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Lowell Brueckner

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Buscando el Reino de Dios, capítulo siete

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7. CRISTO, EL ADVERSARIO CON UNA ESPADA

“El que tiene la espada aguda de dos filos dice esto…:Tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación. Y también tienes a los que retienen la doctrina de los nicolaítas, la que yo aborrezco. Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y pelearé contra ellos con la espada de mi boca”. Apocalipsis 2:12,14,15,16.

El último capítulo de este libro
Lo que vamos a considerar en este capítulo es algo diferente de lo que hemos presentado en los seis anteriores, e incluso, el ánimo es otro. Por supuesto, el protagonista sigue siendo el Ángel del Señor, el mismo Señor Jesucristo, pero ahora vamos a verle tratando asuntos muy graves, asuntos que ponen en peligro las almas de mucha gente. Si queremos presentarle fiel y equilibradamente, entonces tenemos que verle también como se presenta en este capítulo.Los días que tenemos por delante son sumamente peligrosos. En este momento, el pueblo de Dios está expuesto a elementos que nunca antes, en toda la historia de la iglesia, ha habido. Muchas de las personas que están conociendo el evangelio en esta generación, no se dan cuenta de que es así y no ven la seriedad de la situación. No han conocido otro ambiente espiritual y por eso creen que es algo normal, pero no lo es. Muchos, líderes y predicadores incluidos, que profesan ser cristianos, no lo son. Muchos de los que han decidido entrar en el evangelio, en realidad no han nacido del Espíritu de Dios, y sus vidas comprueban que no ha sucedido en ellos ningún milagro. La iglesia de hoy pretende que las cabras se porten como ovejas, es decir, que los que no han tenido un encuentro personal con Jesús se comporten como verdaderos cristianos.


Tengo que hacerte una advertencia, querido amigo/amiga lector. El espíritu y la doctrina de Balaam no solamente existen hoy en día, sino que son aceptados por un gran número de personas dentro del mundo evangélico. Por eso, tú tienes que percatarte de lo que está pasando y tener los ojos muy bien abiertos. No sé si un profeta como Balaam querría leer este libro, pero si lo hiciera, dudo que pudiera despertarle del sueño espiritual en el cual se encuentra funcionando tan cómodamente y con tanta libertad. Aunque si fuera posible, quisiera que este libro pudiera servir como una alarma despertadora. Dios, en Su gran misericordia, es el único que puede hacernos pasar estos días triunfantes. Su misericordia empieza, como hizo con las iglesias en Apocalipsis, aclarando la verdad sobre la situación actual de nuestras propias vidas y también del ambiente en el cual vivimos.

LA SERIEDAD DE UNA DOCTRINA FALSA

Aunque las cosas que Jesús tenía contra la iglesia de Pérgamo eran pocas, no eran insignificantes ni pequeñas. Una doctrina falsa no consta de palabras solamente. La doctrina es la expresión de lo que uno cree en su corazón y, si lo que cree es falso, se manifestará en hechos erróneos. Como cuando Jesús fue tentado en el desierto y contradijo las mentiras del diablo, citando la palabra, así siempre combate la falsa doctrina, con la espada de Su boca, que es la palabra. Su palabra es la verdad, y la verdad tiene la capacidad de librar y también de derrotar.

Posiblemente habrás notado que, mientras el Nuevo Testamento se aproxima al fin, la Escritura parece hacerse más seria que nunca y los escritores, fuertemente, traen a la luz lo que es falso. Pedro, en su segunda carta, en el capítulo 2, nos habla acerca de falsos profetas en el tiempo del Nuevo Testamento, que son atrevidos y contumaces (vr.10): “Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad, y fue reprendido por su iniquidad; pues una muda bestia de carga, hablando con voz de hombre, refrenó la locura del profeta” (vrs.15,16).

Pedro nos habló de Balaam, y Jesús también lo hace en Apocalipsis. ¿Quién es este hombre y por qué merece que su mala fama se haya divulgado durante milenios? ¿Cuál fue la doctrina que tanto daño había hecho a Israel y más tarde a la iglesia? Para saber lo que el Espíritu está diciendo hoy a la iglesia acerca de la doctrina de Balaam, solamente hay una cosa que podemos hacer. Tenemos que dirigirnos al Antiguo Testamento, porque solamente así podremos entender el mismo peligro que amenaza nuestras vidas y al cuerpo espiritual de Jesús en el siglo XXI. La historia de Balaam comienza en Números 22 y abarca tres capítulos. En el capítulo 25 se relatan detalladamente las consecuencias que sufrió Israel, a las cuales se refirió Jesús en Apocalipsis.

