La realidad de estar con Dios
Si no
has leido todavía el testimonio de Héctor colgado
ayer, esté seguro que lo leas. Sería bueno leerlo antes del artículo que sigue.
Muchos dieron cuenta que Dios estaba haciendo una obra importante en medio de toda
esa situación. Yo creo que este testimonio fue más que un relato consolador;
fue además un mensaje de parte del Señor, avisando a un pueblo de cosas
semejantes que acontecerán en los días que tenemos por delante. Serán días muy
difíciles, pero a la vez muy preciosos, en los cuales las cosas eternas y
celestiales serán una clara realidad. Cristo ha dicho que el cristiano nunca
muere, sino que se aparta del cuerpo para estar inmediatamente en la presencia
de Dios.
Una persona que fue presente en la sala donde estaba el cuerpo de Héctor,
en ese momento tuvo una revelación y la cuenta en los párrafos que siguen…
No
puedo recordar el tiempo tras el accidente de nuestro querido Héctor, sin tener
un dulce sentir de la presencia y la gloria de Dios, mezclado, por supuesto, con
el sufrimiento y el dolor causados por tal situación, primeramente a su familia,
y también a otros a los que Dios nos permitió ser partícipes, de una u otra
manera, de su vida. Hay muchas cosas y momentos de aquellos días que merecen
una especial mención, pero resaltaré algo que quedará conmigo para siempre; vi,
como nunca he visto, la realidad de la vida resucitada y la eternidad. Sé que
el lenguaje humano es muy limitado cuando se trata de explicar cosas que no son
de este mundo, pero a pesar de ello, y con la ayuda de Dios, trataré de
hacerlo.
El galardón más grande es poder estar con Dios mismo |
“Allí estará el Señor en la entrada a su mansión, dando la
heredad al que justo fue…”, es la parte de una bonita canción
que su hermana Sara, algunos amigos y yo, estábamos cantando en la sala donde
estaba el cuerpo, ya sin vida, de Héctor. En ese momento, y por la gracia de
Dios, pude ver a Héctor más allá de lo que a mis ojos físicos y a mi
imaginación le ha sido permitido. Tengo que confesar que nunca he tenido una
visión, así es que no sé con que nombre referirme a ello, aunque creo que eso
no es importante.
Mientras
cantábamos, trataba de recibir consuelo a través de lo que expresaba la
canción, sin tener ninguna duda de la realidad de aquellas palabras y de lo que
espera a los que mueren en Cristo. Pero era muy duro para mí ver el sufrimiento
de sus padres, hermanas, familiares, amigos, etc…, ante el que uno no puede
quedar impasible. ¡Qué difícil, por no decir imposible, es poder consolar a quien
pasa por tales circunstancias! Por eso creo que, además del provecho personal
de esta experiencia, Dios quería consolar, especialmente, a su familia a través
de lo que vi, y repito, fue por la pura gracia de Dios, que me concedió ese
privilegio, sin ser yo nada ni nadie especial. ¡A Él sea la gloria!
Ahora
viene la parte difícil, donde no llegan las palabras, y tendrá que ser captada
por el espíritu por aquellos que lo lean, o al menos ¡eso espero! Trataré de no
añadir ninguna impresión, explicación, opinión, ni nada fuera de lo que recibí.
Mientras
cantábamos la canción que he mencionado antes, me sobrevino lo que vi (seguramente,
en una manera muy pequeña en comparación a lo que seguro será) de esa heredad
de la que Héctor ya había tomado posesión. La visión me quebrantó totalmente. ¡Era
glorioso! Las lágrimas de tristeza se cambiaron en lágrimas de puro gozo, un
gozo que no podía contener, cuanto más lo miraba, más me desbordaba. Todo era
gozo allí, y ahí estaba Héctor. No tenía un cuerpo físico pero le reconocí
perfectamente. Todo a su alrededor era gozo, gozo, gozo…él estaba inmerso en él,
y él mismo lo reflejaba. La impresión que tengo de aquello es de algo sin
límites, que excede a lo que puedo comprender y expresar ahora. No me cabe
ninguna duda de que él jamás querría regresar de ese lugar, al igual que yo no
quería dejar de contemplarlo.
Al
momento supe que aquello no era sólo para mí, sino que Dios me lo había dado
para consolar a su familia, y que tenía que contárselo. No daré detalles de la
lucha que siguió y de cómo el enemigo de Dios y de nuestras almas, trató de
confundirme y desanimarme para que no lo hiciera. Pero gracias a Dios que Él me
ayudó y pude ser fiel a lo que tenía que hacer. Lo demás lo dejo en Sus manos.
Ana
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