El milenio
3. Un estudio
expositivo de Isaías, capítulo 2
Sabiendo que ha habido, y sigue habiendo, buenos cristianos que
no creen en el milenio literal, tengo la convicción de que cada cristiano
verdadero debe creer literalmente en
el reinado de Cristo junto con Sus santos, sobre la tierra durante mil años. Antiguamente
hubo muchos que no lo creyeron, y puedo entender cómo llegaron a tal
conclusión, ya que en su día no existían las señales que tenemos hoy. Jonathan
Edwards, un gran teólogo, al escribir a otros líderes cristianos en el Siglo
XVIII, dijo que sería imposible establecer una exactitud profética hasta que la
iglesia llegara más cerca del tiempo de la segunda venida de Cristo. Quizás estaba
sintiendo la misma frustración que Daniel al llegar al fin de su libro: “Yo oí,
mas no entendí. Y dije: Señor mío, ¿cuál será el fin de estas cosas? Él
respondió: Anda, Daniel, pues estas palabras están selladas hasta el tiempo del fin” (Dn.12:8,9).
Aún el gran intelecto de Edwards no pudo captarlas.
Sin embargo, una señal grande y clara que apareció a principios
del siglo XX, impresionó a tales hombres como, J. C. Ryle y C. H. Spurgeon, y
les hizo hablar del cumplimiento literal de Ezequiel 37. Este capítulo, escrito
hace 2500 años, y muchas otras profecías del Antiguo Testamento, declaraban que
los judíos regresarían a su tierra prometida y serían auto-gobernados. Estos
acontecimientos marcarán la preparación para el reino literal de Cristo desde
Jerusalén: “He aquí, yo tomo a los hijos de Israel de entre las naciones a las
cuales fueron, y los recogeré de todas partes, y los traeré a su tierra y los
haré una nación en la tierra” (Ez.37:21-22). Este movimiento masivo ya había
empezado a principios del siglo XX, pero el 14 de mayo de 1948 ¡Israel se declaró
una nación soberana! Ese día, la teoría del reemplazo (asumiendo que la Iglesia
ha desplazado a Israel) debería haber sido totalmente echada por tierra junto a
todas las demás teorías que mantenían que el cumplimiento de tales profecías
fuera espiritual y no literal.
Me asusta escuchar la escatología difusa y etérea de
Postmilenialismo y Amilenialismo sobre la profecía clara y precisa de
Apocalipsis 20, como también el pasaje que tenemos delante, en Isaías 2, entre
muchos más (para tener un estudio básico sobre las tres posturas del milenio,
puedes ver un artículo en elarrebatamiento.com/MILENIO.htm, y elarrebatamiento.com/MILENIO1.htm).
Si los que mantienen estas posturas fueran tan liberales e imprecisos con las
profecías sobre la primera venida de Cristo y las doctrinas de la salvación, la
creación, la trinidad y la resurrección, les tendríamos que llamar herejes. Si
interpretáramos la revelación bíblica sobre el cielo de la misma manera, ¿cómo
podríamos estar seguros de que el cielo es literal? Las sectas falsas no están
más lejos con sus doctrinas particulares, aunque debo aclarar que sus falsas
doctrinas tienen que ver con cosas mucho más esenciales. Sin embargo, el
Postmilenialismo y Amilenialismo, en diferentes maneras, nos enseñan que es
posible que ahora estemos en el milenio. No puedo imaginar puntos de vista más
desalentadores y ridículos. Si estamos en el milenio y el diablo está en el
abismo, atado y sellado, entonces ¿cómo puede ser que “los malos hombres y los
engañadores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados” (2 Ti.3:13)?
El gozo de esperar al milenio
Siento pena por los que niegan el milenio literal. Se han
alejado del gran gozo que la Biblia ha provisto para ellos. En la iglesia de mi
juventud cantaban esta alegre canción:
“Oh, Jesús vendrá al mundo otra vez.
Sí, Jesús vendrá al mundo otra vez.
Satanás será atado, ningún daño ya hará
Cuando Cristo venga al mundo otra vez”.
Desde el tiempo de Adán, el mundo se ha tambaleado como un borracho
bajo el gobierno del hombre. ¿Se equivocó Dios al crear algo que ha producido
caos casi desde un principio? ¡Ah no! El mundo conocerá la paz, la justicia, y
el gozo bajo el gobierno del último Adán, el Hijo de Dios, el Dios/Hombre.