También debemos considerar las tácticas que el enemigo usó para oponerse al pueblo de Dios, ya que, lo que vemos en esta historia, se repite muchas veces en la Biblia y ha seguido siendo una realidad a través de los tiempos. Mientras Israel caminaba desde el sur hacia el lado este de Canaán, el diablo, en nombre de los amorreos que salieron a la batalla, le atacó directamente. Pero Israel pudo vencerlos y tomar posesión de muchas de sus ciudades. Ahora, la única nación entre ellos y el río Jordán, era Moab. Ya que este ataque había sido frustrado, Satanás puso en marcha otro plan. Su estrategia consistió en introducirse entre el pueblo y enseñarles sus perversidades, hasta conseguir que se comprometieran con él.

Debemos tomar en cuenta la seriedad de una enseñanza equivocada, porque en el versículo que encabeza este texto, Jesús demostró aborrecimiento por la doctrina de los nicolaítas. En el versículo 20 reprendió a la iglesia de Tiatira porque toleraba que “esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe y seduzca a mis siervos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos”. Jezabel fue una reina pagana, malísima mujer de Acab, rey de Israel, que adoraba a Baal. Pero en la iglesia, ya con términos cristianos, una mujer estaba enseñando la misma doctrina, y el efecto sobre la iglesia fue el mismo que en Israel. De la misma manera, la doctrina de Balaam vino disfrazada, mezclada con palabras cristianas. ¿Qué movió a Jesús hasta el aborrecimiento al saber de estas doctrinas?

Estoy seguro de que no mandaban fornicar y comer cosas ofrecidas a los ídolos directamente, sino que estos fueron los resultados naturales tras las doctrinas, que siempre son tolerantes y aceptan las manifestaciones de la carne, en vez de refrenarlas. Además, mezclan las cosas de Dios con los principios del mundo. Balaam mezcló la palabra de Dios con las adivinaciones y los agüeros. Aunque no sabemos exactamente el contenido de sus doctrinas, podemos saber sus características. Es algo más profundo que las palabras; la falsa doctrina demuestra un entendimiento falso y una mala manera de ver e interpretar las cosas de Dios, por personas que han rechazado la pura verdad. Sus enseñanzas son como semillas que caen en el corazón de sus oidores, brotan y producen fruto malo. Es sumamente peligroso. ¿Puede ser que la gran cantidad de fracasos morales que vemos entre el pueblo de Dios hoy en día sean causados por falsas doctrinas?

BALAAM SE DEJA MANIPULAR

Es evidente que Balaam era un hombre muy reconocido y buscado en su día para los asuntos espirituales. Habitaba junto al río, dice en Números 22:5. Al tratarse del río, la gente de ese territorio oriental sabía que se trataba del río Éufrates, en la región de los caldeos, lugar donde en el futuro florecería el imperio de Babilonia. Ese lugar fue la cuna de muchas de las creencias en dioses que, hasta la fecha, siguen existiendo bajo otros nombres.

El rey Balac de Moab sabía que no podría enfrentar al ejército de Israel en una batalla, así que envió a sus mensajeros desde lejos para contactar con el poderoso profeta Balaam. Balac dijo de él: “Yo sé que el que tú bendigas será bendito, y el que tú maldigas será maldito” (vr.6). Quería que maldijera a Israel y le prometió una gran recompensa por hacerlo. El rey de Moab era un experto en manipular las cosas para conseguir sus fines, una práctica satánica comúnmente usada por hombres en posiciones de poder.

Balaam llamaba a Jehová: su Dios, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, pero es difícil saber hasta qué punto Balaam conocía Su persona y Sus caminos. Si Jehová hubiera sido su Dios, ¿por qué hasta ahora no había tomado en cuenta a Su pueblo Israel? No sabemos de qué forma Dios se había revelado a Balaam en el pasado, pero sabemos que ahora que Su pueblo es amenazado, Dios le habla con claridad: “No vayas con ellos, ni maldigas al pueblo, porque bendito es”. Balaam informó a los mensajeros de Balac: “Volveos a vuestra tierra, porque Jehová no me quiere dejar ir con vosotros” (vrs. 12,13). Así, rotundamente, debió zanjarse el asunto y también esta historia, sin lo que sigue hasta el capítulo 25. Dios había hablado a Balaam y él debía haberle obedecido sin vacilar.

