La restauración por medio del juicio
No vamos a escribir toda la
porción de la Escritura en este artículo. Espero que tengas la Biblia abierta y
me sigas al intentar una lección expositiva. Este estudio incluye lo que la
Biblia dice sobre el embrión o el feto. Y te dará información sobre un gusano,
llamado carmesí, que es bastante interesante.
2. Un estudio expositivo de Isaías,
capítulo 1, versículos 10-31
El Señor Dios nunca acepta
la religión practicada de forma ritualista sin que esté involucrado el corazón.
Isaías, primeramente, enfrenta a los gobernantes de Israel en el nombre del
Señor y les compara con los líderes de la antigua Sodoma, ya desaparecida
(v.10). Son semejantes e, igual que ellos, están camino a la extinción. Su
pueblo, excluyendo al remanente, es como la población de Gomorra, y Dios le
revela el disgusto que siente por sus sacrificios (v.11).
Sacrificios, asambleas, y oraciones numerosas
La evaluación del Señor
sobre su religión tuvo que ser un choque para ellos. A pesar de que habían
estado sacrificando gran cantidad de animales, Él les dice que eran inútiles
para Él. Dios nunca se impresiona con la cantidad; siempre mide las cosas según
su calidad. En los días de Isaías les habló de sus múltiples sacrificios:
holocaustos de carnero, el sebo de animales gordos, bueyes, corderos, cabras e
incienso. El Señor sigue viendo las cosas a Su manera al juzgar el estado de la
iglesia. No da valor a la cantidad de dinero, a los edificios hermosos ni a
materiales sofisticados y costosos.
Ahora, Dios no está
amonestándoles por adorar a otros dioses en los lugares altos, sino por ofrecer
un sacrificio legalmente correcto en el lugar correcto. Es típico de Isaías referirse
a una adoración legítima, pero superficial. Por esta razón, Isaías es citado
muchas veces en el Nuevo Testamento. Por ejemplo, Jesús dijo: “Hipócritas, bien profetizó de vosotros
Isaías, cuando dijo: Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos
de mí. Pues en vano me honran…” (Mt.15:7-9).
Isaías continuó
escribiendo acerca de sus asambleas mensuales y semanales, y sus festivales y
fiestas, que fueron gravosas y abominables para Dios. Él acusaba al pueblo de “hollar mis atrios” (vs.12-14) y
aborrecía su religiosidad; no la podía sufrir más. “Son iniquidad vuestras fiestas solemnes”, dijo. La fiesta solemne se refiere al gran día de las fiestas… el día más
sagrado, al que describe como iniquidad. ¿Has
considerado tú, como lo he hecho yo, cuando el Señor mira desde los cielos a Su
iglesia, como ve las varias actividades, incluso la reunión del domingo por la
mañana? La congregación se relaja en sus asientos y disfruta de los talentos de
los hombres, pero ni siquiera espera una demostración del poder de Dios (2Ti.3:4-5).
El programa está organizado hasta el último minuto, dejando a la gente salir
con bastante tiempo para comer y divertirse el resto del día. ¿Estamos
convencidos de que Él aprueba lo que hacemos, si la manera en que pasamos las
horas evidencia que amamos los placeres más que a Dios?
Cuando levantan sus manos
en la oración, Él cierra sus ojos y oídos: “Cuando
extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando
multipliquéis la oración, yo no oiré” (v.15). Es difícil entender por qué añadían
más tiempo a la oración, cuando en verdad no esperaban una respuesta. En
realidad, hacen bien en no esperarla porque Dios no va a responder. Incrementar
la oración no es aceptado, como tampoco lo es el número de sacrificios ni sus
días de adoración, por tener las manos cubiertas de sangre. Quizás la
culpabilidad por derramar sangre sea metafórica, en parte, refiriéndose a la
práctica de no hacer justicia a la gente maltratada, ya que incluso en casos de
homicidio, los jueces, por conveniencia, cierran los ojos.
En la historia de
Inglaterra y América, personas autodenominadas ‘cristianas’ estaban
involucradas en el tráfico de esclavos. Dios acusaba a los israelitas por ofrecer
a sus hijos a Moloc, matándoles y quemándoles en el valle de Hinom, fuera de
Jerusalén (Je.7:31; 32:35). Lo leemos y exclamamos espantados: “¡Qué horror!”
