¿De quién es la imagen en tu vida?
Puedo testificar del sello de Dios sobre
la vida de David desde su juventud. Cuando estudiaba en la escuela cristiana, a
menudo era llamado a la oficina para ayudar a aconsejar a estudiantes con
problemas. Cuando era adolescente el Señor empezó a mover su vida, preparándole
para el futuro. Durante muchos años David vivió en la República de Irlanda y
ganó la reputación de ser un buen maestro dotado de la palabra de Dios. Trabajó
allí con jóvenes, y es notable mencionar una pandilla de ellos que daba
problemas a la policía, pero Dios tocó sus corazones y ellos pusieron la vista
en el cielo. El fruto permanece, e incluso otros miembros de sus familias ahora
pertenecen a Cristo.
David ahora vive en el mismo área de
Vermont, USA, donde su hermano gemelo, Daniel, es pastor de la Iglesia
Cristiana de Swanton. David contribuye con sus valiosas enseñanzas de vez en
cuando. También trabaja en la construcción de casas, lo que quizás explique por
qué “la casa de Dios” en este mensaje le llama tanto la atención. A veces es contratado
como fotógrafo para bodas, y yo quisiera adjuntar unos ejemplos de su
fotografía a este artículo. También, por medio de unas fotos, quiero
presentaros a sus tres hijos.
(pulsa cualquier foto para verla en grande)
Jacob, el menor |
Jared con su guitarra |
Ethan, el futbolista |
¿De quién es la imagen en tu vida?
por
David Brueckner
(tomado
de un mensaje hablado en la Iglesia Cristiana de Swanton)
Marcos 12:16-17 “Y les dijo: ¿De quién es esta imagen y la
inscripción? Ellos le dijeron: De César. Respondiendo Jesús, les dijo: Dad a
César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.”
He gozado “un pastoreo”
sobre este pasaje de la Escritura por algún tiempo. Al encontrar este pasto, he
perdido la cuenta de cuántas mañanas he vuelto a él. He estado comiendo, yendo
a veces a unos versículos más adelante y otras veces a algunos versículos
atrás. Uno tiene que recibir todo el nutriente posible de un pasaje, mientras
Dios le está hablando por medio de ello. Vamos a verlo hoy en su contexto. Me ha
bendecido y espero que te bendiga a ti de la misma manera.
Los enemigos se juntan
Este evento tomó lugar cerca
del fin del ministerio y la vida de Jesús. Aconteció el martes de la misma
semana en que fue crucificado, que fue el viernes. Le restaban tres días para
ello. El enemigo le está atacando con todo lo que tiene; le quiere matar. En un
documental de guerra, a veces se ilustra con unas flechas cuáles son los planes
de un ejército que va aproximándose por un lado; después, con otras flechas, se
demuestra cómo el otro ejército se abalanza por el otro lado. Semejantemente
veo lo que está pasando con Jesús. El diablo le está atacando con todo su
armamento y los ataques vienen de todas direcciones.
En el Evangelio de Lucas (porque
aparece en Mateo, Marcos y Lucas), mi Biblia titula este pasaje “Pagando tributo al César”. Lucas cuenta
que están buscando una manera de matarle, pero no pudieron “porque todo el pueblo
estaba suspenso oyéndole” (Lc.19:48 literalmente se traduce “se asieron de Él, escuchando”). ¿No es
eso lo que debemos hacer… asirnos de las palabras de Jesús?
Una "casa" fría |
Nuestra porción de hoy sigue
inmediatamente después de una parábola, y quiero presentar el contexto para que
veamos bien la situación en la que se encuentra Jesús. Los principales
sacerdotes, los escribas y los ancianos están buscando la manera de prenderle. Cuando
Jesús está en el templo, un grupo se dirige hacia Él por un lado para atacarle.
Fíjate cómo dos grupos que normalmente no se llevan bien, ahora son aliados.
Los fariseos y lo herodianos llegan juntos. Entre ellos tienen una forma muy
diferente de ver las cosas, pero ahora se han unido. Piensan que tienen una
pregunta que Jesús jamás podría contestar sin liarse. Después de ellos, los
saduceos vienen del otro lado para atacarle. Le tienen arrinconado en el
templo, según su plan. Estos líderes son los más elevados en los ojos de los
hombres.
Una cuestión sobre los tributos
Entonces...¿qué hace Jesús?