El apóstol Juan nos enseñó un principio que hubiera sido útil en el Jardín de Edén: “Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido! Porque el que le dice: ¡Bienvenido! Participa de sus malas obras” (2 Jn.10-11). Si Balaam era inocente en un principio, cuando recibió a los primeros enviados de Balac, antes que Dios le hablara, después, cuando recibió a los segundos, ya no lo era. Balaam les hospedó en su casa durante la noche, haciéndoles albergar la esperanza de un posible cambio en la orden de Dios. ¿Por qué lo hizo? Pedro no dijo que Balaam amara la maldad, sino que “amó el premio de la maldad”. El manipulador Balac jugó con la codicia y el orgullo del profeta, y esta vez le mandó una representación más honorable que la primera. Además prometió que le “honraría mucho”, o en otras palabras, que le recompensaría económicamente. Por no haber guardado su corazón, el profeta cayó en la trampa.

ACTUAR PARA APARTAR EL FUROR DE DIOS

Siglos después, Nehemías estaba al corriente del error de Balaam. Al regresar a su tierra, después de los años de cautiverio, Israel fue amenazado por dos enemigos, llamados Sanbalat y Tobías, que quisieron atacar violentamente Jerusalén. Pero al no tener éxito, debido a las oraciones de los judíos, quisieron negociar con Nehemías. Aquí estamos observando las mismas tácticas del diablo empleadas en el caso de Balaam y Balac. A diferencia que con Balaam, que fueron dos, estos hicieron cinco intentos de reunirse con él, pero Nehemías se mantuvo firme, respondiendo cada vez de forma negativa. Él siempre procuraba evitar cualquier relación entre el pueblo de Dios y la gente extranjera, porque se sabía que los amonitas y moabitas “habían dado dinero a Balaam para que maldijera” (Neh. 13:2). En una ocasión, cuando un sacerdote ofreció una habitación en el templo a un pariente de Tobías, Nehemías le arrojó a él y todos sus muebles a la calle. Los hombres que honran a Dios son los que Él también honra. “Yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco” (1 S. 2:30). Como Nehemías, debemos aprovecharnos de las lecciones históricas para no repetir los mismos errores.

Dios conoce el corazón de cualquier persona y actúa de acuerdo con él. Balaam amaba el premio de la maldad y quiso ir con los príncipes para colaborar con Balac, por eso Dios le concedió su deseo, con la única condición de no pronunciar palabra contra Israel. Sin embargo, Dios estaba en su contra por la condición de su corazón, y el Ángel del Señor salió a su encuentro.

Después el pueblo empezó a fornicar con las hijas de Moab y a participar en los sacrificios de sus dioses. La doctrina de Balaam ya había hecho su daño y las consecuencias seguían. Dice la historia que “el furor de Jehová se encendió contra Israel” (25:3), por eso Dios mandó ahorcar a los doce príncipes y a todos los que habían participado en la idolatría. Como consecuencia murieron veinticuatro mil personas.

Todavía quedaba un hombre, jefe de una familia, y con él una mujer, hija de un príncipe de los pueblos de Madián, que se creían demasiado importantes como para sujetarse a lo que Dios había mandado, pensando que escaparían de la condenación que los demás habían sufrido. En pleno día, delante de Moisés y toda la congregación, mientras estos se lamentaban por la pérdida de los miles frente al tabernáculo, ellos entraron a la tienda del hombre para fornicar. Afortunadamente, el sacerdote principal en el tiempo de Moisés tuvo la misma actitud que Nehemías.

