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Lowell Brueckner

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Juicio universal

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Isaías 24:1-6 (pulsa para engrandecer la letra)

23. Un estudio expositivo de Isaías, capítulo 24

Isaías es el portavoz del Señor en el juicio territorial, primeramente contra Jerusalén y Judá, el reino del sur, y después, contra las diez tribus aisladas de Judá, al norte, llamado Israel. Ha enviado la palabra del Señor a Filistea, Moab, Etiopía, Egipto, Arabia y Tiro. Ha hablado a las potencias mundiales de aquel día, Asiria y Babilonia, de su humillación venidera. Al mismo tiempo, el efecto de esas profecías apuntará hacia los imperios futuros de Grecia y Roma (que en sentido bíblico eran uno… Daniel, capítulo 2).


Un mensaje a todo el mundo

Este capítulo llama la atención al mundo entero a su destrucción venidera. Esta es la profecía de condenación que no excluye a nadie. Se extiende más allá de las naciones del Medio Oriente y llega a cada continente del planeta Tierra. La traducción de la Biblia en cientos de lenguas importantes y tribales, hace posible que este mensaje alcance a cada rincón de la creación en nuestros días. El juicio universal está en el futuro; ¡que cada ser humano preste atención!


Siete sellos marcan la auto-destrucción del hombre, afectando a la cuarta parte de la población global (Ap.6:8). Después, siete trompetas despertarán a la creación a la realidad del mundo espiritual, por el derramamiento de una ira diabólica, como jamás se ha visto en la historia del mundo. Destruirá la tercera parte del planeta (Ap.8:7-12). Finalmente, las copas de la ira de Dios serán derramadas en su furia, causando la devastación total, representada en este capítulo (capítulos 15-16 Apocalipsis). “He aquí que Jehová vacía la tierra y la desnuda, y trastorna su faz, y hace esparcir a sus moradores” (v.1).


Nadie escapará. Tanto los poderosos como los humildes se enfrentarán con la destrucción. El dinero y el poder no librarán a nadie. En el mundo religioso, en primer lugar, tanto el pueblo como el sacerdote caerán. En la esfera de la producción, tanto el esclavo como su amo experimentarán la ruina. En el hogar, tanto la criada como su ama serán avergonzadas. En la economía, tanto al comprador como al vendedor les faltarán productos para ofrecer u obtener. En el sistema bancario, tanto el que presta como el que toma prestado caerán en la bancarrota (v.2).

Esta edad terminará en ruina y en devastación. Recuerda, esta no es la visión de un vidente espiritual. No es la predicción según el calentamiento global, la astucia de los gigantes financieros o el punto de vista de los expertos domésticos. El Señor ha hablado y no existe ninguna razón de por qué dudar o cuestionar. Es la palabra concluyente sobre el estado final de la tierra (v.3). ¿Cuándo aprenderán los hombres a apoyarse con resolución en Su palabra?

El problema es el pecado

La persecución de la felicidad es una carrera inútil. No solamente el individuo, sino la sociedad entera y el mismo planeta, sobre el cual estamos, están sujetos a la ley del envejecimiento. No hay nada aquí, sobre lo cual podamos edificar o confiar. El versículo 4 declara que la tierra enfermó y, más adelante, en este mismo libro, en una profecía mesiánica, la palabra nos recuerda que todos aquellos que se oponen a los propósitos de Dios están destinados a la tumba: “Todos ellos se envejecerán como ropa de vestir…” (50:9), y así es. El sumo sacerdote y su Sanedrín, Pilato y sus centuriones, todos están en la tumba, mientras que el Hijo del Dios siempre vive. En el próximo capítulo (51:6), se confirma el proceso de envejecimiento de la tierra. El escritor de Hebreos (1:11) cita el salmista desde 102:26: “Todos ellos como una vestidura se envejecerán”, y sólo Él, que es eterno, permanece…"

Nuestra fe tiene que estar puesta en Dios, porque Él es eterno y la única esperanza de la vida eterna es poder vivirla con Él. La Biblia predice un futuro pesimista de la vida sobre la tierra: “La tierra se contaminó bajo sus moradores; porque traspasaron las leyes, falsearon el derecho, quebrantaron el pacto sempiterno” (v.5). El Creador ha declarado que la obediencia a su ley es obligatoria para cada individuo en la raza humana, y basándose en estas leyes, ha dictado la sentencia contra el trasgresor. Tenemos que reconocer el hecho para poder determinar nuestro estado delante del Juez eterno. 