Un momento… en el siglo XX y XXI, millones de madres y padres han matado a sus
hijos inocentes practicando el aborto, y miles de doctores y enfermeras, de
múltiples maneras, han sido cómplices en estos actos. Los gobernantes también
son culpables por legalizar el crimen, y las personas que han votado para que
tales personas lleguen al poder, también tienen que admitir que sus manos están
manchadas de sangre.
Cuando vivíamos cerca de
Dachau, Alemania, llevábamos a quienes nos visitaban desde otros lugares, a ver
el campo de concentración. Allí se puede ver un documental sobre las
barbaridades que se llevaban a cabo dentro de esos muros. Casi terminando la
película, cuando entra el ejército americano de liberación, por orden del
General Eisenhower, se ve cómo hacían entrar en el campo a los ciudadanos de
Dachau y pasar por el edificio donde estaban los hornos crematorios. A cada
lado de los hornos había habitaciones llenas de cadáveres esperando ser
quemados. Por el hedor, podías ver a la gente cubriéndose la nariz con un
pañuelo. La razón por la que les hizo ver esa terrible escena era para que les quedara
grabada en sus memorias y despertarles a la realidad que estaba aconteciendo
tan cerca de sus hogares. Hitler trató a esas personas, asesinadas por su raza,
como algo menos que seres humanos. Desde entonces la historia ha visto a Adolf
Hitler como un perro rabioso, siendo perfectamente digno de tal infamia.
Sin embargo, las
atrocidades de Hitler no pueden compararse, en número, con la masacre cometida
a inocentes no nacidos en nuestro siglo. “¿Son estos fetos en verdad nenes?”,
nos preguntamos. Recuerda la justificación, ya mencionada por Hitler, al matar a
millones de personas, mayormente judíos. También los traficantes de esclavos
africanos intentaban argumentar que la gente negra eran seres sin alma. Si eres
cristiano y crees la Biblia, para ti no cabe duda de que el niño que está en el
seno de su madre es un ser humano.
Fíjate como Jeremías
cuenta su llamamiento desde antes de nacer: “Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te
santifiqué, te di por profeta a las naciones” (Je.1:5). Jeremías tenía ADN
de profeta antes de nacer. David también escribió de sus principios en el seno
de su madre: “Porque tú formaste mis
entrañas, Tú me hiciste en el vientre de mi madre… No fue encubierto de ti mi
cuerpo, bien que en oculto fui formado… Mi embrión vieron tus ojos, y en tu
libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin
faltar una de ellas” (Sal.139:13,15,16). Escucha la profecía de la boca de
un ser celestial acerca de Juan Bautista: “Y
será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre” (Lc.1:15),
y después, el testimonio de su madre: “Exclamó
a gran voz… tan pronto como llegó la voz de su salutación a mis oídos, la
criatura saltó de alegría en mi vientre” (Lc.1:42,44). Yo también puedo
testificar que existo porque mi madre, arriesgando su vida, rehusó abortar. Yo
creo que no debemos considerarnos superiores a los judíos del tiempo de Isaías
que tenían sus manos llenas de sangre.
El escape
Habiéndoles diagnosticado
su condición espiritual, el Señor les señala la manera de poder salir de su
dilema (v.16-17). Esta es una característica constante de Dios en Su trato con
la gente. El diablo abandona a sus víctimas heridas, recreándose en su propia
sangre, sin preocuparle su bienestar o futuro. El Espíritu Santo, al traer
convicción de pecado, demostrará al pecador o al santo caído, la luz que hay al
otro lado del túnel, sin importar cuan oscuro pueda ser en el momento. Existe
un remedio y una fuente donde poder lavarse de sus impurezas.