Finees entró en la tienda y alanceó a ambos por su vientre, ya que era el encargado de llevar a cabo la justicia en nombre de Dios y la nación. Con este hecho cesó la mortandad. Dios dijo: “Finees ha hecho apartar mi furor de los hijos de Israel” (25:11). Lo que Finees hizo se llama en la Biblia propiciación, que quiere decir algún hecho que aplaca la ira de Dios y provee una manera para que el pueblo se reconcilie con Él. Es lo mismo que hizo Josué con Israel cuando mató a Acán a pedradas: “Y Jehová se volvió del ardor de su ira” (Jos. 7:26). La propiciación fue hecha muchas veces y de diferentes maneras a través del Antiguo Testamento, pero se hizo finalmente y perfectamente en la crucifixión de Jesús, “a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre” (Ro. 3:25). “Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo… (Dios) envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (1 Jn. 2:2; 4:10).

No es posible, ni es lo que Dios quiere, que nosotros ejecutemos la pena de muerte de forma personal, pero hace mucha falta hoy en día gente no-humanista, gente con el corazón de Dios palpitando en su ser, que pueda sentir Su furor y ponerse de Su lado contra los malhechores. En otras palabras, hacen mucha falta los que honran a Dios y le aman sobre todas las cosas y personas. Hoy en día es muy necesario que la iglesia reconozca y respete la ira de un Dios santo.

EL CAMINO ESTRECHO

Balaam no dijo que no quisiera traspasar la palabra de Dios, sino que no podía. Balaam estaba en una misión muy delicada. Por los malos deseos de su corazón, Dios, por Sus propias razones sabias, permite que sea la persona que vaya y dé testimonio a Balac y Moab, pero ninguna persona con deseos sinceros de agradar a Dios hubiera querido estar en esa posición de compromiso con los enemigos de Su pueblo. Su misión es temerosamente semejante a la de Judas Iscariote, el discípulo que tuvo que tomar un papel nada deseable después de oír pronunciar a Jesús: “Lo que vas a hacer, hazlo más pronto” (Jn. 13:27), para que las escrituras se cumpliesen (Hch. 1:16). Una cosa sabía Balaam, y es que la palabra de Dios es tan soberana como lo es Su persona. A pesar de las tan malas intenciones de los hombres involucrados en esta historia, la palabra de Dios prevaleció.

Entonces, “el ángel de Jehová se puso en el camino por adversario suyo” (22:22) con la espada en su mano. La asna vio más que el profeta y se apartó del camino. En seguida llegó a un lugar donde le fue imposible apartarse, ya que a ambos lados de la senda había una pared. La asna intentó pasar pegada a ella, a un lado del Ángel, pero al hacerlo lastimó el pie de Balaam, y este la azotó. Entonces, mientras iban adelante, el Ángel se puso en una angostura, donde le fue imposible pasar. Al ver la asna al Ángel de Jehová se echó debajo de Balaam, quien de nuevo, enojado, volvió a azotar a la asna con un palo.

En el camino estrecho no hay lugar ni al lado derecho ni al lado izquierdo. No hay lugar para pensamientos e intenciones contrarios. La verdad, por su misma esencia, no tolera desviaciones, y mucho menos la Persona que es la Verdad misma: “Tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga; Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda” (Is. 30:21). Tenemos que conocer esta voz que, personalmente, nos conduce por este camino.

Jesús dijo: “Yo soy el camino”, y este camino es estrecho. Sólo Él da entrada, y es imposible evitar un encuentro con Él y Su espada de dos filos, que es Su palabra, que nunca sufre derrotas: “La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (He. 4:12).

Los que retenían la doctrina de Balaam en Pérgamo tenían a Jesús como su Adversario y, si no se arrepentían, entrarían en pleito con Él. Debemos estar al tanto de la existencia de este mismo peligro en este tiempo. La fidelidad del cumplimiento de Sus promesas no es más segura que la fidelidad del cumplimiento de Su maldición. ¡Ay de los que tengan a Jesús como Adversario y se tengan que enfrentar con la espada de Su boca!

La espada penetra hasta la profundidad del ser y no se detiene al tocar las emociones; quiere tratar con los pensamientos, e incluso, juzgar las intenciones. Lo está haciendo con Balaam. No está satisfecho con el hecho de que hable bien y comparta Su palabra. Balaam está donde está debido a su corazón torcido, y no va a poder escapar.

