos se lamentaban por la pérdida de los miles
frente al tabernáculo, ellos entraron a la tienda del hombre para fornicar.
Afortunadamente, el sacerdote principal en el tiempo de Moisés tuvo la misma
actitud que Nehemías.
Finees
entró en la tienda y alanceó a ambos por su vientre, ya que era el encargado de
llevar a cabo la justicia en nombre de Dios y la nación. Con este hecho cesó la
mortandad. Dios dijo: “Finees ha hecho apartar mi furor de los hijos de Israel”
(25:11). Lo que Finees hizo se llama en la Biblia propiciación, que quiere
decir algún hecho que aplaca la ira de Dios y provee una manera para que el
pueblo se reconcilie con Él. Es lo mismo que hizo Josué con Israel cuando mató
a Acán a pedradas: “Y Jehová se volvió del ardor de su ira” (Jos. 7:26). La
propiciación fue hecha muchas veces y de diferentes maneras a través del
Antiguo Testamento, pero se hizo finalmente y perfectamente en la crucifixión
de Jesús, “a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre”
(Ro. 3:25). “Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por
los nuestros, sino también por los de todo el mundo… (Dios) envió a su Hijo en
propiciación por nuestros pecados” (1 Jn. 2:2; 4:10).
No
es posible, ni es lo que Dios quiere, que nosotros ejecutemos la pena de muerte
de forma personal, pero hace mucha falta hoy en día gente no-humanista, gente
con el corazón de Dios palpitando en su ser, que pueda sentir Su furor y
ponerse de Su lado contra los malhechores. En otras palabras, hacen mucha falta
los que honran a Dios y le aman sobre todas las cosas y personas. Hoy en día es
muy necesario que la iglesia reconozca y respete la ira de un Dios santo.
EL CAMINO ESTRECHO
Balaam
no dijo que no quisiera traspasar la palabra de Dios, sino que no podía.
Balaam estaba en una misión muy delicada. Por los malos deseos de su corazón,
Dios, por Sus propias razones sabias, permite que sea la persona que vaya y dé
testimonio a Balac y Moab, pero ninguna persona con deseos sinceros de agradar
a Dios hubiera querido estar en esa posición de compromiso con los enemigos de
Su pueblo. Su misión es temerosamente semejante a la de Judas Iscariote, el
discípulo que tuvo que tomar un papel nada deseable después de oír pronunciar a
Jesús: “Lo que vas a hacer, hazlo más pronto” (Jn. 13:27), para que las
escrituras se cumpliesen (Hch. 1:16). Una cosa sabía Balaam, y es que la
palabra de Dios es tan soberana como lo es Su persona. A pesar de las tan malas
intenciones de los hombres involucrados en esta historia, la palabra de Dios
prevaleció.
Entonces,
“el ángel de Jehová se puso en el camino por adversario suyo” (22:22) con la
espada en su mano. La asna vio más que el profeta y se apartó del camino. En
seguida llegó a un lugar donde le fue imposible apartarse, ya que a ambos lados
de la senda había una pared. La asna intentó pasar pegada a ella, a un lado del
Ángel, pero al hacerlo lastimó el pie de Balaam, y este la azotó. Entonces,
mientras iban adelante, el Ángel se puso en una angostura, donde le fue
imposible pasar. Al ver la asna al Ángel de Jehová se echó debajo de Balaam,
quien de nuevo, enojado, volvió a azotar a la asna con un palo.
En
el camino estrecho no hay lugar ni al lado derecho ni al lado izquierdo. No hay
lugar para pensamientos e intenciones contrarios. La verdad, por su misma
esencia, no tolera desviaciones, y mucho menos la Persona que es la Verdad
misma: “Tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga; Este es el camino,
andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano
izquierda” (Is. 30:21). Tenemos que conocer esta voz que, personalmente, nos
conduce por este camino.