Puedes examinar los Diez Mandamientos en Éxodo 20:1-17, escritos con el dedo de Dios. Si, por si acaso, eres muy literal en la interpretación de estos mandamientos, Jesús nos da el espíritu de la ley en Mateo 5:17-48. Ésta es la ley de Dios, y después de leer estos pasajes podrás llegar a una conclusión honesta de si eres culpable o no ante Él. Si eres culpable, entonces debes saber que tu sentencia será dolorosa y eterna. La sentencia es lo bastante temible como para hacerte acudir al único remedio… la cruz de Cristo.

El problema con este planeta es el pecado de sus habitantes. Lo han pervertido y condenado por haber desobedecido la ley de Dios, y por eso se han desviado del propósito por el cual todas las cosas fueron creadas. Han falsificado la verdad y han quebrado sus fundamentos. La maldición que existe sobre la tierra hará que al final la población se reduzca a unos cuantos (v.6). 

Todo termina en pesadumbre y depresión

Todas las cosas que dan gozo al hombre, sobre la tierra, serán quitadas. Isaías menciona el vino, algo que muchas veces simboliza el gozo en la Biblia. La constitución física del hombre, la cual normalmente lleva el potencial necesario para producir la felicidad, será aplastada (v.7). La música ya no llevará a cabo su propósito; la canción, la risa y los gritos de júbilo, se silenciarán (vs.8-9).

¡Qué tiempo tan absolutamente melancólico será este, cuando no un pequeño porcentaje, sino la sociedad entera, esté deprimida! No habrá disposición para festejar, y los apetitos y sabores naturales serán arruinados, porque los espíritus estarán quebrantados. “Quebrantada está la ciudad por la vanidad; toda casa se ha cerrado, para que no entre nadie” (v.10). Me hace pensar en Bórovo, Croacia, y lo que oí de una señora acerca de la destrucción de esta ciudad. Después de que los habitantes fueran evacuados, el ejército serbio entró con sus tanques, disparando contra los edificios. Ninguno escapó al desbaratamiento, y la mayoría quedaron totalmente destruidos, incluyendo una fábrica que era el alma de la economía de la ciudad.  

La destrucción de Bórovo
Ella y su marido volvieron a pasar entre las ruinas, descubriendo cadáveres, mientras buscaban alimento para sus hijos. “No se oía ni a un pájaro cantar en las calles”, dijo ella. Ambos, ella y su marido, cedieron a una depresión devastadora. Personalmente, fui testigo de esta destrucción en aldea tras aldea, en pueblos y en la ciudad más importante, Osijek, del territorio. Sin embargo, el profeta no predice el futuro del este de Croacia; está describiendo una destrucción universal y el quebrantamiento del alma humana, desde un polo al otro, desde el oriente hasta el poniente. No hay alivio, nada para romper la tristeza (vs.11-13). Escucha el lenguaje profético, escrito con la intención de penetrar y mover el corazón del lector: “Porque así será en medio de la tierra, en medio de los pueblos, como olivo sacudido, como rebuscos después de la vendimia”.

El efecto personal sobre Isaías

Ahora, Isaías nos lleva un paso más adelante… a oír las voces, otra vez cantando de gozo. Brevemente, rompe la pesadumbre del relato para llamar al remanente de la tierra, desde el este hasta el oeste, a dar gloria a Dios. De los sobrevivientes, por estar confiados en el Señor en medio de la tribulación más severa que jamás haya caído sobre la tierra, “oímos cánticos: Gloria al justo”. Tienen más razones que cualquier otra generación para alabar a Dios. Han estado en el exilio alrededor del mundo, escondidos y guardados por Dios, mientras los seguidores impenitentes del Anticristo perseguían, de la peor manera, a los que rehusaban ponerse la marca de la bestia. Pueden ver claramente: “El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?” Él ha hecho lo que es justo al derramar el juicio sobre toda la tierra.