Pruebas como esta podrían tener un resultado positivo si uno está dispuesto a rendir los hechos, pensamientos e intenciones. Uno tiene que pasar esta prueba aprobado, o si no, no habrá paso para él al camino hacia el cielo. Todo tiene que ser corregido en un encuentro cara a cara con Jesucristo. Cada persona tiene que reconocer su pecado y saber que es por naturaleza un enemigo de Dios. La Escritura lo enseña tanto en el Nuevo Testamento como en el Antiguo. Jesús es su Adversario, y por lo tanto: “Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante” (Mt. 5:25-26) y “Servid a Jehová con temor, y alegraos con temblor. Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; pues se inflama de pronto su ira” (Sal. 2:11-12).

Sin embargo, el temor por sufrir las consecuencias de los malos hechos nunca es suficiente; el verdadero temor, que es el principio de la sabiduría, siempre está basado en la persona del Señor. Si Él es el galardón más grande que uno puede obtener, entonces la desdicha más grande es Su ausencia en nuestras vidas personales y también entre Su pueblo. Si Él nos abandona, hemos perdido todo.

BALAAM SIGUE EL CAMINO PERVERSO

Cuando los ojos de Balaam fueron abiertos, hizo reverencia y se postró. Esto es lo mismo que hará un día todo el mundo. “En el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Fil. 2:10-11). Tener los ojos abiertos y reconocer al Ángel del Señor, no es suficiente. Hay que ponerse en paz con el Adversario y entrar en una relación de amistad con Él, cosa que Balaam no llegó a hacer. Había sido reprobado en la prueba y continuó siendo su adversario. Siguió su propio camino de rebeldía. Dijo el Señor: “Tu camino es perverso delante de mí” (22:32). Por andar en tinieblas se extravió del camino estrecho y, para él, “la más densa oscuridad está reservada para siempre” (2 P. 2:17).

También fue perversa la doctrina por la cual vivió y caminó. Balaam amó otro premio, y esa fue la idolatría que su doctrina toleró, que el premio tomara prioridad sobre la voluntad de Dios. Es la doctrina que suelta el pecado entre el pueblo de Dios. No entiendo por qué Balaam no pudo apreciar lo que había visto. No sé cómo pudo seguir haciendo caso a un mero hombre (vr.37). La palabra de Dios discernió que un error estaba plantado en la profundidad de su ser y, por esta razón, le entregó a unirse con el rey y el pueblo de Moab. Pedro mencionó la locura del profeta y, en realidad, creo que esa “locura” es lo que explica su comportamiento. Cuando Israel entró en batalla contra Madián (Moab), Balaam murió con ellos: “También a Balaam hijo de Beor mataron a espada” (31:8). En este caso el Ángel del Señor permitió al pueblo de Israel llevar Su espada.

Observa cómo Balaam utilizó todo lo que pudo para intentar influenciar a Dios, y cómo Balac utilizó toda la presión psicológica para hacer lo mismo con el profeta. “Te ruego que vengas conmigo a otro lugar desde el cual los veas” (23:13), le dijo. Y otra vez más repitió: “Te ruego que vengas, te llevaré a otro lugar, por ventura parecerá bien a Dios que desde allí me lo maldigas” (23:27). Balac quiso que Balaam viera el asunto desde otro punto de vista que le pudiera hacer vacilar y jugar con la palabra que Dios le había dado. Otros puntos de vista y las muchas opiniones de los hombres, no deben influenciar a los que han oído la voz del Señor. La doctrina del humanismo nos enseña que cada cual tiene derecho a opinar libremente, pero esto no tiene que ver con el cristianismo verdadero. Lo que Dios dice no es negociable. Su palabra es muy definitiva y quiere que sea pronunciada y llevada a cabo con exactitud.

Tenemos el ejemplo de Ananías: “Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo de Tarso; porque he aquí, él ora” (Hch. 9:11). Y el de Cornelio: “Envía, pues, ahora hombres a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro. Este posa en casa de cierto Simón curtidor, que tiene su casa junto al mar; él te dirá lo que es necesario que hagas” (Hch. 10:5-6). ¡Qué precisas fueron estas palabras! Para no errar las personas tenían que seguirlas con exactitud. ¿Qué tal si Ananías hubiera dicho algo así como: “Bueno, hallé a un tal Saulo, pero no estaba en la calle Derecha y no estaba ciego, estaba sordo”? ¿O si volvieran los siervos de Cornelio diciendo: “Hallamos a un tal Simón, pero no tiene sobrenombre, y el curtidor que encontramos sí se llama Pedro, sólo que la casa estaba en el centro y no al lado del mar”? De esta manera corrompemos la palabra y el propósito de Dios. No debemos jugar con la palabra que Él nos entrega.