Seremos testigos de la sabiduría de Dios en este planeta durante mil años, en los
cuales Él estará proclamando a hombres y ángeles que, “la creación no fue un
error… Ahora estáis viendo Mis perfectos propósitos, que nunca son frustrados;
son las cosas que he planeado desde el principio. Por medio de la restauración
de todas las cosas, he llevado a la creación hacia la perfección. ¡Este es Mi
Hijo amado, en que tengo complacencia!” Sus propósitos nunca sufrirán derrota
ni retraso; en todos los tiempos ha estado marchando adelante para llegar a
este fin.
La primera referencia de Isaías al
milenio (fíjate también en Miqueas 4:1-3)
Ya, en el capítulo 2, Isaías ve en una visión a un Israel
restaurado y a una población mundial que está hambrienta por aprender de la
boca del Mesías de Israel (v.1). Él lleva al lector serio a los últimos
tiempos, al monte Sion, la pequeña colina sobre la cual fue edificada la ciudad
de David, que entonces será exaltada sobre el monte Everest, el McKinley, y
todas las majestuosas cimas de todo el mundo (v.2). Es la manera de Dios de tomar
lo que es modesto e insignificante y coronarlo con gloria y honor, ¿no es así?
En el milenio, el monte Sion será el atractivo principal del planeta.
Sobre cada continente, desde el este hasta el oeste, de norte a
sur, el tema principal de las conversaciones se centrará en el monte Sion de
Jerusalén, donde Cristo habrá venido a Su casa y se habrá sentado en Su trono. Las
gentes se dirán felices, el uno al otro, “Venid, y subamos al monte de Jehová,
a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus
sendas” (v.3). ¡Imagina el gozo y el asombro, amigo mío, de un mundo hambriento
y sediento de justicia; de un Cristo soberano, tomando Su lugar merecido en
esta tierra! Él juzgará con una justicia perfecta; las guerras terminarán. El
caos por el reinado del hombre pasará (v.4). La casa de Jacob rodeará ese trono
y todo Israel será salvo a andará en la luz del Señor (v.5).
La segunda venida de Cristo es la esperanza y el futuro de
Israel y las naciones. La primera venida requería ojos espirituales para ver la
gloria de Jesús de Nazaret, el Hijo legal del carpintero de aquel lugar. Después,
regresará en majestad y poder, y todos le observarán. Bien podría, el remanente
de Judá en el tiempo de Isaías, esperar su futuro prometido, y la iglesia de
hoy en día puede recitar en una oración ferviente: “Venga tu reino, hágase tu
voluntad en la tierra, así como en el cielo” (Mt.6:10). Antes, en el reloj
profético, las oraciones de todos los santos (en Ap.8:3-5) subían ante Dios con
incienso desde el altar del cielo. Después, cuando Cristo se siente en Su
trono, serán contestadas definitivamente.
La gloria es dada a Dios por medio de la
humillación del hombre
La historia de Israel ha sido muy triste, porque la influencia
del mundo y el infierno han causado su abandono de Dios, desde el tiempo de los
Césares hasta el de Hitler (v.6). Han pedido prestada la impiedad del oriente,
de los filisteos y de los extranjeros, porque codiciaban el oro y la plata.
Habían servido a Mamón, el dios de este mundo presente, que es la raíz de toda
maldad, y Mamón les ha recompensado con los ídolos de tesoros terrenales (v.7),
caballos y carros. Ellos han adorado las capacidades, los talentos y la astucia
del hombre natural, y han abandonado al Dios omnipotente (v.8). Por eso, Dios les
ha juzgado con justicia y les ha abandonado.
Ha retenido Su perdón, y los grandes y pequeños han caído bajo
la maldición. En su historia se han refugiado en Dios; ahora están
escondiéndose de Él. “¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” (He.10:31),
avisa el escritor de Hebreos en el Nuevo Testamento. Más que cualquier otro
género de pecado, Dios aborrece el orgullo y la arrogancia de los hombres. Dios
solo es exaltado (vs.9-11) al tratar
con su orgullo y dejarles humillados. Isaías mira hacia el futuro y ve la
provisión de la salvación, obrado solamente por Su propia obra en la cruz. Por
eso, los pecadores son humillados profundamente hasta llegar a un
arrepentimiento total. Después, pueden recibir la salvación ofrecida solamente
por la gracia inmerecida, “para que nadie se gloríe” (Ef.2:9).
