La inscripción: QUITARÉ EL PECADO
¿Quién acusará a los
escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo
es el que murió. Romanos 8:33-34
Capítulo tres
Antes de leer
mis comentarios deberías ir primero al texto bíblico, para poder entender
perfectamente a qué me estoy refiriendo. Después, con la Biblia a mano, puedes
ver cada versículo que se cita. Así funciona un estudio bíblico. Se trata de
percibir lo que el Autor, el Espíritu Santo, quiso compartir con Zacarías para que
él lo escribiera, primeramente para la gente de su día y después, para las
generaciones futuras. También veremos porciones que podemos aplicar
personalmente a nuestras vidas.
La
cuarta visión
El juicio de Josué
Antes de empezar debemos saber que Josué es algo simbólico.
Los versículos 8-10 nos revelan claramente que la visión apunta hacia un tiempo
futuro. Josué era el sumo sacerdote del tiempo de Zacarías que tenía la orden
de reedificar el templo. Él está en una especie de juicio delante del Ángel del
Señor. Satanás, el acusador, está a su derecha, oponiéndose a la obra que Dios
quiere desarrollar (v.1). Él tiene muchos argumentos para acusarnos. ¡Cómo
necesitamos un paracletos… un Abogado
defensor, un Ayudador, un Consolador!
El Ángel del Señor está como Mediador entre Josué
y el Padre, y en el nombre del Padre reprende a Satanás (v.2). Podríamos pensar
que Judas 9 se refiere también a este caso, ya que usa palabras semejantes
cuando dice: “El Señor te reprenda”, pero Judas está refiriéndose al arcángel
Miguel y al cuerpo de Moisés, acusado por su pecado en Meriba. Así es que éste es
otro caso. Notamos tres cosas que hace Jehovah (el Hijo): 1) Reprende a Satanás.
2) Por Su gracia elige a un Josué indigno. 3) Tiene un propósito para Jerusalén.
Dios reprende lo que Satanás hace en contra de las personas y los lugares donde
Él obra. La persona ya está condenada y Dios sabe todo de lo que Satanás la
está acusando. Lo sabía desde antes de elegir a “Josué”, pero ahora le ha
rescatado y salvado.
Le ha salvado como “un tizón arrebatado del fuego”. Este era el lema de John Wesley, porque
cuando era niño se quedó atrapado en el incendio de su casa, después de que
todos los demás hubieran salido. Se lanzó desde la primera planta a los brazos
de un vecino. Este es el caso de cada siervo de Dios; en verdad, es el caso de
cada cristiano. Como Isaac, que fue salvado justo antes de que cayera el
cuchillo sobre él; o como toda la nación de Israel, que ha sido rescatada
muchas veces en su historia, justo a tiempo. La última vez fue en tiempos
relativamente modernos, cuando Hitler quiso exterminar por completo a los
judíos, logrando matar a seis millones de ellos. “No quebrará la caña cascada, ni apagará la mecha que humea, hasta que
saque a victoria el juicio. Y en su nombre esperarán los gentiles” (Mt.12:20-21
citando Is.42:3). La promesa se ha extendido hacía nosotros, los no judíos y… ¡nos gloriamos en esta esperanza!
Satanás le
acusaba por las vestiduras sucias (v.3). En la visión, Josué, como sumo
sacerdote, representa a toda la nación (v.9). Pues sí, están sucias e incluso
quemadas, porque ha estado en el fuego. Israel había estado cautivo en
Babilonia y, desde allí, tuvo que experimentar una liberación de la misma magnitud
y fama que cuando salió de Egipto. “Llegan
días, dice el Señor, en que no dirán más: ¡Vive el Señor que hizo subir a los
hijos de Israel de la tierra de Egipto! sino: ¡Vive el Señor que hizo subir y
trajo la descendencia de la casa de Israel de la tierra del Norte!
(Jer.23:7-8).
¿Cómo puede
una persona tan sucia ser utilizada por Dios? Josué está allí presente, sin decir
nada, delante del Ángel del Señor, y Él se encarga de su caso. Él es el
Mediador. Primero les es dada la orden a los ángeles para que quiten lo sucio
(v.4) y después el Ángel del Señor asegura a Josué que su pecado le ha sido
quitado, y que además le ha vestido con ropas de gala. Le enseña estas grandes
verdades para que pueda reconocerlas, apreciarlas y gozar de ellas. Recibe las
vestiduras de la justicia perfecta del Sumo Sacerdote celestial, Cristo, para poder
presentarse digno delante de Dios para el ministerio que tiene por delante. Son
las elegantes y ricas vestiduras de festividad, con oro y joyas preciosas
(Ap.19:8). Estas vestiduras le han sido regaladas; no eran suyas.
Junto con las
vestiduras, le dio una mitra limpia (v.5). “Pondrás
el turbante sobre su cabeza y sobre el turbante pondrás la diadema sagrada” (Ex.29:6).
“Harás además una plancha de oro puro, y
grabarás en ella como se graba un sello: Santidad
para el Señor” (Ex.28:36). La vestidura del sacerdocio fue terminada… ¡cumplido
está!
Ahora, el
Ángel se pone en pie para pronunciar el veredicto (v.6). A pesar de que el
reino de las tinieblas había presentado su mejor acusación, por el mismo
Satanás, el juicio falla a favor de Josué, que es declarado “no culpable”,
perdonado y justificado. Ahora, que está elegantemente vestido con ropas limpias
y nuevas, coronado de gloria…, ¿quién le acusará?, ¿quién le condenará?
