19 - 25 Febrero Meditaciones diarias de los Salmos
19 de Febrero Salmo 14:4-7
4. ¿No tienen discernimiento todos los que hacen iniquidad, que devoran a
mi
pueblo como si comiesen pan, y a
Jehová no invocan?
5. Ellos temblaron de espanto; porque Dios está con la generación de los
justos.
6. Del consejo del pobre se han burlado, pero Jehová es su esperanza.
7. ¡Oh, que de Sion saliera la salvación de Israel! Cuando Jehová hiciere
volver
a los cautivos de su pueblo, se
gozará Jacob, y se alegrará Israel.
Los
hijos de los hombres tienen enemistad contra los hijos de Dios y no hay
manera de que puedan reconciliarse. Ellos
se burlan y rechazan los consejos que
los pobres (es decir, los que son pobres
en sabiduría mundana) reciben del Señor.
No pueden entender ni tolerar a los que le
pertenecen, sin embargo, intentan
aprovecharse de su sencillez y bondad (v.
4).
El
único señorío que reconocen los inicuos es su propia codicia y ambición.
La ignorancia que poseen acerca de Dios es
voluntaria. Le odian, y la razón
por la que persiguen a los justos es
porque Dios está con ellos. Los justos molestan
su “paz” impiadosa porque siempre les
recuerdan que todos tenemos un Creador.
Observan y temen la realidad de Dios que
se manifiesta en la vida de Sus hijos.
El salmista pide el avivamiento de los
justos en el versículo 7. Quiere que Dios
mismo liberte a Israel, que es cautivado
por la oposición de los enemigos. ¡Oh
Jesús, Emmanuel, ven por el Espíritu Santo
y manifiéstate nuevamente a Tu
pueblo! ¡Libértale de las ataduras del
mundo que le rodean y hazle vivir en las
alturas del monte de Sion!
20 de Febrero Salmo 15:1
1. Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte
santo?
David
no pregunta por ligera curiosidad. Sus preguntas tienen que ver con
consecuencias infinitas y eternas. Cada
hombre que quiera experimentar la
salvación, tiene que hallar la respuesta a
las preguntas presentadas aquí. El
tabernáculo del Señor es el único lugar de
felicidad eterna, y el que quiera tener
la vida eterna morará allí. Tenemos que
llegar a Su santo monte para poder escapar
de nuestra mortalidad.
En
el tiempo del Antiguo Testamento, el camino al Lugar Santísimo no estaba
abierto. Los sacerdotes ministraban en el
tabernáculo, pero no les fue permitido
habitar allí. Sólo el sumo sacerdote podía
entrar en el Lugar Santísimo y solamente
podía hacerlo una vez al año. No era un
ambiente agradable para la humanidad.
Si el tabernáculo y otros ejemplos en el
Antiguo Testamento, representando las
realidades celestiales, fueron
considerados tan santos e incluso aterradores, de
tal manera que le fue prohibido a la gente
entrar en ellos, ¿qué de la realidad
misma? En esos tiempos, después de morir,
las almas descendían al Seol y nadie
entraba al cielo.
21 de Febrero Salmo 15:2-3
2. El que anda en integridad y hace justicia, y habla verdad en su corazón.
3. El que no calumnia con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni admite
reproche
alguno contra su vecino.
Empezando
en el versículo 2, este Salmo enfatiza acciones, hechos y palabras.
El apóstol Juan dijo claramente: “El
que hace justicia, es justo”. Es un principio
sobre el cual no debemos dudar. Aunque las
buenas obras no justifican a nadie,
éstas, en la vida del cristiano, son
evidencias de una justicia interior. Los que van
a morar eternamente con el Señor son “creados
en Cristo Jesús para buenas obras,
las cuales Dios preparó de antemano para
que anduviésemos en ellas”. Éste es
el camino que el Nuevo Testamento nos
señala hacia el monte santo de Dios.
El
justo anda, obra y habla en justicia. Es su estilo de vida cotidiana,
demostrando
integridad y seriedad. Habla desde su
corazón y sus palabras son verdaderas y
honestas, porque nada tiene que esconder.
Él toma parte positiva a favor de la
justicia, y la justicia es su meta para
toda la vida.
