La gloria de Dios en un hogar I
Padres: No provoquéis a la ira a vuestros hijos, sino
criadlos con disciplina e instrucción del Señor. Efesios 6:4
Yo presenté este artículo y dos más en la primavera de
2015, titulándolos Formando un hogar para
la gloria de Dios. Otra vez quiero colgarlos, con el deseo que sean útiles,
especialmente para los jóvenes familias cristianas. Tienen tres subtítulos:
Este nombré La realidad de Dios en el
hogar, el próximo fue El amor de Dios
en el hogar, y el último Las
prioridades en el hogar. Favor de leerlos seriamente con oración.
Raquel, nuestra hija
mayor, y Daniel, el mayor, escribieron en 2012 acerca de su niñez. Pienso que
un hijo es quien, con más autoridad, puede expresar lo que le impresionó
mientras vivía con sus padres. Yo puedo dar clases sobre lo que opino en cuanto
del tema de criar hijos pero, al final, la prueba queda en ellos mismos. ¿Cómo
vieron su niñez y adolescencia?
También hemos oído a los
otros hijos hablar de las mismas impresiones, pero lo que citaré es de tres de
ellos, ya que tengo unas cartas a mano, que además me ayudarán a respaldar lo
que escribiré sobre los tres ingredientes básicos y esenciales que mantendrán
en pie un hogar cristiano. Daniel nos escribió personalmente a nosotros, y
Raquel lo escribió en una carta navideña. También en 2003, Mike, nuestro hijo
menor, escribió su testimonio.
La realidad de Dios en el
hogar
Raquel: “Vimos a Dios
contestar oración tras oración de forma sobrenatural. Ninguno de nosotros tenía
una razón para dudar de Él”.
“En medio de las pruebas,
papá y mamá siempre estuvieron orando por nosotros, y Dios siempre nos envió
esa paz que sobrepasa todo entendimiento. Nos enseñaban tan fielmente a confiar
en Dios, que ellos mismos vivían así, confiando en Él”.
“Cuando tuvimos
el accidente de tráfico es cuando me sentí aún más agradecida por cómo había
sido criada, y pude experimentar que, especialmente, por medio de las pruebas,
Dios se manifiesta fielmente. En ese momento, Él nos llenó con mucha paz, con
gozo y una conformidad sobrenatural de que era el plan de Dios. Lo entendimos
tan claramente que hasta el día de hoy nunca he deseado que no hubiera pasado…
y el gozo permanece”. (Como resultado del accidente, Raquel está en
una silla de ruedas).
Daniel es pastor de Swanton Christian Church en Vermont |
Daniel: “Otra cosa que tengo
muy clara en la memoria, tiene que ver con el tiempo en que vivímos en
Pinotepa. Papá había salido de viaje y mamá estaba sola con nosotros en casa.
Era tarde, por la noche, y… las luces estaban apagadas. Mamá cantó vez tras vez
la canción: “Ser como Jesús, ser como Jesús, todo lo que pido es ser como
Él; en toda la jornada, desde la tierra hacia el cielo, sólo lo que anhelo, es
ser como Él”. ¡Qué ejemplo! No puedo cantar esa canción sin pensar en
aquella ocasión”.
“Me acuerdo de ir a una
iglesia grande en Oaxaca… íbamos a menudo y papá predicaba. Nos sentábamos
todos juntos como familia con papá hasta que llegaba el tiempo de predicar.
Había un restaurante cerca de la iglesia y los dueños eran cristianos. Uno de
ellos fue sanado en una reunión… antes no podía levantar la mano”.
“Siempre anhelaba que
llegara el tiempo de los campamentos. El último año fuimos a “Camp Lebanon” y
papá compartió historias de su crianza y nuestra familia. Ese año fue especial.
Me acuerdo la última noche, cuando papá despidió la reunión y nadie se movía.
¡Qué tiempo de oración hubo después! Aún dos adolescentes muy rebeldes no se
movían”.