El Señor llama a Su
pueblo, a los que están dispuestos a enfrentar la verdad y escuchar la Palabra
de Dios, a Su trono de justicia... “Venid
luego, dice Jehová, y estemos a cuenta” (v.18). La limpieza y la vida nueva
siempre vienen por aplicar la Palabra a la persona. Pedro dice: “Siendo renacidos, no de simiente
corruptible, sino de incorruptible, por
la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1 P.1:23). Dios
lleva las cosas a una conclusión positiva, pero el individuo tiene que estar
dispuesto a despertarse a su situación.
el gusano carmesí |
Hay una transformación y
una fuente limpiadora al alcance, por lo cual podemos ser hechos aceptables a
los ojos del Señor. Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, la manera
de obtener la salvación de Dios es más que por ser perdonado solamente. El
pecador también tiene que ser purificado y nacido de nuevo, por medio del
arrepentimiento y la gracia. “Dejad de
hacer lo malo; aprended a hacer el bien” (vs.16,17). Los que son manchados
con pecados como la grana o rojos como el carmesí, serán emblanquecidos como la nieve o la lana
(v.18).
Al hablar de carmesí,
Isaías no se está refiriendo a un color rojizo, sino a un pequeño gusano que
existía en su día. La hembra elige un árbol muy específico, un roble, llamado kermes, y sube a él. Cuando lo hace sabe que jamás bajará vivo. Va al árbol para dar a
luz a hijos, pero para hacerlo, tiene que morir. Se adhiere tan fuertemente al
árbol que es imposible removerlo sin matarlo. Allí pone sus huevos y los
protege debajo de su cuerpo.
un árbol permanentemente manchado |
Al salir los gusanitos de los huevos, la hembra segrega
un líquido rojo, cubre a los pequeños, y deja una mancha roja en el árbol. ¡Nunca se destiñe con el paso del tiempo! Los pequeños comen del cuerpo vivo de
su madre. Al morir, después de tres días, el líquido puede ser extraído y usado
como tinte. Fue usado, por ejemplo, en la vestimenta del sumo sacerdote y en el
tabernáculo. Al cuarto día, el gusano mismo, ya no es rojo, sino tan blanco
como la nieve. Su cuerpo se convierte en algo parecido a la cera, que se puede
usar para preservar la madera. También es utilizado como medicina para
fortalecer el corazón.
tela teñida carmesí |
Una cosa más sobre este gusano…, cuando es aplastado,
emite una fragancia muy agradable. Debemos tomar un poco de tiempo para meditar
sobre esta alegoría que nos apunta hacia Cristo y Su cruz. Podemos ver
claramente que, desde el capítulo uno, Isaías se está refiriendo a la cruz
donde está el remedio para los pecados de Israel y los nuestros, por muy
terribles que sean.
Jesús predicó, “Arrepentíos y creed en el evangelio” (Mc.1:15).
Isaías dijo, Si quisiereis y oyereis,
comeréis el bien de la tierra; si no quisiereis y fuereis rebeldes, seréis
consumidos a espada” (v.19-20a). Elige uno o el otro; no hay terreno por en
medio. El alternativo es la destrucción. “Porque
la boca de Jehová lo ha dicho” (v.20b).
Los pecadores no son más
que pecadores, y lo que Isaías nos ha dicho es un mensaje sencillo para ellos.
No tienes que dividirles en categorías y buscar a un especialista para cada una
de ellas. La verdad simple es que él ha pecado contra un Dios santo y necesita
ser lavado. Hay dos caminos delante de él y tiene que elegir, o uno o el otro;
y dos resultados: comer el bien de la tierra o ser consumido a espada.
La degeneración
Isaías sigue con una serie
de lecciones sobre la degeneración, que es un proceso que ocurre con el tiempo.
Esta lección nos enseña que los días pasados eran mejores, pero que poco a poco
la sociedad de Israel se fue degenerando. La primera lección tiene que ver con
la infidelidad: “¿Cómo te has convertido en ramera, oh ciudad fiel?” Ha dejado los
votos del matrimonio con su Marido celestial y ha amado a otros. No importa si
lo que ama es una cosa buena o mala; todo lo que te hace dar la espalda a Dios es
Su enemigo. Santiago declara: “¡Oh almas
adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios?” (Stg.4:4).