Hay
cosas que él rehúsa hacer. En otras palabras, aunque la santidad interior
se manifiesta en forma positiva obrando
con justicia, también lucha contra la
carne y sus rebeliones. Él no calumnia,
no hace mal, ni admite reproche. Su
manera de hablar es honesta y se cuida de
no difamar ni insinuar, porque no desea
destruir la reputación de otros. No se
vuelve contra un amigo. Quiere lo mejor
para él y le apoya fielmente. No quiere
disensión, así es que se cuida en todos
sus hechos y palabras, negando la victoria
a la carne en su guerra continua contra
el espíritu.
22 de Febrero Salmo 15:4-5
4. Aquel a cuyos ojos el vil es menospreciado, pero honra a los que temen a
Jehová. El que aun jurando en
daño suyo, no por eso cambia;
5. Quien su dinero no dio a usura, ni contra el inocente admitió cohecho.
El que
hace estas cosas, no resbalará
jamás.
La
persona que mora en la presencia de Dios no es simplemente “buena gente”
sin fuertes convicciones y demasiado
flexible, que se conforma a cualquier
situación y se somete a todo el mundo.
Sabe apreciar, pero también sabe despreciar.
Está firmemente en contra de los enemigos
de Dios y todo lo que pueda destruir
Su reino. No solamente en su corazón, sino
públicamente, honra y se identifica
con el que anda en el temor de Dios.
Respeta a la persona que no actúa a favor
de lo que le beneficia personalmente, sino
que cuidadosamente hace la voluntad
del Señor. Obra y habla a favor de Dios,
aunque personalmente pueda costarle
muchas desventajas. La característica más
importante continúa, no cambia.
Lo
que más me desanima es la incertidumbre e indecisión que manifiestan
muchos cristianos hoy en día. Hay muchos
que un día están muy dispuestos a
obedecer y cumplir todo lo que Dios
requiere, pero al día siguiente y debido a
cualquier presión, lo comprometen todo.
Honrada sea la persona que permanece
con una firme decisión, sin comprometer
sus convicciones. Es constante y
confiable. La gente que busca un consejo
serio en cuanto a la voluntad de Dios,
se acercará a tal persona, porque sabe que
estará firme con los mismos principios
de siempre.
El
que mora en el Monte Santo de Dios no ama el dinero ni busca provecho
personal. No considera ascender
económicamente. El dinero no influye en sus
decisiones, principios o discernimiento
acerca de otras personas. Cuando
encuentres a una persona con estas
características, habrás hallado a alguien que
tiene sus raíces profundamente metidas en
Dios, porque ha sido plantada en la
tierra espiritual más buena. Ahí,
permanecerá firme por toda la eternidad.
23 de Febrero Salmo 16:1-3
1. Guárdeme, oh Dios, porque en ti he confiado.
2. Oh alma mía, dijiste a Jehová: Tú eres mi Señor; no hay para mí bien
fuera
de ti.
3. Para los santos que están en la tierra, y para los íntegros, es toda mi
complacencia.
David
y los profetas estaban completamente involucrados con Cristo muchos
años antes de que Él viniera a la tierra. Participaron
de Sus sufrimientos y triunfos.
David escribió los Salmos mesiánicos que
predijeron la venida, la vida, la muerte
y la resurrección de Cristo, porque fueron
una realidad en su propia vida. De la
misma manera, hoy en día, pueden ser una realidad
en los santos, quienes por fe
reciben Su vida para que sea la suya.
Ellos son “hueso de (Sus) huesos y carne
de (Su) carne”.
Jesús
es quien mejor nos enseña a confiar. “Confió en Dios”, dijeron los
judíos,
sarcásticamente, sí, pero fue la verdad. Fue
muy evidente para todos, y ahora
vivimos por Su vida y fe. Pablo vivió por
la fe del Hijo de Dios y también David.
“El Espíritu de Cristo que estaba en (él)
anunciaba de antemano...” Ésta es la
fe que Dios quiere que esté en nosotros.
David confió en Él para que fuese Señor
sobre su vida. No había cosa buena en él
que satisficiera a Dios, pero Dios le
compartió lo que anhelaba en su corazón.