El Terror del Señor
Observa ahora la simbología de lo que es alto y erguido, la
misma representación que da el profeta Zacarías, bajo la misma unción inspirada
del Espíritu Santo: “Aúlla, oh ciprés, porque el cedro cayó, porque los árboles
magníficos son derribados. Aullad, encinas de Basan” (Zac.11:2). Si Dios va a
recibir la gloria merecida a Su nombre (v.12), ninguno puede quedarse derecho.
Él aborrece el orgullo, “a fin de que nadie se jacte en su presencia” (1
Co.1:29). Puede que estés en Su presencia con tus manos alzadas, pero nunca
darás la gloria a Dios verdaderamente hasta que estés humillado bajo Su poderosa
mano.
Los cedros de Líbano, las encinas de Basán, los montes altos y
los collados que se elevan, representan la arrogancia natural del corazón del
hombre caído (vs.13-14). La torre alta, el muro fuerte, las naves de Tarsis, y
las pinturas preciadas, representan las obras orgullosas del hombre (vs.15-17).
Por esta razón, la salvación no puede ser por medio de obras. El juramento de
Dios consiste en repetir las mismas palabras, confirmando así una palabra a la que
no hace falta confirmación... es decir, la palabra de Dios. En estos versículos
repite, poniendo en vigor, dos cosas
inmutables, por las cuales es imposible que Dios mienta… la palabra y la
repetición (vs.11,17).
La idolatría es todo lo que el hombre imagina contra la verdad
de Dios; tanto si sólo se forman en su
mente como pensamientos, o si se llevan a cabo por sus obras. Por eso, el
apóstol Pablo exhorta a los cristianos… “derribando argumentos y toda altivez
que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo
pensamiento a la obediencia a Cristo” (2Co.10:5). Si no lo hacemos, se
desmoronarán y serán aplastados “por el resplandor de su majestad, cuando se
levante para castigar la tierra” (vs.18-21).
¿Quién, entre el pueblo de Dios ahora, conoce “el Terror de
Jehová”? (versión Biblia Textual, v.10). La palabra hebrea utilizada en los
versículos 10, y repetida en 19 y 21, es más fuerte que la palabra normal para temor. La mejor traducción es la que viene
en la Biblia Textual, porque la escena descrita en el versículo 19 es un pánico
causado por el terror. Los hombres huyen y se esconden del castigo de Dios,
exactamente igual que lo harán delante del terremoto del sexto sello en
Apocalipsis 6:15: “Los reyes de la tierra, y los príncipes, y los tribunos, y
los ricos, y los poderosos, y todo siervo y todo libre se escondieron en las
cuevas y entre las peñas de las montañas”.
No hace mucho tiempo escuché un mensaje por un amigo, sobre el
tema del temor de Dios. Mencionó a las gentes, a quienes estaba hablando, que
ellos manifiestan más temor a los hombres que un temor a Dios. Le escribí,
opinando que la reacción apropiada a tal mensaje debería ser un pánico
generalizado, si lo que él propuso en su mensaje fuera un análisis correcta de
su condición espiritual. Sería más letal que un diagnóstico de un cáncer en su
cuerpo.
Posiblemente a pocos les penetró el mensaje hasta el corazón,
porque muchos están muy engañados sobre entregarse a la autoridad de los
hombres. Están buscando las ventajas que pueden recibir por someterse a ellos.
Les pasa como a los fariseos a quienes hablo Jesús: “Recibís gloria los unos de
los otros, y no buscáis la gloria que sólo
de Dios viene” (Jn.5:44). Jesús les preguntó, “¿Cómo podéis creer?” ¿Cómo
podrían decir que tienen verdadera fe y confianza solamente en Dios, cuando son
tan devotos a los hombres? Espero que la escena descrita en versículo 19… “Se meterán en las cuevas de las peñas y en
las hendiduras de la tierra… cuando Él se levanta para hacer temblar la
tierra”, no sea la única forma de despertarles de su mundo soñado. Según
versículo 20, este pánico sí librará la gente de su idolatría. Incluido en la
idolatría es el temor de los hombres. Cualquier cosa o persona, buena o mala,
que toma el lugar de Dios en nuestras vidas es un ídolo. Intentamos hablar
fuertemente y sinceramente, predicando las mismas palabras del profeta en
versículo 22: “Desentendeos del hombre, cuyo hálito está en su nariz, porque,
¿Qué vale realmente?”
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