La segunda lección es sobre la injusticia:
“Llena estuvo de justicia, en ella
habitó la equidad; pero ahora, los homicidas” (v.21). La injusticia
significa no cuidar al pueblo y, como consecuencia, es calumniado, difamado,
robado y herido. La injusticia al final llega a ser el homicidio. Ignorar los
apuros del desafortunado es aborrecerle, y aborrecerle significa matarle.
La tercera lección enseña
sobre bajar los estándares. “Tu plata se ha convertido en escorias”. Los estándares se degeneran hasta que
todo es tolerado y la inmoralidad es tan fácilmente aceptada como la moralidad,
hasta que todo vale. La cuarta lección tiene que ver con una piedad aguada: “Tu vino está mezclado con agua” (v.22). La riqueza del vino,
representando la obra del Espíritu Santo, ya no es esencial, y el pueblo está
satisfecho con lo que el hombre puede hacer… es decir, con las posibilidades
humanas. “Tendrán apariencia de piedad,
pero negarán la eficacia de ella” (2Ti.3:5).
Ahora Isaías nos lleva al
mundo político, donde los gobernantes son compañeros de los ladrones (v.23).
Creo que puedo decir que los políticos son iguales en todo el mundo. Antes los
llamábamos siervos públicos, pero
ahora están influenciados por los que colaboran con ellos financiando sus campañas
electorales, y por los cabilderos, que les presionan continuamente para
conseguir sus propios intereses. El gobierno pierde su propósito y se hace
opresivo. ¿Sigue la iglesia esta misma dirección? Bueno, he sabido de un pastor
que, por haber contribuido con la mayor parte de las finanzas para la
construcción del edificio de la iglesia, pudo formar una constitución por la
cual adquirir el derecho a tener la última palabra en cualquier desacuerdo. Su
último acto como pastor fue cerrar la puerta de la iglesia y dejar a las ovejas
abandonadas, teniendo que buscar pastos donde poder alimentarse.
El juicio trae resultados sanos
Hablando por medio de
Isaías, el poderoso Dios de Israel se declara el Dios de la venganza (v.24). Un
antiguo proverbio dice, la venganza es
dulce, y en las manos de Dios es así. Pablo nos enseña cual debe ser la
actitud correcta sobre la venganza: “No
os venguéis vosotros mismos, amado míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” (Ro.12:19). Esta
no es la enseñanza popular de nuestros días, pero es totalmente la enseñanza
del Nuevo Testamento. El Dios del Antiguo Testamento es el mismo Dios del
Nuevo.
El juicio caerá sobre
todos los hechos y hábitos malignos en Israel (v.25), pero verás que tendrá un
efecto sano sobre su sociedad. La justicia será restaurada. Verdaderos jueces tomarán
sus asientos en las salas de justicia, y los que aconsejan a los que gobiernan
harán lo que Dios siempre ha querido (v.26). La ciudad de los intereses de
Dios, Sion, se volverá de su prostitución, injusticia y falsedad, cosas
adquiridas con el tiempo (v.27). Los que se han arrepentido bajo la dura mano del
juicio se encargarán de los asuntos del gobierno. La oposición, es decir, los
que han resistido el movimiento del juicio de Dios, será aplastada. La
tendencia hacia la degeneración será detenida y vendrá la restauración (v.28).
Ahora vamos a aprender de
la actitud de los penitentes y ver lo que es estar verdaderamente arrepentido. “Entonces os avergonzarán… os afrentarán…” (v.29).
Bienaventurada sea la vergüenza que resulta por tener los ojos abiertos para
poder ver las cosas correctamente. La ceguera del engaño dará lugar a la luz de
la verdad y el pueblo verá que lo que pensaba que era tan maravilloso, en
verdad era una falsificación (vs.30-31). Estará avergonzado por haberse
involucrado en ella. Lo que parecía tan fresco y lleno de vida, resultará seco,
sin agua. Lo que parecía tan fuerte e indestructible, resultará ser leña,
combustible para el fuego. Esto es lo que Dios hará por Su pueblo para su
propio bienestar. Si en la historia de la iglesia fue necesario que los ojos
ciegos fueran abiertos y el engaño del éxito y crecimiento fuese claramente
manifestado, también es necesario en los días en que vivimos. ¡Que Dios haga
que la verdad triunfe hoy en día!
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