Mike: “Fui criado en el campo
misionero, y tengo que decir que no cambiaría esa oportunidad por nada en el
mundo. Cuando me preguntan qué es lo que me motivó a continuar en la obra de
Dios después de salir de la casa de mis padres, concuerdo con la respuesta que
mis hermanos mayores dan a la misma pregunta: Fue la realidad de Dios… tan
sencillamente, así fue. Nosotros crecimos en un hogar donde estaba el Dios vivo
y donde podíamos verle obrar constantemente. Día tras día Él suplía nuestras
necesidades porque mis padres daban a Dios la prioridad en todo. Uno de los problemas
más grandes en los hogares cristianos de hoy es que los niños son criados con
una apariencia de piedad pero sin el poder. No se permite a Dios ser una
realidad. Claro, todos dicen que esto es lo que quieren, pero pocos están
dispuestos a confiar en Dios para todo. Recuerdo haber
entregado mi vida al Señor a la edad de seis años, en una reunión de la Santa
Cena”.
…………………….
Mike es pastor de Church of Hope |
“Habló (Josué) a los hijos de
Israel, diciendo: Cuando vuestros hijos pregunten a sus padres el día de
mañana, y digan: ¿Qué significan estas piedras? Haréis saber a vuestros hijos,
diciendo: Israel cruzó sobre lo seco este Jordán, porque el Señor vuestro Dios
hizo secar las aguas del Jordán delante de vosotros hasta que cruzasteis, así
como el Señor vuestro Dios lo hizo en el Mar Rojo, al cual secó ante nosotros
hasta que lo cruzamos, para que todos los pueblos de la tierra puedan conocer
que la mano del Señor es poderosa, a fin de que temáis al Señor vuestro Dios
todos los días”. (Jos.4:21-24).
Yo vi esas “piedras”
amontonadas en la casa donde fui criado. Por el mover del Espíritu Santo en las
vidas de mis padres, pude conocer la realidad de Dios desde que era un niño.
Todos los deleites del mundo pierden su sabor frente a un Dios vivo y
verdadero. Ver Su poder y experimentar Su dirección desvanecen todo el brillo
del mundo y cada demostración de las capacidades de los hombres. Sobre todo, si
los padres cristianos no quieren que sus hijos vayan al mundo, lo que ellos
tienen que experimentar frente a sus ojos es la realidad de Dios.
Pablo habló a Timoteo de
los últimos tiempos, cuando los nombrados cristianos tendrían apariencia de
piedad, pero negarían su poder. En mi caso, desde niño, también supe de la
realidad de nuestro enemigo. Mi padre trabajaba entre la gente indígena en el
medio oeste de los Estados Unidos, un pueblo con mucho conocimiento de poderes
sobrenaturales. Mi padre intentaba protegerme de lo que estaba a nuestro
alrededor, pero era imposible evitarlo todo.
Cuando ves a una persona
hacer cosas extrañas e incluso sobrenaturales y, al acudir al psiquiatra, dice
que no tiene ningún defecto mental, tienes que considerar que existe otra
fuente de la que sale tal comportamiento. Cuando alguien pierde el uso de
alguna parte de su cuerpo y los doctores dicen que no pueden hallar ninguna
causa, no te sorprendas, porque en los Evangelios te hablan de lunáticos, de
una mujer encorvada y de un sordomudo, cuyas enfermedades Jesús atribuyó a
demonios.
A los doce años tenía un
amigo ojibwe, una tribu de Minnesota, de mi edad, cuya hermana mayor acudió a
un “medicine man” (brujo). Inmediatamente después empezó a tener visiones de
hombres pequeños danzando alrededor de su cama por la noche. En una reunión se
manifestó un espíritu en ella y, por lo que vi allí, no pude dormir bien
durante mucho tiempo. Yo conocía bien a esa chica y sabía que era totalmente
normal, por eso sé que lo que vimos esa tarde en su rostro, lo que la oímos
decir y la voz con la que hablaba, no era de ella. Uno tiene que ver tales
cosas por si mismo, porque es imposible describirlas. Podría dar muchos más
ejemplos.