(Rom.8:33-34)
Lo que sucede
aquí representa más que perdón y un cambio de ropa. La salvación es más que el
perdón; es una vida nueva. Así lo describe Pablo... el fin de una vida vieja y
el principio de una vida nueva. “Despojaos
del viejo hombre, que está corrompido… vestidos ya del nuevo hombre, que fue
creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Ef.4:22,24). Ya
que no sólo es un cambio de ropa, sino una vida de servicio al Señor, el Ángel se
dirigió a Josué para declararle solemnemente las condiciones de su sacerdocio
(v.7). Dicho sacerdocio tiene que cumplir estrictamente las condiciones del
Señor de los ejércitos, llevando a cabo su servicio como Él manda y como Él
quiere. 1) Tiene que andar en Sus caminos, no en los de los hombres. 2) Guardar
fielmente Su mandato en el cumplimiento de su ministerio (Ap.1:6). 3) Juzgar Su
casa con disciplina (1Co.6:2). 4) Guardar Sus atrios, protegiéndolos de todo lo
que pueda corromperlos.
El significado de la visión
Josué y sus
compañeros son hombres simbólicos; literalmente son hombres de asombro (v.8). Es imposible observar esta cuarta visión
sin considerar al Hombre que llevó nuestros pecados y la ropa de nuestra
injusticia. Nuestro Sumo Sacerdote, el Josué del Nuevo Testamento: “Llamarás Su nombre Jesús (el mismo
nombre que Josué), porque Él salvará a
su pueblo de sus pecados”. Nunca debemos dejar desvanecer el asombro que produce
en nosotros el significado de este cuadro. ¡Que estemos siempre asombrados ante
el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!
Los cristianos
son compañeros del Sumo Sacerdote. Una nación de sacerdotes que deben causar
asombro a la sociedad dondequiera que habiten. Deben estar preguntándose: “¿Por
qué estas personas son tan diferentes?” La única respuesta es que Cristo mora
en ellos. Son señales y presagios, como dice en Isaías 8:18: “He aquí, yo y los hijos que el Señor me
dio, como señales y presagios para Israel” (es citado en He.2:13). Miles y
miles de individuos han sido perdonados y revestidos con “ropas elegantes”; han
sido hechos sacerdotes y reyes para Dios.
Zacarías es un
profeta en quien está el Espíritu de Cristo. Nos lleva más allá de los eventos
de su día para testificar de Aquel que es sin comparación. ¡He aquí, escucha
ahora! (v.9). Presta atención a estas sobresalientes noticias, porque la
maravilla que acabamos de observar ahora simbólicamente, se desvanece por la realidad
que está por delante… “Yo traigo a mi
Siervo (Is.42:1; 52:13; 53:11), el
Renuevo” (Zac.6:12; Is.11:1; 53:2; Jer.23:5; 33:15). El Renuevo significa
un nuevo retoño que aparece donde la rama vieja había sido cortada. Trae una nueva
esperanza de ver de nuevo la gloria desaparecida, para animar a un Israel
oprimido.
Cristo es la
Piedra angular para los cimientos del templo de Su cuerpo (Jn.2:21). Él es la
Piedra Única con siete ojos (Is.28:16; Sal.118:22; Dn.2:45; Ef.2:20-21; 1P.2:7)
que es puesta delante de Josué y delante de toda la humanidad. La obra de
reedificar y ministrar en el nuevo templo apunta hacia Cristo. Él, literal y
físicamente, vendrá a este templo. Todo es una revelación de Él. El Sumo
Sacerdote y los otros sacerdotes representan una realidad futura. Nos lleva a
la época del sacerdocio del evangelio: “Aquí
estoy Yo, y los hijos que Dios me dio” (He.2:13).
La Piedra ha
sido grabada con heridas y cicatrices. Es una Piedra preciosa, viva, hermosa
para el creyente, rechazada por el mundo, esculpida profundamente, grabada con
los clavos de la cruz y con la lanza del soldado. ¿Y qué dice la inscripción?:
QUITARÉ EL PECADO DE LA TIERRA EN UN DÍA. Los siete ojos demuestran la plenitud
sin medida del Espíritu viviente: “El
que Dios envió, habla las palabras de Dios, porque Dios no da el Espíritu por
medida” (Jn.3:34). Él está perfectamente capacitado con los dones
espirituales, con perfecta sabiduría, perfecto entendimiento, perfecta visión… nada
puede esconderse de Sus ojos (Ap.5:6). “No
hay criatura escondida en su presencia; antes bien, todas las cosas están
desnudas y expuestas a los ojos de Aquél a quien tenemos que presentar cuenta” (He.4:13).
Ésta también es la obra poderosa del Señor de los ejércitos.
El judío no
sabe lo que significa esta profecía. Él conoce un día de
expiación que se celebra y se repite cada año, pero no sabe lo que puede
significar “remover en un día la
iniquidad de la tierra” (He.10:10,12,14). En el capítulo 13 veremos una
promesa para los ‘habitantes de Jerusalén’ que se cumplirá al terminar la Gran
Tribulación.
Con el pecado
ya quitado, la nación entra en una nueva época de bendición (v.10). Sentado “debajo
de la vid y la higuera”, fue un dicho comúnmente usado en Israel para expresar
un estado de paz y prosperidad. Jamás, en su historia, han vivido lo que vivirán
durante el reinado del Mesías. Habrá un compañerismo sin igual; no sólo tendrán
paz con Dios sino también los unos con los otros. “¡Venga Tu Reino!” El Milenio es otra gran obra del Señor de los
ejércitos (Mi.4:4).
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