Aparece el Ángel del Señor
Un estudio expositivo, versículo tras versículo de
Zacarías 1:7-21
La primera visión
Antes de leer mis comentarios
deberías ir primero al texto bíblico, para que puedas entender perfectamente a qué
me estoy refiriendo. Después, con la Biblia a la mano, puedes ver cada
versículo que se cita. Así funciona un estudio bíblico. Se trata de percibir lo
que el Autor, el Espíritu Santo, quiso compartir con Zacarías para que él lo
escribiera, primeramente para la gente de su día y después, para las generaciones
futuras.
La patrulla angelical
Tres meses después de que la palabra de Dios llegara a Zacarías, en el mes
de febrero, el undécimo mes del mismo año del reinado de Darío (520 a.C.), él
tuvo su primera visión (v.7). Aunque las visiones fueron de noche, no eran
sueños, porque menciona varias veces que él, conscientemente, alza sus ojos
(v.18; 2:1; 5:1; 6:1). En el 4:1, el ángel le despierta del sueño para ver la
visión y en el 5:5 le manda alzar sus ojos. Zacarías escribe acerca de ocho
visiones.
Para saber el significado de las visiones él hace diez preguntas.
Bienaventurado el que pregunta, porque él será contestado. A tales personas les
es dado conocer los misterios del Reino de Dios (Mt.4:10-12). Hay gente que desea
tener experiencias, pero para Zacarías la experiencia no era importante, sino su
significado. Quería entender lo que Dios estaba haciendo en su día, que también
tenía que ver con el futuro. En Zacarías tenemos a un profeta que marca el
advenimiento del Mesías en un futuro lejano. Él preguntó y nosotros
disfrutamos, ya que no solamente compartió lo que vio, sino que lo pudo juntar
con la respuesta.
En la visión, un Varón cabalga sobre un caballo bermejo con un propósito (v.8).
Es una Persona muy importante que ha llegado con una misión importante; está
para llevar a cabo el plan más importante del mundo, que es el plan de Dios.
Bermejo o rojo, es el símbolo de juicio, sangre y guerra. Está entre los mirtos,
que son árboles que sólo crecen a tres metros de altura, y en la visión están
en un lugar bajo, como en un barranco. Los mirtos simbolizan el pueblo de Dios,
Israel, en su estado de humillación, apenas saliendo del cautiverio. El Varón
se manifiesta poco después como el Ángel del Señor, y es muy semejante a la
descripción del Varón que se le apareció a Josué… el Capitán de las huestes del
Señor (Jos.5:13-15). Este es el Verbo de Dios, el eterno Hijo de Dios.
Tras él vienen caballos (por supuesto, con jinetes) de varios colores…
bermejo, alazán y blanco. Está claro que los colores simbolizan cosas y, como
los números en la Biblia, son constantes desde el principio hasta el final. Es
así porque el Autor es el mismo, El Espíritu Santo, y sabe instruir perfectamente
a seres humanos. Desde pentecostés, él procede del Padre, enviado del Hijo,
para enseñar a los cristianos desde Su libro de texto, que es la Biblia. Los
colores tienen que ver con los ministerios de los ángeles…. juicio, victoria y
una mezcla de los dos.
Zacarías es un joven (2:4) que, como hemos dicho ya, sabía preguntar, y en
este versículo (v.9) hace su primera pregunta. Un mensajero celestial está con
él en este tiempo para informarle. El cielo está muy dispuesto a contestar, y la
pregunta de Zacarías fue sobre los caballos que tienen jinetes. Hemos entrado
en el mundo espiritual y vamos a aprender sobre los ángeles que son dirigidos
por el Ángel del Señor.
El Varón permanece entre los mirtos y Él mismo contesta la pregunta (v.10).
Con la respuesta podemos saber algo, no solamente en cuanto de estos ángeles,
sino de la misión de los ángeles en general. Dice que son enviados por el Señor
y su propósito es una misión de reconocimiento. Es una patrulla espiritual que
se mete en los asuntos del hombre. Debemos saber que el mundo de los espíritus
es muy real, más real y antiguo que el mundo material que vemos, que es, en verdad,
controlado por espíritus buenos y malos (Job 1:7; 2:2).
El Ángel del Señor intercede
Por primera vez el Varón es llamado el Ángel del Señor (v.11). Está entre los
mirtos que, como ya hemos dicho, simbolizan el pueblo de Israel. De igual
manera, en el libro de Apocalipsis, le vemos entre los siete candelabros, que
simbolizan las siete iglesias. El Señor, el buen Pastor, está siempre entre su
pueblo, sean judíos o gentiles. Los ángeles le informan sobre la situación
política que, por el momento, está tranquila. El reinado de los persas, tras derrotar
a los babilonios, se ha establecido y hay paz.
Quizás nos sorprenda saber que al Ángel del Señor (v.12) no le agrada la
situación de tranquilidad en el mundo. Muchas veces, lo que alegra al mundo
entristece al cielo. El Hijo de Dios siempre ha sido intercesor y ora al Padre
(Jn.17:9), no por el mundo, sino por Su pueblo. En los días de Su carne dijo: “No he venido al mundo para traer paz”.