Jesús
dijo: “Yo soy el camino”, y este camino es estrecho. Sólo Él da entrada, y es
imposible evitar un encuentro con Él y Su espada de dos filos, que es Su
palabra, que nunca sufre derrotas: “La palabra de Dios es viva y eficaz, y más
cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el
espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las
intenciones del corazón” (He. 4:12).
Los
que retenían la doctrina de Balaam en Pérgamo tenían a Jesús como su Adversario
y, si no se arrepentían, entrarían en pleito con Él. Debemos estar al tanto de
la existencia de este mismo peligro en este tiempo. La fidelidad del cumplimiento
de Sus promesas no es más segura que la fidelidad del cumplimiento de Su
maldición. ¡Ay de los que tengan a Jesús como Adversario y se tengan que
enfrentar con la espada de Su boca!
La
espada penetra hasta la profundidad del ser y no se detiene al tocar las
emociones; quiere tratar con los pensamientos, e incluso, juzgar las
intenciones. Lo está haciendo con Balaam. No está satisfecho con el hecho de
que hable bien y comparta Su palabra. Balaam está donde está debido a su
corazón torcido, y no va a poder escapar.
Pruebas
como esta podrían tener un resultado positivo si uno está dispuesto a rendir
los hechos, pensamientos e intenciones. Uno tiene que pasar esta prueba
aprobado, o si no, no habrá paso para él al camino hacia el cielo. Todo tiene
que ser corregido en un encuentro cara a cara con Jesucristo. Cada persona
tiene que reconocer su pecado y saber que es por naturaleza un enemigo de Dios.
La Escritura lo enseña tanto en el Nuevo Testamento como en el Antiguo. Jesús
es su Adversario, y por lo tanto: “Ponte de acuerdo con tu adversario pronto,
entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue
al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo
que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante” (Mt. 5:25-26) y “Servid
a Jehová con temor, y alegraos con temblor. Honrad al Hijo, para que no se
enoje, y perezcáis en el camino; pues se inflama de pronto su ira” (Sal.
2:11-12).
Sin
embargo, el temor por sufrir las consecuencias de los malos hechos nunca es
suficiente; el verdadero temor, que es el principio de la sabiduría, siempre
está basado en la persona del Señor. Si Él es el galardón más grande que uno
puede obtener, entonces la desdicha más grande es Su ausencia en nuestras vidas
personales y también entre Su pueblo. Si Él nos abandona, hemos perdido todo.
BALAAM SIGUE EL CAMINO PERVERSO
Cuando
los ojos de Balaam fueron abiertos, hizo reverencia y se postró. Esto es lo
mismo que hará un día todo el mundo. “En el nombre de Jesús se doble toda
rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;
y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Fil.
2:10-11). Tener los ojos abiertos y reconocer al Ángel del Señor, no es
suficiente. Hay que ponerse en paz con el Adversario y entrar en una relación
de amistad con Él, cosa que Balaam no llegó a hacer. Había sido reprobado en la
prueba y continuó siendo su adversario. Siguió su propio camino de rebeldía.
Dijo el Señor: “Tu camino es perverso delante de mí” (22:32). Por andar en
tinieblas se extravió del camino estrecho y, para él, “la más densa oscuridad
está reservada para siempre” (2 P. 2:17).
También
fue perversa la doctrina por la cual vivió y caminó. Balaam amó otro premio, y
esa fue la idolatría que su doctrina toleró, que el premio tomara prioridad
sobre la voluntad de Dios. Es la doctrina que suelta el pecado entre el pueblo
de Dios. No entiendo por qué Balaam no pudo apreciar lo que había visto. No sé
cómo pudo seguir haciendo caso a un mero hombre (vr.37). La palabra de Dios
discernió que un error estaba plantado en la profundidad de su ser y, por esta
razón, le entregó a unirse con el rey y el pueblo de Moab. Pedro mencionó la
locura del profeta y, en realidad, creo que esa “locura” es lo que explica su
comportamiento. Cuando Israel entró en batalla contra Madián (Moab), Balaam
murió con ellos: “También a Balaam hijo de Beor mataron a espada” (31:8).