LAS PROMESAS DE BENDICIÓN

En todos los casos, la palabra de Dios prevalece y nunca sufre derrotas. Su palabra es como Su persona; es soberana. Balac, el rey, y Balaam, el profeta, buscaron una manera de hallar un “agujero en el dique” para inundar lo que había sido decretado, una manera de oponerse a Dios, pero les fue imposible y no hallaron ninguno. La bendición sobre Israel fue pronunciada; fue una palabra perfecta y tenía que triunfar sobre todos los obstáculos. Tenemos motivos para alegrarnos grandemente de que así sea; todo nuestro futuro está basado en la fidelidad de Sus promesas de bendición.

Bendición número uno (Números 23:7-10): Balaam subió a una cumbre para encontrarse con Dios, y le habló de los siete sacrificios que él había ordenado que Balac hiciera, pero Dios no le hizo caso. Entonces, por primera vez, Balaam pudo ver a los miles y miles del pueblo de Dios acampados abajo, y la palabra de Dios llenó su boca.

A) “He aquí un pueblo confiado” (vr.9). La seguridad de este pueblo y su protección no provenían de una fuente terrenal. Tenía un Protector que le garantizaba mil veces más, por mencionar una cantidad que puedan captar nuestras mentes tan limitadas, que cualquiera debajo del sol. La verdad es que lo que Dios ofrece no es comparable con ninguna cantidad de lo que pueda ofrecer el mundo. Allí, en el desierto, viviendo en tiendas, expuesto a los elementos naturales y a enemigos nacionales, Israel pudo vivir en la más completa seguridad.

B) “No será contado entre las naciones” (vr.9). Es un pueblo único en la tierra y siempre llevará esta característica. Más de una vez, los que le acusaban, lo hacían basándose en esta característica delante de los poderes políticos. Amán, por ejemplo, dijo al rey Asuero: “Hay un pueblo esparcido y distribuido entre los pueblos en todas las provincias de tu reino, y sus leyes son diferentes de las de todo pueblo; y no guardan las leyes del rey, y al rey nada le beneficia el dejarlos vivir” (Est. 3:8). El pueblo o la persona que es posesión del Señor, no puede ser contado entre las naciones, funcionar como ellas, ni copiar sus maneras, porque tiene otro dirigente. Sólo Jesús debe ser la cabeza de Su iglesia.

C) “Muera yo la muerte de los rectos, y mi postrimería sea como la suya” (vr.10). El mundo entero desearía terminar como el pueblo de Dios, igual que Balaam, aunque en su caso, él no iba a experimentar lo que anhelaba. Balaam eligió muy mal y su elección le empobreció. Todos quisieran tener el mismo futuro y destino que los que han puesto su futuro en las manos de Él. “Voy a prepararos un lugar”, dijo Jesús. Ahora, la promesa está en marcha, pronto la experimentaremos.

Bendición número dos (23:18-24):
A) El Dios de Israel es inmutable. “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no ejecutará? He aquí, he recibido orden de bendecir; Él dijo bendición, y no podré revocarla” (vrs.19,20). Balac y Balaam no fueron capaces de quitar ni siquiera la parte más minúscula de la bendición de Dios. Balac podía manipular a los hombres, e incluso al profeta, pero nunca, en toda su experiencia, se había enfrentado con Quien tenía delante. Su palabra no es “sí” y “no”, sino “sí y amén”. Sus promesas son más seguras que el mismo universo. El Todopoderoso cumplirá todo lo que ha dicho, y sólo el hecho de que Él lo ha pronunciado, será suficiente garantía para nosotros. El receptor de la promesa ya puede empezar a gozarse, porque es tan segura como si ya tuviese el hecho en sus manos. Nada ni nadie podrá revocarla.

B) Dios no inculpa a Israel de su pecado: “No ha notado iniquidad en Jacob” (vr.21), y Pablo cita a David, que aplicó la misma promesa al individuo: “Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado” (Ro. 4:7-8). ¿No ha pecado Israel? ¡Claro que sí!, hemos leído de un pecado tras otro desde que el pueblo salió de Egipto y hasta este punto. Pero la palabra nos dice que “si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros... si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Jn. 1:9-10; 2:1). Él es el mismo que el Ángel del Señor que estaba tratando el caso de Israel en aquellos días. Nada de lo que ha pasado ha cambiado el propósito de Dios para Su pueblo. Él ha provisto el remedio para los que han pecado en la cruz de Su Hijo.