Vamos a ver, porque eso es lo que es importante para nosotros. “Le enviaron algunos de los fariseos y de
los herodianos, para que le sorprendiesen en alguna palabra” (v.13). ¡Qué
ridículo! ¿Cómo van atrapar a Jesús en Sus palabras? Quien está delante de
ellos es su Creador, llamado el Verbo de Dios.
Al principio le quieren
dorar la píldora: “Maestro, sabemos que
eres hombre veraz, y que no te cuidas de nadie; porque no miras la apariencia
de los hombres, sino que con verdad enseñas el camino de Dios” (v.14).
Ellos saben que Él hablará la verdad y que esto será Su ruina. Si dice que
deben pagar los tributos al César, los fariseos le acusarán por favorecer a
Roma. En cambio, si toma la otra dirección, los herodianos le tendrán atrapado
por no sujetarse al César. Conteste lo que conteste, ellos creen que han puesto
a Jesús en grandes apuros.
He aquí la pregunta: “¿Es lícito dar tributo a César, o no
daremos?” Todo lo que esperan de Jesús es un sencillo “si” o “no”, pero
cuando hay tales preguntas, Él no da la respuesta esperada. En su lugar, les
dará lo que necesitan oír. “Mas él,
percibiendo la hipocresía de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme la
moneda para que la vea. Ellos se la trajeron; y les dijo: ¿De quién es esta
imagen y la inscripción? Ellos le dijeron; De César. Respondiendo Jesús, les
dijo: Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.” Mi
pregunta a través de este mensaje es la siguiente “¿De quién es la imagen y la inscripción en tu vida?”
¿De quién es la imagen y la inscripción
en esa moneda? Pues… de César. Bien, si tiene la imagen y la inscripción de
César, ¡devolvedla a César! Cuando tú inventas un producto, consigues una
patente, lo introduces en el mercado y todo el mundo lo utiliza, recibes los derechos,
porque tú lo has hecho. Tú tienes la patente y el producto tiene tu marca. Es
tuyo y a ti pertenecen los créditos por haberlo inventado. ¿Es ésta la moneda
de César? Entonces, dásela.
Dad a Dios lo que es Suyo
La obra de Dios en el otoño de Vermont |
Sin embargo, la parte más
importante de este encuentro, y en lo que quiero que nos fijemos, es la frase siguiente:
“Y a Dios lo que es de Dios”. ¡Cuántas veces hemos leído esto y todo
lo que sacamos de la historia es que Jesús está hablando de dinero y tributo!
Pero si te fijas en este versículo en medio de su contexto, verás mucho más.
Jesús no vino a la tierra para tratar con César. Él se preocupa con los
negocios de Su Padre y está mirando en la dirección de la casa de Dios. Repito…
la cuestión para nosotros ahora y lo que debe penetrar en nuestro corazón es lo
siguiente: ¿De quien es la imagen y la
inscripción sobre mi vida?
Desde el mismo comienzo de
la revelación divina, Dios habló, creó y dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (Gn.1:26).
Por eso, cada uno de nosotros, sólo por el hecho de haber nacido de la raza
humana, estamos sellados con una imagen. Es la imagen de Dios. Dijo un
comentarista: “Estamos más relacionados con Dios que con cualquiera de Sus
criaturas”. La evolución ve el asunto de otro modo y nos dice que somos como
las criaturas.
La verdad es lo que dijo el
comentarista; podemos conocer a Dios, porque nos hizo en Su imagen. Cristiano o
no, salvado o no salvado, todos llevamos la imagen de Dios y estamos sellados
con ella. Él es el Alfarero y nosotros el barro. No tiene la obligación de
contestar nuestras preguntas, porque Él es el Soberano.
¡Esta es Mi Casa!
Fijémonos otra vez en el
contexto, mirando un capítulo atrás. El domingo, dos días antes, Jesús había
entrado en Jerusalén montado en un pollino. Muchos tendieron ramas de los
árboles y sus mantos en el camino para que Jesús pasara encima, en una entrada
triunfal. Al día siguiente, el lunes, volvió al templo y lo purificó
plenamente, echando fuera a los cambistas de monedas. Es difícil imaginar todo
lo que aconteció en esta ocasión, porque la multitud era muchísima y Jesús estaba
expulsándolos a todos. Él no tolera ni permite que ninguna mercancía pase por el
atrio del templo.
Quizás hayas visto un
partido de baloncesto, en el que todos los aficionados presentes en su propia cancha
están eléctricos. El equipo visitante corre con la pelota y la estrella del equipo
tira a canasta, entonces el defensor más grande del equipo de casa salta y, poderosamente,
golpea el balón en el aire y la lanza entre los espectadores. El gigante hincha
el pecho y con un rostro feroz grita al tirador: “¡JAMÁS EN MI CASA!”