En este caso el Ángel del Señor permitió al pueblo de Israel llevar Su espada.
Observa
cómo Balaam utilizó todo lo que pudo para intentar influenciar a Dios, y cómo
Balac utilizó toda la presión psicológica para hacer lo mismo con el profeta. “Te
ruego que vengas conmigo a otro lugar desde el cual los veas” (23:13), le dijo.
Y otra vez más repitió: “Te ruego que vengas, te llevaré a otro lugar, por
ventura parecerá bien a Dios que desde allí me lo maldigas” (23:27). Balac
quiso que Balaam viera el asunto desde otro punto de vista que le pudiera hacer
vacilar y jugar con la palabra que Dios le había dado. Otros puntos de vista y
las muchas opiniones de los hombres, no deben influenciar a los que han oído la
voz del Señor. La doctrina del humanismo nos enseña que cada cual tiene derecho
a opinar libremente, pero esto no tiene que ver con el cristianismo verdadero.
Lo que Dios dice no es negociable. Su palabra es muy definitiva y quiere que
sea pronunciada y llevada a cabo con exactitud.
Tenemos
el ejemplo de Ananías: “Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha,
y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo de Tarso; porque he
aquí, él ora” (Hch. 9:11). Y el de Cornelio: “Envía, pues, ahora hombres a Jope,
y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro. Este
posa en casa de cierto Simón curtidor, que tiene su casa junto al mar;
él te dirá lo que es necesario que hagas” (Hch. 10:5-6). ¡Qué precisas fueron
estas palabras! Para no errar las personas tenían que seguirlas con exactitud.
¿Qué tal si Ananías hubiera dicho algo así como: “Bueno, hallé a un tal Saulo,
pero no estaba en la calle Derecha y no estaba ciego, estaba sordo”? ¿O si
volvieran los siervos de Cornelio diciendo: “Hallamos a un tal Simón, pero no
tiene sobrenombre, y el curtidor que encontramos sí se llama Pedro, sólo que la
casa estaba en el centro y no al lado del mar”? De esta manera corrompemos la
palabra y el propósito de Dios. No debemos jugar con la palabra que Él nos
entrega.
LAS PROMESAS DE BENDICIÓN
En
todos los casos, la palabra de Dios prevalece y nunca sufre derrotas. Su
palabra es como Su persona; es soberana. Balac, el rey, y Balaam, el profeta,
buscaron una manera de hallar un “agujero en el dique” para inundar lo que
había sido decretado, una manera de oponerse a Dios, pero les fue imposible y
no hallaron ninguno. La bendición sobre Israel fue pronunciada; fue una palabra
perfecta y tenía que triunfar sobre todos los obstáculos. Tenemos motivos para
alegrarnos grandemente de que así sea; todo nuestro futuro está basado en la
fidelidad de Sus promesas de bendición.
Bendición
número uno (Números 23:7-10): Balaam subió a una cumbre para encontrarse con
Dios, y le habló de los siete sacrificios que él había ordenado que Balac
hiciera, pero Dios no le hizo caso. Entonces, por primera vez, Balaam pudo ver
a los miles y miles del pueblo de Dios acampados abajo, y la palabra de Dios
llenó su boca.
A) “He
aquí un pueblo confiado” (vr.9). La seguridad de este pueblo y su protección no
provenían de una fuente terrenal. Tenía un Protector que le garantizaba mil
veces más, por mencionar una cantidad que puedan captar nuestras mentes tan
limitadas, que cualquiera debajo del sol. La verdad es que lo que Dios ofrece
no es comparable con ninguna cantidad de lo que pueda ofrecer el mundo. Allí,
en el desierto, viviendo en tiendas, expuesto a los elementos naturales y a
enemigos nacionales, Israel pudo vivir en la más completa seguridad.
