Las marcas de una obra del Espíritu
http://es.wikipedia.org/wiki/Jonathan_Edwards |
¿Cómo se puede distinguir una verdadera obra del Espíritu
Santo de una falsa?
Después de un cuidadoso estudio de 1ª Juan 4, el gran teólogo y pastor,
Jonathan Edwards, pudo identificar cinco características que ayudan a
distinguir si una obra es o no del Espíritu Santo. En resumen, una verdadera
obra del Espíritu Santo: (1) Exalta al verdadero Jesucristo, (2) se opone a los
intereses de Satanás.
El siguiente extracto fue adaptado del libro de Jonathan Edwards: Las marcas distintivas de una obra del
Espíritu de Dios (The Distinguishing Marks of a Work of the Spirit of God).
Lo que no está incluido en este extracto son los siguientes tres puntos: (3)
apunta a personas hacia las Escrituras, (4) eleva la verdad, (5) resulta en
amor por Dios y por otros.
1. Exalta al
verdadero Jesucristo
"En esto conoced el Espíritu de
Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios;
y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de
Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que
viene, y que ahora ya está en el mundo" (1 Juan 4:2-3). Cuando un
ministerio hace que las personas estimen sobre todas las cosas al único
verdadero Jesucristo, quien nació de una virgen y fue crucificado –si
confirma y establece sus mentes en la verdad de que Él es el Hijo de Dios y el
Salvador de hombres—entonces es un indicio inequívoco de que es del Espíritu
Santo. Si el Espíritu que está obrando entre estas personas los convence de
Cristo y los dirige hacia Él; si confirma en sus mentes la creencia de la
historia de Cristo, que apareció en la carne; si les enseña que Él es el Hijo
de Dios, quien vino a salvar a pecadores; si demuestra que Él es el único
Salvador, y que tienen una gran necesidad de Él; y si genera en ellos
pensamientos de Cristo más altos y honorables que los que tenían antes; si
inclina sus afecciones más hacia Él —entonces es un indicio inequívoco de que
es el verdadero y correcto Espíritu. Esto es verdad hasta cuando somos
absolutamente incapaces de determinar si las convicciones o afecciones de
alguien reflejan la fe salvadora.
Las palabras del apóstol son extraordinarias. La persona de quien testifica
el Espíritu tiene que ser aquel Jesús que apareció en persona—no otro Cristo en
Su lugar. No puede ser un Cristo místico o fanático, como la “luz interna” que
los Quakers ensalzaban. Este Cristo imaginario disminuye su estima de y
dependencia en Jesús, quien vino en persona. Solamente el verdadero Espíritu de
Dios da testimonio de este Jesús.
El diablo odia ferozmente a Cristo, especialmente en su cargo como Salvador
de los hombres. Satanás siente un odio mortal hacia la historia y hacia la
doctrina de la redención; él nunca haría un esfuerzo para compartir estas
verdades. El Espíritu que inclina los corazones hacia la Semilla de la mujer,
no es el espíritu de la serpiente, quien está irreconciliablemente enemistado
con Él.
2. Se opone a
los intereses de Satanás
"Hijitos, vosotros sois de
Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que
está en el mundo. Ellos son del mundo; por eso hablan del mundo, y el mundo los
oye"
(1 Juan 4:4-5).
Cuando el Espíritu trabaja en contra de los intereses del reino de Satanás,
contra el pecado y contra las pasiones del mundo, es un indicio de que es el
verdadero Espíritu y no uno falso. La antítesis es muy clara. El apóstol está
comparando aquellos que son influenciados por dos espíritus opuestos, el
verdadero y el falso. La diferencia es clara: una es de Dios, y sobrepasa el
espíritu del mundo; el otro es del mundo, y está obsesionado con las cosas del
mundo. Al diablo le llaman “el que está en el mundo”.
Aprendemos lo que el apóstol quiso decir con las palabras “el mundo”, o
“las cosas que están en el mundo”, al leer sus propias palabras: “No améis al mundo, ni las cosas que están
en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque
todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y
la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo” (1 Juan
2:15-16). Así que por las palabras “el mundo”, el apóstol, evidentemente, se
refiere a todo lo que pertenece a los intereses del pecado. El término también incluye
todas las corrupciones y deseos del hombre, así como aquellos hechos y objetos con
los que ellos son gratificados.
De lo demás también podemos inferir sin riesgos, que cualquier lección
dirigida hacia la estima que las personas tienen por los placeres, beneficios,
y honores del mundo, cualquier cosa que cause que vuelvan sus corazones de
estar ávidamente buscando estas cosas: lo que los mantiene aún más concentrados
en la eternidad y los cause buscar sinceramente el reino de Dios y Su justicia,
lo que los convence del horror del pecado, la culpabilidad que viene tras él, y
la falta de felicidad a la cual están expuestos—tiene que ser el Espíritu de
Dios.
Satanás no convencería a los hombres de su estado pecaminoso ni despertaría
sus conciencias. De ninguna manera serviría a su fin; causar que brille más la
vela de Dios. Todo lo que él hace es por propio interés, para sosegarles la
conciencia y mantenerla callada. Los que tienen el Espíritu adentro, pueden ver
con los ojos los diseños del diablo y abrir la boca para contradecir los
errores que resultan. La conciencia despierta perturbará sus negocios para
siempre, irrumpirá en sus intereses, y lo inquietará. ¿Tomaría tal camino el
Diablo, mientras está por establecer a la gente en el pecado? ¿Permitiría él que
fueran más cuidadosos, más curiosos y vigilantes, para poder discernir lo que
es pecaminoso, y para evitar pecados en el futuro, y estar más precavidos de
las tentaciones del diablo?
El hombre que tiene su conciencia despierta corre menos peligro de
decepcionarse que cualquier otro hombre en el mundo; es la conciencia
adormecida, insensible y simple, la que puede
ser más fácilmente cegada. El Espíritu que opera así (cooperando para despertar
la conciencia) no puede ser el espíritu del Diablo;
Satanás no echaría a Satanás (Mateo 12:25-26). Por siguiente, si vemos que las
personas son más sensibles al horror del pecado y la ira de Dios contra ellos,
podemos concluir que lo que está causando este tipo de preocupación viene del
Espíritu de Dios.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Publicar un comentario