C) “Contra Jacob no hay agüero, ni adivinación contra Israel” (vr.23). No hay armas espirituales que sean efectivas contra el pueblo que Dios ha tomado de la mano. No hay hechizo ni adivinación que pueda detenerle ni vencerle. “Ninguna arma forjada contra ti prosperará, y condenarás toda lengua que se levante contra ti en juicio. Esta es la herencia de los siervos de Jehová, y su salvación de mí vendrá, dijo Jehová” (Is. 54:17).

Tengo un amigo muy mayor de la tribu Navajo, uno de los más grandes pueblos indígenas en los Estados Unidos. Cuando era joven, Herman fue a una reserva en Dakota que tenía un pequeño edificio e hizo reuniones allí, aunque también visitaba a la gente en sus hogares. Ya que nadie más en la reserva asistía a las reuniones, Herman, fielmente, compartía sus mensajes con su esposa y sus dos hijos. Un día llegó un hombre a su casa, hablándole amablemente y ofreciéndose para cortarle el pelo gratuitamente. Después de hacerlo, recogió el pelo que le había cortado en una bolsa. Herman pensaba que sólo estaba limpiando, pero poco después empezó a tener problemas con lo que parecía ser un tipo de asma. Tenía que dormir sentado para poder respirar bien. Entonces acudió a un doctor que tenía su despacho fuera de la reserva y, al cruzar la frontera, su problema desapareció. De todos modos, el médico le dio medicina. Al regresar y entrar de nuevo en la reserva, el problema volvió a aparecer, pero la medicina no logró aliviarle.

Una noche escuchó una voz haciendo encantamientos y tocando tambores muy cerca, pero no pudo localizarla. Finalmente, Herman pudo saber que era un ataque espiritual, y reprendió a quien estaba tras todo lo que estaba aconteciendo. Inmediatamente se le quitó su malestar y jamás volvió a tener problemas. Lo sorprendente de esta historia es que aquel hombre que le había cortado el pelo y lo había recogido en una bolsa, era un brujo, un “medicine man”, y el día que Herman fue sanado, el hombre murió de un ataque misterioso. Pronto la iglesia se llenó hasta el punto de tener que hacer un edificio más grande para poder atender a todas las personas que asistían. Esta historia no es muy diferente de la de Balaam y Balac. El mundo espiritual no ha cambiado, y nosotros seguimos en la misma batalla, pero con la promesa de la misma victoria.

“Regocíjense los santos por su gloria... Exalten a Dios con sus gargantas y espadas de dos filos en sus manos, para ejecutar venganza entre las naciones, y castigo entre los pueblos... para ejecutar en ellos el juicio decretado...” (Sal. 149:5-7,9). Israel llevó la espada que dio muerte a Balaam, y Pablo nos enseñó que el pueblo de Dios tiene la misma espada de dos filos en sus manos, que es la palabra de Dios (Ef. 6:17), y aunque sean “como ovejas en medio de lobos... y sencillos como palomas” (Mt.10:16), Dios va a darles la victoria porque va a respaldar Su palabra con todo el poder del cielo y ¡ay de los que se oponen o sirven de tropiezo!

Bendición número tres (24:3-9): La tercera vez Balaam no fue en busca de sus agüeros al contemplar a Israel. Lo vio alojado por sus tribus, y el Espíritu de Dios vino sobre él, y profetizó del Mesías, el Rey venidero de Israel: “Enaltecerá su rey más que Agag, y su reino será engrandecido” (vr.7). Él vino a los Suyos y fue rechazado. Pilato, el romano que le condenó, al mismo tiempo, dio testimonio de Él en Latín, Hebreo y Griego, y lo puso sobre la cruz, para que todo el mundo, durante todos los siglos, lo viera: “JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS” (Jn. 19:19). Él se levantó de los muertos, subió al cielo a sentarse a la diestra de Dios Padre, y pronto volverá al mundo para reinar. Lo hará desde Jerusalén por mil años y, este mismo pueblo, Israel, será entonces una nación cristiana. “Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto” (Is. 9:7)