B) “No
será contado entre las naciones” (vr.9). Es un pueblo único en la tierra y
siempre llevará esta característica. Más de una vez, los que le acusaban, lo
hacían basándose en esta característica delante de los poderes políticos. Amán,
por ejemplo, dijo al rey Asuero: “Hay un pueblo esparcido y distribuido entre
los pueblos en todas las provincias de tu reino, y sus leyes son diferentes de
las de todo pueblo; y no guardan las leyes del rey, y al rey nada le
beneficia el dejarlos vivir” (Est. 3:8). El pueblo o la persona que es posesión
del Señor, no puede ser contado entre las naciones, funcionar como ellas, ni
copiar sus maneras, porque tiene otro dirigente. Sólo Jesús debe ser la cabeza
de Su iglesia.
C) “Muera
yo la muerte de los rectos, y mi postrimería sea como la suya” (vr.10). El
mundo entero desearía terminar como el pueblo de Dios, igual que Balaam, aunque
en su caso, él no iba a experimentar lo que anhelaba. Balaam eligió muy mal y
su elección le empobreció. Todos quisieran tener el mismo futuro y destino que
los que han puesto su futuro en las manos de Él. “Voy a prepararos un lugar”,
dijo Jesús. Ahora, la promesa está en marcha, pronto la experimentaremos.
Bendición
número dos (23:18-24):
A)
El Dios de Israel es inmutable. “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de
hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no ejecutará? He
aquí, he recibido orden de bendecir; Él dijo bendición, y no podré revocarla” (vrs.19,20).
Balac y Balaam no fueron capaces de quitar ni siquiera la parte más minúscula
de la bendición de Dios. Balac podía manipular a los hombres, e incluso al
profeta, pero nunca, en toda su experiencia, se había enfrentado con Quien
tenía delante. Su palabra no es “sí” y “no”, sino “sí y amén”. Sus promesas son
más seguras que el mismo universo. El Todopoderoso cumplirá todo lo que ha
dicho, y sólo el hecho de que Él lo ha pronunciado, será suficiente garantía
para nosotros. El receptor de la promesa ya puede empezar a gozarse, porque es
tan segura como si ya tuviese el hecho en sus manos. Nada ni nadie podrá
revocarla.
B)
Dios no inculpa a Israel de su pecado: “No ha notado iniquidad en Jacob” (vr.21),
y Pablo cita a David, que aplicó la misma promesa al individuo: “Bienaventurados
aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos.
Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado” (Ro. 4:7-8). ¿No
ha pecado Israel? ¡Claro que sí!, hemos leído de un pecado tras otro desde que
el pueblo salió de Egipto y hasta este punto. Pero la palabra nos dice que “si
confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados,
y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él
mentiroso, y su palabra no está en nosotros... si alguno hubiere pecado,
abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Jn. 1:9-10; 2:1).
Él es el mismo que el Ángel del Señor que estaba tratando el caso de Israel en
aquellos días. Nada de lo que ha pasado ha cambiado el propósito de Dios para
Su pueblo. Él ha provisto el remedio para los que han pecado en la cruz de Su
Hijo.
C) “Contra
Jacob no hay agüero, ni adivinación contra Israel” (vr.23). No hay armas
espirituales que sean efectivas contra el pueblo que Dios ha tomado de la mano.
No hay hechizo ni adivinación que pueda detenerle ni vencerle. “Ninguna arma
forjada contra ti prosperará, y condenarás toda lengua que se levante contra ti
en juicio. Esta es la herencia de los siervos de Jehová, y su salvación de mí
vendrá, dijo Jehová” (Is. 54:17).