Esto es lo que Jesús está
demostrando en esta escena… “¡Jamás en mi casa! ¡Escrito está, Mi casa será llamada casa de oración para todos las
naciones, mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones!” (11:17). Viendo
el contexto no es difícil percibir la razón de por qué se levanta la oposición
entre los principales sacerdotes y los maestros de la ley, que buscan matarle
(11:18).
Jesús no vino a este mundo
para tratar los asuntos del César. Era la condición de Su casa, la que provocó Su
ira, y este era el asunto que estaba tratando. Él hizo la tierra sobre la que
el templo fue construido y Él formó las piedras con las que fue edificado. Por
derecho es Su casa, porque Él es el Arquitecto. ¿No dio Él las instrucciones
para todo su mobiliario e instrumentos, cómo hacerlos y dónde colocarlos, desde
el día del tabernáculo en el desierto? ¿No es esta Su casa?
Sin embargo, el pueblo judío
se había alejado mucho del lugar en el que deberían estar. Dios le había
apartado y formado para Sí mismo, empezando con un individuo llamado Abraham. Por
medio de esta nación, Él iba a propagar Su palabra, para que todo el mundo la
escuchara, y quiere que Su pueblo sea puro y santo, viviendo de acuerdo con esa
palabra. Quiere que todo niño que nazca entre ellos se prepare para su Mesías
venidero.
A esta nación Suya vino
Jesús, en cumplimiento de las profecías, pero no le recibieron. Ellos deberían
ser los más preparados, de entre todas las naciones del mundo, para recibir a su
Mesías. En su carta a los Romanos, dijo Pablo: “¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? Mucho, en todas maneras. Primero,
ciertamente, que les ha sido confiada la palabra (los oráculos) de Dios” (Ro.3:1-2). Ninguna otra
nación la tenía. Sin embargo, el fariseo, a los 12 años de edad, ya tenía
memorizados los libros de Moisés. Estos líderes deberían tener a la gente
preparada para que, al venir Jesús, le hubieran recibido.
No hace falta que Jesús contesta las
preguntas del hombre
Era el martes cuando
levantaron este ataque. Ellos pidieron las credenciales de Jesús, quién le
había dado Su autoridad. −¿Quién
eres para decir que la casa es Tuya? Hemos estado involucrados con el templo
desde nuestra juventud y tenemos las cosas ordenadas como nos gustan. Y ahora
vienes Tú, volcándolo todo, diciendo que la casa es Tuya. "¿Quién
te dio autoridad para hacer estas cosas?” (Mc.11:28)−.
Me encanta oír cómo Jesús
trata estos asuntos, y dice: “Os haré
también una pregunta” (11:29). No hace falta que Él conteste a sus
preguntas, como no hace falta que conteste a las nuestras tampoco. Podemos
pasar toda la vida persiguiendo cosas que no son importantes. Como Saúl con David,
que cuando le persiguió porque estaba celoso y no quería que David fuese el
siguiente gobernante, David le dijo: “¿Tras
quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién persigues? ¿A un perro muerto? ¿A
una pulga?” (1 S.24:14). Saúl, teniendo
todos los recursos del reino los utilizó para perseguir a una pulga, y los
fariseos, con su gran celo, van tras Jesús con sus preguntas. Nosotros también
tenemos muchas preguntas que no necesitan respuesta.
Cuando Josué se preparaba para
una gran batalla, con la espada en la mano, se encontró con el Capitán del ejército
del Señor y le preguntó con quien estaba. El Señor no tenía por qué contestar
esa pregunta, porque Él era Soberano en esa situación… “quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo” (Jos.5:15).
En otra ocasión, Pedro quiso saber de Juan, pero Jesús le hizo saber que no tenía
que ver con él. “Tú, sígueme” (Jn.21:22).
Queremos meternos en los asuntos que Dios está haciendo en las vidas de otras
personas, pero eso no nos toca a nosotros.
Dios es soberano sobre Su
casa. Es Suya, pero los judíos no querían reconocerlo. No lo pueden reconocer.