Bendición número cuatro (24:15-24): Toda la bendición de Dios sobre cualquier pueblo, en cualquier tiempo, tiene que ver con Su Hijo. No hay profecía de futuro bienestar que valga la pena, si no le menciona a Él. La bendición de Dios para nosotros viene personalmente en la persona del Señor Jesucristo. “Lo veré, mas no ahora; lo miraré, mas no de cerca; saldrá ESTRELLA de Jacob, y se levantará cetro de Israel” (vr.17). El profeta está mirando hacia el futuro y ve al Mesías. En la profecía anterior habló de un Rey al que ahora ve como la Estrella de Jacob.

Muchos siglos después, unos magos emprendieron un largo viaje de dos años para ver al Rey de Israel, porque habían visto Su estrella en el oriente. Ya que venían del mismo territorio, ¿no sería posible que hubieran tenido acceso a las profecías de Balaam? Las profecías fueron preservadas en Israel, por lo que es muy probable que los caldeos también las guardaran, como obra de una de las más destacadas figuras históricas para ellos.

Además, cuando Daniel contó a Nabucodonosor su sueño y la interpretación, el rey de Babilonia le dio una posición de jefe supremo sobre todos los sabios del reino (Dn. 2:48), es decir, sobre los magos, astrólogos, encantadores y caldeos (vr.2). Daniel interpretó el sueño, diciendo que se trataba de un futuro reino que Dios iba a levantar en la tierra y que no iba a ser destruido. Este, desmenuzará y consumirá a todos los demás reinos y permanecerá para siempre. Esta primera parte del libro de Daniel es la única parte del Antiguo Testamento que no fue escrita en hebreo, sino en el idioma de Babilonia, el arameo. Después escribió más, y de forma muy clara, acerca del Mesías Príncipe (9:25). ¿No es probable que los magos del oriente hubieran podido leer el libro de Daniel en su tierra? Él era presidente de los magos en el tiempo más glorioso del imperio de Babilonia y es lógico que lo que él escribió fuese estudiado por las futuras generaciones. ¿Sería por eso que vinieron de tan lejos, al haber visto la estrella del Rey de Israel?

El Rey de reyes y Señor de señores es soberano sobre todos los hombres, todas las cosas, y todos los acontecimientos en la historia del mundo. Él es el Verbo, la Palabra de Dios, y Su palabra fue, es y será, con toda seguridad, hablada, guardada y cumplida, no solamente para el pueblo judío, sino para todos los pueblos de la tierra a los cuales Él quiera revelarse. Él también viene a las vidas de los individuos soberanamente. El Ángel del Señor, Jesucristo, es el Adversario de la naturaleza perversa de la raza de Adán. Él tiene una espada aguda de dos filos que sale de Su boca, que es Su palabra, para luchar contra toda filosofía y creencia humanistas, fabricadas por los hombres. Cada individuo tiene que hacerle caso y someterse a Su espada.

El cristiano tiene que arrepentirse de todas las falsas presunciones, ideas y doctrinas que ha llevado con él en su intento de entrar por el camino estrecho. Y si dentro de la iglesia, como en el tiempo del apóstol Juan, ha aprendido cosas contrarias a las Escrituras, tales como las doctrinas de Balaam, Jezabel o los nicolaítas, tiene que soltarlas. Cristo las aborrece y Él es “el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas” (He. 13:8-9). Si ha hecho suyas revelaciones engañosas, tiene que rendirlas sin demorar, y tomar la Biblia como su autoridad máxima, antes que la espada, que no es tolerante, sea desenvainada para pelear contra él.

Personalmente, tenemos que oír la voz del que, por Su palabra, formó el universo. Es la verdad que liberta (Jn. 8:32). Esta voz crea en nosotros un corazón nuevo y nos hace compatibles con Su naturaleza, para que podamos participar en las cosas del cielo y la eternidad. Sus grandes promesas se cumplen en nuestras vidas, y no habrá ningún rey o profeta, gobierno o concilio humano, demonio o el mismo Satanás, que pueda revocar lo que Él dice y hace. Lo seguirá haciendo en este siglo, porque Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos. Tenemos que buscar, como primera prioridad de nuestras vidas, y sin amar el premio de la maldad, al verdadero Rey del Reino de Dios.


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