Él no ha venido para mejorar el mundo, sino para traer lo que beneficia a Su
pueblo. Él ha entrado con Su caballo bermejo y con Sus huestes para quitar esa
tranquilidad. El ora al Señor de las
huestes, que es el nombre y la manera en la que Dios se manifiesta repetidas
veces en todo este libro, demostrando así su soberanía sobre toda situación en
la tierra. Pide que una obra de Dios estorbe la situación en el mundo y
favorezca a Israel, ya que los 70 años de ira contra ellos han terminado. Con
cuánta misericordia desea que el Padre se compadezca de ellos. Los 70 años de
ira fue el tiempo necesario para tratar y quebrantar su rebeldía pero, por Su
misericordia, no dejó pasar ni un día más de lo necesario. La disciplina de
Dios está totalmente controlada.
Ahora el Señor responde con palabras buenas, palabras de consolación, al
ángel que instruía a Zacarías (v.13). Es “Padre
de las misericordias y Dios de toda consolación” (2 Co.1:3). Dijo Lutero: “Si eres un predicador de la misericordia, no
prediques una misericordia imaginaria, sino la misericordia verdadera. Si la
misericordia es verdadera, tienes que llevar pecados verdaderos, no
imaginarios… sé un pecador y deja que tus pecados sean fuertes, pero también
deja que tu confianza en Cristo sea más fuerte y regocíjate en Cristo, quien es
el Conquistador sobre el pecado, la muerte, y el mundo… ¿Piensas tú que un
Cordero sumamente alzado ha pagado un sacrificio pequeño por nuestros pecados?”
La ira ha pasado y es tiempo de confiar en Su misericordia.
Fue dicho para que Zacarías lo oyera y para que pudiera proclamar ahora, no
la ira, sino el celo de Dios por Su pueblo, abusado por sus enemigos (v.14). El
celo del Señor por Jerusalén, por el Monte Sión y por Su casa, fue demostrado
por Jesús cuando vio el estado espiritual de Jerusalén en Su día y cuando entró
en el templo antes de la Pascua. Lloró sobre Jerusalén y entró en el templo
echando fuera a los negociantes, “porque
el celo de tu Casa me consume” (Sal.69:9).
El desarrollo de un plan eterno
Para los enemigos de Israel, la disciplina del Señor sobre Su pueblo fue una
ocasión de la que aprovecharse para agravar su situación y gozarse de su
calamidad. ¿Por qué razón el Señor está airado? Es, sobre todo, por la autoconfianza
de los enemigos; el orgullo es lo que más incita la ira de Dios (v.15). Es su
autoconfianza lo que separa al hombre de Dios. De este problema básico es de lo
que escribe Habacuc en 2:4: “Aquel cuya
alma no es recta está envanecido”. Dios demanda que todo el mundo se
humille y deposite su confianza en Él, porque “el justo por su fe vivirá”.
El no confiar en Dios les convierte en Sus enemigos e intentan aprovecharse
de Su pueblo en el tiempo de su debilidad. Sin la mano defensora de Dios sobre
ellos, piensan que es el momento de derrotarles con su propia astucia y fuerza.
Setenta años de disciplina para Su pueblo es algo breve comparándolo con la ira
eterna contra los enemigos de Dios y Su pueblo. Dios requiere que todo el mundo
abandone su autoconfianza y se reconcilie con Él, confiando sólo en Él, porque
si no, el Señor de los ejércitos batallará contra ellos.
El pueblo que había salido a causa de la ira de Dios, vuelve por una
misericordia que sobrepasa la ira previa. El Señor de los ejércitos obrará para
que Su casa sea edificada porque quiere habitar entre Su pueblo otra vez. La
obra se extenderá sobre toda la ciudad de Jerusalén. El cordel significa esa
obra de reconstrucción… es un cordel para medir (v.16).
El Señor de los ejércitos continuará Su obra más allá de Jerusalén. La
extenderá sobre otras ciudades de Israel y prosperarán otra vez, después del
cautiverio. Cuando la Biblia habla de Sión está señalando el centro espiritual,
es decir, el núcleo de Israel. Es el pueblo que se interesa por el bienestar
espiritual de la nación. Lo que Dios está desarrollando será una obra de
consolación para Sión, y Jerusalén será la ciudad capital otra vez, como Dios había
elegido desde un principio (v.17). Ya en el libro de Génesis es evidente que el
Señor había elegido Jerusalén cuando el sacerdote Melquisedec, rey de Salem
(después llamada Jeru-salén), tuvo un encuentro con el patriarca Abraham.
El principal propósito de este estudio es poder observar como el plan de
Dios se extiende desde antes de la fundación del mundo, se desarrolla durante toda
la historia y, finalmente, termina en la eternidad. Vimos a Melquisedec en su
lugar y cómo tuvo que tener un encuentro con el patriarca de la nación de
Israel. Leemos en un Salmo cómo tiene que levantarse un Sumo Sacerdote perfecto
según el orden de Melquisedec, que nunca morirá, para poder dar la vida eterna
a su grey. Aquí en la visión le vemos como el Ángel del Señor pero, ¿qué es lo
que hace? Él intercede por Su pueblo; es un Sacerdote.