La pregunta respeto a César no es el asunto que importa, sino estar seguros de
dar a Dios lo que es Suyo. ¡Dale tu vida! ¿No le pertenece? Quiero que notes
que estás respirando en este momento y lo has estado haciendo desde que respiraste
la primera vez al nacer. La única razón por la que permanecemos es porque
seguimos respirando… y ni siquiera lo pensamos, pero cada respiro es una dádiva
de Dios. Él es el Dueño de nuestro aliento, porque se lo dio a Adán en la
creación. ¿De quién es la imagen en tu vida? Es la de Dios… ¡devuélvesela a Él!
Todo le pertenece a Él.
Una viña y una Piedra de ángulo
Ahora entramos en el capítulo
12. Jesús empieza a hablar a los principales sacerdotes, a los escribas y a los
ancianos… “los hombres importantes”.
Les da una parábola sobre una viña que arrendó a los labradores, y ellos
golpearon a los siervos enviados de parte del dueño de la viña. Para no gastar
tanto tiempo y espacio, solo explicaré que Dios envió a sus profetas al pueblo
y ellos fueron maltratados y matados. Es una parábola dirigida directamente
contra estos hombres. El tiempo ha llegado para el cumplimiento de todas las
cosas; Jesús está aquí y en tres días le van a matar. Va a ser crucificado como
dice la parábola… le echaron fuera de la viña (v.8).
Cómo ellos sabían que la
parábola estaba dirigida directamente contra ellos, le atacaron con estas
preguntas. Ellos sabían que la viña representaba el pueblo de Israel,
especialmente Jerusalén. No es una interpretación mía. ¿Cómo sabían que les
estaba acusando? Fíjate en Isaías 5:1-3, “El
cántico de la viña”. Son las mismas palabras que en la parábola de Jesús.
Dios dice en los versículos 4 y 5: “¿Qué
más se podía hacer a mi viña, que yo no haya hecho en ella?... Os mostraré,
pues, ahora lo que haré yo a mi viña”. ¿Ves?, es de Él. La despedregó y la
plantó; edificó una torre y un lagar. ¿Acaso tiene Él la culpa por la maldad
que la sobrevino? ¿Podemos culpar a Dios por cualquier cosa? Las personas se
enfadan con Dios y se amargan, porque Dios no hace las cosas de la manera que
ellos quieren que las haga.
La viña fue edificada y
preparada para Su retorno, y tenemos al Hijo, ya en medio, acercándose al fin
de Su ministerio terrenal. Están a punto de matarle. No tendrían ni una uva si
Dios no hubiera plantado la viña, pero ahora no quieren dar al Dueño ni una sola
uva por todo lo que ha hecho. Nosotros no tendríamos aliento si Dios no lo
hubiera insuflado en nosotros. Nos hizo a Su imagen, y cuando estábamos
esclavizados por otro, nos compró con su sangre, a través de Su muerte en la
cruz.
Si Israel rechaza su Piedra
del ángulo, perderán su nación. Si nosotros no tenemos una Piedra del ángulo,
nuestro edificio no permanecerá. “El que
cayere sobre esta piedra será quebrantado; y sobre quien ella cayere, le
desmenuzará” (Mt.21:44). Él tiene que ser la Piedra del ángulo, o si no, su
nación les será quitada y arruinada. Jesús pronunció algunos “ayes” feroces sobre ellos en Mateo
23:13-36, pero después de todo, Él declaró a la viña cuales eran Sus
intenciones: ¡Jerusalén, Jerusalén, que
matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¿Cuántas veces
quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las
alas, y no quisiste!” (v.37)
Entonces Él dice: “He aquí vuestra casa os es dejada
desierta” (v.38). ¡Vuestra casa!
¿No hemos dicho que Jesús vino para Su casa? Sin embargo, si no quieren que Él
more allí, bien, entonces les será dejada a ellos. − Ya es vuestra casa−,
les dice.
Dios es el Dueño legítimo
porque Su imagen está sobre nosotros. Le pertenecemos y Él quiere lo mejor para
nuestras vidas. Si le damos nuestra vida entera, todo lo que somos, ¿qué
perderemos? Él nos hizo desde un principio y, ¿qué más puede hacer para Su
viña? Él dijo en la cruz: “Consumado es”…
nos creó y dio Su vida para salvarnos. Somos suyos y nuestros cuerpos son Su
templo. ¿Es Su casa o es nuestra?... si demandamos nuestros derechos, entonces nuestra
casa nos será dejada… ¡desierta! Él será
la Piedra del ángulo o será la Piedra demoledora. Su imagen está sobre nosotros
y le pertenecemos a Él. “Dad a Dios lo
que es de Dios”.
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