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Eclesiastés, la introducción

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Os pido disculpas por no haber escrito algo nuevo en el blog por algunos días, quizás semanas. Lo que intentaré hacer en el resto de los meses del verano es presentar, empezando ahora, un estudio expositivo sobre el libro de Eclesiastés. Espero, en octubre, escribir sobre Apocalipsis. Si es posible, espero tener este estudio terminado antes.

Personalmente, he disfrutado mucho sobre Eclesiastés a través de los años. Anteriormente, me acuerdo haber hablado del libro en una escuela de noche en una iglesia en los Estados Unidos hace muchos años. Salomón, con la inspiración y la habilidad del Espíritu Santo, presenta argumentos irrefutables contra vivir para las cosas que la vida terrenal ofrece. No hay un libro comparable sobre ese tema en toda la literatura humana.

He visto un provecho en mezclar mensajes de Eclesiastés, combinados con mensajes del Evangelio de Juan. De los primeros, demostré la vanidad de vivir para esta vida en el mundo y, en los segundos, declaré lo que Dios propone y ofrece al creyente desde el cielo para la vida eterna.

En estos días, he estado pensando y predicando mucho sobre la brevedad de la vida "bajo el sol", como dice Salomón. He dicho que toda la sabiduría y las posesiones acumuladas tendrán que llegar a su fin en un cementerio. Nada de lo que ofrece el mundo puede llegar más allá de la muerte. En este estudio expositivo, lo consideraremos y enfatizaremos este hecho indiscutible. Es una de las lecciones más esenciales que el ser humano pueda aprender. Le quitará la brillantez del engaño más poderoso en que múltiples millones han caído y ahora mismo están involucrados. 


Eclesiastés

 Introducción

El título del libro, Eclesiastés, viene de una palabra griega, que significa predicador. Si conocemos la palabra en griego para iglesia, ekklesia, vemos que las dos tienen la misma raíz. Ekklesia, literalmente, quiere decir llamado fuera, y se aplica a una asamblea de gente que es llamada fuera de la población del mundo en general para convertirse en posesión personal de Dios.

Pedro, el predicador del día de Pentecostés, nos hizo el primer llamado fuera del mundo, de parte del Señor para Su pueblo, al exhortar a los judíos que se habían reunido para la fiesta:  “La promesa es para vosotros y para vuestros hijos y para todos los que están lejos, para tantos como el Señor nuestro Dios llame… Sed salvos de esta perversa generación (raza)” (Hch.2:39,40). En su primera epístola, Pedro define la iglesia y anuncia su propósito: “Vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 P.2:9).

El título del libro en el hebreo original fue Koheleth, que significa, uno que llama y reúne a la asamblea para después predicarla. Ciertamente, Salomón fue un predicador. Tenemos el ejemplo de la dedicación de su templo, juntando a la congregación y después dirigiéndose a ella: “Entonces Salomón reunió en Jerusalén a los ancianos de Israel, a todos los jefes de las tribus y a los principales de las casas paternas de los hijos de Israel… Salomón y toda la congregación de Israel, que estaba reunida con él delante del arca… Entonces Salomón dijo…” (2 Cro.5:2,6; 6:1-11).

El método dado en el Nuevo Testamento para proclamar el evangelio, fue la predicación. Jesús dijo que es necesario, según las Escrituras, que se predicara el arrepentimiento para el perdón de los pecados a todas las naciónes” (Lc.24:47). Pablo enseñó: “Porque ya que en la sabiduría del Dios el mundo no conoció a Dios por medio de su propia sabiduría, agradó a Dios, mediante la necedad de la predicación, salvar a los que creen” (1 Co.1:21). Esto fue, exactamente, lo que hicieron los apóstoles y evangelistas en todo el libro de los Hechos. Desde los tiempos del Antiguo Testamento, Salomón ya predicaba acerca de la vanidad de vivir para las cosas del mundo. Su intención, especialmente, era provocar a la juventud para que viera la futilidad y el engaño de los tesoros terrenales, antes de que ellos invirtieran su tiempo y fuerzas en buscarlos.

En el estudio de este libro, no tomaremos en cuenta los argumentos de aquellos criticones que, en la práctica, estiman su propia lógica y conclusiones más importantes que la infalibilidad de la Escritura, negando su absoluta autoridad. Como en el caso del libro de Daniel, dudan del tiempo en el que el libro fue escrito y atribuyen su autoría a algún otro escritor. Además, algunas de las sectas han tomado varias declaraciones de Eclesiastés para afirmar sus errores y contradecir la doctrina de toda la Escritura en general. La verdad es que todos ellos son enemigos del hecho de que la Biblia sea inspirada por el Espíritu Santo. Al empezar esta exposición, todo lo que necesitamos es contestar tres preguntas que, si respondemos correctamente, clarificarán totalmente el contenido:

Pregunta número 1: ¿Quién es el escritor (el predicador) del libro? Respuesta: Salomón, rey de Israel, quien después de haber experimentado todo lo que este mundo pudiera ofrecer y caer miserablemente atrás, informa a sus lectores de las consecuencias y sus conclusiones.

Pregunta número 2: ¿Hasta dónde llega el alcance del libro? Respuesta: La vida bajo el sol… limitándose estrictamente a la vida terrenal desde el punto de vista físico.

Pregunta número 3: ¿Cual es el tema del libro? Respuesta: Según las observaciones de Salomón, la vida bajo el sol, simplemente, es vanidad.



Si tomamos en cuenta estas tres cosas, evitaremos los errores que están delante de nosotros y podremos desarmar fácilmente los argumentos de los falsos maestros. Aprovecharemos las gemas de verdad, muchas de ellas negativas, que nos guardan de la tentación de prestar atención a las ofertas del mundo y su sistema. Por eso, el libro de Eclesiastés es una ayuda tremenda, al presentar pruebas irrefutables de lo ridículo que resulta el arduo esfuerzo de prepararse para segar los beneficios de la vida bajo el sol.

También es una herramienta de evangelismo que conduce a la gente al arrepentimiento. Demuestra que toda la sabiduría del mundo y sus más capaces expertos, las instituciones de aprendizaje con todos sus profesores, todas las fuentes de conocimiento y sus riquezas, terminan en un cementerio. No pueden guiar a nadie ni un paso más allá… ¡y el hecho es simplemente indiscutible!



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