David
se identificó con los santos, como hizo Jesús. Los que son llamados
aparte son posesión exclusiva de Dios, participantes
de la naturaleza divina
que manifiestan la vida de Dios en el
mundo. “Tuyos eran”, dijo Jesús de ellos
en su oración sumo-sacerdotal. “Ruego...
que los guardes del mal... he sido
glorificado en ellos”. Jesús se regocijó a causa de ellos. Son Su
complacencia y
cumplen Sus propósitos en la tierra. La
heredad excelente de los santos es que
Dios les de la gloria y el gozo de Cristo,
para que sea cumplido en ellos lo que
Cristo comenzó en la tierra. (Lee Jn.
17:13 y 22)
24 de Febrero Salmo 16:4-7
4. Se multiplicarán los dolores de aquellos que sirven diligentes a otro
dios. No
ofreceré yo sus libaciones de
sangre, ni en mis labios tomaré sus nombres.
5. Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa; tú sustentas mi suerte.
6. Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos, y es hermosa la heredad
que
me ha tocado.
7. Bendeciré a Jehová que me aconseja; aun en las noches me enseña mi
conciencia.
El
santo tiene que separarse de toda forma de idolatría y encontrar su satisfacción
en la persona de Dios y nada más. Tiene
que ser como el levita, cuya porción de
su herencia es el Señor. Dos tribus y
media de Israel hallaron su herencia fuera
de la tierra prometida y las otras nueve y
media dentro, pero los sacerdotes levitas
poseyeron el terreno donde Dios mismo
extendió las cuerdas sobre los puntos
de referencia antiguos, que representan
los lugares deleitosos que perduran
eternamente. El Señor mantuvo y aseguró su
heredad. Dios fue el Galardón de
Abraham. Él permitió que Lot escogiera la
llanura de riego y que el rey de Sodoma
se quedara con el botín. ¿Cómo podemos
desear poseer algún rincón de la creación,
cuando el Creador mismo nos comparte Su
persona?
Las
riendas de instrucción y consejo que guían nuestras vidas le pertenecen a
Él, a cuyo señorío nos sometemos. Jesús es
nuestro ejemplo. “No puedo hacer
nada por mí mismo… mi doctrina no es mía”.
Si le seguimos así,
terminaremos
bendiciendo al Señor.
25 de Febrero Salmo 16:8-11
8. A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no
seré
conmovido.
9. Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma; mi carne también
reposará
confiadamente;
10. Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea
corrupción.
11. Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo;
delicias
a tu diestra para siempre.
¿Dónde
has puesto al Señor? Es un privilegio tenerle siempre delante, donde
puedas fijar los ojos en Él en todo
momento y seguir Sus pisadas. Él siempre
tiene que tener la prioridad en tu vida. El
señorío de Cristo es la clave para recibir
el socorro y la fuerza de Dios. Si uno le
permite tener el derecho que le corresponde
sobre su ser, Él responde dándole Su misma
persona. Llega a ser la estabilidad
del alma, el gozo del corazón y la
esperanza del cuerpo.
Pablo
y Pedro reconocieron que este Salmo llegó a cumplirse en una persona
mucho más importante que David. De su
descendencia vino el Hijo del Hombre,
cuya alma triunfó sobre el infierno, y
cuyo cuerpo triunfó sobre el sepulcro. Este
Hombre cambió el destino humano, robó al
infierno sus futuros habitantes, y un
día, con el poder de Su resurrección,
restaurará lo que el suelo terrenal ha tomado.
Él se levantó del sepulcro porque fue
imposible que éste le retuviera. En primer
lugar, tenía que levantarse, porque Él es
divino y es la vida misma incorporada.
En segundo lugar, confió en el Padre, y la
fe siempre triunfa. En tercer lugar, las
Escrituras tenían que cumplirse, porque la
palabra de Dios es más segura que la
muerte. Jesús nos dijo: “Porque yo
vivo, vosotros también viviréis.”
¿Es
triste o pesado dejar que Él sea nuestro Señor? Dios no es Dios de monasterios
o prácticas aburridas. Es cierto que nos
despoja de lo que es momentáneo, pero es
para darnos a cambio lo que es eterno. Él
es el camino de la vida, en Su presencia
hay plenitud de gozo y a Su diestra hay
delicias eternas.
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