Tengo
un amigo muy mayor de la tribu Navajo, uno de los más grandes pueblos indígenas
en los Estados Unidos. Cuando era joven, Herman fue a una reserva en Dakota que
tenía un pequeño edificio e hizo reuniones allí, aunque también visitaba a la
gente en sus hogares. Ya que nadie más en la reserva asistía a las reuniones,
Herman, fielmente, compartía sus mensajes con su esposa y sus dos hijos. Un día
llegó un hombre a su casa, hablándole amablemente y ofreciéndose para cortarle
el pelo gratuitamente. Después de hacerlo, recogió el pelo que le había cortado
en una bolsa. Herman pensaba que sólo estaba limpiando, pero poco después
empezó a tener problemas con lo que parecía ser un tipo de asma. Tenía que
dormir sentado para poder respirar bien. Entonces acudió a un doctor que tenía
su despacho fuera de la reserva y, al cruzar la frontera, su problema
desapareció. De todos modos, el médico le dio medicina. Al regresar y entrar de
nuevo en la reserva, el problema volvió a aparecer, pero la medicina no logró
aliviarle.
Una
noche escuchó una voz haciendo encantamientos y tocando tambores muy cerca,
pero no pudo localizarla. Finalmente, Herman pudo saber que era un ataque
espiritual, y reprendió a quien estaba tras todo lo que estaba aconteciendo.
Inmediatamente se le quitó su malestar y jamás volvió a tener problemas. Lo
sorprendente de esta historia es que aquel hombre que le había cortado el pelo
y lo había recogido en una bolsa, era un brujo, un “medicine man”, y el día que
Herman fue sanado, el hombre murió de un ataque misterioso. Pronto la iglesia
se llenó hasta el punto de tener que hacer un edificio más grande para poder
atender a todas las personas que asistían. Esta historia no es muy diferente de
la de Balaam y Balac. El mundo espiritual no ha cambiado, y nosotros seguimos
en la misma batalla, pero con la promesa de la misma victoria.
“Regocíjense
los santos por su gloria... Exalten a Dios con sus gargantas y espadas de dos
filos en sus manos, para ejecutar venganza entre las naciones, y castigo entre
los pueblos... para ejecutar en ellos el juicio decretado...” (Sal. 149:5-7,9).
Israel llevó la espada que dio muerte a Balaam, y Pablo nos enseñó que el
pueblo de Dios tiene la misma espada de dos filos en sus manos, que es la
palabra de Dios (Ef. 6:17), y aunque sean “como ovejas en medio de lobos... y
sencillos como palomas” (Mt.10:16), Dios va a darles la victoria porque va a
respaldar Su palabra con todo el poder del cielo y ¡ay de los que se oponen o
sirven de tropiezo!
Bendición
número tres (24:3-9): La tercera vez Balaam no fue en busca de sus agüeros al
contemplar a Israel. Lo vio alojado por sus tribus, y el Espíritu de Dios vino
sobre él, y profetizó del Mesías, el Rey venidero de Israel: “Enaltecerá su rey
más que Agag, y su reino será engrandecido” (vr.7). Él vino a los Suyos y fue
rechazado. Pilato, el romano que le condenó, al mismo tiempo, dio testimonio de
Él en Latín, Hebreo y Griego, y lo puso sobre la cruz, para que todo el mundo,
durante todos los siglos, lo viera: “JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS” (Jn.
19:19). Él se levantó de los muertos, subió al cielo a sentarse a la diestra de
Dios Padre, y pronto volverá al mundo para reinar. Lo hará desde Jerusalén por
mil años y, este mismo pueblo, Israel, será entonces una nación cristiana. “Lo
dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y
sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde
ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto” (Is. 9:7)
Bendición
número cuatro (24:15-24): Toda la bendición de Dios sobre cualquier pueblo, en
cualquier tiempo, tiene que ver con Su Hijo. No hay profecía de futuro bienestar
que valga la pena, si no le menciona a Él. La bendición de Dios para nosotros
viene personalmente en la persona del Señor Jesucristo. “Lo veré, mas no ahora;
lo miraré, mas no de cerca; saldrá ESTRELLA de Jacob, y se levantará cetro de
Israel” (vr.17). El profeta está mirando hacia el futuro y ve al Mesías. En la
profecía anterior habló de un Rey al que ahora ve como la Estrella de Jacob.