Una cosa que supe desde
mi niñez es que el mundo espiritual es muy real y el mundo físico está sujeto a
él. Dios tiene que ser una realidad palpable en nuestras vidas cotidianas y
nuestros niños deben experimentarle. La mujer de un comandante del ejército
americano que halló a Cristo en las reuniones de nuestra casa, habló de sentir
que había Alguien más presente cada vez que entraba. No hace mucho tiempo seis
personas entraron en nuestra casa con dos cámaras de televisión y el locutor me
preguntó por la paz que había sentido al estar aquí. Un hombre mayor, que era
juez, al salir de la casa de nuestro hijo en Alaska, comentó sobre la paz que
había experimentado estando dentro.
Todos los miembros
familiares estaban presentes en las reuniones de Cristo, y los niños estaban a
su alcance cuando Él les puso en medio de todos para dar una enseñanza sobre lo
que es el Reino de Dios. Cuando Jesús alimentó milagrosamente a cinco mil
hombres y en otra ocasión a cuatro mil, los escritores mencionan también a las
mujeres y a los niños. Está claro es asistían familias completas.
En una de estas ocasiones
fue un niño quien tomó una parte muy especial: “Aquí está un muchacho que
tiene cinco panes de cebada y dos pececillos, pero, ¿qué es esto para tantos?” (Jn.6:9)… Pues el niño pudo ver lo que
era “esto para tantos”. La Biblia no nos habla de lo que pasó con este niño,
pero puedes estar seguro de que nunca se le olvidó ese momento. Cuando venía el
mundo con sus ofertas de provisión, pudo recordar lo que él experimentó aquel
día; una fuente abundante que fluye de un mundo mejor para suplir todas las
necesidades humanas. Y cuando el mundo le ofrecía una posición, siempre pudo
recordar del ministerio que tuvo en ayudar a alimentar a cerca de 20.000
personas, cuando solamente era un niño.
Los discípulos quisieron
despedir a los niños cuando sus padres les trajeron a Jesús, para que Él les
bendijera. Jesús se indignó con ellos. Ahora los cristianos están repitiendo el
mismo error. Cuando se juntan en la iglesia, los niños son sacados al empezar
la reunión. Cada uno debe estar con su familia y, antiguamente, los miembros de
una familia se sentaban juntos en una fila. Sin embargo, siempre hay una
justificación para sacarlos y, según nos dicen, es porque los niños no pueden
estarse quietos tanto tiempo y acaban molestando. En este caso, están
admitiendo otra falta muy grave entre los cristianos, y es que los padres no
saben disciplinar a los niños. La ignorancia no tiene excusa porque tenemos una
Biblia llena de instrucciones para los padres.
Otra justificación para
separar a los niños de sus padres es porque los niños no pueden entender los
mensajes y deben estar en reuniones donde les enseñen según su edad. Esta es
una demostración de la mentalidad carnal tan común en cristianos que ignoran el
mover especial del Espíritu Santo en la iglesia al que los niños, igual que los
adultos, son sensibles; quizás los niños lo son más. Yo he visto que sí, y
además entienden mucho más de los mensajes de lo que pensamos. Claro, si Dios
no se mueve en las reuniones, entonces les doy la razón. Y en ese caso, no deberían estar los niños… ni tampoco los adultos.
Amigo, es deber de los
padres enseñar a los niños en la casa. Pronto voy a colgar dos artículos más, relacionados
con este tema. En uno, Raquel y Daniel hablan de los tiempos en los que nos
reuníamos toda la familia cada día en nuestra casa. Orábamos juntos por todas
las necesidades. Orábamos cuando estaban los hijos enfermos y todos observaban
cómo Dios los sanaba. Orábamos cuando había una necesidad financiera y todos
los niños podían ver cómo Dios suplía. Los testimonios son muchos, y la
brevedad del artículo no me permite contarlos.
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