Aunque en los días de Zacarías ocurrió un avivamiento, en esta profecía
vemos una perfección que no ha acontecido en toda la historia, ni acontecerá
hasta que Dios trate con todos los enemigos de Israel de una vez para siempre. El
perfecto cumplimento no ocurrirá hasta que el Señor Jesucristo reine sobre el
mundo desde Jerusalén en el Milenio. Así que toda la visión debe interesarnos,
si es que esperamos estar con Él en aquel reinado.
La segunda visión
Los cuatro cuernos y cuatro
artesanos
En la palabra profética los cuernos
simbolizan poderes (Dn.7:7-8, 20, 24; 8:3, 6-7, 20; Ap.12:3; 13:1, 11; 17:3, 7,
12, 16). Como los cuernos de los animales son usados para luchar, dominar y
ganar preeminencia, de igual manera los poderes del hombre se enfrentan unos
contra otros hasta que el más fuerte domina. Los cuatro cuernos en la visión
son cuatro poderes (v.18). En Amós 6:13 está muy bien ilustrado, donde la
palabra poder, literalmente, debe ser
cuernos. Se trata de un Israel
enaltecido que piensa que ha ganado cuernos
por su fuerza, pero el Señor les hace saber que todo fue en vano.
Zacarías, que quiere saber el significado de la visión de los cuatro
cuernos, realiza su segunda pregunta. En respuesta supo que ellos eran los que
habían dispersado a Judá, Israel y Jerusalén (v.19). Al ser una profecía, no
solamente habla de lo que ya existía sino de cosas que habrían de venir. Probablemente
eran las potencias mundiales de Daniel 2:1-49 y 7:1-28. El verbo es la clave de
la interpretación… dispersar. Los
poderes mundiales, desde Egipto, siempre han tenido que ver con Israel, e Israel
había tenido personas de influencia entre ellos para preservar al pueblo.
En este período de la historia de los judíos los cuatro reinos eran muy significativos.
Babilonia había ejercido su poder sobre el mundo, persiguiendo y llevando a los
judíos al cautiverio, y los medos persas habían tomado su lugar. Zacarías y los
judíos vivieron bajo su dominio y, antes de que llegara el Mesías, estarían
bajo los griegos y después los romanos. Con razón, en el tiempo de Jesús, cuando
los judíos estaban bajo el cuarto reino (Roma), esperaban que viniera el Mesías
para librarles de los cuatro cuernos (Dn.2:40-44; 7:7-14). Los que creían que
Jesús era el Mesías quisieron hacerle rey a la fuerza. En los Evangelios leemos
mucho sobre entrar en Su reino, pero para esto, hay que esperar Su segunda
venida. Su reino ahora ha llegado sin “evidencia ocular” (Lc.17:20 griego
literal) y su trono se levanta en el corazón de Su pueblo.
Aparentemente, los cuatro artesanos entran en la segunda visión, porque
ningún comentarista la considera como una visión aparte (v.21). Los artesanos
son levantados por Dios como la respuesta contra los cuernos. Ellos entran para
aplastar a las naciones que han oprimido a Israel. No tenemos que temer a los
opresores. Para cada cuerno Dios tiene un artesano. Dios, de antemano, ha
determinado su fin y ya tiene a su disposición el medio de derrumbarlos.
Los enemigos espirituales son especialistas en atemorizar al pueblo de Dios
en cualquier situación en la que se encuentre. Pero si nuestros ojos pudieran
penetrar la esfera invisible, los veríamos a ellos mismos temblando, aterrorizados
por la gloria de Dios que acompaña a los Suyos. Mi padre, al estar con otros,
tratando de librar a una persona endemoniada, oyó al demonio decir: “No tememos
a vosotros; tememos a ese Ser Brillante que os acompaña”.
Me hace pensar en Isaías 7, cuando dos naciones se asociaron contra Judá.
El corazón de Judá y su rey fueron “estremecidos
como se estremecen los árboles del bosque con el viento”. La palabra de
Dios por medio de Su profeta, Isaías, fue: “Ten
calma y observa: No temas ni te acobardes ante esos dos tizones humeantes”.
Unos versículos después continua: “No se
cumplirá ni sucederá”. Entonces
Dios les hace saber el futuro de estos enemigos: “Será abandonada la tierra por los dos reyes que te hacen temer”. El remedio al que apunta Isaías es
siempre el remedio divino para cada dilema humano: “La virgen quedará encinta y dará a luz un hijo y llamará su nombre
Emmanuel”. Acudimos a Jesús,
Dios con nosotros, y en Él encontramos buenas palabras de consuelo y victoria.
Nada de lo que el enemigo ha forjado contra ti
prosperará.
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2 de enero de 2015, 4:02
amen! :)
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