Muchos
siglos después, unos magos emprendieron un largo viaje de dos años para ver al
Rey de Israel, porque habían visto Su estrella en el oriente. Ya que venían del
mismo territorio, ¿no sería posible que hubieran tenido acceso a las profecías
de Balaam? Las profecías fueron preservadas en Israel, por lo que es muy
probable que los caldeos también las guardaran, como obra de una de las más
destacadas figuras históricas para ellos.
Además,
cuando Daniel contó a Nabucodonosor su sueño y la interpretación, el rey de
Babilonia le dio una posición de jefe supremo sobre todos los sabios del reino
(Dn. 2:48), es decir, sobre los magos, astrólogos, encantadores y caldeos
(vr.2). Daniel interpretó el sueño, diciendo que se trataba de un futuro reino
que Dios iba a levantar en la tierra y que no iba a ser destruido. Este,
desmenuzará y consumirá a todos los demás reinos y permanecerá para siempre.
Esta primera parte del libro de Daniel es la única parte del Antiguo Testamento
que no fue escrita en hebreo, sino en el idioma de Babilonia, el arameo.
Después escribió más, y de forma muy clara, acerca del Mesías Príncipe (9:25).
¿No es probable que los magos del oriente hubieran podido leer el libro de
Daniel en su tierra? Él era presidente de los magos en el tiempo más glorioso
del imperio de Babilonia y es lógico que lo que él escribió fuese estudiado por
las futuras generaciones. ¿Sería por eso que vinieron de tan lejos, al haber
visto la estrella del Rey de Israel?
El
Rey de reyes y Señor de señores es soberano sobre todos los hombres, todas las
cosas, y todos los acontecimientos en la historia del mundo. Él es el Verbo, la
Palabra de Dios, y Su palabra fue, es y será, con toda seguridad, hablada,
guardada y cumplida, no solamente para el pueblo judío, sino para todos los
pueblos de la tierra a los cuales Él quiera revelarse. Él también viene a las
vidas de los individuos soberanamente. El Ángel del Señor, Jesucristo, es el
Adversario de la naturaleza perversa de la raza de Adán. Él tiene una espada
aguda de dos filos que sale de Su boca, que es Su palabra, para luchar contra
toda filosofía y creencia humanistas, fabricadas por los hombres. Cada
individuo tiene que hacerle caso y someterse a Su espada.
El
cristiano tiene que arrepentirse de todas las falsas presunciones, ideas y
doctrinas que ha llevado con él en su intento de entrar por el camino estrecho.
Y si dentro de la iglesia, como en el tiempo del apóstol Juan, ha aprendido
cosas contrarias a las Escrituras, tales como las doctrinas de Balaam, Jezabel
o los nicolaítas, tiene que soltarlas. Cristo las aborrece y Él es “el mismo
ayer, y hoy, y por los siglos. No os dejéis llevar de doctrinas diversas y
extrañas” (He. 13:8-9). Si ha hecho suyas revelaciones engañosas, tiene que
rendirlas sin demorar, y tomar la Biblia como su autoridad máxima, antes que la
espada, que no es tolerante, sea desenvainada para pelear contra él.
Personalmente,
tenemos que oír la voz del que, por Su palabra, formó el universo. Es la verdad
que liberta (Jn. 8:32). Esta voz crea en nosotros un corazón nuevo y nos hace
compatibles con Su naturaleza, para que podamos participar en las cosas del cielo
y la eternidad. Sus grandes promesas se cumplen en nuestras vidas, y no habrá
ningún rey o profeta, gobierno o concilio humano, demonio o el mismo Satanás,
que pueda revocar lo que Él dice y hace. Lo seguirá haciendo en este siglo,
porque Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos. Tenemos que buscar,
como primera prioridad de nuestras vidas, y sin amar el premio de la maldad, al
verdadero Rey del Reino de Dios.
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