Sin embargo, Isaías, por medio de una visión, mira con horror los acontecimientos, y lo que ha visto es mucho más de lo que un ser humano puede fácilmente desechar de sí. El oficio de un profeta es un llamamiento costoso, como fue el llamamiento de un apóstol en los tiempos del Nuevo Testamento. El hombre exterior se va desgastando (2 Co.4:16). Isaías se desalienta al ver la indiferencia y la dureza del pecador que no responde al aviso: “¡Terror, foso y red sobre ti, oh morador de la tierra!” (v.17). No hay escape, porque el que huye cae en un foso, y escapar del foso es caer preso en la red. Es el caso expresado en el antiguo proverbio: “De la sartén al fuego”. Isaías está totalmente sobrecogido por la desesperanza de ver cómo la raza humana cae en la trampa. La furia de un cielo majestuoso está siendo derramada sobre un mundo diminuto que se estremece bajo ella (v.19).

La Tribulación y el Milenio

El Apocalipsis de Juan describe los terremotos, sin precedencia, al final de la 70ª semana de Daniel. No solamente vamos a leerlo; vamos a intentar meditar y sentir, un poco, lo que el profeta ha sentido. Dios ha mandado escribir estas cosas para que seamos conmovidos como miembros de la raza humana. ¿Has leído de los predicadores involucrados en los avivamientos del pasado, que miraban las llamas del infierno para que sus predicaciones ardieran con pasión? Cristo no permitirá que seamos observadores insensibles a la condenación de los malvados. Siente la potencia de la proclamación divina: “Temblará la tierra como un ebrio, y será removida como una choza; y se agravará sobre ella su pecado, y caerá, y nunca más se levantará” (v.20). John MacArthur comenta sobre este versículo: Dos comparaciones más ilustran el colapso del planeta tierra, presuntamente fuerte y confiable; un borracho tambaleante y una choza endeble”. 

El escritor de Hebreos declara: “Ahora ha prometido, diciendo: ‘Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo’” (He.12:26). Las huestes de ángeles, en lugares celestiales, y los gigantes políticos de la tierra, serán juntamente juzgados (v.21). Aquí Isaías llama la atención del lector a la doctrina del Hades y la representa claramente: “Serán amontonados como se amontona a los encarcelados en mazmorra, y en prisión quedarán encerrados, y serán castigados después de muchos días” (v.22). Hay un lugar de encarcelación literal para las almas conscientes (Lc.16:19-31), como también lo hay para los poderes diabólicos (2P.2:4). Éste es el lugar que comúnmente llamamos el infierno; sin embargo, no es el destino final. Después de muchos días las almas y los cuerpos de seres humanos se juntarán para el Juicio del Gran Trono Blanco. "Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda (el Lago de Fuego). Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Ap.20:14-15).

La Biblia habla varias veces, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, de oscurecerse el sol y la luna. Jesús dijo claramente que esto sucederá: “Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor…” (Mt.24:29), y entonces Cristo reinará durante el Milenio. Sin embargo, parece ser una introducción al estado permanente en la Nueva Jerusalén, cuando el sol y la luna “serán avergonzados” por la luz gloriosa de Dios y del Cordero. ¿Cuántas veces hemos visto ya, en este gran libro de profecía, que somos dirigidos hacia el Milenio? “Jehová de los ejércitos reine en el monte de Sion y en Jerusalén, y delante de sus ancianos sea glorioso” (v.23). Los ancianos de Su pueblo estarán delante de Él en el Monte Sion y toda la nación de Israel estará a Su derredor, mientras Él se sienta en su capital, Jerusalén. 




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